xoves, 10 de setembro de 2020

Un puñado de tierra

[Ramonismo 35]

'La forastera’ de Olga Merino es un visceral grito literario desde el interior de una mujer hacia su tierra y sus raíces

 


HAY LIBROS por los que pasas y otros que te obligan a quedarte en ellos. Son estos últimos textos los que te sujetan a su relato como una necesidad del lector por saciar sus ansias a través de una narración en la que encuentras el compromiso de su autor con la escritura. Olga Merino nos propone en ‘La forastera’, editado por Alfaguara, uno de esos textos a los que te unes mucho más allá de lo que podría ser una simple lectura. Sus protagonistas, sus frases, sus situaciones, hasta sus espacios en blanco, en los que te ves obligado a levantar la cabeza y a tomar aire, configuran un territorio de una intensidad tal que se evidencia ante el lector como un vertiginoso deambular del que no es sencillo salir indemne.

Y empleo consciente e interesadamente la palabra territorio porque, si en otras circunstancias se usa como una metáfora, aquí es parte fundamental de lo que sucede una vez que decides conocer esta historia, la de una mujer en un lugar muy concreto, en el que la vida se va abocando al desastre a través de una muerte que sobrevuela la narración, tanto del pasado como del presente. Una suerte de maldición pegada a la tierra en la que las decisiones de las personas configuran un escenario opresivo donde salir a respirar se convierte en algo demasiado caro. Eso es lo que intenta Angie, la protagonista, cuando echa la vista atrás para revivir una historia de amor en Londres, un alambre de esperanza sobre el que caminar como un equilibrista mientras en el presente ese territorio del sur de España la consume de manera vertiginosa.

‘La forastera’ se lee apretando la mano con un puñado de tierra en su interior, es decir, sintiendo esa capacidad telúrica que ciertos escenarios aportan a nuestra sociedad impregnándolo todo de una visceralidad que asusta. Olga Merino escribe también con ese puño cerrado, y solo así se puede entender y explicar este relato febril y catártico en el que se aprecia la intensidad escogida por la autora para transmitirnos toda esa panorámica racial de odios y perversiones, de dolores y suicidios, de sombras y melancolías que, movidos incluso desde el pasado, afectan a los protagonistas de hoy.

Junto a Angie nos enfrentamos a mucho de lo que significa la condición humana, a esa codicia generadora de miserias capaz de arrasar con lo que se ponga por delante, desde la vida de un perro, de una persona o lo que supone una propiedad que ha pasado por diferentes generaciones de un clan, de una familia. Un escenario en el que esa condición de lo propio lo marca todo, el afán de posesión de la persona capaz de imponerse a cualquier deseo individual, ajeno a dañar al colectivo, pero que no puede contener la marea desbocada de la ambición. Angie se aferra a sus recuerdos londinenses donde una caricia era una victoria, donde el futuro todavía tenía algún sentido y donde servir de inspiración a un pintor era la eternidad. Pero el tiempo si algún precio tiene es la de quebrarlo todo, hasta a nosotros mismos, y ahí toma tinta Olga Merino para situar esta mirada entre secretos y fantasmas incapaces de resistirse a ese devenir del tiempo, para emerger en un momento determinado en un aquelarre final.

Las personas y su ámbito vital acaban siendo una misma unidad. Un frente común ante el paso de los días y los años. Una bisagra entre el pasado y el presente porque el futuro, simplemente, ya no existe. Es lo que nos había revelado de manera ejemplar Juan Rulfo con su ‘Pedro Páramo’, lo que Jesús Carrasco con su ‘Intemperie’ nos volvió a recordar y lo que ahora Olga Merino resitúa desde una óptica femenina sin la que este libro no podría entenderse y que lo singulariza de esos otros textos. Un libro de madres e hijas, de mujeres enamoradas, de deseos, de perras y de sangres que riegan una tierra con un denominador común. La aniquilación de aquello que de humano queda entre nosotros y cómo esta especie es capaz de autodestruirse en función de egoísmos y perversos intereses.

Nadie sale indemne del tránsito por esta novela, ni sus protagonistas ni sus lectores. Es la capacidad que la literatura posee para hacer que nuestro interior se convierta en uno de esos ámbitos de dudas obligados para conocernos.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 5/09/2020

 


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