mércores, 10 de agosto de 2022

Antes no era ahora

[Ramonismo 123]

El debut literario de Arturo Muñoz es un sagaz relato sobre ETA y su entorno narrado de manera diferente a lo habitual




Sin duda el tiempo es el mejor tintero para poder escribir sobre lo que supuso la existencia de la banda terrorista ETA en nuestra sociedad. Un tiempo necesario para tomar distancia, para masticar acontecimientos llenos de rabia y de dolor, pero también para extender un foco de luz por toda una serie de elementos que muchas veces han quedado oscurecidos por los intereses o la visceralidad con la que muchos se acercan a esta cuestión que, de una manera tan dramática, afectó a nuestro país durante demasiadas décadas.

Es en esa aproximación, portando una especie de farol, donde la literatura puede aproximarse a territorios poco explorados desde el periodismo o la historiografía, pero necesarios para comprender todo el contexto en el que se desarrolló ETA, y que cuando esta se realiza, con rigor, manejando datos y de una manera seria y contundente, permite ampliar un ángulo de visión que, como en el caso de ‘Por un túnel de silencio’, nos ofrece muchas de esas variables no suficientemente, pero de una gran importancia, analizadas desde otros ámbitos.

No ha elegido un territorio sencillo Arturo Muñoz para su primer libro que, editado por Pepitas de Calabaza, nos ubica en los años setenta en el País Vasco, contando la historia de un Guardia Civil procedente de Granada que progresivamente se ve envuelto en un clima de violencia, terrorista, pero también de la violencia que se planteó dentro de su propio estamento. Rápidamente Arturo Muñoz se hace con el gran acierto de este libro, y es saber lograr el tono preciso para contar lo que se cuenta y para afrontarlo de una manera precisa en la que, por un lado se nos narra cómo es esa estancia del Guardia Civil en Euskadi y su relación con la cotidianidad de un ambiente que se va enrareciendo con el paso de los años; mientras por otro, el propio autor nos hace partícipes del proceso de construcción del libro a través del manejo de diferentes fuentes documentales y de testimonios de personas implicadas. Todo ello nos involucra en una especie de literatura periodística resuelta de una manera brillante por esa siempre obligada ley del buen periodismo, o del periodismo a secas, que consiste en ver las diferentes situaciones de la vida desde diversas miradas. Puntos de vista que, presentes en un mismo hecho, varían su percepción de los acontecimientos.

Un texto que acrecienta su intensidad a medida que pasamos sus páginas, que entendemos la tensión vital de su protagonista en un ambiente cada vez más opresivo y que se contrapone con aquellos años iniciales en los cuales, pese a la existencia de ETA, la convivencia era diferente, y donde la relación con los vecinos, con la gastronomía, con los paisajes, en definitiva, con el territorio, carecía de esa violencia que emergía más allá de la situación política del propio país tras el fin del franquismo, si no que se iba acrecentando por las fricciones entre las fuerzas de seguridad y la banda terrorista y las situaciones de violencia que se produjeron en el interior de los cuarteles. Antes no era ahora, y así es como el relato va pasando de las ilusiones y esperanzas de quien quería armar su propia vida y la de su familia, hasta un momento lleno de incertezas, de medias verdades o de recuerdos maquillados por la pertenencia a uno u otro bando.

Arturo Muñoz va a desplegar ante nosotros toda una serie de historias que orbitan alrededor de los mediáticos nombres de aquel momento, los de terroristas y mandos de la Guardia Civil, acercándose a las historias de personas que se vieron atrapadas desde su cotidianidad en un escenario del horror del que suelen verse desplazados, pero cuyas vidas no se pueden entender sin los hechos sufridos durante aquellos años.

Saber amalgamar ambas realidades convierte ‘Por un túnel de silencio’ en un valiente ejercicio de escritura y de aproximación a la historia de nuestro propio país. A ese tiempo de sobresaltos en el que al resto de la sociedad nos llegaba una información con muchos menos protagonistas de los que eran necesarios para comprender qué sucedía y a los que solo el tiempo y, en este caso, la buena literatura, permiten integrarse en el relato completo y, como se dice en la contraportada del libro, presentar «una historia sobre ETA y sobre la Guardia Civil que no se parece a las habituales».

