domingo, 3 de outubro de 2021

Vengo del mar

 

[Ramonismo 83]

Aurora Luque reúne su poesía en ‘Carpe amorem’ donde la palabra exalta el amor y el deseo bajo un velo clásico



He pasado buena parte del verano lector haciendo un cabotaje por diferentes costas griegas. Trayecto en el que descubrí a un poderoso autor, Theodor Kallifatides, del cual ya no me despegaré jamás; regresado a algunas páginas del ‘Corazón de Ulises’ de Javier Reverte; leído ‘El silbido del arquero’ de una Irene Vallejo culpable máxima de reverdecer estos laureles helenos y, en cuanto a la poesía, rescaté del estante cada vez más embravecido ‘Aquel vivir del mar’ en el que la poeta, filóloga clásica y traductora, Aurora Luque, selecciona y analiza la obra de varios de los poetas clásicos del universo griego que tantos senderos, o mejor dicho, tantas travesías han propiciado a lo largo de los siglos.

Una de esas travesías es la de la propia Aurora Luque, poeta que descubrí gracias a sus ‘Gavieras’, poemario editado en Visor que tan merecidamente recibió el prestigioso Premio Loewe. A partir de ahí Aurora Luque es ya mi gaviera particular, una mujer que otea el horizonte para descubrir palabras, caricias, sensaciones y paisajes absolutamente maravillosos y que solo la palabra poética es capaz de descifrar en una permanente vuelta al mar. Esa antología editada por Acantilado, ‘Aquel vivir del mar’, en la que se fija ese mar en la poesía griega en una antología que va de Homero a Hesíodo, pasando por nombres más desconocidos como Arquíloco o Simónides y, como no, esa figura maravillosa de la nuestra protagonista es toda una experta, Safos, la poeta de Lesbos, la primera escritora de la literatura europea y a la que Aurora Luque dedica otro libro en este mismo sello, ‘Safo. Poemas y testimonios’. Es toda esa memoria poética la espuma de la que se nutre también la poesía de Aurora Luque, capaz de evocar todo aquel universo, aquella sensualidad mediterránea sobrevolada de manera permanente por Cavafis, pero a la vez traerlo a nuestro tiempo, depositarlo frente a una mirada que hoy exige, desde la vitalidad del amor que proclama la poeta almeriense, orear una época con demasiadas sombras y un aire cada vez más viciado.

«Pondré mi oído en tu cuerpo./ Pondré mi verso en tu oído./ Pondré tu cuerpo en mi verso», es el ‘Círculo vicioso’ que convierte en poema Aurora Luque en una de las páginas de ‘Carpe amorem’, la segunda edición de una antología ampliada de su obra que la editorial Renacimiento nos presenta en esa colección de nuestra poesía ya imprescindible con su colorido exterior y un tamaño muy agradecido para convertir cada volumen en una compañía en el día a día. Desde esa compañía Aurora Luque nos convoca a una poesía seductora, a una fiesta de los sentidos que hace de lo lúdico un magma para nuestra lectura. La evocación de un pasado del que deberíamos dejar de distanciarnos desde nuestra sociedad y potenciar, cuando no recuperar, nuestros rastros clásicos en el sistema educativo, alimentar a nuestros jóvenes con este néctar inagotable que, desde lo literario, lo artístico, lo filosófico o las lenguas clásicas son parte de nosotros mismos y nos explican mucho mejor que posteriores derivas que cada vez más nos alejan de un humanismo al que nunca deberíamos renunciar como colectivo. Hacer pie en la poesía de Aurora Luque conecta no tanto con ese pasado sino con una realidad placentera y cada vez más necesaria hoy como bálsamo.

La presencia del mito, la solidificación del amor y todas sus turbulencias llenan las velas de este libro que la propia autora articula siguiendo sus palabras desde el «deseo de nombrar el amor». Así es como el roce permanente entre la palabra y el amor genera una serie de espacios en los que situarnos, en los que hacernos presente en unos poemas que, en ocasiones, viniendo desde tan lejos, se acercan a nosotros de una manera escalofriante. Todo ese destilado horaciano hace de lo epicúreo bandera, con Safo como agitación poderosa en la declamación de lo femenino, reclamando así una óptica personal capaz de trascender a lo establecido. Una rebeldía de la mirada que afirma el carácter erótico de estos poemas que como naves surcan un mar de emociones y deseos que a través de la memoria se estrella contra los altos acantilados de nuestra resistencia a otear allí de donde procedemos, allí donde se encuentra la razón de ser de nuestra existencia completamente pervertida por el paso de unos siglos no siempre beneficiosos para nuestra piel, esto es, para nuestra capacidad de sentir lo que significa el mundo y un entorno natural cada vez más deprimido por nuestros actos.

Hacerse a la mar en cada poema de Aurora Luque es generar un espacio de resistencia, un tiempo detenido para iluminar el presente. «El tiempo se detuvo/ ante una luz./ Y he de cambiar mi sangre/ por el espacio mítico/de un sueño», escribe la poeta, y lo cierto es que sea sueño o no, cada uno de estos poemas es un faro que ahuyenta la oscuridad.

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 2/10/2021


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