martes, 29 de marzo de 2022

Sangre y arena

 

[Ramonismo 106]

'Malaventura’ es una trágica reunión de relatos y personajes ambientados en una Andalucía convertida en el viejo Oeste.



EL deslumbrante debut novelístico de Fernando Navarro (Granada, 1980), autor de guiones de películas como ‘Verónica’, ‘Orígenes secretos o ‘Bajocero’, tiene la capacidad, como sucede en esos filmes, de adentrarte en una atmósfera muy determinada, perfilada de una manera tan intensa que, desde las primeras palabras, se produce un enganche del que es imposible desprenderse hasta su conclusión.

Malaventura’, editada por Impedimenta, es un prodigioso desfiladero por un escenario andaluz convertido en un paisaje de western, en el que se suceden una serie de cuadros o pasajes, en el que diferentes personajes se cruzan ante nosotros para que conozcamos un instante. Un momento de cada una de sus vidas en el cual se produce algún hecho catártico, una suerte de germinación trágica de la existencia que nos conduce por ese tránsito, no solo hasta universo fílmico del Oeste norteamericano si no, y siendo una de sus grandes virtudes, a todo un imaginario del sur español de bandoleros, guardias civiles y todo un latido lorquiano que le confiere una singularidad a la novela como de nuevo romancero adaptado, en su forma, a una estética pulp donde las huellas de nombres como los de Tarantino o Cormac McCarthy se enhebran con toda esa literatura vinculada al territorio entre el remate del siglo XIX y los inicios del siglo XX.

Pero si algo identifica la narrativa de Fernando Navarro es la capacidad de la palabra por, más que sugerir, por impulsar al lector hacia todo un universo físico donde esa palabra provoca toda una literatura sensitiva, donde surgen olores, miradas, tactilidades, sabores y sonidos que convierten cada uno de estos relatos en una catarata de sensaciones. No se sale indemne de estas historias. En cada una de ellas lo dramático emerge como un heraldo negro que poco a poco nos va insertando en ese punto límite del ser humano en el que la violencia es una manifestación humana que no solo atiende a lo irracional, sino que, en no pocas ocasiones, nos remite a un proceso traumático que anida en nuestro interior y que ante una situación determinada brota de manera irreconciliable con la propia vida.

Esa violencia es la que condiciona la tensión permanente que se vive en esta lectura y lo que constantemente genera una suciedad en el ambiente. Un aire turbio que en ocasiones se convierte en irrespirable y al que el autor nos evoca desde un manejo del lenguaje que no permite un solo respiro a través de las peripecias de un conjunto de personajes situados en lo extremo, orillados por la cotidianeidad de la vida que hace de sus márgenes un refugio para muchos, incapaces de regresar a la civilización. Son los Ethan Edwards que, como en ‘Centauros del desierto’, aparecen despojados de cualquier vinculación a lo colectivo, incapaces de integrarse en la tribu y siempre condenados a un permanente proceso de huida. No es extraño que autores tan próximos a este tipo de narraciones, como el escritor Jon Bilbao, la aplaudan, o que el director de cine, Jonás Trueba, califique el libro de «desacomplejado y valiente» o de que está «construido con un imaginario cinematográfico y flamenco». Un híbrido que cataliza todo lo que sucede en él y que nos muestra como escenarios o paisajes sociales y culturales muy alejados geográficamente, humanamente no lo están tanto, ya que ese alma humana es un paisaje común por el que se mueve una sangre igual de roja por mucho océano que haya por el medio.

Sangre y arena serán los vectores físicos de lo que aquí sucede. La sangre de las personas, la sangre que brota de un interior tras la herida y la violencia que antecede a la muerte y que se posa sobre esa arena polvorienta y árida de una geografía que todo lo marca. De esa conjunción saldrá una espesa alianza de muerte y vida que es donde quizás todo cobre su sentido o, por lo menos, donde no seamos más que nosotros mismos. Un cuerpo en una tierra con los que Fernando Navarro establece una trágica alianza desde la palabra.

