martes, 13 de xullo de 2021

El perfume de la rosa

 

[Ramonismo 75]

La ganadora del Premio Reina Sofía de Poesía nos propone en su último libro una reflexión sobre el hecho de nombrar



ANA LUÍSA AMARAL nos adentra en su más reciente libro de poemas con una lúcida frase de uno de sus mayores objetos de estudio y conocimiento, William Shakespeare, perteneciente a Romeo y Julieta. «¿Qué hay en un nombre? ¿Si le fuera dado otro nombre a la rosa, sería menos dulce su perfume?». Una de esas sentencias que estallan en la cabeza al proponer todo un desafío que nos obliga a reflexionar sobre el poder de la palabra, la capacidad de nombrar las cosas y cómo ese nombre ejerce un dominio absoluto sobre lo representado.

Fernando Pessoa, en su inmensa heteronimia, se refería a la palabra como «una sombra deforme en el suelo del entendimiento», mientras que Ana Luísa Amaral habla del acto de nombrar las cosas como parte de un reducido oficio. Y así es como se nos conduce por ‘What’s in a Name’, editado en España por Sexto Piso, y designado el pasado año por la Asociación de Librerías de Madrid como el mejor libro de poemas de ese ejercicio. Un libro que reafirma a Ana Luísa Amaral en su vínculo literario con nuestro país y que se ha visto respaldado de manera definitiva con la concesión del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

What’s in a name’, traducido por Paula Abramo, sigue siendo, como todo libro de poesía para la creadora portuguesa, un reto para leer el mundo en clave de poesía, para hacer de la palabra y la aproximación poética una especie de traducción de una realidad cada vez más áspera, pero llena de momentos anclados en la memoria y el cariño, que son los que nos conceden un respiro ante los numerosos instantes traumáticos con que esta sociedad en la que nos movemos nos golpea, tantas veces sin la posibilidad de entender qué es lo que sucede, incapaces de hacer de la palabra un anclaje con el que balizar nuestra posición ante lo ignominioso.

Es así como en Ana Luísa Amaral, frente a poemas de un enorme horizonte, como los que sitúan nuestra mirada ante las crisis migratorias del Mediterráneo o la guerra de Siria, se presentan otros que surgen de esa cotidianeidad en la que el poeta también fija su mirada para entender lo que somos, para emocionarnos con las lecciones a una hija para aprender a montar en bicicleta, como antes lo había hecho su padre con ella, con la forma de una castaña o la muerte de un mosquito sobre un papel.

¿Cómo olería la rosa si su nombre fuera otro?, nos preguntamos entre los perfumes que emanan de sus poemas, entre el devenir de los mitos y el fluir del tiempo. «Tú me dijiste ‘escucha’,/queriendo decir ‘siente’», escribe la poeta en ese ánimo de estar atentos a «los oscuros asuntos del teatro en que vivimos todos», atentos a esa construcción cultural de cualquier entidad nacional: «contribuir al espacio/de mi lengua, gastando libros, versos y canciones:/conmovidos, un nacional producto (¿y yo?)/que se conmueve».

Es en esa conmoción en la que debemos reivindicar la obra de creadoras portuguesas que colocan al país vecino en una nueva dimensión a partir del valor y la energía de la cultura. Mujeres como la propia Ana Luísa Amaral con su Premio Reina Sofía de Poesía o la pintora Paula Rego, protagonista estos días de una impresionante muestra en la Tate Modern de Londres. Ambas hacen de su género exclamación de una identidad que tiene en sus obras un eco universal para, desde lo femenino, mostrar su compromiso con las mujeres y a la vez reclamar su posición en la sociedad.

Precursora de los estudios de género esta especialista en la poesía de Emily Dickinson arma su poesía desde la exigencia, como ella mismo afirmó estos días en una entrevista al diario luso Público realizada por Luís Miguel Queirós: «Cuando escribo un poema, no pienso si va a ser feminista, escribo porque tengo que escribir». Esa necesidad orgánica en relación a la elaboración del poema nos conduce a un discurso personal, en el que las palabras sencillas en su conjunción complican un escenario en el que lo fugaz, sin embargo, es capaz de aproximarse a la explicación de lo humano. Estamos ante una poesía meditativa, realizada en voz baja, desde lo íntimo, un universo en el que el lector se debe implicar para posicionar su punto de vista en el interior del poema, cuestiones estas no muy alejadas de las propuestas por su admirada Emily Dickinson. «En esta breve Vida/No más larga que una hora/Cuánto, cuán poco,/Nuestro poder atesora», escribe la poeta norteamericana, y desde ese poder es desde el que Ana Luísa Amaral nos presenta una obra llena de honestidad, de compromiso con su tiempo pero sin abandonar toda una tradición ética con la propia función de la poesía. Capaz de enfrentarse a todo lo que nos rodea, desde lo más inmenso a lo más frágil, pero con esa capacidad de señalar, de nombrar y situar las cosas en el mundo, posicionándose ante nosotros a través de la palabra o, sumando su propuesta a las palabras del imprescindible Pessoa: «Gosto de dizer. Direi melhor: gosto de palavrar».

 

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 10/07/2021


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