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 30/07/2022

luns, 8 de agosto de 2022

Comprender la vida

 

[Ramonismo 122]

Un intento por razonar la vida, por certificar una existencia llena de verdades, es la propuesta de Manuel Arranz



AFIRMABA Baudelaire aquello de que «toda belleza es fugaz y pasajera», como la vida moderna que se abría a su alrededor y que él mismo intentó tantear desde su poesía, pero, sobre todo, desde la observación directa del nuevo contexto urbano que se abría ante él. Manuel Arranz (Madrid, 1950) hace de su vida una suerte de contexto que explorar, un territorio por el que deambular en el intento de entender, no tanto qué sucede a su alrededor, como qué acontece en su relación con ese ámbito en el que desenvuelve su existencia.

De esta forma es como la siempre brillante en sus propuestas literarias editorial Periférica coloca en nuestros manos ‘Hoy ha vuelto Baudelaire’, uno de esos textos que gracias a su originalidad, a su brío literario y a ese estar permanentemente sujeto a una identidad, convierten al lector en un cómplice inmediato de su protagonista. Junto a él nos lanzamos a recorrer esa existencia por tiempos, espacios, lecturas o relaciones que se van tiñendo de los colores de toda vida. Los colores del descubrimiento, de la sorpresa, la decepción, el dolor, la alegría, el abatimiento, la desconfianza, el caos, el escepticismo... y así podríamos continuar de manera infinita en la visualización sobre cómo nuestros sentidos y nuestros estados de ánimo balizan cada uno de nuestros días dejando muchos de ellos señalados para el futuro.

Una propuesta literaria que se nutre, precisamente, de un intenso componente literario gracias a los numerosos y profundos conocimientos de su autor, quien ejerce la crítica literaria y la traducción, gestionando así un sinfín de sensibilidades que son también las que con el paso de los años nos enseñan a saber lo que sucede a nuestro alrededor. Citas, títulos, autores nos van seduciendo al tiempo que el propio Manuel Arranz deja también ante nosotros sus propias reflexiones, frases que, como pequeños adagios, coloca ante nuestros ojos para provocar nuestra propia evocación de lo que somos, compartiendo así ese itinerario que deja de ser único para volverse compartido.

Lo que sobrevuela permanentemente a lo largo del relato es ese pálpito de contradicción que marca nuestras vidas ante los diversos acontecimientos que suceden en ella. «Un desorden feliz es lo más parecido al orden, lo más parecido a la felicidad», escribe Manuel Arranz, señalando, de esa forma, esa vida que se mueve entre la euforia y la desesperación, amplios márgenes por los que conducirnos bien cargados de nuestras dudas y miedos, de nuestras incertezas y temores, todas ellas muestras de una fragilidad ante la que poco se puede hacer más que entenderla y dominarla en la medida de lo posible. Para ello, como un demiurgo, no duda en convocar espacios del pasado, como la infancia, o presencias, como las de la madre muerta, o aquel amor que fue. Luces en una oscuridad que cada vez más se cierne sobre nosotros a medida que los años se suceden, al tiempo que esos destellos luminosos quizás sean lo único que tiene sentido junto, como no, a los libros, a esos refugios impagables gracias a los que todo es menos malo, gracias a los que todo es mejor. «Si al menos no tuviera que irme a la cama», escribió en una carta Dylan Thomas a su esposa Caitlin. «Todo hombre, en cualquier caso, ha fracasado...», anota Thomas Bernhard. «El pasado es la suma de los errores cometidos», afirma May Ann Clark Bremer. Frases, sentencias, que Manuel Arranz asume como esos sedimentos que las lecturas dejan en las personas, cada lectura, cada frase, cada autor, forma parte de un tiempo, de ese instante que deja de serlo para convertirse en un fósil, en un estrato del que somos una circunstancia para siempre.