 

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 26/03/2022


mércores, 23 de marzo de 2022

Un Salón con moita arte!

 

Saga/Fuga

 


VOLVEU o reino de Orbil a encherse de nenas e nenos celebrando un dos grandes inventos da humanidade como é o libro. Despois dos anos álxidos da pandemia e despois dos grandes esforzos dende a organización para manter do mellor xeito posible o espírito que move o Salón nese tempo, recuperar esa sensación de movérmonos nun espazo adicado á cultura, aos libros, aos nosos creadores e creadoras, e facelo na compaña de todos os cativos que, ademais de presente son o futuro mesmo, significa recuperar un desas emocións que só a cidade de Pontevedra foi quen de crear dende que se ideou este espazo que chega a súa vixésima terceira edición .

Non quero deixar pasar esa cifra porque é a que nos dá a verdadeira medida da importancia deste proxecto que cobra maior sentido ao longo do tempo. Pensar en vintetrés anos de encontros supón facelo en nenos que pasaron polo Salón desde os catro, cinco ou seis anos e que agora xa son adultos, e aos que ese vencello durante varias edicións, con todo o que se move durante estas semanas no Pazo da Cultura de Pontevedra, abofé que lles fixo interesarse pola nosa cultura e, en especial, polo mundo do libro e todo o que este pode inspirar.

Nesas inspiracións as decoracións do Salón do Libro convértense sempre nunha referencia de cada unha das edicións. Algo que todos agardamos porque sabemos da súa importancia xa que acceder ao Salón é entrar nun país de maxia e fantasía, tamén de motivacións para botarnos á lectura e á descuberta do moito e bó que xera o noso sistema cultural, cada vez máis activo, cada vez máis firme nas súas posibilidades pese a ter, en demasiadas ocasións, que loitar contra numerosos atrancos e a falta de confianza nel.

Desta vez, nesta recuperación do espazo vivido do Salón do Libro, a temática permitiu facer dos dominios do benquerido Orbil un gran Museo, ao ser a arte ese motivo que como poucos pode inspirar o xerar unha contorna adecuada para motivar e envolver aos visitantes. O certo é que o resultado final é espectacular, coa posibilidade dende as paredes que rodean aos usuarios do Salón de facer un percorrido por unha chea de movementos artísticos que durante o século XX fixeron da arte un carrusel de emocións e sensacións que mudaron a unha velocidade como a que propuxo o propio século.  A intrepretación feita e a súa adaptación ao que poden ser as miradas e percepcións dos máis pequenos, os auténticos protagonistas nestes días,  fíxose dunha maneira brillante que permite gozar dende o Surrealismo ao Neoplasticismo ou do land art, con esa instalación adicada ao bosque de Agustín Ibarrola no espazo que se lle brinda á cultura convidada como é a de Euskal Herria, ata a fermosa lembranza ao noso Manuel Moldes. E todo iso xunto ao homenaxe a un dos nosos grandes ilustradores, Xosé Cobas, ou á escritora Marica Campo.

A todo iso que non é pouco súmenlle os contacontos, a biblioteca, os espectáculos musicais, os traballos escolares, as visitas dos colexios, as propostas artísticas e de ilustración dunha chea de mulleres da nosa contorna ou as presentacións de propostas tan interesantes como as do Espazo Brétema ou El Barroquista acerca de cómo ver a arte dunha maneira diferente. Temos así un Salón do Libro que recupera a súa actividade con toda a súa forza, e sempre dende a emoción de volver e de propoñer un territorio de ilusións e soños para que os nosos pequechos sigan facendo do reino de Orbil o mellor lugar no que medrar.

