martes, 16 de xaneiro de 2018

Una reflexión de la tesis a la pared

Rue Saint-Antoine nº 170
Arte. María Prada completa la presentación de su tesis doctoral en la Facultade de Belas Artes de Pontevedra con un proyecto artístico que visibiliza, en las paredes de la Sala-X, los argumentos que deberá defender próximamente ante un tribunal. Surge así una exposición que es pura reflexión desde lo artístico sobre los libros de artista y sus secretos.


María Prada es arquitecta, pero ahora está volcada en la defensa de su tesis doctoral en la Facultade de Belas Artes de Pontevedra, lo que evidencia las posibilidades de esta carrera artística para sumar a personas de otros universos, de otros mundos profesionales y personales, (como también ocurrió, no hace demasiado, con la exposición de Luis Bueno, médico de profesión y también doctorando), y relaja esa condición asumida por la sociedad de una facultad como el paso siguiente de alumnos que acabaron el Bachillerato. Así las cosas María Prada indaga en su labor artística sobre aquello oculto, sobre cómo lo visual puede desdoblarse y analizarse desde una multiplicidad de miradas que hacen que lo que vemos, o lo que se sitúa ante nosotros, no tenga una única posibilidad de percepción.
The private case’, título que toma la exposición de aquellos recintos cerrados que en grandes bibliotecas acogen, como una especie de cámara secreta del tesoro, a ciertos libros entendidos como peligrosos, es la muestra que se exhibe en la Sala-X de la Facultade de Belas Artes como una parte más de ese proyecto de estudio y análisis que es una tesis doctoral, una reflexión más de lo artístico que parte del propio objeto como material de experimentación y que acaba convertida en obra de arte. Las diversas piezas que en diferentes soportes y formatos se muestran en este espacio que estará abierto hasta el 21 de febrero son una interpretación de esa idea de desajuste o de recomponer visualmente una realidad. Desde el collage hasta el vídeo se procura materializar ese desequilibro entre lo que es y lo que parece, entre lo que hay a simple vista, y aquello que va surgiendo cuando nos paramos a reflexionar sobre alguna realidad.
Una relación entre lo visible y lo invisible que se extiende a la propia sala de exposiciones dada su disponibilidad de espacios, con un pequeño recinto cerrado en el cual se ofrecen esos libros del artista, que son los empleados por la propia creadora. Un abismo al que caemos sumergidos en la oscuridad pero que inteligentemente se presenta como una filmación en la que vemos como se pasan esas páginas para asomarnos a su interior. Como complemento, la reproducción de varias páginas de libros y textos en los que la mirada se centra en las citas a pie de página, que al fin y al cabo no dejan de ser otro espacio dentro de una página, una puerta abierta a otro recinto de pensamiento. Citas que te abren a una nueva complejidad, a una mirada que se expande al modo del estudio realizado a finales de los años setenta sobre la escultura por parte de Rosalind Krauss. Texto y cita, partes de una misma realidad, pero que se bifurcan en un momento dado.
Lo mismo sucede en otros ejercicios plásticos en los que María Prada continúa analizando esa capacidad del arte por sorprender y en ocasiones por hacer de la ironía un igrediente. Así toda una serie de pequeños collages que salpican la pared principal de la sala se evidencian como agradables juegos a partir de esa recomposición visual que te permite reconocer una nueva realidad. Arquitecturas, figuras humanas, mapas... son el soporte para visibilizar todo aquello que forma parte del corpus de pensamiento de la tesis doctoral de María Prada, ya que quizás esta sea la manera más eficaz de plantear las respuestas que la teoría en muchas ocasiones no es capaz de analizar de una manera tan evidente.
Estamos, por lo tanto, ante una exposición con un alto contenido conceptual, a la que hay que aproximarse con ganas de mantener una lucha con sus componentes, con esa capacidad de reflexión y de análisis de la propia realidad artística, tantas veces analizada, pero siempre con nuevas vetas de las que seguir extrayendo posibilidades de estudio. María Prada consigue algo muy complicado como es entender el espacio en el que trabaja y adaptarlo a sus propias formulaciones teóricas, y hacerlo, en ciertas obras, con materiales poco sofisticados o de uso bastante común, pero que aquí se alían para formar parte de un proyecto artístico que pone imágenes donde sólo había teorías, donde corporeíza ideas que, sin el objeto, serían como aquellos libros prohibidos guardados bajo siete llaves para salvaguardar a la sociedad de su ‘peligroso’ contenido, pero que una vez abiertos lo único que hacen es ofrecer esa otra relación con su objeto de estudio llena de matices y posibilidades para el ser humano y para su progreso. ‘The private case’ deja entonces de ser una rejilla inaccesible para convertirse en un espacio de sensaciones y de pensamiento, allí donde el arte se debate consigo mismo.



Publicado en Diario de Pontevedra 15/01/2018
Fotografías. David Freire.


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