sábado, 12 de decembro de 2020

La poesía arde mal

 

[Ramonismo 48]

En los días en que Louise Glück recibe el Nobel de Literatura España se ha convertido en una pira funeraria de su poesía



ACABA este odioso año 2020 y lo hace con una de sus citas habituales, la entrega de los premios Nobel, que, en el caso de la Literatura ha recaído en una poeta, y mujer. ¡Vamos, un delirio!, para vergüenza de la humanidad, al ser la número 16 de los 117 premiados en la historia de los Nobel en esta disciplina. Unos premios que siempre se mueven entre la oportunidad para reivindicar algún nombre desconocido del orbe literario, o así puede entenderse desde la altiva mirada de Europa; o concederlo a algún nombre indiscutible a nivel mundial y conocido, incluso en los lugares más recónditos del planeta.

Este año se ha dado una especie de mezcla de los dos aspectos. Por un lado un nombre que los lectores de poesía que saben de ella aplauden con unanimidad y emoción, mientras que para los no muy duchos en el género poético, el nombre de la norteamericana Louise Glück (Nueva York, 1943) les suena de la misma manera a como tantas otras veces suenan autores africanos o asiáticos, galardonados con dicho premio.

Es por esta circunstancia de lo ignoto cuando muchas veces este premio se convierte en un feliz umbral que traspasar. Una entrada a un universo desconocido pero lleno de esa magia que aporta la ingenuidad y el descubrimiento. Echarse a la poesía de Louise Glück tiene mucho de bautismo, de salir de unas aguas purificadoras a través de una poesía limpia, sin estridencias, con una fuerte tensión entre la naturaleza y la tradición aportadas por las culturas clásicas. En esa intersección se sitúa esta poeta poco difundida en Europa y que en castellano ha tenido la fortuna de que una de nuestras grandes editoriales poéticas, la valenciana Pre-Textos, se fijase en sus obras para incorporarlas a su catálogo y, por extensión, a nuestras letras.

Catorce años después y siete poemarios editados como acostumbra a realizar esta editorial, es decir, de manera primorosa, se han visto paralizados a los pocos días del anuncio de la consecución del Nobel. Un hecho que casa mal con la propia poesía, con esa sensación de que los dineros poco tienen que ver con los versos. Pero lo prosaico, ahora que llegan los dólares de la Academia Sueca, ha horadado la palabra poética y las huestes de Louise Glück han mandado parar (siempre bajo el libérrimo derecho de la autora de hacer con su obra lo que le venga en gana), y no sólo eso, al retirar sus poemarios de la imprenta de Pre-Textos y la búsqueda de nuevos horizontes de negocio, sino que han ordenado que se quemen los ejemplares de sus libros que no han sido vendidos. En Galicia sabemos bien, como nos dice Manuel Rivas, que los libros arden mal, cuanto más la poesía, siempre fresca, siempre lozana, palabras húmedas imposibles de consumirse bajo las llamas del fuego inquisitorial. Es paradójico pensar que en España, rincón donde su poesía sí fue lo apreciada y difundida que lo puede ser hoy en día la poesía-con sus modestas cifras de impresión y ventas-, sea donde se levanten las nubes de humo de sus metáforas, con sus palabras delicadas a la vez que esbeltas y sus imágenes cadenciosas bajo unas estrellas que amparan toda su poesía. ¡Qué pena!

Llevo unas semanas saldando mi deuda lectora con esta poeta tan desconocida para mí, y lo he hecho desde tres libros con una cierta distancia cronológica entre ellos. El primero ‘Averno’ (2011), que ella misma ha recomendado para introducirse en su poesía; el segundo ‘Praderas’ (2017), el texto que parecen reclamar sus devotos como su mejor obra y, por último, su obra más reciente, publicada este mismo año, ‘Una vida de pueblo’. En todos ellos se adentra el lector en una trascendencia de la palabra que explica nuestro mundo desde una voz íntima repleta de fuerza y energía, imbricada en la naturaleza y perfilando a un ser humano contenido en lo mitológico, en esos elementos de la naturaleza con los que dialogar, donde el sufrimiento y el amor articulan una poesía aparentemente frágil pero que como el junco al paso del viento rápidamente recupera su envidiable firmeza.

 

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 12/12/2020


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