luns, 29 de decembro de 2014

Balcones literarios



Pocas situaciones son más emocionantes en el mundo de la literatura que las provocadas por un escritor de calidad y con un extraordinario manejo del lenguaje cuando éste se asoma al balcón de su pasado. Cuando realiza un ejercicio arriesgado (siempre lo es cuando uno se enfrenta a su pasado) de recuperación de la memoria propia, íntimamente ligada al ámbito familiar y de recuperación de un tiempo al que no demasiadas veces solemos pararnos a mirar de frente a lo largo de la vida.
Luis Landero ha decidido en su último libro asomarse a ese balcón, visualización del interior de su vivienda familiar y el exterior de la calle o del mundo en el que desarrolló su vida a lo largo de sus diferentes edades. Y lo ha hecho, como se deduce de sus palabras, en un momento necesario, en un orillamiento de su obra literaria que, al parecer, se encontraba en un momento de dudas y miedos sin tener muy claro por donde debía discurrir. Sin encontrar las palabras necesarias para un nuevo arreón literario el autor decide explorar su propio pasado y construir así un relato maravilloso. Un libro extraordinario que enseguida te cautiva al detectar una sinceridad y una franqueza en lo narrado que te pone la piel de gallina y en el que esa primera persona te va abriendo etapas de una vida, pero también etapas de un país que se reconoce perfectamente a través de esas experiencias ligadas a la realidad social, económica o histórica de cada uno de los  momentos vividos por el autor y que dividen el libro en sus diferentes capítulos.
Ese paisaje social tiene su contrapunto en el paisanaje que rodea al niño, al joven y al adulto que busca respuestas a las preguntas que el tiempo va sedimentando en nuestro carné familiar. Preguntas para conocer a los que uno cree que conoce desde la infancia, pero que, sobre todo llegado un cierto momento, necesita alumbrar esas zonas oscuras que uno nunca ha querido reconocer y otros, sus protagonistas, tampoco han considerado necesario que fueran iluminadas. Las relaciones, siempre complejas, con la figura paterna; la devoción por el sacrificio materno... o los diferentes familiares o amistades, tejen una red que envuelve al autor en este ejercicio que no ha debido ser fácil realizar. Pero esa necesidad estaba ahí, y quizás la imposibilidad de encauzar un relato novelesco haya sido la espoleta precisa para activar ese pasado y sumergirse en él. Rehacer ese camino pudo ser costoso, pero el resultado, por lo menos desde el punto de vista del lector, y sobre todo de quien esto firma, podemos acertar a decir que no ha sido en balde.
No me he asomado demasiadas veces al balcón literario de Luis Landero, pero creo que ya no me retiraré de él. Seguiré mirando hacia fuera, hacia esos libros que vendrán, la inspiración volverá; pero también recuperaré esos textos pasados que, al fin y al cabo, también forman parte de ese otro balcón.





Publicado en Diario de Pontevedra y El Progreso de Lugo 28/12/2014

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