luns, 12 de outubro de 2020

La puerta de Manel


[Ramonismo 39]

Manel Loureiro nos hace traspasar un misterioso umbral literario con este thriller inscrito en la comarca del Lérez




Nuestra tierra aparece salpicada de relatos y narraciones que surgen de una oralidad que se ha ido transmitiendo desde la noche de los tiempos hasta nuestro tiempo. Narraciones que forman parte de una identidad que tiene a la muerte y a los cultos y ritos que la rodean como uno de sus mayores exponentes.

Son tantos, tan fecundos y variados, que es extraño que no hayan sido más los autores de ficción que metan su pluma en ese tintero como inspiración para sus obras. Vivimos tiempos en que un buen puñado de novelas en los últimos años se han decantado por un género como el del misterio, el thriller o el suspense, llámenlo como quieran, que nos evaden con su lectura, sin demasiadas pretensiones, de nuestra cotidianeidad. Una escritura que, como toda la que se realiza dentro de cualquier propuesta literaria, puede ser mejor o peor todo depende de la destreza y las capacidades de su autor por trasladarnos a una historia determinada y a todo aquello que forma parte de ella, ya sean escenarios, protagonistas o acciones.

El que esto suscribe debe confesar, ante todo, que no es muy devoto de estos textos y rara vez cae en alguno de ellos, pero esta ocasión y debido a no sé todavía bien a qué fuerza telúrica me aproximé a ‘La puerta’ de nuestro vecino Manel Loureiro. Tras pasar varias páginas, y ya completamente empapado, me di cuenta de haber cruzado un peligroso umbral, el de una literatura de la que el lector (o por lo menos ciertos lectores) quizás no esperen demasiado, pero que si se arma con la destreza adecuada se convierte en unas horas de disfrute y de evasión con un libro entre las manos y eso siempre es de valorar. Lo cierto es que esa historia, las idas y venidas de sus protagonistas, sus paseos pontevedreses, y el intentar aclarar una narración que cada vez se iba oscureciendo más y más me tuvo durante dos días devorando ese relato sin prestar atención a demasiadas cosas más. Eso es algo que no siempre se puede decir de un libro, que tenga esa capacidad de fascinación hasta el punto de que estés intentando sacar minutos de cualquier actividad para dedicarte a continuar esa historia y que el libro se convierta en un apéndice más de tu cuerpo, acompañándote allá donde vayas.

En realidad, desde que Raquel llega a Galicia, una agente de la Guardia Civil que se desplaza desde Madrid buscando una desesperada solución para su pequeño hijo, desahuciado por la ciencia, se compone, o mejor dicho descompone, un puzle lleno de piezas por armar y en cuya solución acompañaremos a esta mujer entre dos escenarios. El del rural de Cotobade, lleno de misterios en una aparentemente despoblada aldea, y el urbano, el de una Pontevedra cuyos rincones asoman por este libro que hace de nuestra ciudad una parte esencial del relato, incluyéndose en esa larga serie de textos que han convertido a Pontevedra en inspiración para sus páginas.

Manel Loureiro se ha forjado en la literatura fantástica con su exitosa trilogía ‘Apocalipsis Z’, sus relatos han hecho de títulos como ‘Los días oscuros’, ‘La ira de los justos’, ‘El último pasajero’ o ‘Fulgor’, libros de referencia en ese género que pone el pie en la intriga, el terror o el misterio. Con ‘La puerta’ Manel Loureiro recupera uno de esos ritos mágicos que mencionaba al principio de este texto. En este caso uno que conoce bien por sus orígenes cercanos a ese espacio ubicado en el Monte Seixo, un lugar de culto prehistórico que se ha ido manteniendo vivo hasta nuestros días en el que se habla de la existencia de una puerta que une dos mundos, el de los muertos y el de los vivos. Un paso en el cual todavía hoy se pueden encontrar ofrendas allí depositadas manteniendo firme esa creencia.

A partir de ese imán Manel Loureiro proyecta una historia de misterio en el que a Raquel Colina la ayuda un compañero muy especial y ambos se lanzan a encajar todas esas piezas. Manel Loureiro logra que nos subamos a ese Todoterreno de la patrulla para movernos por las pistas del rural, pero también, junto a ellos, recorreremos una Pontevedra con un punto mágico por su despoblamiento de coches, que tan nervioso pone a alguien procedente de Madrid, y llegaremos a la estatua de Valle-Inclán con la lengua fuera, y nos sorprenderemos con los productos que se venden en nuestro reformado Mercado, recordaremos nuestra infancia lectora con la Casa de los Fonseca, la antigua biblioteca de Pontevedra, y tomaremos un café en el Café Moderno y, como no, leeremos el día a día de la ciudad en Diario de Pontevedra, todo ello mientras misteriosas sombras se proyectan sobre nosotros, y es que en un mundo de piedras húmedas y miradas tras las ventanas todo puede suceder y nada es lo que parece.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 10/10/2020

 

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