luns, 7 de agosto de 2023

¿Qué es una familia?

 

[Ramonismo 164]

Laura Ferrero nos convoca ante la recreación de un hábitat familiar en el que lo real y la ficción responden esa pregunta




No son pocos los libros que en los últimos meses andan merodeando por todo lo que supone un contexto familiar. Quizás hayan sido los encierros sufridos durante la pandemia y la consiguiente generación de una nueva mirada sobre los entornos más próximos a nosotros, precisamente cuando tantas vidas se han visto finalizadas de manera abrupta y muchas otras estuvieron seriamente amenazadas, lo que ha propiciado una mayor atención a los núcleos familiares que, ya de por sí, se presentan como auténticas oportunidades, repletas de matices, para ser noveladas, por todo lo que se puede contener en esa auténtica caja de Pandora.

De ahí que lo meritorio, cuando nos encontramos con esta proliferación narrativa, sea encontrar un camino poco transitado, un itinerario que seduzca al lector y que este no vea un relato familiar como una mera sucesión de anécdotas más o menos atractivas con las que captar su atención. Es por ello que ‘Los astronautas’, editada por Alfaguara y con la escritura de Laura Ferrero, nos ofrece un brillante muestrario de lo que puede ser encontrar o, cuando menos, pretender encontrar una respuesta a esa pregunta que es la que sobrevuela todo el texto, incluso desde el espacio exterior, alrededor de lo que sucede de puertas adentro, tanto del libro, como del hogar de su autora: ¿Qué es una familia?

Para ello Laura Ferrero emprende un auténtico tour de force, una suerte de conquista de un astro instalado en una galaxia lejana en la que poder afianzar una bandera de seguridad y confianza, pero para ello necesita respuestas en forma de las piezas de un puzle que le ofrezca esa instantánea familiar con todos sus recovecos. Ella lo intentará realizando diferentes expediciones a la memoria de sus familiares más directos, pero lo que encuentra son toda una serie de agujeros negros en los que hay bien poco que rescatar, de ahí que sea la ficción la que salga a su encuentro para que sea realmente la que le permita reunir esos fragmentos de lo que ella misma es, de los miembros de un contexto anterior, el de su padre ya separado de su madre, organizándose todo en torno a esos dos planetas familiares separados cada vez por más años luz y donde busca convertirse en una estrella a la que prestar la atención que toda niña, y en su posterior paso a la edad adulta, precisa.

No elude Laura Ferrero el proceso catártico que significa afrontar una construcción, mejor dicho, una reconstrucción, de lo que supone explorarse a sí misma, y para ello la escritora barcelonesa opta, inteligentemente, por no buscar culpas sobre lo sucedido, por no señalar todo aquello de lo que surge la herida y el dolor, optando por afrontar un ejercicio muy honesto que tan sólo (lo cual no es poco) busca intentar entender y poner las cosas en su lugar, sobre todo haciéndolo en un momento en el que la madurez evita otro tipo de connotaciones próximas al ajuste de cuentas y con poseyendo más armas para saber justificar las actuaciones a las que nos somete la vida en determinados momentos.

Esa ausencia de la culpa permite que el libro no se convierta en un índice de rencores, lo que sería un amargo horizonte para el lector que, en cambio, acompaña a la protagonista de manera casi ingenua por ese proceso de descubrir en qué consiste una familia, y como se provocan una serie de desajustes en contextos como el escolar, el de las amistades o, de manera más intensa, en el familiar. Como tampoco lo hace con ese personaje tan próximo a ella como es la madre y en la que quiere encontrar el mayor número de esas respuestas que de manera sistemática le son negadas. Pero Laura Ferrero ya asume con el paso de los años esa situación, ese no querer quizás lastimar a quien en este preciso momento necesita configurar ese álbum de fotos que nunca existió, y hacerlo mediante la escritura que aquí, frente a otros textos, más que bálsamo, es una necesidad de colocar todas aquellas piezas en ciertos instantes incapaces de ser encajadas, incluso para alguien dotada de una gran inteligencia y sensibilidad que, afortunadamente, disponía de la imaginación como un asidero al que aferrarse para tapar ciertas carencias, como aquellos hombres que fueron al espacio y, tras la abrumadora atención mediática, las recepciones y los aplausos, tuvieron que asumir que en la Tierra las cosas pesaban más, y eso no siempre es fácil, aunque no hayas ido nunca al espacio.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 15/07/2023

martes, 1 de agosto de 2023

El dilema de la belleza

 

[Ramonismo 163]

El debut narrativo de Mercedes Corbillón nos sitúa ante un texto repleto de emociones y pasiones, humanas y literarias



LIBRERA. Corazón apasionado de Cronopios dividido entre Compostela y Pontevedra. Letraherida a tiempo completo. Libros, pasiones y bellezas que se encabalgan y que sólo podían dar lugar a un libro como este: ‘La belleza debe morir’, editado por Espasa en castellano y en gallego por Galaxia. Una novela que emerge como un valiente ejercicio literario en el que Mercedes Corbillón aúna su pasión por la vida, su deseo permanente por conquistar la belleza (aunque diga que esta debe morir), y sus gustos literarios.

Pocas ciudades condensan tanta belleza como Venecia, condenada a su propia autodestrucción natural, pero también por la sobreexposición a la globalización turística. Hasta esa geografía humana y artística se dirige la protagonista del libro, quien, como Venecia, siente ese agotamiento físico y mental, para, junto a su madre, convertir esa estancia entre canales e imponentes destellos artísticos, en una revisión a sí misma y a su estado vital a partir de aquello que la ha hecho sentirse viva, una intensa historia, entre el amor y el deseo, con un hombre casado, siendo la descripción de esos momentos la mejor manera de mostrarse a sí misma.

Una escritura que aparece salpicada por numerosas referencias literarias, por citas de libros y autores que son también un itinerario que seguir para los lectores, desde quien lleva años trabajando su gusto literario, siendo intachables cada una de las que asoman por estas páginas y que nos invitan también a buscar en esos libros nuevos horizontes relacionados siempre con los temas que aborda Mercedes Corbillón a lo largo de su texto.

Y esos temas son numerosos a lo largo de un libro en el que podemos adentrarnos en diferentes capas que le otorgan mucha más importancia de la que pueda parecer en una primera aproximación, incluso si escuchamos a la propia autora hablando de él y restándole méritos, también al poder distraernos por la abundancia de escenas sexuales pero que no dejan de ser una puerta de acceso a otro tipo de situaciones mucho más necesarias para conocer a la protagonista de la novela y, porque no decirlo, a la propia escritora, cuya figura no puede alejarse demasiado de la mujer retratada. Más allá de lo erótico, de lo sugerente de esos encuentros, toda esa acumulación de sentimientos de los que se nos hace partícipes a la hora de entender cómo una mujer afronta diferente momentos de su vida en un instante muy determinado, como el de una plena madurez el que se cierran puertas y se abren otras, proponiendo todo un carrusel de dudas, muchas de ellas necesarias para hacer que todo avance, y que incluso la llevan a dudar de la belleza, seguramente de lo único que no podemos dudar en esta vida como bálsamo, como elixir para seguir con la cabeza alta cuando todo parece venirse abajo, y pensando que incluso los momentos más hermosos entre dos personas deben ser cenizas.

