luns, 20 de xullo de 2020

Un canto por México


[Ramonismo 33]
Natalia Lafourcade presenta, con su nuevo disco, un proyecto para apoyar la vigencia del legado musical del Son Jarocho



LA MEXICANA Natalia Lafourcade, además de ser una de las cantantes más reconocidas de su país, es una de las artistas más comprometidas con la supervivencia del riquísimo folclore musical mexicano. Cuando son muchos los que se envuelven en banderas de defensa de su país pero de una manera demasiadas veces de cara a la galería, Natalia Lafourcade lleva varios años testimoniando esa pasión por sus raíces con diferentes proyectos que buscan siempre activar los sentidos de sus paisanos, y de más allá de sus fronteras, en la necesidad de mantener vivos esos sones.
Uno de ellos, abierto al espectacular Caribe, es el Son Jarocho, procedente de la ciudad de Veracruz, territorio siempre en la deuda eterna de tantos españoles que a él llegaron huyendo del fascismo triunfante en la Guerra Civil, pero al que también llegó, décadas antes, nuestro paisano Valle-Inclán, en su inolvidable periplo por lo que bautizó como ‘Tierra Caliente’.
Con numerosos discos de éxito, con triunfos clamorosos en los premios Grammy, y todo ello pese a nacer en 1984, Natalia Lafourcade publica este disco, titulado ‘Un canto por México’, con cuyos ingresos busca ayudar en la reconstrucción del Centro de documentación del Son Jarocho en Veracruz, afectado por el terremoto de 2017. Un centro que trabaja en esa preservación, estudio y difusión de esos ritmos activando a músicos indígenas y diferentes artistas para mantener vivo un legado del que muchos artistas famosos nutren sus discos y sus giras.
Tras varios conciertos, con uno muy especial celebrado en el Auditorio Nacional de Ciudad de México, Natalia Lafourcade impulsó este disco entendido como un abrazo a la vida, tanto de ella hacia la música que la rodea desde chiquita, como hacia aquellos que escuchen y compren este trabajo que es una felicidad. Desde su versión del famosísimo ‘Cucurrucucú paloma’, con el que se cierra el disco, pasando por maravillosas canciones nacidas bajo la cálida brisa de ese refulgente Caribe, como ‘Mexicana hermosa’, cantada con Carlos Rivera, ‘Para qué sufrir’, junto a Jorge Drexler, o ‘Mi tierra veracruzana’, junto al grupo Los Cojolites, uno de los más afectados por los efectos de aquel seísmo y con una participación esencial a lo largo de todo este trabajo.
Desde este lado del Atlántico y con el cariño por aquel país tan especial para nosotros, estos sones mexicanos son una bendición, un canto alegre en momentos que no lo son tanto y que se escuchan con la complicidad con aquellas tierras hermanas y que los que las hemos pisado no olvidaremos nunca, recordándola por la amabilidad de sus gentes y por todo un enorme patrimonio cultural, natural o gastronómico que hace imposible el no enamorarse de México. Así es como cada vez que escuchamos estas músicas sentimos su capacidad de transportarnos hasta el país azteca, y hasta parece que vemos a las mujeres con sus trajes jarochos danzando, moviendo sus faldas blancas, mientras los tacones golpean el escenario.
Músicas del mundo que necesitamos conservar, intentar preservar frente a este entorno cada vez más globalizado y uniforme en tantas cuestiones que, sin embargo, solo desde esta pureza, tiene sentido para disfrutar la vida o, tal y como se despide Natalia Lafourcade en su disco: «¡Gracias vida, vámonos lejos!»


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 18/07/2020

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