Un tiempo ante el que nos damos cuenta que se convierte en el gran protagonista de este relato que juega a ser una especie de diario, pero que tiene muy poco de eso. Un tiempo que todo lo dinamita y que ya se presenta como una clave de bóveda de lo que vendrá desde la cita inicial de Thomas Wolfe: «Todo vuelve como si hubiera ocurrido ayer. Y entonces se va y parece lejano y extraño como si hubiera ocurrido en un sueño», y es esa extrañeza la que todo lo marca, la que como un diapasón marca el deambular de quien tiene en la vida un muestrario de lo que somos y cuyo caos ahora se intenta ordenar a través de una escritura más que reflexiva podíamos decir que activa, del apunte de lo vivido, de la muesca en una existencia donde cada palabra es un espejo al que enfrentarse a lo que uno es, a lo que ha intentado ser frente al desafío de comprender la vida.

 

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 23/07/2022


mércores, 3 de agosto de 2022

Cielo y paraíso

 

[Ramonismo 121]

Rocío Márquez y Bronquio hacen de su feliz maridaje una nueva puerta de acceso al flamenco al que suma el tecno



Con su anterior disco ‘Visto en jueves’ Rocío Márquez se posicionó como una de las voces más firmes del flamenco actual. De ese flamenco que desde una nueva generación quiere tomar un poderoso protagonismo honrando siempre la tradición pero explorando nuevos itinerarios. Aquello fue puro flamenco, emoción desde una voz que ya para siempre se ha instalado entre quienes, pese a la distancia geográfica con esta tierra gallega tan poco proclive a esas músicas, aprecia el estremecimiento que supone la voz y el sentimiento de Rocío Márquez.

Pero el temblor ha llegado estas semanas desde que se ha puesto en circulación un nuevo trabajo realizado en compañía de Bronquio, jerezano y músico urbano y ligado a lo tecno. Un seísmo por lo que significa de impacto, de entender que eso ahí contenido es algo llamado, no solo a ser presente, sino a construir nuevos itinerarios para que esa tradición no se quede detenida. Entre los sonidos musicales, la voz de Rocío Márquez y unas letras muy ligadas a la poética de nombres como Carmen Camacho o Luis García Montero, junto a ese sustrato popular de ecos lorquianos que sostienen desde siempre las palabras del flamenco, nos encontramos con un trabajo de esos llamados a edificar un nuevo tiempo.

Durante estos días no son pocos los que ponen en relación el impacto de este ‘Tercer cielo’ con lo que supuso el ‘Omega’ de Morente y, sin querer caer en la repetición o el seguidismo, y a la espera de que sea el tiempo el que ponga cada cosa en su sitio, sí que cuando se escucha esta alianza musical uno recupera aquella sensación vivida con el disco del granadino. Un golpeo desde lo más profundo que permite entender que esa exploración desde bulerías, verdiales o seguiriyas, envuelta por un sonido tecnológico que define mucha de la nueva música hoy, nos lleva a un territorio en el que todavía queda mucho por decir y por hacer, pero al que sin este primer paso nunca se llegará al paraíso.

Escribe la poeta Carmen Camacho en la introducción al disco que al tercer cielo se sube por inmersión, y es cierto que esta música, esta unión, proponen ese estado inmersivo, yo diría que también subversivo, capaz de envolver y de sustraer de la realidad, adentrándonos en una nueva dimensión sonora y experiencial que renueva ese carácter libertario de la música y de quien la escucha.

Y como de escuchar se trata, el próximo viernes, día 22, dentro del ciclo Son Estrella Galicia Rocío Márquez y Bronquio cantarán entre las piedras milenarias de Compostela para hacer del cielo de Santiago, como lo fuera para Lorca en su visita compostelana, una bóveda de experiencias desde la conciencia de un hermanamiento cultural entre el norte y el sur, entre dos sensibilidades que pueden entenderse en ese flamenco de una tradición irrenunciable, pero que necesita, como cualquier arte, de nuevas bocanadas de aire fresco, y aquí el aire entra a borbotones, respirando, entre el cielo y el paraíso.

 

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 16/07/2022