domingo, 2 de xuño de 2013

Líneas

 
 
Líneas reales o líneas imaginarias y hasta líneas soñadas. Las líneas de una vida, paralelos y meridianos que se cruzan como se cruzan nuestras existencias en este ámbito común que supone vivir en la desembocadura del Lérez.
Líneas como las de esos mapas que en Pontevedra deberían traducirse en el inalcanzable Plan General de Ordenación Urbana, de esas líneas ahora cuelgan las pinzas que sostienen los sudarios de unos políticos que siguen empeñados en alejarse de la ciudadanía, negándole el documento más necesario para la ciudad y su crecimiento. Años de cajas de ida y vuelta, adelantos y paradas, zancadillas y estratagemas, intereses y desintereses que muestran el sometimiento de la política a los partidos en vez de estar sometidos a los ciudadanos. Una madeja que ya lleva demasiados años enredándose sobre sí misma y que sería tan fácil de desenrollar como lograr que se sentaran ante una de las mesas de Francesco en Il Piccolo los señores Lores, Louro, Moreira y el conselleiro Agustín Hernández para degustar un Filetto Puccini con un buen Lambrusco. Les aseguro que estos años de desesperación se convertirían en firmas. Si Francesco es capaz de colarse entre los cinco restaurantes del mundo que optan al galardón Ospitalitá Italiana desde Pontevedra, que no puede lograr con nuestros políticos, y hasta escucharíamos el coro de Aída, aunque me da a mí que esta política de sentarse a hablar diferentes grupos políticos en torno a una misma mesa y pensar en el bien común en vez de en el bien partidista no casa mucho con lo que estamos presenciando durante estos meses de zozobra general. ¿Y luego se preguntarán el por qué de tantas cosas?
Líneas rojas como las que de manera concéntrica decoran la factoría de Ence, líneas que se quiere ahora saltar con la modificación de la fecha de su cierre y deseado traslado con una nueva ley que echa por tierra ilusiones, esperanzas y marchas como la que hoy volverá a convocar a los que han dedicado su vida a luchar contra ese error del pasado que seguimos pagando en el presente a partir del precio sobre una naturaleza que agoniza en voz baja por cortesía. Estoy pensando Francesco, que si alargas un poco más la comida, con esos comensales, matas dos pájaros de un tiro.
Esa naturaleza es la que ampara y sustenta la más importante aventura artística desarrollada en nuestra ciudad, si me apuran desde las becas que concediera la Diputación de Pontevedra en los años veinte del pasado siglo, y que no es otra que la Illa das Esculturas. Aquellas becas fueron el pasaporte para los nuevos artistas del arte gallego que deseaban beber de unas vanguardias que eran dinamita para un arte adocenado, convirtiendo a los Torres, Laxeiro o Colmeiro (¡qué placer poder poner en primer lugar al que siempre viaja en el furgón de cola!) en nuestras línea artística de vanguardia y que tan bien nos están explicando Antón Sobral y Antón Castro durante unas jornadas que el Museo de Pontevedra organiza para ‘Aprender a mirar el arte’. Y es que mirar el arte suele ser algo con lo que la gente se rompe demasiado la cabeza, buscando una comprensión que imponen por encima del aspecto sensitivo, que debería ser el fundamental. Son muchas las personas que echan pestes de las obras de la Illa das Esculturas y que nadie osa comparar con, por ejemplo, las Meninas de Velázquez. ¡Pero si allí se entiende todo! ¡Y está tan bien pintado! Bien pintado está, no lo negaré, Dios me libre, pero ahora, entender, entender... lo mismo que esa ‘Pontevedra line’ de Richard Long. Como si la infantería museística comprendiese, ante el cuadro de Velázquez, cómo era la monarquía de Felipe IV, el papel del pintor en la Corte o la mitología que esconde, y es que muchas veces lo que nos agrada a la vista no siempre es lo más comprensible.
Lo importante en cualquier arte es su explicación, acercar su presencia a la ciudadanía para interactuar con ella e incentivar el respeto a partir del conocimiento. Desde 1999 en que la Illa das Esculturas brotó en el altar mágico en que se ha convertido esa isla que se erige sobre el Lérez, como una ofrenda de piedra e inspiración, nunca se ha hecho nada por explicar ese territorio en el que arte y naturaleza ofrecen una lección magistral de cohabitación a la altura de otros espacios de este tipo en Europa y EE.UU. Un tesoro que dejamos varado y olvidado pero que parece querer resucitar. Mañana mismo la artista Itziar Ezquieta nos propone un recorrido para entenderla, pero sobre todo, para sentirla a través de las líneas creativas de doce gigantes de la escultura. Nombres que anidan en los libros y que llenan de público los museos del mundo entero.
 
 
Publicado en Diario de Pontevedra 1/06/2013

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