Con doce nominaciones a los
Oscar, ‘Lincoln’, de Steven Spielberg, se convierte en una nueva revisión del
gran mito presidencial. La figura de Abraham Lincoln, solo comparable en su
atractivo para el pueblo americano al magnetismo de John F. Kennedy, encierra
muchas de las esencias de esa nación. Llevada al cine en más de doscientas
ocasiones, y desde infinidad de puntos de vista, son las versiones de dos de
los mejores directores de la historia, John Ford y Steven Spielberg, las que
nos conducen al decimosexto presidente de los EE UU.
El estreno en España durante este
fin de semana de ‘Lincoln’ de Steven Spielberg nos vuelve a situar ante la
historia de los Estados Unidos a través de una de sus figuras más míticas, la
del presidente Abraham Lincoln y sus últimos meses de vida
Si hay dos cuestiones de las que los Estados Unidos de Norteamérica se
enorgullecen son de su cine y de la figura de su presidente. Cuando estas dos
fuerzas se unen generan una inusitada atención a su alrededor. Y cuando lo
hacen de la mano de directores que dentro del entramado cinematográfico son
casi como los presidentes en el mundo de la política, esa atención mediática se
dispara. De entre esos directores dos destacan sobre el resto a lo largo de la
historia, John Ford y Steven Spielberg. Dos hombres de dos tiempos distintos
pero en cuyo cine se mueven unas coordenadas comunes, siendo quizás los dos
directores que a través de su cine mejor representaron muchas de las características
de la sociedad norteamericana. Si durante sus carreras podríamos encontrar
muchos lugares comunes, en esta ocasión una figura emblemática de la política y
la historia estadounidense los ha unido todavía más. Esa figura es la de
Abraham Lincoln, el decimosexto presidente de ese listado de hombres que, sin
fisuras, una vez elegidos, agrupan tras ellos a toda una nación con
independencia de los colores de cada ciudadano.
El hombre que rige los destinos del país más poderoso del mundo ha
cautivado en infinidad de ocasiones al mundo del cine. Cuanto más atractivo
haya sido su mandato, mayor será el interés por parte de los diferentes
directores y los estudios de Hollywood. Así, nombres como los de Lincoln,
Kennedy o Nixon se llevan la palma a la hora de ser llevados al cine y cada uno
por aspectos muy diferentes.
John Ford ya había abordado, aunque de manera secundaria, la
figura de Abraham Lincoln en ‘Caballo de hierro’ (1924). Película en la que se
trata la unión del país por medio del ferrocarril transoceánico. Una de las
ambiciones de Abraham Lincoln fue la de conseguir que las dos orillas del país,
la costa Atlántica y la costa del Pacífico, estuviesen unidas por el gran medio
de transporte vertebrador de esa geografía, como lo fue el ferrocarril en el
siglo XIX.
Durante su corto mandato, entre 1861 y 1865, su gran preocupación fue la
de mantener unido al país. La guerra civil, que ocupó por completo su mandato,
fue su gran frustración, debido a las continuas diferencias entre el Norte y el
Sur, en buena medida a causa de la abolición de la esclavitud (de la que era
firme defensor y que se convirtió en otro de los ejes de su gobierno). Esa
unión física del país era, además, vital para las medidas económicas a las que
también se dedicó el presidente, basadas en un sistema aduanero de carácter
proteccionista y una banca inflacionista.
Economía, infraestructuras y la defensa del ser humano marcaron su
política y junto a su personalidad, con gran capacidad para encandilar a los
votantes mediante sus discursos, y una enorme autoridad moral fueron acuñando
su figura como la del gran presidente norteamericano. El último capítulo de su
vida cerraba también de manera, podríamos decir muy cinematográfica, su
trayectoria con su asesinato por parte de un actor durante una representación
en el Teatro Ford.
Solo cuatro años en la presidencia de los Estados Unidos, pero con una
cantidad de conquistas que permitieron afirmar de él que fue el salvador de los
Estados Unidos, quien unió a esa gran nación mediante lo que él mismo definió
como “el gobierno de la gente, por la gente y para la gente”.
No podía, por lo tanto, pasar mucho tiempo desde que John Ford comenzara
a tener galones e n Hollywood para llevar al cine la vida o, por lo menos,
algún aspecto de la existencia de Abraham Lincoln. Así lo hará John Ford en
1939 con ‘El joven Lincoln.
Si Steven Spielberg ha elegido a Daniel Day-Lewis para
interpretar al presidente americano, John Ford apuesta por Henry Fonda. En el
‘muestrario’ de actores hay un número de ellos a los que su carrera ha ido
situando ante la posibilidad de llevar a cabo con éxito la interpretación de
personajes que son emblemáticos y muy simbólicos para el pueblo americano. La
fisonomía de Henry Fonda, alto y delgado, contribuían a definir la imagen
física del presidente, pero además de físico el actor debía contribuir con su
propia personalidad. Actores como James Stewart, Gregory Peck o Henry Fonda son
ese tipo de actores en los que el ciudadano americano aprecia y reconoce la
honestidad necesaria para reflejar a ese tipo de personajes. Con Henry Fonda el
director estrena en ‘El joven Lincoln’ una colaboración de gran éxito,
acogiéndolo entre sus íntimos protagonistas junto a James Stewart o John Wayne.
