mércores, 25 de maio de 2011

Espíritu de superación

El Palacete de las Mendoza o lo que es lo mismo el Patronato de Turismo de Pontevedra acoge en su sala de exposiciones una muestra del pontevedrés Kike Ortega. Una exposición que confirma el trabajo decidido y apasionado de este creador, arquitecto de formación, pero comprometido hasta las trancas con la expresión plástica. Tras diez años de experiencias esta muestra supone un paso firme en su intención de hacer de la creación su mundo. Un mundo en el que vive las 24 horas del día y que ahora nos invita a conocer.



Mirada. En la fuerza de esa mirada se recoge todo el espíritu que trasciende tras la exposición de Kike Ortega. Una mirada donde ese protagonista de varias de las piezas nos cita directamente, sin intermediarios, frente a frente. Es la visualización de la mirada del propio artista que nos coge de la pechera para que nos pongamos en el lugar preciso. Kike Ortega necesita al público, su contacto con él es fundamental, y el arte deja de ser arte si no es contemplado. De ahí que la implicación del espectador con esta obra es fundamental para su desarrollo, para su éxito final.
Aboga el artista por generar un recorrido, un itinerario que sirve para enriquecer una sala, en demasiadas ocasiones huérfana de este tipo de intervenciones. Kike Ortega le saca un gran partido y así sus piezas cobran una nueva dimensión, una coherencia que nos permite enfrentarnos a sus últimos trabajos, pero también a piezas anteriores pero que permanecen íntimamente ligadas a las del hoy.
Volvemos de nuevo a esa mirada, a esa inquisición hacia el espectador. Ese sujeto con aire británico representa los logros de la vida, la persona a la que la sociedad respeta, quien con un bombín lo ha conseguido todo, pero antes de eso ha habido esfuerzo y abnegación, pero sobre todo trabajo, mucho trabajo, la única receta para llegar a la meta. Kike Ortega lo sabe, diez años trabajando duro para hacerse un nombre, él que es arquitecto, pero al que el arte plástico ha ganado para aprovechar sus virtudes. Ahora que los frutos llegan, y nada mejor que esta exposición para comprender la valía y el lugar que puede llegar a alcanzar su obra, es cuando el artista necesita mirar hacia atrás y recoger una pala o un código de Derecho para incrustarlos en la obra junto al hombre del bombín. Una especie de experimento visual sobre signo y significado, y como cambia la obra según el elemento que en él se integra. El cineasta y teórico del montaje de cine soviético Kulechov había demostrado el cambio de significado de las mismas imágenes cuando se alteraba su orden, Kike Ortega se acoge a la fuerza de aquel ‘cine-ojo’, porque su obra es una obra de fotogramas, de planos llenos de una inusual fuerza. Su destreza para la línea, el trabajo anguloso de su formas engarza de manera magistral con el valor de la textura en la que se integra. Aquí surge otro de sus elementos destacados a la hora de hacer arte, la redimensión de las materias, el reaprovechamiento de elementos cuya vida estaría ya agotada  y que él resucita mediante su función como soporte de la pieza. Pero no un simple soporte, sino que sus capacidades visuales se incorporan a la propia obra. Es así como maderas, planchas de prensa, cartones, telas, bidones o baldas de estantería se aprovechan para tal fin.
A partir de estos elementos, es como Kike Ortega ha articulado su discurso visual, pero también un discurso interno lleno de matices y de partes que al final conforman un todo que sorprende por su efectividad y contundencia. El espectador puede pasar un buen momento acercándose a esta exposición, pero también el público debe implicarse ante una obra donde se integran elementos como la violencia, el esfuerzo, la soledad, la incomprensión, el desequilibrio y que deben incidir aún más en nuestra respuesta, no sólo como consumidor sino como público pensante.




Publicado en Diario de Pontevedra 22/05/2011
Fotografía de Paula Iglesias

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