martes, 11 de abril de 2023

Aprender la pérdida

 

[Ramonismo 148]

'Los daños’ emerge de lo vivido como una gran ballena blanca sobre cuyo lomo observar los rasponazos del tiempo


ESTREMECE adentrarse en el libro de poemas de Lorenzo Oliván, ‘Los daños’, editado por Tusquets, por aquello de reconocer a un hombre que no duda en buscar, en diferentes horizontes, la explicación a un presente que necesita revisar un pasado en el que las heridas son la dimensión que permite calibrar cuál es su estado actual.

Recorre todo el libro un sentimiento de desconsuelo y de desconcierto que precisa encontrar esa brújula que adquiere un carácter terapéutico a la hora de establecer un nuevo horizonte vital. De nuevo asoma la palabra horizonte y es que este poemario si algo es es un libro de horizontes. Y no es extraño en un poeta que, nacido en Castro Urdiales, tiene ante sí un inabordable horizonte desde esa costa cántabra convertida en permanente atalaya hacia lo inesperado. En esa sensibilidad permanente ante la sorpresa emerge una ballena, digamos blanca, en forma de pasado, en forma de una superficie que volver a rastrear para encontrarse a uno mismo.

Pocas dudas tenemos ya sobre la poesía como ese lugar en el que encontrar las palabras para aquello que muchas, demasiadas veces, no sabemos nombrar o explicar. Un permanente ajuste de cuentas con la realidad donde su autor exorciza demonios y conjura sombras para poder liberar su mirada de todo aquello que le puede perturbar ante lo que se reconoce sobre aquel níveo lomo.
A pocas horas de festejar su día Lorenzo Oliván la celebra como lo viene haciendo desde aquellos primeros libros publicados en los años noventa, con los que se sucedieron diferentes premios, como el Nacional de la Crítica en 2015, por su ‘Nocturno casi’. Traductor de referentes como John Keats o la inmensa Emily Dickinson, de la que aguardamos con impaciencia la publicación el próximo mes de su antología ‘Una ardiente bruma’, dirigida por Lorenzo Oliván, en Edelvives. Ha realizado una valiosa labor ensayística alrededor de nombres como el de José Hierro, tan ligado a Santander, siendo también promotor de revistas y ciclos de poesía. Por lo tanto, pocos nombres nos vienen mejor para rendir cuentas ante la poesía en estos días, vínculo que Lorenzo Oliván corona ahora con este espléndido libro, sin duda, uno de los más sólidos publicados en nuestro país en los últimos tiempos.

De nuevo en él, Lorenzo Oliván trabaja de manera estudiada su estructura, con ese primer poema que abre una especie de espacio tiempo, una distancia con ese horizonte que se mantendrá en permanente tensión a lo largo de las páginas sucesivas. El segundo de los capítulos, ‘Raíces’, comienza con varias prosas aludiendo a nuestro origen, al sentido y la necesidad de expresión del hombre primitivo. Cavernas, manos impresas en sus paredes o el barro como materia permiten abrir todo un itinerario temporal que hace de los sentidos y la creación los dos extremos de un paréntesis con el que puntear esa línea del horizonte, sobre él la naturaleza y las propuestas artísticas de nombres como Bach, Tapies, Chillida o Balthus, convierten arte y naturaleza, con la inmensa figura del árbol, en yesca que alumbre en la oscuridad y firme compañía ante la incerteza.

Continúa el libro con ‘Los daños’ para hacer de este hatillo de poemas una sima en la que entender que «vivir consiste en aprender la pérdida» y que «la piel-hoy más que nunca-es lo más profundo», dos frases en las que uno se acogería eternamente y en las que se entiende ese don de la poesía para visibilizar aquello de lo que normalmente rehuimos de manera cobarde, porque sabemos que nombrar es nombrarnos también a nosotros.
Tras reconocer una serie de huellas, de caminos, silencios, oscuridades e intemperies, llegamos al desenlace, a un ‘Final en desbandada’ que no deja de ser el último horizonte: la «persona en ruinas», el «yo saldado», el «absurdo atlante de mí mismo» , escribe el poeta, en una emocionante afirmación de la sombra con la que luchamos y que precisa ser alumbrada. Para ello la poesía hace su milagro, el de ver donde los demás no vemos, el gestionar una realidad desde una perspectiva no planteada y que estos días celebramos como cada 21 de marzo.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 18/03/2023

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