 

 


Publicado no Diario de Pontevedra 18/03/2022

Fotografía. Contacontos no Salón do Libro de Pontevedra (David Freire)


domingo, 20 de marzo de 2022

Poesía en el borde

 

[Ramonismo 105]

Una antología de la obra de la colombiana Piedad Bonnett insiste en la poesía como acto de resistencia ante la realidad



La poesía debe situarse siempre en el borde. En ese espacio límite de la sociedad y el ser humano desde el que cuestionarnos toda una serie de razones sobre nosotros mismos. Preguntas, demasiadas veces sin respuestas, ante las que la poesía, cuando menos, se erige como bálsamo, como ese espacio límite desde el que afrontar desde la palabra la posibilidad de calibrar una nueva percepción de lo que sucede a nuestro alrededor.

A unos días de la celebración del Día Mundial de la Poesía enfrentarse a la trayectoria poética de una mujer como la colombiana Piedad Bonnett supone colocarse en esa orilla, frente a ese precipicio en el que la vida gusta tanto situarnos, para, desde allí, poder contemplar toda una serie de paisajes más o menos complejos por los que movernos entre el desconcierto y el incierto destino de un ser humano con tantas, demasiadas, derivas en su proceder.

Editada por Visor, ‘Lo terrible es el borde’, es la antología poética en la que tras el lúcido prólogo de Malola Romero, se despliega ante nosotros todo un itinerario por los diferentes poemarios de la autora, que van desde su primer libro,  ‘De círculo y ceniza’ (1989), hasta el aplaudido ‘Los habitados’ (2017), que logró el Premio de Poesía Generación del 27, completándose esta edición con dos textos finales de carácter inédito. Entre esos hitos reconocemos todo el universo de Piedad Bonnett en el que el dolor y la pérdida, la falta de certezas, la ausencia de felicidad, la gestión desde lo femenino con el cuerpo como auténtico motor expresivo o la presencia de los miedos nos abocan de manera permanente a la reflexión desde el yo frente al conjunto, desde lo íntimo a lo colectivo.

En un libro en el que la herida y, por lo tanto, la cicatriz está muy presente, también hay espacio para la belleza. «No hay cicatriz, por brutal que parezca,/que no encierre belleza». Afirma la poeta en uno de esos poemas que son también cumbre de belleza, no solo por lo que afirman, sino por cómo se muestran esas palabras ante el lector. Cada cicatriz es una historia, algún dolor, pero al tiempo también es su final.

El desgarro vital tiene también su epifanía en el propio cuerpo humano, en especial el de la mujer, que Piedad Bonnett erige como firme atalaya desde la que habitar la realidad. Un cuerpo como una casa, una piel como un estremecimiento desde el que traducir ese proceso de desapego del ser humano que se vive en nuestra sociedad. Se revela entonces la poesía como esa resistencia frente a la realidad o, como se explica en el prólogo: «una rebelión ante el sinsentido de la vida y su irremediable final». Si hablamos de vida y muerte, hablamos por lo tanto de tiempo, de un tránsito que hace de pasado, presente y futuro, todo un laberinto de puertas a través de las que acceder a diferentes dimensiones, encontrando, tras cada una de ellas, un diferente abismo que necesitará del poema como asidero, como firme sujección ante el devenir de los acontecimientos, esos que nos empujarán hasta el límite físico que lo es también del alma. Es entonces cuando el poema se afirma, como dice Malola Romero, como «el límite que detenga el tiempo en la palabra, que impida la caída».

«Y la vida es chirriante disonancia/para los habitados». Este remate del poema ‘Los habitados’ que da nombre al poemario con el que se cierra esta antología, a la que también da título desde el inicio de uno de sus versos, es uno de los más reveladores en un poemario catártico desde esa figura descollante de la madre, a partir de la cual se desencadena todo un desfiladero de imágenes que propicia un empleo de la palabra en estado de gracia.

También desde la madurez alcanzada por una poeta singular, de tono grave e íntimo, que nos permite, desde esa firmeza, descifrar un entorno al que llegamos para medirnos a nosotros mismos, haciendo de cada paso una aproximación hacia donde todo remata, hacia una conclusión para la que nunca estamos preparados, ya que, «Lo terrible es el borde, no el abismo».

