martes, 5 de febreiro de 2013

Ravachol, el mito



27 de enero de 1913. EL DIARIO DE PONTEVEDRA de aquel día se hacía eco de una brutal noticia. Ravachol, el loro de Don Perfecto, azote de señoras de postín, señoritas y curas, había muerto. La ciudad de Pontevedra abría así una de sus páginas más fecundas en cuanto a la consideración humorística de una ciudad. Un humor que, como decía Ramón Gómez de la Serna, es “la actitud más cierta ante la efemeridad de la vida...”. Ese humor es muestra de una Pontevedra, inteligente, culta, de grandes personajes de ciencias y letras, de tertulias en cafés, de charlas por las calles, de adelantos técnicos que permitían a esta ciudad ser un foco de cultura como muy pocas en una Galicia todavía anclada en un pasado de sombras. La muerte de ese loro supone, no una anécdota, sino la demostración de cómo un pueblo puede hacer de la fiesta un motivo de inteligente orgullo, además de convertir a Pontevedra en un referente moderno al transformar ese acto en un rebelde gesto ante la sociedad.
Ravachol llegó a Pontevedra como un regalo a las hijas de Montero Ríos, como narra Sabino Torres, un regalo que tras el periodo estival de estancia en el Pazo de Lourizán las obliga a dejárselo al famoso boticario Perfecto Feijoo, éste, ante tal encargo, lo deja en las cercanas cocheras de carruajes ubicadas donde hoy en día se encuentra el Gran Garaje en donde el trato con mulas y demás animales era frecuente. Obviamente ese no era el mejor lugar para la adecuada educación del plumífero y fue así como su lengua se hizo afilada, recogiendo las más perversas palabras que emitían aquellas gentes que por allí pasaban. Al regresar las distinguidas señoritas y recoger a su loro no pasó un día hasta que lo tuvo de vuelta el boticario, ya que las palabras emitidas por el loro en el Palacio de Lourizán todavía resuenan en sus muros. Al boticario le hizo gracia este loro parlante tan mal hablado y lo acogió en su botica, en la plaza de la Peregrina, convirtiéndose en un punto referente para los pontevedreses que por allí pasaban.

Éstos rara vez se escapaban de los improperios emitidos por el animal, `aquí no se fía', `se collo a vara', o el llamamiento a las mulas para que se moviesen `arre, arre', con lo que se hacía complicado detenerse ante el negocio. Junto a esas frases también era de destacar la capacidad para diferenciar a los clientes que por la farmacia aparecían: Desde el `Perfecto, señores', hasta el `Perfecto, paisana' llegando al `Perfecto, puta' en el caso de la que señora llegara excesivamente maquillada. Escapadas por los alrededores de la botica y su participación en alguna velada artística, como la celebrada en el año 1900 en el Teatro Principal participando en un apropósito dirigido por Labarta Pose, le afamaron. Su muerte fue, por lo tanto, tremendamente sentida por toda la ciudadanía, y así fue como Perfecto Feijoo al ver las muestras de dolor que comenzaban a llegar a su negocio y coincidiendo la muerte con los preámbulos del carnaval decidió organizar unos actos propios de un alto dignatario. Mesa de condolencias, velatorio, cortejo fúnebre, y un último adiós a quién tantas risas había dejado en la ciudad. Que decir tiene que la iglesia no veía con muy buenos ojos estos actos, que parecían ridiculizar los servicios religiosos y su oposición fue frontal, pero la voluntad popular venció y según cuentan, las riadas de gentes que acompañaron a nuestro querido plumífero desde el actual edificio de sindicatos, donde antes se ubicaba el Recreo de Artesanos, hasta el Circo-Teatro en la Alameda, donde tuvo lugar una esperpéntica velada lírica, pasando por la Herrería, Comercio, Villaverde, Michelena y Oliva, eran clamorosas. Gentes ataviadas de luto riguroso, crespones negros en las ventanas, telegramas llegados de los más dispares lugares de Galicia y hasta de Madrid, sobrecogieron a una ciudad, que desde entonces adoptó a este animal como un símbolo de muchas cosas, y que afortunadamente se recuperó en 1985 como distinción del carnaval de Pontevedra.
"Super abundantemente, super-profusamente, se repartirá en la mañana de hoy por las calles de Pontevedra, una sensacional y abracadabrante proclama. En ella se excita al pacífico vecindario a fin de que concurra a las siete de la tarde a la Plaza de la Constitución. El cadáver del nunca bien fusilado Ravachol, saldrá de la sociedad Recreo de Artesanos a la hora anteriormente expresada. En la comitiva figurarán carrozas, de nuestras sociedades de recreo, de los amigos del inconsolable Don Perfecto y del club Machada de Vigo, burros y burras de Caldas y el público en general, sin distinción de edades, sexos, ideas políticas, profesión, etc, etc..." De esta manera EL DIARIO DE PONTEVEDRA del 5 de febrero de 1913 convocaba a la población a asistir a la despedida del querido Ravacholiño, el loro del boticario. En el bando que se repartirá al público constaba la siguiente frase: "Se celebrará en el Circo-Teatro una criminal velada que correrá a cargo de unos cuantos conocidos atropelladores del arte cómico-lírico-rapsódico-romántico-sentimental". Del mismo modo se incluían los precios para asistir a la despedida de la estrella de la vida diaria pontevedresa de los últimos años. Es así como las sillas costarán 0,75 pesetas, la entrada general, 0,40 y los palcos 4 pesetas. "El programazo, fulminante, detonante, rebosante de varias reuniones y consultas, es el siguiente: Introito por la banda municipal, Latomonía biográfica, con los excesos consiguientes, por un entusiasta admirador del ilustre muerto, Canzonetta coreada por el signore Vittorio (imaginamos que sería el buen amigo del boticario Víctor Cervera-Mercadillo), Herejía lírica, recitada por la hermosa y encantadora y enamorable señorita Biancha d'ella Porta (aquí apostamos por el señor Blanco Porto), Discurso tétrico necrológico por un jefe de estación, que es de los que mejor conocen lo deprisa que marchan las cosas de este mundo, Gran marcha macabra triunfal coreográfica, Monumental apoteosis". Finalmente se hacía saber que "los productos obtenidos de la velada, destinaránse a beneficio de la Casa hospicio y de las Hermanitas de los pobres".
Como podemos apreciar, la imaginación y buen humor de esta gente constituyen todo un ejemplo de cómo una ciudad puede ser un reducto de alegría y buena convivencia, y todo ello gracias a un loro. Ravachol. ¡Que continúe el espectáculo!