Es famosa la frase de Ford sobre Henry Fonda: “¿Usted ha visto caminar a Henry
Fonda? Pues eso es el cine”, y no hay más que ver ‘Pasión de los Fuertes’ (John
Ford, 1946) para estar de acuerdo con el director irlandés.
John Ford escapó de caracterizar demasiado a su protagonista, solo
incidió en aumentar su nariz en cuanto al aspecto físico, y lo cierto es que
ver a Henry Fonda peinado como el presidente, con su traje y el sombrero de
copa, es aproximarse a la configuración de un personaje del que Daniel
Day-Lewis, a buen seguro, ha bebido en su, por otra parte, portentosa
caracterización.
John Ford, a diferencia de Steven Spielberg, que se centra en los últimos
cuatro meses del mandato presidencial, centra su argumento en el nacimiento del
personaje. Todavía está muy lejos la posibilidad de llegar a la presidencia de
los Estados Unidos y lo que se nos presenta es a un joven que comienza a
desarrollar alguna de las cualidades que posteriormente le llevarán a ocupar
ese puesto: su facilidad para elaborar un discurso que llegue a la gente o su
interés por los libros que le hará desembocar en la realización de la carrera
de Derecho. nos irá mostrando su defensa de la justicia, de los derechos de las
personas, de la propiedad individual y a diferenciar lo que es justo de aquello
que no lo es. John Ford nos presenta a un hombre muy observador que tiene “la
cabeza sobre los hombros”, como se comenta de él a lo largo de la película. La
palabra será su gran arma ante la sinrazón y las masas que buscan la justicia
ciega. La película va derivando en un juicio en el que el joven abogado Abraham
Lincoln defenderá a dos hermanos acusados de un crimen que no han cometido.
John Ford cree firmemente en la justicia y a través de sus juicios en el cine
es capaz de establecer la luz allí donde solo parece que habrá oscuridad. Algo
similar sucederá en otra película de Ford, ‘El sargento negro’. Abraham
Lincoln, lejos de mostrarse como un héroe, aparece como un ser humano, y no
dudará en aceptar el pago que la humilde familia de los acusados le ofrece.
La película de John Ford no va más allá en sus intenciones y
Steven Spielberg coincide en ese retrato lleno de humanidad, despojando al
presidente de la condición de héroe y mostrándolo como un personaje con muchas
tormentas familiares y sometiendo su vida a la consecución de esa decimotercera
enmienda que, con su aprobación y entrada en la Constitución,
aboliría la esclavitud. Spielberg se detiene en esos cuatro meses finales de la
vida del presidente Lincoln, tras su reelección y con el remate de la guerra
civil como escenario en el que instalar el verdadero debate de la película que
es el cómo se maneja la política en las altas esferas norteamericanas. Y
sorprende como se puede establecer un profundo paralalelismo entre aquella
situación, que tuvo lugar el 31 de enero de 1865, día en el que se celebró la
votación entre los representantes de los diferentes estados, y lo que puede
estar sucediendo estos mismos días en los que Obama busca apoyos entre los
congresistas republicanos para la mejora económica del país. La fuerte
conciencia individual de la sociedad americana parte de aquel tiempo, y en la
película comprobamos cómo se debe ir ganando el voto congresista a congresista,
destapando en muchos casos demasiadas vergüenzas, y al tiempo que la disciplina
de voto entre los miembros de los partidos Republicano y Demócrata no es un
asunto siempre cerrado.
Spielberg retrata a un Lincoln antológico ayudado en mucho por la
formidable interpretación de Daniel Day-Lewis en el que en todo momento
reconoces ese perfil de Abraham Lincoln acuñado por la historia norteamericana
y, cómo no, el cine. La película desde el punto de vista técnico y formal es
absolutamente intachable y nos ofrece a un director que renuncia a muchas de
las componentes de su cine. Él mismo durante estos días promocionales ha
calificado la película como la más
europea de las que ha hecho, por la importancia de los actores y los muchos
diálogos y enfrentamientos directos entre un reparto soberbio (especial
atención a la interpretación de Tommy Lee Jones). Todo ello sitúa a esta
película dentro de la carrera de Spielberg como una apuesta muy especial con la
que uno de los directores más americanos de los Estados Unidos ha soñado desde
niño, como tantos y tantos directores que llevaron al cine la historia del
decimosexto presidente de los Estados Unidos, un Abraham Lincoln que si aparece
esculpido para la eternidad en el monte Rushmore también el cine se ha dedicado
ha esculpirlo en la pantalla entre luces y sombras.
John Ford y Steven Spielberg han sido solo dos de ellos, pero su
importancia dentro del cine del ayer y del hoy planteaba la necesidad de una
comparación entre dos formas muy diferentes de tratar un mismo asunto. Más de
setenta años de distancia nos hablan de narrativas y espectáculos muy
distantes, pero en ambos interiores encontramos respuestas a una misma
necesidad: la de humanizar a un héroe de su país.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 20/01/2013