 

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 19/03/2022


venres, 18 de marzo de 2022

O único erro

 

SAGA/FUGA

 


O ÚNICO erro no peche ao tráfico dunha parte da Avenida Raíña Victoria é que meses despois non se fixera unha remodelación da súa faciana que visibilice un novo uso vencellado ao proceso de humanización do conxunto da cidade. A súa permanencia nese estado de indeterminación sobre o seu futuro non facilita que mude a sensación entre a xente que é contraria a ese peche de que estamos nun novo tempo non só para a cidade senón tamén para o planeta.

Esa mesma situación deuse coa reforma da rúa Daniel de la Sota, na que vemos como conviven unha parte peonil e outra con tráfico, o cambio do seu aspecto apagou máis pronto que tarde aqueles lumes que aínda non esquecimos polo balbordo que moitos activaron como a chegada da apocalipse á cidade e o remate dos negocios da contorna, sendo agora o espazo cheo de vida que é.

Vinte anos despois moitos nostálxicos dos coches e dos seus fumes seguen xogando ao quecemento global, e mesmo ao local, poñendo por enriba de todo o enfrontamento político e mesmo a división da cidadanía, diante de calquera interese colectivo que permita seguir na mellora da nosa cidade, un feito máis que recoñecido, semella que para mágoa de algúns, e todo polo peche de parte dunha rúa que o único que limita é o acceso de tráficos de paso ao resto da vila por unha vía na que o oitenta por cento da súa superficie non presenta negocios e no tramo no que os hai si que se pode acceder co coche. Isto convén recordalo cando se comeza coas campañas da división, falando dunha rúa como si esta estivese chea de comercios ou como se o resto da vida da cidade dependese dese único acceso, e convén tamén que o saiban todas as persoas que achegan a súa sinatura nesa campaña de recollida de firmas impulsada polo Partido Popular e que, como as que ese mesmo partido activou noutros momentos e ante outras situacións no Estado, o único que serviron foi para o enfrontamento da xente e a procura dun desgaste gratuito dos seus rivais políticos pero con escasas solucións e menos aínda réditos políticos. Ao mesmo tempo tamén é bo que o saiban as persoas que votan por internet, dende Cospeito ata Reus, dende Laredo a Estepona, ou dende Cuzco a Hanoi, que todo suma, ou resta, según se valore a seriedade que se lle dá a estas iniciativas.

Así as cousas, coa rúa Rosalía de Castro con máis establecementos abertos que nunca, e poñendo moi en dúbida que sexan os coches os que entran a comprar nos negocios, como sempre nos recorda o gran Caki Viñas, ao que ningún, ningún, créanme por favor, ningún coche lle entrou no seu negocio de Daniel de la Sota a comprarlle nada. O único que se pretende con esta medida é seguir limitando o paso de vehículos ao centro, onde cada vez son menos necesarios, podendo chegar a diferentes zonas pero por accesos máis axeitados, e acadando dende a súa posta en marcha evidentes melloras do tráfico en Eduardo Pondal, Uxío Novoneyra ou o Gorgullón, como comprobamos todos os que pasamos por esas rúas e como confirmaron os veciños desa contorna recentemente. A iso súmenlle cuestións tan importantes como cumprir as leis europeas que obrigan a tomar medidas para reducir emisións contaminantes (pregúntenlle a Concellos tan radicais nas súas opcións políticas como os de Madrid ou de Marín as accións que plantexan para afrontar esa situación) e continuar a conquista dos espazos para as persoas. Solucións que son as que marcan as axendas das cidades máis comprometidas, as máis preocupadas por facer dos ámbitos urbanos contornas o máis humanizadas posibles tras décadas de tiranías dos coches.