FRANÇOIS-CLAUDIUS KOENIGSTEIN. RAVACHOL
A todos nos suena el nombre de Ravachol, que rápidamente identificamos con el emblema del carnaval pontevedrés, pero muy pocos quizás conozcan de donde procedía este curioso nombre para un loro. Desconocemos exactamente cuando el pajarillo cayó en las manos de Don Perfecto pero sí que por ese nombre podemos aproximarnos bastante a cuando debió de ser, ya que el nombre de Ravachol procede del de un conocido anarquista francés, que fue detenido y guillotinado por sus actos en 1892, como se ve en esta portada de El Petit Journal. François-Claudius Koenigstein, conocido como Ravachol, había nacido en 1859 en un hogar lleno de misería y trabajando desde los 8 años, pronto se integró en movimientos ateos y anticlericales y participó en diferentes revueltas sociales asaltando casas de jueces y comisarios de policía, en la convicción anarquista de hacer de la lucha la única salida a la situación de opresión de los más desfavorecidos. Convertido en héroe y mitificado como revolucionario, todavía se corea hoy en día su nombre en cualquier manifestación anarquista en Francia. Las acciones, palabras y gestos de este anarquista bien pudieron suponer su `paralelismo' con el del loro que se llamaría Ravachol, la conducta y palabras del animal bien le podrían haber conducido a cargar con el nombre del anarquista, cuya mayor fama tuvo lugar en los años ochenta del siglo XIX y durante su detención y juicio, con lo que es posible que el loro ya estuviese por esas fechas en la ciudad de Pontevedra. EL DIARIO DE PONTEVEDRA en sus crónicas internacionales, y dada la virulencia de los movimientos sociales y anarquistas del momento, solía hacerse eco de las actividades del activista francés y así en 1884 ya tenemos a Ravachol en esas páginas como partidario del cuchillo u otra mención en 1906 sobre los crímenes de los anarquistas y el empleo de bombas como medio de agresión a los poderosos. Es así como la figura de Ravachol, y ese nombre, no eran ajenos a la población pontevedresa que conocía de sus acciones. Lo que ya no sabemos es sí fue el boticario el que le puso el nombre, o si por el contrario fue en un cuartel militar, suponemos que en el actual de San Fernando, donde también se especula pudo haber pasado algún tiempo el lorito. Siendo así las cosas y dada su muerte en 1913, calculamos que Ravachol tendría entre veinte y treinta años cuando falleció algo normal en la vida de este tipo de loro gris africano-el más capacitado para el habla- cuya vida en buenas condiciones puede llegar a rondar los cuarenta o cincuenta años.

Imágenes procedentes de los fondos del Museo de Pontevedra

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