sábado, 14 de novembro de 2015

Nos están matando


«A los frutos de aquel árbol vedado,/cuyo sabor letal trajo a este mundo/la muerte junto a todos nuestros males,/por perder el Edén el primer hombre (...)»
‘El paraíso perdido’. John Milton



Se activa mi radiodespertador y de él las primeras palabras que salen son para dar cuenta de la muerte de otra mujer. Continúa la pesadilla, el goteo de víctimas a cualquier hora, día tras día, en una tragedia que cada jornada pone más a este país contra las cuerdas, y les aseguro que en mayor manera de lo que lo hacen quienes se empeñan en dibujar fronteras, que al fin y al cabo no deja de ser un vanidoso y pasajero ejercicio de suficiencia. Aquí y en cualquier lado la frontera es la vida, el bien último que debemos preservar como sociedad, y mientras tanto, se suceden los minutos de silencio, artículos como éste y declaraciones que se diluyen en cuanto un hombre vuelve a golpear a una mujer, a clavarle un cuchillo, a pegarle un tiro, a arrojarla por un balcón o a acabar con la vida de sus hijos.
Llevo retrasando este artículo desde el verano. Desde aquel miserable día en que un malnacido acabó con sus dos hijas en Moraña para vengarse de su exmujer, se dijo, para vengarse de su propia bajeza y miseria como presunto ser humano digo yo. Desde aquel día, sábado tras sábado, buscaba alguna excusa para no escribir de lo que está sucediendo y me iba repitiendo frases como éstas: «Espera a ver si esto termina», «Espera a ver si hay algún cambio en las actitudes de quienes deben tomar cartas en el asunto», pero una semana tras otra las víctimas se siguen sucediendo en una hilera fúnebre de desesperación e impotencia que impide que estas palabras, seguro que también inútiles, vuelvan a quedarse en el tintero.
El pasado sábado Madrid se llenó de pancartas y gritos contra la violencia. Víctimas, mujeres, hombres y políticos fueron un clamor contra la violencia de género, contra la violencia sin más. Una jornada reivindicativa, hermosas fotos en los periódicos y apenas 24 horas después dos nuevas víctimas. Cinco hasta hoy. Mientras escribo, la radio vuelve al cadalso, dando la noticia de una mujer tiroteada en Sevilla por su marido en presencia de su hijo de quince años. La náusea. De nuevo volveremos a las concentraciones silenciosas, a las declaraciones de pesar y a los artículos como éste. Otra vez mi radiodespertador volverá a activarse a las 7.30 horas y no lo hará para darme los buenos días, sino para recordarme que en este país los hombres siguen matando a las mujeres.
49 mujeres y ocho menores es el escalofriante contador en lo que llevamos de año de este Día de la Marmota criminal ante el que cada día me pregunto cuándo esto se va a tomar realmente en serio. Cuándo el presidente del Gobierno va a llamar a los representantes de las otras fuerzas políticas, ahora que ya sabe cómo se hace, para sentarse a discutir y tomar medidas conjuntas contra este angustioso ambiente que se ha generado. Un frente común contra el crimen que sirva para desarrollar medidas eficaces. Desde el mundo judicial, con el mayor endurecimiento posible de las penas y su equiparación con delitos como lo puedan ser los relacionados con el terrorismo (el 86% de los condenados por estos delitos no ingresan en prisión); y desde el ámbito educativo, con la necesidad de educar en valores, en concienciar a los más jóvenes (entre los que se detectan de manera preocupante muchas de estas actitudes perniciosas), algo para lo que hacen falta unos recursos cada vez más esquilmados en la educación pública.
Una a una estas lágrimas negras se convierten en el rosario del dolor de un país incapaz de hacer frente a esta tara como sociedad, que nos afecta muy por encima de lo que ocurre en otros países. Cuando hace un par de meses la plaza de la Peregrina acogió una performance dentro del proyecto Women in black, que se ha ido representando en diferentes ciudades de España, ante el desdén o la incrédula mirada de los paseantes, se recreaba no solo la muerte, sino la indolencia de una sociedad cercana a estos hechos cuando nos sacuden en nuestro entorno más inmediato. Cambiar esa dinámica con medidas realmente efectivas es lo que debería conformar una respuesta que vaya más allá de los silencios a las puertas de las instituciones, de las caras largas o de artículos como éste que, al final, como aquellas letras escritas con tiza sobre el enlosado de la Peregrina, acabarán borrándose bajo el sinsentido de esta sociedad.


Publicado en Diario de Pontevedra 14/11/2015
Fotografía. Tania Moreira

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