Por iso sorprende máis aínda ver como entre os que promoven a recollida de firmas para retornar á Pontevedra do ano 2000 temos a políticos do Partido Popular que se gaban en artigos e en manifestacións de querer recuperar o único que é inevitable no peche desa rúa, un acceso máis rápido a vivendas e garaxes de particulares en vez de tardar cinco minutos máis e facelo en beneficio do colectivo. Falo de médicos e arquitectos, persoas e profesionais que deberían apostar máis pola mellora da saúde dos cidadáns e da súa calidade de vida, negacionistas do cambio climático, e que todo o someten a unhas siglas.

Asumindo estas accións mal poderán explicar na próxima campaña electoral a súa confianza nun proceso que xa é irreversible nesta cidade, sustentado nas urnas de xeito maioritario, (esa si que é unha «gran maioría» e non da que adoitan falar como o seu apoio), pero que non dubidamos que farán, sen poñerse colorados. De feito xa nos parece escoitar aquilo de: «Nosotros apoyamos la peatonalización, PERO...». O certo é que aquí só hai un erro, e ese é o que se ten que solucionar, mudando esa fraxilidade que ofrece toda rúa que se sente abandoada polo que lle dá o seu sentido: a xente

 


 

Publicado no Diario de Pontevedra 4/03/2022 

luns, 14 de marzo de 2022

Cereixas da dignidade

 

[Ramonismo 104]

Mario Obrero, tras sentir o latexo da memoria no territorio dos exiliados, medra os froitos do orgullo no verso



LER ou escoitar a Mario Obrero (Madrid, 2003) supón sempre un impacto nos sentidos. A súa pletórica xuventude agocha unha enorme intelixencia e sensibilidade para, xa sexa dende o verso ou dende a palabra oral, cativar ao lector ou a quen se achegue a escoitalo recitar ou simplemente falar do que supón para el a poesía e cómo se pode explicar a realidade a través dos seus versos.

De feito, o vindeiro luns, estará en Pontevedra, na Libraría Paz, para presentar ’Cerezas sobre la muerte’, un breve poemario editado con primor e fermosura por ‘La Bella Varsovia’, no que se recolle unha desas experiencias vitais que abofé marcan toda unha vida, como foi a participación no encontro ‘Ruta al Exilio’ que, promovido polo Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 permitiu a varios mozos percorrer os camiños que serviron como fuxida a milleiros de exiliados españois da Guerra Civil.

E o certo é que estremece nestes días de horror e furia volver a enfrontarse a esa realidade que xa pensabamos esquecida do noso mundo e que dende o leste de Europa regresa a nós para que non fagamos do esquecemento unha bandeira que nunca deixar de ondear. Esa mesma bandeira é a que recolle dun chan que é memoria, a nosa memoria, para axitala dende un tempo que quixo que sobre esa dor medraran unhas cerdeiras. Os seus froitos cor sangue lembran as pingas que tantos deixaron sobre o territorio. Nun país coa débeda pendente de pechar as feridas da súa Guerra Civil e no que se terían que poñer colorados os que falan desas feridas e todo o que rodea á Memoria Histórica como unha forma de abrilas, cando nunca se pecharon de todo, e sendo España, despois de Camboia, o país do planeta con máis persoas desaparecidas en foxas comúns. Pois é neste país no que accións como as de Mario Obrero convértense nun firme fío de esperanza, un horizonte no que aínda presentir a dignidade do ser humano nun novo alborexar.

Cerezas sobre la muerte’ son as cereixas da dignidade. «Cereixas sobre a morte é o ronsel políglota dese lugar memoriado onde rexorden de entre o silencio os froitos da esperanza». Isto escríbeo Mario Obrero, en galego, si, porque a súa tamén é unha aposta pola palabra e a lingua, as nosas palabras e as nosas linguas. De novo un xeito de esnaquizar o silencio, unha forma de rebeldía fronte aos «gramáticos da usura», como afirma o poeta. Unha presenza firme ante aqueles que desprezan linguas como o galego, o catalán, o euskera ou o asturiano. Todos eles converxen nestes textos como unha aproximación polifónica ás voces daqueles que, dende as diferentes zonas da nosa xeografía, formaron parte dun destino común que hoxe, asomándonos á televisión, semella repetirse ante o noso estupor.