El libro ofrece también dos recorridos repletos de una belleza que Mercedes Corbillón describe de una manera maravillosa, ambos mis preferidos en el interior de la novela. Uno de ellos su visión de Venecia, la descripción portentosa de escenarios y vivencias, de brumas y colores, de palabras y sensaciones entre Pallazos, Giorgiones y Tizianos, de sabores y contactos con personas de una ciudad que te pide a gritos que hables de ella, como de una Compostela entre cuyas piedras rebotan los sonidos de una Berenguela que nos sitúa en lo más real y físico de su protagonista. El otro, es la relación llena de complicidad y ternura con la madre, la convivencia con ese espejo propio en que se convertirá dentro de unos años, seguramente ya demasiado cercanos, pero a los que se llega con una enorme dignidad, sabedora de que lo vivido, lo sentido y lo leído, convierten a esta mujer en un ser en construcción tras, como diría Annie Ernaux, «vivir una pasión que rompe las costuras de nuestro propio yo». Las puntadas que se dan para esa sutura brotan de la pasión y de la permanente belleza a la que, pese al título y a los vaivenes del corazón, no debemos renunciar.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 8/07/2023

luns, 31 de xullo de 2023

El poder del dinero

 

[Ramonismo 162]

'Fortuna’ es una arriesgada, en sus objetivos literarios, aproximación al origen del capitalismo en Estados Unidos



SI con su anterior novela ‘A lo lejos’ (Editorial Impedimenta, 2018), ya nos había deslumbrado Hernán Díaz con su poderosa escritura y su manera de afrontar un relato explorando nuevas posibilidades, ahora, con la monumental ‘Fortuna’ (Anagrama), vuelve a conquistar ese deseo de todo escritor de acercarse a una historia de forma arriesgada en cuanto a sus objetivos literarios, aproximándonos así a la historia de un magnate norteamericano, lo que le permite alumbrar todo ese escenario que desde mediados del siglo XIX fue haciendo de los Estados Unidos, y más concretamente de Nueva York, la cuna y posterior centro del capitalismo.

Hernán Díaz hace, sobre todo, de esta historia de codicia y ambición una mezcla de relato periodístico e histórico que describe a la perfección cómo se fue generando todo aquel contexto económico y social alrededor de la acumulación de capital, con una historia personal desde la que se ejemplifica a las mil maravillas como el factor humano también formaba parte de ese ecosistema en el que las virtudes y defectos de nuestra condición, tienen mucho que ver con cómo se iba desarrollando todo aquello. Una mezcla, por lo tanto, de realidad y ficción que maneja este escritor de origen argentino, aunque afincado en Nueva York, de una manera realmente brillante en cuanto a unas cualidades narrativas que ya habían quedado suficientemente probadas en aquella otra novela anterior, en la que también se definía un contexto esencial en el nacimiento y formación de la cultura norteamericana, como lo fue el lejano Oeste, siendo, quizás, esta nueva etapa de su historia, la de su afianzamiento como potencia económica a nivel mundial con la cesura del crack del 29, el otro gran marco histórico de los Estados Unidos.

Hernán Díaz crea diferentes piezas que en forma de cuatro libros ofrecen diferentes perspectivas de ese poliedro que se estaba configurando y que nos permite ver y entender cómo las vidas de sus protagonistas no siempre son entendidas de una misma manera y como, incluso, se puede llegar a acuñar una nueva existencia en base a la creación y difusión de un relato encargado y bien pagado.

Estrategias económicas y vicisitudes personales se alternan a lo largo de unas páginas en las que rápidamente el lector se sentirá atrapado y, en ciertos momentos, sorprendido por ese despliegue de ambiciones literarias a la hora de crear esta historia, pero también porque ese carácter de realidad periodística, para la que se maneja una abundante documentación, permite conocer cómo se fue cocinando todo ese espectro económico lleno de especulaciones, de trampas y negocios bajo cuerda, en los que poco importaba como afectarían a buena parte de la sociedad, mientras las clases económicas más privilegiadas mantuviesen su estatus o no frenasen las ansias de acumular más y más poder.

Al mismo tiempo la novela es un interesante ejercicio por el reflejo de las personas en la sociedad, por el cómo nos ven al ocupar una posición de notoriedad pública, y cómo se recibe ese reflejo por los demás. De ahí que este despliegue metaliterario de Hernán Díaz gestione todo lo que tiene que ver con el cómo, parte de una realidad que ha llegado a nosotros, desde el punto de vista histórico, lo haga de una manera monolítica y despreciando o, cuando menos, no atendiendo a otro tipo de cuestiones más individuales y vinculadas a nuestra condición humana. De ahí que horadar esa construcción desde lo más personal convierte ‘Fortuna’ en una lúcida mirada que ha despertado el interés ya no sólo de una crítica literaria que ha venido a repetir las alabanzas logradas con ‘A lo lejos’, sino también del mundo de las finanzas, quizás a la búsqueda de una mejor comprensión de su propio origen.

Y es que esta novela también explica mucho de nuestro presente, que tanto tiene que ver en sus procedimientos económicos con todos aquellos sucesos que tuvieron lugar hace cien años en los Estados Unidos. Las voces que activa Hernán Díaz impulsan nuestras miradas para entender como la ficción puede activar ciertos mecanismos literarios que citan al lector, que incluso juguetean con él y que lo adentran en un escenario que hasta ahora nos ha tenido siempre alejados de él y de esa tramoya de poleas y pesos que arma y mueve diferentes telones, muchos de ellos ideados para confundirnos. Cuatro telones, cuatro textos con tonos y propuestas diferentes con los que Hernán Díaz sitúa el foco en el dinero, el verdadero protagonista de una novela, pero también de un tiempo que es el nuestro y que gracias a este libro entendemos de una manera más diversa y completa.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 1/07/2023

luns, 17 de xullo de 2023

Entre tú y yo

 

[Ramonismo 161]

'Paradero desconocido’ es un medido poemario que habla de un hombre y su tiempo, de un hombre ante lo vivido y perdido


NO ha debido ser fácil componer este conjunto de poemas que gestionan algo tan complejo como es hablar de uno mismo y de todo aquello que el paso del tiempo sedimenta en cuerpo y alma, y que llegado un momento determinado es necesario expulsar al exterior como un volcán tras alcanzar su magma la temperatura necesaria para salpicarnos a los demás, para hacernos cómplices de una vida que es también la vida de todos nosotros al compartir época, geografía y el voluble factor humano.

No han sido tiempos fáciles para ninguno de nosotros. Una pandemia, una agitación social y política que está poniendo patas arriba muchos de nuestros argumentos cívicos para configurar una sociedad lo más justa y avanzada posible, y el darnos cuenta de que vivimos en un país tan maravilloso como complicado para articular una respetuosa convivencia. A ese plano general Benjamín Prado le suma un primerísimo plano con la muerte de quien tantos lloramos y todavía no entendemos el porqué, si es que la muerte puede responder a esa pregunta, como fue el fallecimiento de su íntima amiga Almudena Grandes.

