mércores, 13 de maio de 2020

Piel de plata


[Ramonismo 23]
Cada libro de Javier Calvo es un pequeño desafío a la literatura. Un tensar cuerdas para encontrar un relato propio


SI ALGO parece tener claro Javier Calvo es que cada uno de sus libros es una suerte de reto, un apartarse de los caminos más transitados para encontrar una senda propia desde la que experimentar e incorporar también una especie de contracultura a la que no son muy afines los que buscan llenar esos caminos de un terciopelo que haga cómodo el paseo del lector.
El universo cultural de Javier Calvo está, por lo tanto, muy presente en sus obras. Su trabajo como traductor, al que dedicó un más que interesante ensayo, ‘El fantasma en el libro’ (Seix Barral), para descubrir o poner en valor una de esas profesiones desconocidas por parte del público pero imprescindible en el sistema literario, le ha llevado a gestionar y a conocer bien textos clave de la literatura anglosajona, con especial atención a obras del género fantástico del que se demuestra un entusiasta y erudito conocedor. Así es como en su reciente novela, ‘Piel de plata’, editada por Seix Barral, todo ese peso cultural  outsider, si lo planteamos desde el canon más oficial, particularmente en nuestro país, se vuelca en el relato, participando, no sólo como un guiño dentro de la trama, sino como soporte de una novela que se mueve por varios de esos itinerarios con referencias directas a la obra del escritor Michael Moorcock (aquí llamado Cooper Crowe), al poeta Juan Eduardo Cirlot y su universo simbólico y la música de Death in june, e incluso al mismísimo Dickens, impulsor de un fantástico e inesperado final.
Dinámicas que envuelven la historia de Pol, un adolescente que en primera persona nos recuerda el hecho sustancial de su por ahora corta vida, el encuentro con una chica que supone un momento de epifanía dentro una existencia complicada por un brote violento y las sucesivas medicaciones y visitas al psiquiatra. Juventud, rebeldía, drogas, deslumbramiento y hasta filiaciones nazis son las estaciones de paso por las que Pol accede a un conocimiento personal, plagado de sombras en una noche que se va imponiendo, y condicionado por su vinculación casi enfermiza con ciertos iconos culturales que determinan muchas de sus actitudes.
Barcelona actúa reclama su importancia como fondo de una trama que se va oscureciendo con el paso de las páginas y donde la luz al final del túnel se convierte en la recuperación de esa compañía de mujer, con su piel de plata, casi como un alumbramiento para el resto de la vida. Un instante de pureza frente al fango que se estaba apropiando de su existencia, y que de esa manera queda encapsulado para el resto de una vida que mudará de manera radical tras los acontecimientos en que el joven Pol se verá envuelto y que tendrá en la familia un anclaje firme que, durante la lucha con esas sombras, evidencia su capacidad de resistencia, generando una serie de momentos paródicos que también se registran en otras partes del relato para propiciar en el lector unas sonrisas que son muy de agradecer.
En el año 2012 Javier Calvo logró, con una obra calificada de «transgresora y provocativa», el Premio Biblioteca Breve con ‘El jardín colgante’. Un libro ubicado en la España de la Transición que apuntaló su carrera literaria, a la que ahora enriquece con este relato que pretende comprender un tiempo complejo en la vida de un adolescente, del que siempre se quedará con aquella rosa.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 9/05/2020

Ningún comentario:

Publicar un comentario