Mario Obrero abraiounos co seu libro ‘Peachtree City’, escrito con 16 anos e que acadou o Premio Loewe a la Creación Joven. Publicado por Visor o pasado ano enfrontarse a eses versos é un proceso iluminador, non só do presente dun poeta que nace, senón do futuro da poesía no noso país no que el será un dos seus grandes protagonistas.

 

 

Publicado na Revista. Diario de Pontevedra 12/03/2022

luns, 7 de marzo de 2022

Inquietud sensorial

 

[Ramonismo 103]

Diez relatos de la autora colombiana Andrea Mejía configuran en ‘Quietud’ una narrativa llena de tensiones



EMERGE en la literatura de Andrea Mejía (Bogotá, 1976) una tensión casi telúrica, que parte de la tierra que habitan sus personajes, así como de las sensaciones humanas que integran cada uno de estos diez relatos, breves, pero con una asombrosa intensidad que fijan el nombre de esta autora en esa bendita nómina de escritoras que, procedentes del otro lado del Atlántico, nos están proponiendo nombres en los que el talento y la mirada femenina son quien de amalgamar historias que, sin bien están íntimamente ligadas a su territorio oriundo, nos contienen a todos por los temas y sensibilidades a las que se aproximan. Mujeres como Jazmina Barrera, Alaíde Ventura Medina, Lorena Salazar, María Fernanda Ampuero, Mónica Ojeda, Socorro Venegas o Katya Adaui, son solo algunos de los nombres de los que puedo hablar con conocimiento de causa y que les recomiendo vivamente.

Pero hoy es el turno de esta mujer bogotana que publica en el sello ‘La Navaja Suíza’ su libro ‘Quietud’. Diez textos cargados de una apabullante sensorialidad, capaces de llevarte a esos paisajes físicos y humanos de su tierra, en la que la potencialidad de su entorno natural configura cada una de estas historias en las que se observan, como si fuera a través de un microscopio, las conductas y comportamientos de diferentes personajes capaces de convocar todo un muestrario de tipos característicos de los ámbitos familiares, tan eficaces a la hora de suscitar esas fricciones tan interesantes para cualquier escritor y que permiten hacer del relato un observatorio global de todos nosotros.

A través de un cuidado lenguaje, representativo de la identidad colombiana con un léxico maravilloso y vibrante que resuena en nuestros oídos como un eco multicultural que nos ensancha a todos los latinos, la autora nos envuelve convirtiéndonos al momento en una parte más de ese proceso de traslación a un libro muy físico. En él, los sentidos, lo táctil, lo visual, hasta lo olfativo, se integran a través de esa palabra que cataliza nuestra percepción sobre lo que se cuenta, sobre esas relaciones de personas en un permanente estado de desconcierto, a la procura de un refugio que obtienen de esa naturaleza que tanto lo condiciona todo, pero que también forma parte  de esa suerte de divinidad que representan árboles, peñas, animales, insectos o cielos que se integran en las miradas y lo afectos de todos ellos. Y es que son esos afectos los que ejercen de dinamo de cada uno de estos cuentos en los que la autora nos aboca a darnos de bruces con la memoria, la infancia, la amistad o los miedos y todo ello en ese permanente desconcierto que tiene mucho de kafkiano, de seres bajo una permanente lupa que, como insectos, se conducen en sus hábitats humanos intentado dar solución a sus inquietudes sensoriales, pero, sobre todo, buscando respuestas a las interrogantes que una tierra y sus características les hacen a cada instante de sus vidas. Existencias anónimas, alejadas de cualquier notoriedad, incluso muchas de ellas orilladas en el olvido de un país que, como suele suceder, no es generoso con todos los suyos.

 

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 5/03/2022