[Ramonismo 35]
'La forastera’ de Olga Merino
es un visceral grito literario desde el interior de una mujer hacia
su tierra y sus raíces
HAY LIBROS por los que pasas y otros que
te obligan a quedarte en ellos. Son estos últimos textos los que te sujetan a
su relato como una necesidad del lector por saciar sus ansias a través de una
narración en la que encuentras el compromiso de su autor con la escritura. Olga
Merino nos propone en ‘La forastera’, editado por Alfaguara, uno de esos textos
a los que te unes mucho más allá de lo que podría ser una simple lectura. Sus
protagonistas, sus frases, sus situaciones, hasta sus espacios en blanco, en
los que te ves obligado a levantar la cabeza y a tomar aire, configuran un
territorio de una intensidad tal que se evidencia ante el lector como un
vertiginoso deambular del que no es sencillo salir indemne.
Y empleo consciente e interesadamente la
palabra territorio porque, si en otras circunstancias se usa como una metáfora,
aquí es parte fundamental de lo que sucede una vez que decides conocer esta
historia, la de una mujer en un lugar muy concreto, en el que la vida se va
abocando al desastre a través de una muerte que sobrevuela la narración, tanto
del pasado como del presente. Una suerte de maldición pegada a
la tierra en la que las decisiones de las personas configuran un
escenario opresivo donde salir a respirar se convierte en algo demasiado caro.
Eso es lo que intenta Angie, la protagonista, cuando echa la vista atrás para
revivir una historia de amor en Londres, un alambre de esperanza sobre el que
caminar como un equilibrista mientras en el presente ese territorio del sur de
España la consume de manera vertiginosa.
‘La forastera’ se lee apretando la mano
con un puñado de tierra en su interior, es decir, sintiendo esa
capacidad telúrica que ciertos escenarios aportan a nuestra sociedad
impregnándolo todo de una visceralidad que asusta. Olga Merino escribe también
con ese puño cerrado, y solo así se puede entender y explicar este relato
febril y catártico en el que se aprecia la intensidad escogida por la autora
para transmitirnos toda esa panorámica racial de odios y perversiones, de
dolores y suicidios, de sombras y melancolías que, movidos incluso desde el
pasado, afectan a los protagonistas de hoy.
Junto a Angie nos enfrentamos a mucho de
lo que significa la condición humana, a esa codicia generadora de miserias
capaz de arrasar con lo que se ponga por delante, desde la vida de un perro, de
una persona o lo que supone una propiedad que ha pasado por diferentes
generaciones de un clan, de una familia. Un escenario en el que esa condición
de lo propio lo marca todo, el afán de posesión de la persona capaz de
imponerse a cualquier deseo individual, ajeno a dañar al colectivo, pero que no
puede contener la marea desbocada de la ambición. Angie se aferra a sus
recuerdos londinenses donde una caricia era una victoria, donde el futuro
todavía tenía algún sentido y donde servir de inspiración a un pintor era la
eternidad. Pero el tiempo si algún precio tiene es la de quebrarlo todo, hasta
a nosotros mismos, y ahí toma tinta Olga Merino para situar esta mirada entre
secretos y fantasmas incapaces de resistirse a ese devenir del tiempo, para
emerger en un momento determinado en un aquelarre final.
Las personas y su ámbito vital acaban
siendo una misma unidad. Un frente común ante el paso de los días y los años.
Una bisagra entre el pasado y el presente porque el futuro, simplemente, ya no
existe. Es lo que nos había revelado de manera ejemplar Juan Rulfo con su ‘Pedro
Páramo’, lo que Jesús Carrasco con su ‘Intemperie’ nos volvió a recordar y lo
que ahora Olga Merino resitúa desde una óptica femenina sin la que este libro
no podría entenderse y que lo singulariza de esos otros textos. Un libro de
madres e hijas, de mujeres enamoradas, de deseos, de perras y de sangres que
riegan una tierra con un denominador común. La aniquilación de
aquello que de humano queda entre nosotros y cómo esta especie es capaz de
autodestruirse en función de egoísmos y perversos intereses.
Nadie sale indemne del tránsito por esta
novela, ni sus protagonistas ni sus lectores. Es la capacidad que la literatura
posee para hacer que nuestro interior se convierta en uno de esos ámbitos de
dudas obligados para conocernos.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 5/09/2020
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