domingo, 19 de setembro de 2021

Seguir vivo... o no

 

[Ramonismo 81]

Fernando Aramburu en ‘Los vencejos’ nos acerca a los últimos días de un hombre frente al desencanto de la vida



TONI pone fecha a su final en este mundo. El 31 de julio, un año después de tomar esa decisión, este profesor de instituto, separado de su mujer, con un hijo, una perra y un único amigo, dirá adiós a una vida que cada vez aborrece más. «La vida me parece un invento perverso, mal concebido y peor ejecutado. A mí me gustaría que Dios existiera para pedirle cuentas. Para decirle a la cara lo que es: un chapucero». Así nos recibe, a las pocas líneas de empezada, esta novela de Fernando Aramburu, editada por Tusquets que, a partir de ahí, y a lo largo de sus casi, casi, setecientas páginas, se dedica a visualizar este último año de vida a través de la escritura de un relato propio que busca explicar el porqué de esa decisión y cómo todo lo que le rodea le aboca a desaparecer de un entorno cada vez más incómodo.

El fracaso de su matrimonio, la decepción que supone su hijo, el enfrentamiento desde la infancia con su hermano, el desengaño del sistema educativo en el que trabaja... y un puñado de razones más van, progresivamente, minando una moral incapaz de remontar esa frustración, pese a aquello que le concede un instante de tregua ante el abismo: su perra, los libros y observar el vuelo de los vencejos. «Una buena lectura, un lengüetazo cariñoso de mi perra, la contemplación de unos vencejos en la luz del atardecer, eso me basta», apunta Toni en un momento de su Diario. Todo ello, junto con los caprichosos destellos de la amistad del que es su único anclaje de confianza con el ser humano, su amigo Patachula, se convierten en la última posibilidad de redención, de evitar un destino que le apartará del triste espectáculo del mundo en el que las personas y sus actos, tanto desde la esfera pública como desde la más privada e íntima, no hacen más que golpear a un Toni que, página tras página, día a día, en esa cuenta atrás, se va despidiendo de espacios físicos, de ámbitos humanos, de sus libros, sus queridos libros, en definitiva, de una sociedad en la que cada vez se evidencia como más inadaptado y que se vuelve extraña y agresiva para quien no dudaría en convertirse en una de esas aves que durante toda su vida no se posan en lugar alguno, volando permanentemente, menos cuando es el tiempo de la crianza de los polluelos. Los vencejos emergen como una poderosa metáfora de esa distancia necesaria con nuestro mundo, de la capacidad de observación desde las alturas y la posibilidad física de involucrarse lo menos posible con nuestro sistema vital a pie de calle.

Ese espacio de vida de nuestra contemporaneidad también se abre al escrutinio de Toni y poco le ayuda a recobrar el ánimo. Un depauperado sistema educativo en el que nuestros jóvenes se abocan a un futuro incierto, unos políticos generadores de ruido y escasos de generar confianza en el ciudadano, el obsceno papel de no pocos medios de comunicación, el conflicto de Cataluña... situaciones de nuestros días que Fernando Aramburu incorpora en su relato como algo más que una pincelada fugaz, enmarcando el relato, acercándolo al lector y destilando, a través de esas miradas, una ironía que por otra parte es marca identitaria del autor. Del mismo modo todo el libro se tiñe de esa voz tan singular de Fernando Aramburu, la que nos cautivó a muchos con títulos como ‘Ávidas pretensiones’, ‘Autorretrato sin mí’ o ‘Las letras entornadas’, la que supuso un pelotazo más que merecido con ‘Patria’ y que aquí nos desarbola como lectores afines a su discurso con un personaje lleno de sombras, oscuro, y hasta odioso en sus comportamientos sociales desde el que, a buen seguro, el propio autor nos quiere incomodar en muchos momentos ante sus palabras y actos. Una tensión que brota en muchos instantes de estas numerosas páginas que en ocasiones se hacen demasiadas, pero que en su cantidad también te producen esa mímesis con el personaje en el agotamiento ante lo que le rodea y que llevará a ese punto final, a un desenlace lleno de recovecos que debemos descubrir. Aves de paso bajo cuyo vuelo la vida se mueve en unas coordenadas muy diferentes a las de la naturaleza y en un Madrid al que Fernando Aramburu regala una novela convulsa, amarga y descreída.

 

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 18/09/2021


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