Demasiados raspones para salir indemne de este tiempo, demasiadas embestidas para no sufrir una voltereta que le obliga a recomponer la figura y a enfrentarse de manera directa a todo eso que perturba a un Benjamín Prado que ha tardado mucho, entre peripecias vitales y la escritura de novelas, recitales y conciertos, recomendaciones literarias y comentarios televisivos, en armar este hatillo de poemas con el que quizás cerrar un tiempo vital y abrir otro. Un poemario que se inaugura con una confidencia, una de tantas como se contienen en estas páginas, y que no es más que el contrato que supone todo libro entre su autor y el lector que llega a él: «Lo que voy a decirte, que quede entre tú y yo...». Este paréntesis de confianza transcurre a lo largo de todo el libro, sabiendo que en ese interior encontramos un acto confesional, una arriesgada escalada hacia una cumbre desde la que divisar lo sucedido, y detectar las columnas de humo de ciertos acontecimientos para después bajar hasta ellos y aproximar una mano temblorosa para comprobar la temperatura de esa ceniza que para siempre marcará nuestro territorio.

Dividido en tres grandes bloques, sólo el primero de ellos, ‘Estado de alarma’, compuesto por diez enormes poemas ya justificaría sobradamente la lectura de este libro. Diez estaciones de paso (Almudena siempre al rescate), en las que Benjamín Prado refleja el paso del tiempo, las desilusiones de una vida, llena de pérdidas cercanas, de derrotas colectivas, de una vida que se va y que no sabíamos que iba a pasar, el desconcierto ante ciertas actitudes humanas y esas cabezas que embisten más que piensan en una España cada vez más repleta de cuervos negros a la espera de cobrarse venganza. El segundo apartado del libro supone una suerte de refugio, ‘En la vida real’, tiene en una nueva pareja un anclaje de esperanza tras la zozobra que es toda pérdida del amor. Lo que supone convivir, la ruptura, las opiniones contrarias y el sentir la piel de otra persona como la confirmación de que estar aquí significa no estar en paradero desconocido.

Se cierra el libro con una última parte, ‘Taller literario’, en la que, tal y como iniciamos todo este itinerario, Benjamín Prado se mueve en esa relación que cada libro plantea entre su escritor y su lector, desmitificando muchas de las componentes de la escritura y de lo literario, donde incluso nos habla de cómo hay que educar a los poemas, tantas veces nacidos de la rebeldía, para que cuiden de él, como él mismo hace con sus hijos, en previsión de un futuro que no es más que un presente que, al fin y al cabo, es de lo que nos habla siempre todo buen libro.

Nos encontramos así un recorrido absolutamente emocionante en el que poco se deja atrás este madrileño que intenta esquivar los espejismos de nuestra existencia, afirmándose en su propio tiempo, fijándose en un sitio para observar, con una desazón que no le conocimos hasta este momento, como de la baraja no siempre salen las mejores cartas con las que llevarse las diferentes bazas de una vida que, como un cóctel imprevisible, mezcla alegrías con tristezas, siendo, a medida que pasan los años y se suceden las pérdidas, más las segundas que las primeras.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 24/06/2023

mércores, 12 de xullo de 2023

Formas de caer

 

[Ramonismo 160]

Brigitte Giraud, último premio Goncourt, hace de ‘Vivir deprisa’ la gestión del antes y el después del drama personal



ES la última e inesperada ganadora del prestigioso premio Goncourt, galardón que es todo un referente literario en Francia, y cuyo nombre, Brigitte Giraud (Siddi-Bel-Abbès, Argelia, 1960), es prácticamente desconocido en España, de no ser por la siempre avispada editorial Contraseña que ya había publicado dos de sus libros: ‘Ahora’ y ‘Tener un cuerpo’. A los pocos días de conocerse ese galardón desde la editorial aragonesa se anunció que los derechos de ese libro premiado, ‘Vivir deprisa’, también sería publicado por ellos. Tocaba ponerse al día, leer por lo menos esos dos libros ya editados y poder así calibrar los méritos de esta escritora como actos previos ante la llegada de ese texto bendecido por el jurado del Goncourt. Y así es como en ellos nos encontramos ya mucho de lo que se contiene en ‘Vivir deprisa’, una escritura tremendamente personal, que atiende a lo íntimo como el contexto necesario para entender cómo se gestionan nuestras conductas personales dentro de la sociedad y cómo se pueden gestionar diferentes situaciones que convierten nuestros sentimientos en el eslabón necesario para actuar en ese hábitat más amplio.

Es en ‘Ahora’, en el que nos encontramos, en mayor medida, un argumento semejante al que hoy nos ocupa, ya que es la muerte en un accidente de moto de su pareja en 1999, la que motiva un relato en el que el desconcierto, el entender cómo afrontar la nueva situación que emerge en su vida desde una sima de dolor y adversidad y cómo gestionar un nuevo escenario, son los grandes motores de una literatura con un potente contenido autobiográfico que se desarrolla en unas novelas habitualmente cortas. También en ‘Tener un cuerpo’ ese contenido íntimo es el tintero preciso para desarrollar una historia que parte del propio cuerpo de la escritora como sostén de su existencia y donde se evidencian las diversas etapas en el crecimiento personal y los diferentes momentos por los que la vida nos va midiendo, apareciendo también ese fatal accidente de moto como una cesura desde la que gestionar ese antes y después del drama.

Vivir deprisa’, como la canción de Lou Reed ‘Vivir deprisa, morir joven’, es, sin duda, la mejor de las tres, la que evidencia una mayor madurez y sobre todo por el hecho de ser capaz de engrasar esa contingencia de lo personal como un contexto social que estaba más ausente en las novelas anteriores, quedando demasiado limitadas a su propia vida. Así es como mientras se nos va preparando para ver y entender cómo nuestras vidas están condicionadas por toda una serie de decisiones que tomamos de una manera aparentemente poco significativa, pensando que poco o nada influirán en nuestro destino, pues mientras eso sucede la vida va fluyendo a nuestro alrededor, desde diferentes contextos, el familiar, el laboral, el social y cada uno de ellos se engarza con los demás generando un ecosistema de lo cotidiano que Brigitte Giraud relata de una manera ejemplar, condensando varios momentos de una vida, en los que por su aparente insignificancia no somos capaces de ponerlos en valor pero cuando el drama, cuando la tragedia lo dinamita todo, será cuando nos demos cuenta de su necesidad y de su importancia.

Brigitte Giraud reconstruye, veinte años después y con motivo de la venta de una casa cuya compra tuvo lugar en las horas previas a la muerte de su pareja, todo lo acontecido en aquellas horas, quizás como una necesaria acción para, como todo buen escritor o escritora, cerrar un círculo, e intentar así entender ciertas situaciones y, sobre todo, poner de relieve como esos ‘si no’, ‘si no’, ‘si no’ que se repiten a lo largo de diferentes capítulos, podían haberlo cambiado todo, y no sólo por que un semáforo hubiese cambiado de color haciendo que las cosas fuesen distintas, que aquel momento no fuese más que un instante en nuestra cotidianidad pero en los que por no tener un lugar uno de esos ‘si no’, se convirtió en una forma de caer, en la puerta de un drama que lo cambia todo desde que se produce.

