La editorial Seix
Barral reedita gran parte de la obra de Julio Ramón Ribeyro, uno de
los grandes narradores hispanoamericanos
ORILLADO
POR la fama, arrinconado por los lectores, alejado de las
componendas grupales y mediáticas, la obra del peruano Julio Ramón
Ribeyro (Lima, 1929-1994) se erige como una de las más sinceras,
originales y personales de la riquísima literatura hispanoamericana.
Sus cuentos, vinculados en su calidad a los de los gigantes Cortázar
y Borges, son su gran aportación literaria, siempre generando la
confrontación entre el universo de los marginados y los acomodados
de la sociedad. Casi cien de estos cuentos conforman una de las tres
ediciones que la editorial Seix Barral pone de nuevo en circulación
para conmemorar el noventa aniversario del autor y que hoy serán
presentados ante la prensa como una de las grandes acciones
literarias de lo que llevamos de año. ‘Las palabras del mudo’,
acoge esos relatos, como ‘La tentación del fracaso’ lo hace con
su propia vida, a través de un diario íntimo, fragmentario, de
testimonios, viajes y experiencias. Una espectacular trilogía
revivida que se completa con ‘Prosas apátridas’, un libro de
muchas menos páginas pero con una inusitada e inesperada fortaleza
para los que lo desconocíamos. Pequeños textos hilados por el
brillo narrativo y por una lucidez que bascula entre la elegancia de
su escritura y la amargura que el tiempo, cada vez más
insistentemente, se empeña en escribir sobre todos nosotros. Textos,
como el propio autor calificó, sin una patria que los ampare, sin un
género que les dé sentido, pero que juntos se mueven desde una
modernidad seguramente imprevista cuando se concibieron, pero que hoy
sorprenden por sus audaces intenciones.
Y como ya es habitual
Seix Barral no afronta estas reediciones como algo puramente
notarial, un mero trabajo de impresión, sino que se celebran
reuniendo genio y talento en compañía del homenajeado, en este caso
a través de los prólogos de cada libro, firmados, respectivamente,
por Sara Mesa, Enrique Vila-Matas y Fernando León de Aranoa, así
como por las ilustraciones de las portadas que concibe, mostrando una
prodigiosa imaginación, Patricia Bolinches. En definitiva, que cada
uno de estos libros renueva los votos literarios de quien, como él
mismo afirmaba: “Cuando no estoy frente a mi máquina de escribir
me aburro, no sé qué hacer, la vida me parece desperdiciada, el
tiempo insoportable. Que lo que haga tenga valor o no es secundario.
Lo importante es que escribir es mi manera de ser, que nada
reemplazará”. Esa manera de ser se perfila en cada uno de sus
libros, en cada uno de sus cuentos, en cada una de sus palabras que,
les puedo asegurar, se convertirán en una fascinación absoluta para
el lector que se aproxime por primera vez a ellas, lo que nos sitúa
ante ese contexto de tantos autores con los que la historia no ha
sido demasiado agradecida. Creadores que, por innumerables razones,
se han visto apartados, sobre todo durante su vida, de los
reconocimientos que otros sí se han llevado -sin dudar de sus
merecimientos-, pero que nos debe hacer pensar sobre las diferentes
varas de medir. Lo maravilloso de estas situaciones de olvido es el
poder llegar a cada uno de ellos en cualquier momento con el
deslumbramiento de lo inesperado y, ante este material parido por
Julio Ramón Ribeyro, hay para deslumbrarse durante mucho tiempo.
Justamente
él, el menos luminoso de los autores del mágico Boom
latinoamericano, pero al que algunos buscaron como referencia. Un
caso paradigmático fue el de Alfredo Bryce Echenique que llegó a
París, en sus propias palabras, buscando «al escritor menos
resplandeciente que uno se podía topar, por lo que a su sombra logré
encontrar amparo para los encegadores efectos de los todopoderosos
maestros del Boom», tal y como referencia Xavi Ayén en ‘Aquellos
años del Boom’ (Debate), referencia absoluta para adentrarse en
dicho ecosistema. Con ese hábitat literario también coqueteó un
gallego, el fotógrafo Baldomero Pestana que fotografió en Lima y en
París a Julio Ramón Ribeyro, con el que mantuvo una relación muy
próxima, deparando alguno de sus retratos más afortunados, como el
de su estudio limeño, con César Vallejo al fondo y un tono parisino
que anunciaba el inminente futuro. Ese futuro vuelve ahora a ser
palabra, el de una prosa apátrida en la que nunca está de más
sentirse habitante.
Publicado en Diario de Pontevedra 26/06/2019
Fotografía: Julio Ramón Ribeyro fotografiado en su estudio de Lima por Baldomero Pestana en 1959. (El Progreso)
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