domingo, 20 de marzo de 2022

Poesía en el borde

 

[Ramonismo 105]

Una antología de la obra de la colombiana Piedad Bonnett insiste en la poesía como acto de resistencia ante la realidad



La poesía debe situarse siempre en el borde. En ese espacio límite de la sociedad y el ser humano desde el que cuestionarnos toda una serie de razones sobre nosotros mismos. Preguntas, demasiadas veces sin respuestas, ante las que la poesía, cuando menos, se erige como bálsamo, como ese espacio límite desde el que afrontar desde la palabra la posibilidad de calibrar una nueva percepción de lo que sucede a nuestro alrededor.

A unos días de la celebración del Día Mundial de la Poesía enfrentarse a la trayectoria poética de una mujer como la colombiana Piedad Bonnett supone colocarse en esa orilla, frente a ese precipicio en el que la vida gusta tanto situarnos, para, desde allí, poder contemplar toda una serie de paisajes más o menos complejos por los que movernos entre el desconcierto y el incierto destino de un ser humano con tantas, demasiadas, derivas en su proceder.

Editada por Visor, ‘Lo terrible es el borde’, es la antología poética en la que tras el lúcido prólogo de Malola Romero, se despliega ante nosotros todo un itinerario por los diferentes poemarios de la autora, que van desde su primer libro,  ‘De círculo y ceniza’ (1989), hasta el aplaudido ‘Los habitados’ (2017), que logró el Premio de Poesía Generación del 27, completándose esta edición con dos textos finales de carácter inédito. Entre esos hitos reconocemos todo el universo de Piedad Bonnett en el que el dolor y la pérdida, la falta de certezas, la ausencia de felicidad, la gestión desde lo femenino con el cuerpo como auténtico motor expresivo o la presencia de los miedos nos abocan de manera permanente a la reflexión desde el yo frente al conjunto, desde lo íntimo a lo colectivo.

En un libro en el que la herida y, por lo tanto, la cicatriz está muy presente, también hay espacio para la belleza. «No hay cicatriz, por brutal que parezca,/que no encierre belleza». Afirma la poeta en uno de esos poemas que son también cumbre de belleza, no solo por lo que afirman, sino por cómo se muestran esas palabras ante el lector. Cada cicatriz es una historia, algún dolor, pero al tiempo también es su final.

El desgarro vital tiene también su epifanía en el propio cuerpo humano, en especial el de la mujer, que Piedad Bonnett erige como firme atalaya desde la que habitar la realidad. Un cuerpo como una casa, una piel como un estremecimiento desde el que traducir ese proceso de desapego del ser humano que se vive en nuestra sociedad. Se revela entonces la poesía como esa resistencia frente a la realidad o, como se explica en el prólogo: «una rebelión ante el sinsentido de la vida y su irremediable final». Si hablamos de vida y muerte, hablamos por lo tanto de tiempo, de un tránsito que hace de pasado, presente y futuro, todo un laberinto de puertas a través de las que acceder a diferentes dimensiones, encontrando, tras cada una de ellas, un diferente abismo que necesitará del poema como asidero, como firme sujección ante el devenir de los acontecimientos, esos que nos empujarán hasta el límite físico que lo es también del alma. Es entonces cuando el poema se afirma, como dice Malola Romero, como «el límite que detenga el tiempo en la palabra, que impida la caída».

«Y la vida es chirriante disonancia/para los habitados». Este remate del poema ‘Los habitados’ que da nombre al poemario con el que se cierra esta antología, a la que también da título desde el inicio de uno de sus versos, es uno de los más reveladores en un poemario catártico desde esa figura descollante de la madre, a partir de la cual se desencadena todo un desfiladero de imágenes que propicia un empleo de la palabra en estado de gracia.

También desde la madurez alcanzada por una poeta singular, de tono grave e íntimo, que nos permite, desde esa firmeza, descifrar un entorno al que llegamos para medirnos a nosotros mismos, haciendo de cada paso una aproximación hacia donde todo remata, hacia una conclusión para la que nunca estamos preparados, ya que, «Lo terrible es el borde, no el abismo».

 

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 19/03/2022


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