Un libro que está lleno de reflexiones, de indagaciones sobre un interior que desde lo angustioso y el agobio debe aprender a relacionarse con una nueva realidad. La gestión de una vida que debe avanzar, que debe motivar el futuro de un hijo, pero también el de una mujer que no deja de pensar sobre todo lo que rodeó aquellos días quizás como el último intento para dejar que se vaya esa presencia todavía demasiado protagonista. ‘Vivir deprisa’ es un magnífico relato de lo íntimo, lleno de lecturas y músicas que acompañan una vida que un día dejó de serlo para ser un abismo.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 17/06/2023

luns, 10 de xullo de 2023

Un punto de luz

 

[Ramonismo 159]

'Vagalume’ propone una reflexión sobre el proceso del escritor, entre la búsqueda o la renuncia a la soledad



AFORTUNADAMENTE nunca se sale indemne de la escritura de Julio Llamazares, desde su inolvidable y desde mi punto de vista cada vez más obligada a ser reivindicada ‘La lluvia amarilla’, pasando por sus últimos libros como ‘Las lágrimas de San Lorenzo’, ‘Distintas formas de ver el agua’ o ‘Primavera extremeña’, en cada uno de ellos el escritor leonés nos enseña a mirar una realidad que puede ir desde un cielo en una noche estrellada, la memoria colectiva que se esconde bajo las aguas de un pantano, o un paisaje entendido como refugio frente a una pandemia. Son todos ellos ese tipo de textos que te acompañan durante varias jornadas una vez que llegas a su final y, en algunos casos, prolongándose incluso más allá en el tiempo.

En el caso de ‘Vagalume’, Julio Llamazares nos presenta otro paisaje, este íntimo y muy próximo a él, como es el del escritor ante lo que puede suponer su obra literaria y como esta se conecta o relaciona con su entorno más cercano, muchas veces entre silencios e historias ausentes que envuelven todas esas horas del escritor ante un papel o ante un ordenador. Muchas de esas horas nocturnas, robadas al sueño van en busca de una soledad para escribir o, quizás, son una renuncia ante ese mismo sentimiento de soledad. Siendo esta una de las numerosas reflexiones que aporta la lectura de la historia de un periodista y escritor, que aparentemente renuncia a esa segunda posibilidad, pero que es descubierta por un compañero de redacción que se empeña en aclarar el porqué de esa ocultación de una actividad, aparentemente tan dada a presumir de ella, y que se produce a espaldas de su propia familia.

Una vida secreta, la necesidad de escribir casi como una búsqueda de oxígeno para seguir respirando, un misterio que debe ser revelado, una familia que no comprende lo que sucede alrededor de esa circunstancia y un punto de luz, ese que, como el que genera un vagalume, resplandece en la oscuridad tras la ventana de la habitación en la que un escritor pergeña su propio universo, allí donde encontrar sosiego para calmar los fantasmas que se crean durante el día a día y que muchas veces deben encerrarse entre los interlineados de una novela. Son precisamente esos fantasmas los que intenta descubrir un periodista que regresa a la villa gallega en la que ejerció el periodismo junto a Manuel Castro, su referente profesional y personal, y que tras su entierro, hará que se adentre en una serie de novelas desconocidas y escritas por quien había ocultado esa dedicación literaria, incluso a su propia familia.

Entre esos dos planos, el de la reflexión sobre el hecho literario, sobre la capacidad del escritor para hacer de su escritura un refugio e incluso una válvula de escape ante determinadas situaciones que surgen en la vida; y el de la investigación para intentar comprender el porqué de ese silencio literario, configurando una especie de thriller, el primero se impone de una manera firme, demandando del lector un mayor interés que el intentar desvelar un misterio que lo explicará todo, pero que no acaba de tensionar a quien al otro lado del libro, en cambio, si que aprecia esa primera temática mucho más en la línea que conocemos y nos gusta de Julio Llamazares, el de una escritura limpia, que nos convoca a reflexionar sobre una realidad determinada, que aquí es la del propio ejercicio de la escritura y esas horas que suceden alrededor un autor o autora cuando se encierra en su torre de marfil para dinamitar diferentes oscuridades con una luz que les convierte en una especie de insectos, en esas luciérnagas que, como escribe el autor, «no sólo dan luz sino que vagan en la oscuridad como los cometas».

Luces y sombras, por lo tanto, se van alternando a lo largo de esta narración que nos recibe con una maravillosa frase de un escritor que no era luciérnaga sino faro, William Faulkner, y que en su novela ‘Las palmeras salvajes’, escribe: «Entre la pena y la nada elijo la pena». En ‘Vagalume’ Manuel Castro también realiza su elección, y nuestra misión es la de descubrir y entender el porqué de asumir esa decisión que encierra muchas renuncias y abre un plano vital o literario alternativo al que hasta ese momento venía acogiendo, pero lo que no hace es permanecer de brazos cruzados, y menos cuando exista un punto de luz en la oscuridad.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 10/06/2023

xoves, 6 de xullo de 2023

Narradora moderna

 

[Ramonismo 158]

Alba Carballal retrata un tiempo y una sociedad en su nueva novela con un emocionante anclaje gallego



No se corta un pelo la lucense Alba Carballal en esta su segunda novela, ‘Bailaréis sobre mi tumba’, editada por Seix Barral, a la hora de reflejar un momento muy determinado de nuestra sociedad. Y hace muy bien, porque la escritura, y más, tal y  como se ella misma se define a lo largo de toda la novela, siendo una «narradora moderna», obliga a la escritora a un permanente desafío, a tensar ciertas maneras de expresar una realidad que, en el caso de Alba Carballal, tiene como eje central una Galicia zarandeada cada cierto tiempo por los desastres ecológicos que llegan del mar y golpean nuestra identidad, dejando a la deriva muchas vidas y empastando con el viscoso chapapote nuestros movimientos.

Algunas de esas vidas son las que motivan a la autora a plantear un seguimiento sobre ellas, haciendo que nos asomemos a varias existencias que surgen en un pueblo costero de las Rías Altas y a las que las llegadas de sucesivos petroleros con una brecha en su casco parecen contagiarles esa herida que se manifiesta en unas vidas que, a través de diferentes itinerarios existenciales, tendrán siempre una brújula apuntando al norte en ese lugar de origen. Es en ese ecosistema en el que Alba Carballal maneja una forma de comunicar brillante, sabedora de que eso que se podía definir como idiosincrasia del pueblo gallego puede actuar más que como un marco para los protagonistas como una identidad más, como una afloración colectiva de lo que somos y que nos define en gran medida, incluso más allá de los propios ámbitos rurales.
Es por ello que el valiente empleo del gallego, más allá de simples guiños irónicos o humorísticos, sino como parte de ese reflejo colectivo, de un alma imposible de despegar de lo que supone una forma de hablar (con pasajes traducidos, no por estar en gallego, sino por la concreción e innumerables matices y significados de nuestra forma de hablar, incluso en castellano), dotan a la narración de una verdad emocionante, convirtiendo cada latido en una especie de bocanada de aire de todo un contexto que a lo largo de los últimos años se ha visto también muy condicionado y casi asfixiado por toda una serie de políticas de diseño que poco o nada han atendido a la identidad de los diferentes espacios geográficos de Galicia.

