xoves, 12 de xullo de 2012

En busca de la libertad

clásicos para un verano Pocas décadas han sido tan trascendentales en la configuración de la identidad de los Estados Unidos como la de los sesenta. Parecía como si el hombre americano se despertase de un sueño de felicidad y alegría procedente de su triunfo en la Segunda Guerra Mundial. Los años sesenta liberaron al individuo y esa necesidad de sentirse libre tuvo su reflejo en el cine. En pocas veces de manera tan rotunda como en Easy rider dirigida y protagonizada por Dennis Hopper. 
En 1963 es asesinado el presidente Kennedy, unos años después los Estados Unidos entran en guerra con Vietnam, en 1968 muere asesinado el activista contra el racismo Martin Luther King. Pero los años sesenta también fueron los de la eclosión del movimiento hippie, el amor libre y la proliferación del consumo de drogas. Estados Unidos se soltaba de su férreo corsé y rebelándose ante las acciones militares de su gobierno. Nace así toda una contracultura que tuvo su reflejo en el cine respondiendo a esa idea de que el arte es reflejo de su sociedad y pocas disciplinas artísticas son tan evidentes en ese terreno como lo es el cine.
Una nueva generación de directores propició un vuelco a ese cine evasivo propiciado por Hollywood, aquel de maravillosos guiones y monumentales estudios. Llevaron así sus historias y cámaras a la realidad americana. ‘El graduado’, ‘Cowboy de medianoche’, ‘Bonnie and Clide’, ‘En el calor de la noche’ o ‘Grupo Salvaje’, son títulos que emergían de esta nueva visión aportada por el cine. Desde cualquier género se abogaba por el hombre, su sentimiento de individualidad y la necesidad de libertad como aspiración para un cambio en la perspectiva global de la sociedad y sus consecuencias. En definitiva para mudar a una sociedad que caminaba hacia la desesperación.
Entre esos nombres emergentes el caso de Dennis Hopper es paradigmático del nuevo tiempo. Se lanza como director y actor con esta historia que por un lado sería su consagración, ya que este título quedaría ya establecido bajo ese epígrafe tan 'cool' de película de culto, y por otro, porque tras este éxito su vida iría rodando por una pendiente de autodestrucción que solo al final de su vida asistiría a una cierta recuperación con la participación en algunos títulos destacables y el reconocimiento de nombres tan importantes como el de Wim Wenders.
‘Easy rider’ va a retratar a toda esa generación que anhelaba conquistar esa sensación de libertad, un espíritu contracultural basado en la individualidad del ser humano y para ello, que mejor manera que huir de las aglomeraciones, lanzarse a la naturaleza, el único refugio todavía vírgen de nuestra sociedad, por el que cabalgar al encuentro de la descorazonadora realidad del país americano. Los encuentros de sus protagonistas, Dennis Hopper y Peter Fonda, montados como cowboys modernos sobre sus choppers, y sus  tropiezos con diferentes personajes son la radiografía de un tiempo. Un aire libertario en el que incide otra de las partes esenciales de la película, como es su banda sonora con títulos de los Byrds, The Band, Jimmy Hendrix, y como no, Steppenwolf con el inmortal ‘Born to be wild’, auténtico himno de toda una generación.
Para el imaginario cinematográfico han quedado ya esas cabalgadas por largas carreteras en los que a lomos de sus motos, y con el viento incidiendo en sus rostros, sus protagonistas se sienten verdaderamente personas, hombres libres poseedores de su propio destino. Por la propia disposición de lo que significa una road-movie serán los capítulos episódicos, es decir los encuentros con personajes de lo más disparatado, metáforas de la población norteamericana, y las que permiten visualizar ese choque entre lo que representan los dos cowboys y la sociedad en la que les ha tocado vivir, casi siempre agresiva hacia quienes pueden suponer un peligro para esa misma sociedad.
En esos capítulos aparecerán hippies pertenecientes a una comuna, prostitutas (completamente delirante el encuentro con varias de ellas en un cementerio bajo los efectos del LSD; sheriffs, predicadores, granjeros, actores... Cada uno de esos encuentros irá haciendo progresar a la película para ir desembocando en un final que deja poco, muy poco lugar para la esperanza. “La hemos jodido”, dice Peter Fonda ante lo que se ha convertido su país y será ese país el que acabe con ellos. Con los dos cowboys de los sesenta, camellos de poca monta que se partieron hacia el Mardi Gras de Nueva Orleans para cerrar un negocio de tráfico de drogas en una carrera hacia la libertad, en una carrera imposible que ellos mismo se sabían incapaces de lograr.
Remataban así los años sesenta, bajo esa sensación de descontento  general en una sociedad cada vez menos consciente del papel a desempeñar por el individuo y de las capacidades del ser humano dentro del colectivo. Este colectivo es el que fue oscureciendo cada vez las perspectivas de una generación que buscó vías de evasión en numerosos tipos de drogas, que tuvieron en esta época su punto de ignición. Ya nada volvió a ser igual en los Estados Unidos, la mirada de sus habitantes cambió para siempre y el cine, como un apéndice más, también se convirtió en diferente al abrir nuevas vías de experimentación.

Publicado en Revista Diario de Pontevedra 8/07/2012

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