xoves, 30 de xuño de 2011

La cima más alta




Es la cita deportiva del verano, incluso de un año sin Mundial de Fútbol y sin Juegos Olímpicos. El Tour de Francia se erige edición tras edición como el deporte en su grado más extremo, en una competición de colosos secundados por paisajes maravillosos y cumbres sembradas de historias a lo largo de tantos y tantos ascensos y descensos.
Tantos como los cien que se cumplen desde que los corredores subieron una de esas cumbres míticas, el Galibier. Un estremecimiento de piernas parece traer consigo el nombrar a la montaña que dejará decidida la carrera en esta edición tras dos pasos por ella, siendo en uno de ellos final de etapa. Allí arriba, a 2.645 metros de altitud, récord absoluto de la historia del Tour y superando al Granon (2.413 metros) que se subió en 1986, rodeados de nieve en pleno julio, de nubes que flanquearán a los héroes es donde se dilucidará el duelo. Uno más. Porque el Tour se escribe a través de sus duelos: Lemond-Fignon, Anquetil-Mercx, Indurain-Chiappucci, Armstrong-Contador... Y cito el de Indurain y Chiappucci porque de esa primera lucha entre ambos en el Tour de 1991, por lo tanto veinte años hace de esa fecha, nació el primer triunfo del pamplonica, el primer triunfo en el Tour de Francia algo que se convertiría en costumbre en los noventa. Pues de esos duelos es de los que vive la carrera francesa, y en ese Galibier será donde Contador (29 años) y Andy Schleck (26 años) definan el suyo, como en los dos últimos años. En el primero de ellos fueron 4:11 minutos los que a favor del español le hicieron llegar con la casaca amarilla a los Campos Elíseos, en el segundo la diferencia se redujo a tan solo 39 segundos, es por ello que este Tour será muy especial. Habrá que ver si esa distancia se sigue reduciendo, si el esfuerzo en el Giro de Italia por parte de Contador le pasa factura o si la preparación a conciencia, sin apenas competir, del luxemburgués, sirve para aproximarse al que sin duda es el mejor ciclista en la actualidad y al que el propio Ivan Basso definió hace unos días como el más fuerte de todo el pelotón y que si está al nivel exhibido en el Giro será muy difícil vencerle.
Con este panorama arrancará el próximo sábado el Tour de Francia, bajo el signo de ese duelo, pero también con todo lo que suele arrastrar esta carrera: etapas en línea llenas de peligros inesperados, altas temperaturas, ritmos frenéticos desde el primero al último día; las dos grandes cordilleras del ciclismo, en esta edición subiendo primero los Pirineos y después los Alpes, y junto al ya citado Galibier la siempre hermosa y épica subida a Alpe-d’Huez, y las sorpresas, porque, ¿qué es un Tour sin sorpresas?, sin algún corredor que inesperadamente acose a los favoritos; o algún equipo que ponga patas arriba la carrera, atención este año al Euskaltel; o con algún ‘gallo’ que se quede fuera de juego a las primeras de cambio... así se ha escrito la historia de esta carrera que tal y como la entendemos hoy llega a su 98º edición.
Pocos eventos pueden sumar tantas batallas en su currículum, pero el Tour lo ha conseguido, con pocas variaciones desde su origen, permaneciendo fiel a aquellos pioneros que subían con las gomas a la espalda en un enfrentamiento a pecho descubierto con la altura y unas superficies inimaginables en estos tiempos. De aquellos polvos vienen estos lodos y desde el día 2 asistiremos a un capítulo más del deporte más hermoso y duro que hay, porque el ciclismo es eso, deporte, puro deporte.

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