Alba Carballal no se detiene ahí y a través de esas identidades protagonistas compone todo un inteligente y vibrante panorama de un tiempo y una sociedad que se ha modificado de manera vertiginosa en los últimos tiempos, donde el licor café convive con la cocaína y la música de Siniestro Total con la música techno de la ruta del bacalao. El libro, además, está lleno de interpelaciones al lector, confeccionando un diálogo permanente entre la «narradora moderna» que reflexiona sobre la manera de plantear el armazón de la novela, adentrándonos al mismo tiempo en ese devenir lleno de cruces y direcciones que tomar a medida que se pasan las hojas de un calendario que sustituye meses por los nombres de Andros Patria, Mar Egeo o Prestige.

Eso, junto a elementos marca de la autora y que ya habíamos valorado en su anterior y también muy recomendable novela, ‘Tres maneras de inducir un coma’, como el descaro, la acidez sobre nuestro contexto social y una sugerente manera de contar historias, hacen de esta road movie galaica siempre con un ojo en el mar, un libro lleno de matices y de hilos (no de plastilina, por supuesto) de los que tirar para entender, o por los menos reflexionar, sobre elementos como una sociedad matriarcal, los roles masculinos, el ecologismo, la llegada de la modernidad desterrando la longa noite de pedra y todo ello dentro de una atmósfera en la que la música se convierte en una especie de marea que sube y baja, y donde en cada uno de sus capítulos las letras de una canción propia de aquel periodo nos dejan una pista sobre su contenido, pero sobre todo propician una emoción colectiva.

Y en ese amplio contexto un puñado de vidas que luchan por salir adelante, por dominar miedos y superar los raspones que toda vida supone y que son más profundos cuando se dan entre pieles próximas, entres lazos familiares o amistades que no pocas veces quedan a la deriva, como esos visitantes inoportunos y que hacen que nos preguntemos: «¿cuántos naufragios caben en una vida?»



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 3/06/2023

martes, 4 de xullo de 2023

El tiempo pasa página

 

[Ramonismo 157]

'Lenguas en los árboles’ es una emocionante revisión de 25 años de poesía, en los que la duda emerge como su gran aval



Tras nueve libros de poemas publicados y veinticinco años de escritura el autor leonés Antonio Manilla nos propone una revisión de su obra a través de la edición de ‘Lenguas en los árboles’ a cargo de Averso Poesía. Antes de adentrarnos en unas palabras en las que el paso del tiempo se convierte en el eficaz y lúcido diapasón para calibrar todo lo que sucede en su interior, nos encontramos con un prólogo en el que de una manera confesional y hasta valiente Antonio Manilla explica el momento actual en el que se encuentra y cómo se han ido juntando todos estos poemas bajo un mismo destino, que no es otro que el dudar sobre lo que se está haciendo. Una duda siempre obligada para quien asume cualquier tarea, más todavía si esta tiene que ver con la creación, con la elección de itinerarios, de veredas que recorrer para exponer su intimidad al colectivo, siempre tan complejo.

Curiosamente es a partir de esa duda desde la que todo adquiere sentido y que el poeta dinamita a través de la contundencia de una pirámide de tres palabras que en cada una de sus caras convierte en sólidos sus fundamentos creativos. Eternidad, belleza y verdad refulgen en cada una de ellas como el firme asiento sobre el que conformar una poesía y una manera de entender el acto poético.

Dividido en dos grandes bloques el poemario se inicia con ‘Lenguas en los árboles’ donde se nos adentra en la naturaleza como la gran medida de nosotros mismos y el ámbito donde ese tiempo, que todo lo mide, se puede detener a través de los sonidos, las sensaciones o las emociones que todo ese universo es capaz de sugerirnos. Aves y árboles se convocan desde la palabra en una especie de refugio del ser humano, «un momento sin tiempo» escribe el poeta, en lo que podría ser un excelente titular para esta página, pero elijo «el tiempo pasa página», que también se convoca en el poemario como ese minutero que de manera irrefrenable marca nuestras vidas.

La frágil solidez de la naturaleza es un infinito campo de inspiración para una serie de poetas que encuentran en ese contexto, en esa discusión con el confuso contexto urbano, una especie de bálsamo para la escritura, pero también una manera de explorarnos a nosotros mismos. Nombres como los de Eloy Sánchez Rosillo, Andrés Trapiello o Miguel d’Ors, junto a nuestro protagonista cita en muchos de sus poemas a mirlos, ruiseñores, vencejos y gorriones para que ese fragmento en el que ese modesto pajarillo se erige en protagonista de lo eterno impida que el tiempo pase la siguiente página. Instantes fugaces pero que son imperecederos, notarios de nuestra existencia y emoción desde esa pureza y sinceridad que se esconde en ellos.

El segundo de los bloques poéticos del libro es ‘Bodas de plata’, un canto celebratorio a la propia vida, al acúmulo de experiencias en esa «maraña del mundo» y en la búsqueda de una felicidad que nos mantenga en pie. Es esta una de las obsesiones del poeta, la de generar y saber apreciar (no siempre sucede en todos nosotros) esa felicidad que nos reconforta y permite seguir adelante entre el torrente de caprichos de la vida. Para ello cada uno de los poemas, perfectamente escogidos en esa misión colectiva, evoca a un proceso, a uno de esos encuentros con la felicidad no siempre abierta y espontánea, a veces compleja de atisbar y hasta de pelear. Todo proceso requiere de ese esfuerzo, de esa ceniza bajo la sonrisa que, lentamente, se va haciendo memoria, quizás lo único que podamos rescatar de nosotros mismos dentro de un tiempo. De ese tiempo que se convierte en cada poema en una gran interrogación, la de preguntarnos sobre lo que vendrá, sobre aquello que nos encontraremos tras doblar la siguiente esquina. Dudas, preguntas, inquietudes que nos van configurando e interpelando a cada instante y quizás sin las cuales nada tendría sentido al negar la posibilidad de juzgarnos a nosotros mismos.

Veinticinco años de poemas contenidos en unas páginas, en este hatillo de poemas que es la brújula de una vida y donde «una brisa que remueve la enramada», «el rojo fulgor de un vino añejo», «un ala sin aire» o «un mirlo en la ventana» son lo único que de verdad puede señalar un norte seguro por el que conducirnos para entender lo poco que somos. Páginas de un libro que el tiempo se encarga de pasar y en las que poder reconocernos en alguna de sus líneas, como diría nuestro vecino, y también poeta, Miguel d’Ors: «menos da una piedra».


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 27/05/2023

martes, 27 de xuño de 2023

Lo invisible

 

[Ramonismo 156]

'Anoxia’ reflexiona sobre la pérdida, el dolor y la capacidad de la fotografía para activar esa memoria de lo incorpóreo



Una de las virtudes de un buen libro es la de interrogar, la de interpelar al lector sobre cuál sería su posición en relación al contenido de un relato. Y si algo consigue ‘Anoxia’, la nueva novela de Miguel Ángel Hernández, editada por Anagrama, es llenar la historia de su protagonista, Dolores, una fotógrafa viuda, de un rosario de preguntas que enriquecen la ya de por sí valiosa escritura de quien con su anterior libro, ‘El dolor de los demás’, ya había también transitado por estos acantilados de las interrogaciones hacia una sociedad y hacia nosotros mismos como tribu.

El carácter de revelación de aquella novela, como la que nos ocupa ahora, también ubicada en su territorio murciano, se activa de nuevo con esta historia sobre una fotógrafa que inmersa en una vida desesperanzada tras la muerte de su pareja, un hijo ausente de su cotidianidad y un negocio en horas bajas, tras el encuentro con un misterioso personaje se adentra en la fotografía de muertos. Una actividad que tuvo décadas atrás una gran relevancia en diferentes contextos familiares y que ahora sólo se mantiene por algunas familias que desean conservar esa imagen del difunto antes de la despedida final.

A partir de ahí es cuando surge todo ese itinerario de preguntas. ¿Es ético tomar este tipo de imágenes? ¿Qué tipo de alivio le puede aportar a una familia ese registro? ¿Por qué límites nos movemos cuando transitamos entre la vida y la muerte? ¿Estaríamos dispuestos a encargar ese tipo de fotografía? Preguntas que vienen a rodear una disciplina artística como es la fotografía y su capacidad por ser un contenedor de memoria, con componentes plásticos y creativos y que, sin duda, es algo sobre lo que Miguel Ángel Hernández también propone una reflexión de fondo, muy sugerente, desde su condición de profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia, ámbito en el que ha escrito numerosos ensayos y que ahora hila con su poder narrativo y digo poder porque la escritura de Miguel Ángel Hernández (vuelvo a poner en el foco su extraordinaria ‘El dolor de los demás’) se arma desde una escritura vigorosa, llena de virtudes, de claridad a la vez que logra dejar toda una zonas de sombras, una permanente lucha entre el bien y el mal por la que nos hace transitar en ambas novelas. En definitiva, Miguel Ángel Hernández escribe como Dios, que en un profesor de Historia del Arte es decir que escribe como esculpe Miguel Ángel, esto es, desde la rotundidad de formas, a partir de un sólido armazón argumental y con una contenida emoción visual.

Anoxia’, es una palabra que en su significado académico supone la «falta casi total de oxígeno en la sangre o en tejidos corporales», y esa palabra esa la que articula todo el libro desde diferentes niveles, por un lado por la propia historia, al ser la fotografía de muertos la que como un gran Mcguffin nos va enganchando a la existencia de Dolores para ahí sí asomarnos a un personaje que lleva muchos años quedándose sin oxígeno en su propia vida. Al igual que aquellos peces del Mar Menor que vimos agonizantes hace unos meses en nuestros informativos y que también incluye en la narración Miguel Ángel Hernández, insertando de manera comprometida y meritoria varias componentes medio ambientales y relacionadas con el cambio climático, la protagonista lucha por sobrevivir y superar la situación a la que ha llegado por una argamasa de dolor y culpa que, como una pesada carga, debe portar sobre sus hombros. Un peso invisible que como todo aquello que nos rodea en función de nuestros sentimientos forma parte de nosotros. Otra pregunta es si eso, lo invisible, también se puede revelar en una imagen fotográfica, si en el momento más cercano a nuestra muerte todavía en nuestra efigie se puede encontrar un rastro de todo lo que marca nuestras vidas en base a nuestros actos y emociones.

Miguel Ángel Hernández construye, por lo tanto, una novela que nos sorprende por adentrarse en un ámbito que nos puede parecer inquietante, como es el de la fotografía mortuoria, pero cuyo manejo nos permite ver ciertas cuestiones aquí tratadas de una manera diferente a lo habitual y donde el arte, tanto el plástico como el literario, se constituyen como los mejores cómplices para propiciar nuestra reflexión mental y el gozo de la lectura.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 20/05/2023

mércores, 21 de xuño de 2023

Ondas expansivas

 

[Ramonismo 155]

Hilario J. Rodríguez nos propone un libro lleno de experiencias y lecturas en un brillante maridaje vital



SOMOS todo aquello que se nos va adhiriendo a cada uno de nosotros con el paso del tiempo. Experiencias, viajes, familia, personas con las que hemos tenido un contacto más o menos intenso y, como no, libros. Lecturas que suponen también cada una de ellas una vida propia, un instante compartido con un autor o autora capaz de sumergirte en una realidad paralela, pero de la que poder sacar numerosas enseñanzas para nuestro devenir.
    ‘Construyendo Babel’, el libro que Hilario J. Rodríguez publica en la editorial Contraseña, es una especie de cuaderno de bitácora de la travesía realizada hasta ahora. Un itinerario íntimo en el que el peso de su pasión lectora incide y confluye con determinados momentos de su existencia, dotándola de un nuevo horizonte que permite una mayor amplitud de miras, algo realmente necesario, sobre todo cuando las cosas no son como nos gustarían.
    Nacido en Santiago de Compostela, tras vivir en Vigo y de nuevo en la capital gallega, la vida de Hilario J. Rodríguez se ha desperdigado posteriormente por todo el mundo, por geografías que forman parte también de ese proceso de sedimentación personal que en muchos momentos tiene algo de catártico, pero no muy diferente a lo que supone asomarse a ciertos libros, textos que desde la infancia han ido moldeando nuestro pensamiento y nuestra manera de relacionarnos con el mundo.

Hilario J. Rodríguez realiza una brillante labor de prospección en la biblioteca que le acompaña permanentemente, de manera más mental que física, y convierte un rico y variado rosario de autores y textos, en reflexiones llenas de lucidez sobre cómo esos libros interactúan con nuestra realidad y de qué modo ciertas escrituras han sabido poner ante nosotros ese rastro de migas de pan por el que poder encontrar la salida a nuestros propios laberintos. Es por ello que este es un libro del que es imposible salir indemne, primero, por el gozo que supone leer un texto tan bien escrito, que nos lleva a la reflexión sobre nuestros propios procesos vitales y con anclajes tan firmes; y por otro, para cualquier letraherido supone salir con un cargamento de libros que colocar en el estante de lecturas pendientes y que, a buen seguro, se convertirán en muy especiales a partir de este primer contacto.

Toda esta novela, con forma de ensayo, de libro de viajes, de crítica literaria y de lecturas que se injertan en una biografía, adquiere ese carácter poliédrico que lo dota de una enorme riqueza de matices. Momentos distintos que se van hilando para explicar un itinerario que en muchos momentos convierte lo íntimo en la verdadera razón de ser del libro. ‘Construyendo Babel’, además de construirse como un hombre ante el mundo, también lo hace como un hombre ante los suyos. Los fragmentos sobre la infancia, la juventud, la pérdida y todo aquello que se guarda en cada familia como una caja de Pandora supone un valiente ejercicio de nombrar y mirar allí donde no siempre es fácil hacerlo, pero donde se explica mucho de lo que somos.

Como en las ‘Vidas minúsculas’ de Pierre Michon (uno de los libros que destaca el autor) Hilario J. Rodríguez articula su biografía en base a la reconstrucción de otras vidas, de familiares y amistades, pero también de los libros que en no pocas ocasiones se comportan ante nosotros como figuras humanas. Esa confluencia de géneros y miradas, ese mirar a  un espejo en el que no sólo se refleja uno mismo sino todos aquellos convocados en este viaje interior también nos remite a las propuestas de W. G. Sebald, amante también de generar una autobiografía a partir de amalgamar géneros.

Escribir una vida no deja de ser escribir un libro y ‘Construyendo Babel’ es, sobre todo, una vida llena de libros. Textos que jalonan una biografía, textos que se vinculan a un recuerdo concreto y que como él mismo escribe en uno de tantos fragmentos a subrayar en el libro: «puedo coger cualquier libro de las estanterías y convertirlo en una piedra para lanzarlo al charco de la memoria y producir ondas expansivas...». Esas ondas son las que llegan ahora hasta nosotros para emocionarnos, para descifrar una existencia que en muchos de sus extremos se puede explicar a través de esos libros que, como las ondas expansivas que generaron nuestro cosmos, aquí crean el universo íntimo y biográfico de Hilario J. Rodríguez.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 13/05/2023

martes, 13 de xuño de 2023

Cuerpos en tensión

 

[Ramonismo 154]

La novela ganadora del premio Biblioteca Breve refleja la relación del cuerpo femenino con la sociedad y la culpa



ROSARIO Villajos presentó ‘La educación física’ al Premio Biblioteca Breve de novela que concede cada año la editorial Seix-Barral. Y lo hizo como un grito, como un puñetazo sobre la mesa que dejase en evidencia lo vivido, y sufrido, por muchas mujeres en la década de los noventa en una España en la que un suceso, el crimen de las niñas de Alcasser, sacudió numerosos elementos de nuestra comunidad, desde lo social, lo periodístico y hasta lo más íntimo, reflejado en el contexto familiar. Aquel crimen situó a la mujer y a su cuerpo como objetivo del asesinato, como la diana en la que el criminal pone un ojo que desde muchos hogares se intentó evitar, no afrontando la situación, sino eludiéndola, intentando ocultar cuerpos y limitar acciones de unas mujeres que, en muchos casos, estaban en ese preciso momento descubriendo su cuerpo y sus formas, asumiendo una identidad y enfrentándose a un entorno que siempre le ha sido hostil.

La valentía de Rosario Villajos y sobre todo las virtudes literarias que aquí exhibe, hicieron que aquella novela, que competía con otros setecientos títulos presentados, se erigiera en la ganadora de uno de los premios literarios más prestigiosos del país y nos reveló, al tiempo, una identidad poco conocida pero con trabajos desarrollados en diferentes segmentos de la cultura, como el musical, el de la novela gráfica o el cinematográfico. Formada en Bellas Artes, cordobesa y autora de dos novelas, ‘Ramona’ y ‘La muela’, con ‘La educación física’ amalgama toda una serie de elementos que definen mucho de lo que era este país en el momento en que se sitúa la novela, pero que también explica no pocas de las situaciones que nos sobresaltan hoy en día en relación a la violencia ejercida sobre las mujeres desde diferentes estamentos de la sociedad contemporánea.

Esa capacidad de no caer en lo meramente temporal-pese a que son muchos los hitos que nos fijan en ese momento concreto como músicas, series de televisión o modas- es lo que le concede trascendencia a lo escrito, y cómo ese contexto familiar se relaciona con una sociedad lastrada por los condicionantes del machismo y por las permanentes tensiones establecidas con los cuerpos de la mujeres, a los que siempre se ha situado como el origen del pecado, la visualización del mal y el objeto de una culpa que, por supuesto, recae en la mujer.

Rosario Villajos para evidenciar esa situación se centra en una joven, Catalina, que, con dieciséis años, deja la casa de su amiga para regresar a la suya optando por hacer autostop. Será en ese intervalo real de tiempo, el de la espera y el del trayecto, en el que se condensa el relato, realizando Rosario Villajos un alarde técnico en cuanto al manejo de esa temporalidad, en el que se desarrolla la totalidad de la trama, a través de los pensamientos de la protagonista, de sus encuentros con diferentes personas, y desde sus reflexiones sobre distintos momentos pasados a lo largo de su vida ligados a sus diferentes ámbitos: el escolar, el familiar, el de las amistades o las relaciones con los hombres... y cómo cada uno de ellos se vinculaba con su cuerpo.

Ese cuerpo acaba de tener la regla, con un cambio de mentalidad y de muda en su fisonomía de caderas y pechos que constituían no sólo una nueva imagen percibida por los demás de las más variadas maneras en función de su relación o intenciones con la protagonista, sino que entre todos lo que propician es la generación de un sentido de culpa capaz de condicionar todo y de activar en Catalina una situación de sufrimiento y ansiedad que incluso llega a lo físico, al provocarse diferentes formas de dolor sobre ese mismo cuerpo estableciendo con él una situación de permanente y angustiosa rebeldía.

Rosario Villajos, de manera inteligente, no sólo contextualiza la historia en esa década final del pasado siglo, sino que a través de diferentes guiños con el pasado, hunde también en la mitología varias de las costumbres que han ido creando a lo largo de los siglos toda esa serie de postulados sobre la mujer, su cuerpo, y cómo debe ser su relación de sumisión, sobre todo con los hombres, debiendo manejar numerosas situaciones de manera imprevisible y para lo que la educación de las familias nunca ha generado, precisamente, las mejores enseñanzas para mudar esa coyuntura, siendo demasiadas veces las madres quienes amparaban esa posición de la mujer en base a elementos tradicionales o religiosos, tras los cuales no dudaban en ocultar esos cuerpos bajo fajas o corsés que, como en la portada del libro, son la imagen más poderosa de un cuerpo que debía estar oculto y de esta manera, a salvo de sus propias tensiones.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 6/05/2023

venres, 26 de maio de 2023

Cuentos y mariposas

 

[Ramonismo 153]

'Solo humo’ ofrece, de nuevo, un Juan José Millás que disuelve las tenues fronteras entre lo real y la imaginación



La página de un libro es, sin duda, una de las puertas de acceso más firmes hacia el universo de la imaginación. Un umbral al que Juan José Millás gusta llevarnos una y otra vez a través de sus columnas, libros o comentarios radiofónicos, en los que no pocas veces, y de manera siempre inspiradora para quienes estamos al otro lado, difumina nuestra realidad a través de las posibilidades que la cotidianidad nos puede permitir, siendo, en numerosas ocasiones, algo completamente inesperado.

En esta oportunidad será con su última novela, ‘Solo humo’ (Alfaguara), desde la que el autor propone una profunda reflexión sobre cómo la literatura y un libro, en este caso un conjunto de cuentos de los Hermanos Grimm, puede abrir esas puertas cara territorios imprevisibles, en los que la fantasía se enfrenta a una realidad que queda fuera de esas páginas y que a lo largo de esta novela Juan José Millás no deja de contraponer. Para ello nos cuenta la historia de Carlos, un joven que, tras conocer la muerte de su padre, y después de hacerse cargo del piso de éste, descubre como el último libro que su padre estaba leyendo cuando falleció le permite abrir todo un itinerario de descubrimientos que se desdoblan en esas dos geografías. Una, la planteada por ese piso, con una singular relación con su vecina, y todo lo que se encierra en él, y que pocos como Juan José Millás saben describir a través de presencias, ausencias, sensaciones u objetos; y otra, la del interior de esos relatos en los que las páginas que contienen todo ese universo dirigido a los más pequeños se va a convertir en una manera de transformar y entender, de manera muy diferente, lo que sucede en la vida real.

Se va a mover, por lo tanto, el autor entre lo qué es imaginario y lo qué es real, estableciendo una permanente tensión en la que el protagonista va a intentar solucionar varias preguntas que surgen tras el fallecimiento de ese padre que se había mostrado ajeno a su hijo. A partir de esas dudas se activa una acción en la que te ves inmerso como lector para acompañar a Carlos en ese esclarecer dudas y hacerlo siempre, con un pie en cada una de esas dos mitades del libro por la que va transitando siempre la narración y que Juan José Millás maneja de manera magistral, hasta el punto de confundirnos a nosotros mismos sobre en qué lado nos encontramos mientras leemos.

Un proceso de lectura que al tiempo que nos cuenta una historia también nos deja toda una serie de propuestas sobre el acto de leer como responsabilidad, los cuentos como representaciones de la vida, incluso con su buena dosis de atrocidades, pese a estar enfocados al mundo infantil, y cómo los libros nos permiten conocer aquello que hay en las personas y que desconocemos.

Finalmente el relato, a medida que pasan las páginas, se va convirtiendo también en unos de esos textos que la literatura ha creado para los estados de crecimiento del ser humano. Como si un cuento de los hermanos Grimm se fuese adaptando a un cuento de Juan José Millás. Todo en su interior va madurando hasta el desenlace final, y todo, a través de ir incorporando diferentes capas a la narración, convirtiéndose en algo mucho más complejo de lo que podíamos pensar a priori. Tal y como acontece con esos relatos infantiles que, deteniéndose en ellos, esconden en su interior toda una serie de espacios profundos y recónditos, propios del alma humana, pero que la literatura es quién de escarbar poner ante nosotros aunque se endulcen más que como un engaño como una trampa para caer en ellos.

Como trampas también son aquellas en las que nos va haciendo caer el escritor valenciano para atraparnos en su mundo, en ese lado de la realidad que tantas veces bajo la ducha dudamos de donde se encuentra o del mismo modo a cuando nos planteamos preguntas y dudas que van contra el desarrollo normal de unas vidas que pueden cambiar su destino de manera sustancial en apenas unos segundos, marcados por un mundo lleno de casualidades y coincidencias que tienen mucho más que ver con nosotros de lo que pensamos.

Un libro sobre una mesilla de noche se puede convertir en todo un catalizador desde el que asomarnos a esos dos lados de nuestras vidas que unas personas mezclan de una u otra manera, con mayor o menor atención y concediéndole más o menos importancia a la realidad o a la fantasía, pero lo que es indudable es que quien atraviesa ese pórtico ya es incapaz de echarse atrás y necesita forjar ese equilibrio que hombres y mujeres ha ido armando desde los primeros tiempos, cuando una sombra se perfilaba en el interior de una cueva ante la eterna perplejidad del ser humano.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 29/04/2023

martes, 23 de maio de 2023

Voces de una estirpe

 

[Ramonismo 152]

Tras la muerte las ausencias nos acompañan como un coro de voces a través del cual Elvira Navarro hila su novela



CADA vez se hace más complicado encontrar relatos que te sorprendan, textos que te conmueven y en los que reconozcas que hay un intento por adentrarse en nuevos caminos o, por lo menos, por proponer lecturas diferentes a las habituales. ‘Las voces de Adriana’ (Random House), vuelve a situar a Elvira Navarro en esa posibilidad que ya conocíamos a lo largo de su trayectoria literaria, la de la búsqueda, la de explorar un territorio en el que contar, aunque sea algo ya narrado, como sucede con los grandes temas de la humanidad,  cualquier situación de una manera que se aferre al lector, que le lleve a pensar sobre el porqué de plantear una historia de una determinada forma sobre la que seguir pensando, incluso días después de haber cerrado el libro.

Esta nueva novela, por lo tanto, viene a sumarse a títulos bajo este mismo sello editorial, como ‘La isla de los conejos’ o ‘La trabajadora’, en los que Elvira Navarro nos ubica de igual manera ante ese tipo de escritos sumamente arriesgados pero que, tras su lectura, se convierten en esos relatos con los que el lector disfruta al verse interpelado como parte activa del texto e incluso como parte de la propuesta. En ‘Las voces de Adriana’ su autora se convierte en el eco de las voces de una estirpe, palabras que quedaron suspendidas en su entorno, tanto en lo íntimo como en lo físico, y desde las que ella misma busca entender toda esa genealogía que la conforma.

Dividida en tres partes: el padre, la casa y las voces, cada una de ellas se muestra como una singularidad, como la posibilidad de convertir esos distintos territorios en la gestión de los diferentes tiempos de pérdidas y desencuentros, ofreciendo cada uno de ellos una suerte de radiografía de lo vivido que, en muchos casos, se superpondrán unas con otras para componer el retrato completo de lo sucedido. La profunda reflexión sobre el duelo convive también con otro tipo de pensamientos alrededor de las nuevas disposiciones tecnológicas, las redes sociales y cómo eso ha venido en muchas ocasiones a sustituir un contacto físico o una manera de relacionarse que nos habla de un tiempo en extinción. Y es que esta novela creo que tiene mucho de eso, de la pérdida, sin duda individual, pero también colectiva, es decir de una época que llega a su final mientras convive con el inicio de otra en la que la piel, lo físico, parecen verse superados por otro tipo de identidades cuyas consecuencias quizás aún no estemos preparados para enunciar en todos sus extremos.

Elvira Navarro no rehuye la tensión, el indagar en ese pasado con una profunda huella femenina que desde las figuras de la abuela y la madre, así como todo su contexto vital, se posicionan frente a la escritora como el reconocimiento de una identidad a la que es necesario mirar a los ojos, aunque esa observación nos conduzca a agitar fantasmas, espectros que todavía hoy imaginamos revolotean alrededor de quien los invoca para darle forma a un texto tan complejo de establecer. En él confluyen también toda una serie de tensiones que nos podemos encontrar cualquiera de nosotros en nuestro contexto familiar, sobre todo cuando el tiempo se va limitando para aquellos que nos acompañan y que en nuestra mano está cuidar y entender: soledad, dependencia, cuidados, miedos, inseguridades... se van colmatando alrededor de nuestras vidas y no siempre son sencillas de rastrear desde uno mismo. Ejerce aquí, por lo tanto, la literatura una de sus virtudes, la de poner ante nosotros toda una serie de huellas de lo humano sobre las que medir nuestras propias pisadas. Relatos que parecen individuales, propios, pero que se abren a una sociedad con todavía muchas taras en ese tipo de situaciones y de relaciones entre las personas.

Todas esas voces hablan de sus protagonistas, pero también lo hacen de todos nosotros, y de cómo la literatura puede abarcar ese ámbito de lo contradictorio. «El sentido de la literatura es lo que me han enseñado que es el sentido, con sus correspondientes negaciones. Cada cosa contiene a su contrario», leemos en una de las páginas del libro, y en ese ámbito de lo contradictorio es donde se define este libro que habla de seres humanos, que es lo mismo que hacerlo de contradicciones y donde la mejor manera de resolverlas o cuando menos, de intentar apaciguarlas, es mirar hacia el contexto en el que hemos crecido y nos hemos formado. Elvira Navarro lo hace de manera firme, brillante en forma y fondo y así esas voces llegan a nosotros para ser no sólo las voces de Adriana sino las voces de cada uno de nosotros.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 22/04/2023