domingo, 31 de xaneiro de 2021

Cuando hoy es todo


[Ramonismo 54]

El refugio extremeño de Julio Llamazares, en plena pandemia, nos regala este delicioso diario de lo natural

 


HAY LIBROS que son un soplo de aire fresco, una caricia en el rostro y, en este caso, también en el alma. Con la que está cayendo, asomarse a la experiencia vivida por Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) durante el duro confinamiento sufrido el pasado mes de marzo, tras la declaración del Estado de Alarma, en la que pasó tres meses en plena naturaleza, al pie de la extremeña sierra de los Lagares, se convierte en un acto de introspección personal, en la posibilidad de convertir aquello que nos puede parecer como sencillo y tantas veces despreciado por nuestra actitud urbanita y presuntuosa, en un bálsamo ante aquel escenario de terror que desgraciadamente estos días se vuelve a repetir.

«Mientras el mundo se desmoronaba, la naturaleza volvía a revivir igual que cada año al llegar la primavera», escribe el autor ante esa primavera luminosa y reveladora que lo acogió en un espectáculo imprevisible, ya no sólo por su irreductible belleza sino por lo que alentaba en este autor siempre tan cercano a estos espacios alejados de las ciudades en los que radica una rebeldía en su propio contexto natural y que, como pocos autores, Julio Llamazares ha sabido retratar en sus libros.

El ámbito rural se ha convertido en una de nuestras atenciones periodísticas, literarias y, esperemos que de una vez, también políticas, estableciendo ese concepto de la «España vacía», pero al que el escritor leonés ya había llegado a finales de los años ochenta con aquel libro inolvidable, ‘La lluvia amarilla’. Hablamos de un autor que lleva esa sensibilidad y compromiso en sus entrañas, al haber nacido en un pueblo leonés de esos vaciados, Vegamián, desaparecido tras la creación de un pantano. Un paraíso perdido en el tiempo y en la memoria. Y es, precisamente, ante otro paraíso, ante el que nos convoca en esta ‘Primavera extremeña’ (Alfaguara), para de nuevo fijar esa experiencia vital en la memoria, para darle al tiempo ese valor que sólo situaciones extremas y agónicas son quien de reconocer en esa preciosa medida de poder gozar de él con buena salud y todos los sentidos alerta.

En estos tres meses literarios esas vivencias se fijan con una palabra a la que se le suma una inesperada invitada, la imagen, con una sorprendente aportación al texto que surge de la colaboración con uno de aquellos vecinos extremeños, donde no solo se mueven labradores y ganaderos, sino que también sirve de refugio a personas que han sabido reconocer en esos rincones mágicos de nuestro territorio el mejor lugar para vivir. Así es como se incorporan al texto las maravillosas acuarelas de Konrad Laudenbacher, ex conservador jefe y restaurador de la Pinacoteca de Munich, que pasa periodos de tiempo tras su jubilación en este entorno que se dedica a plasmar en unas obras que nunca se había decidido a hacer públicas, no pasando del entorno familiar y de sus amistades.

Esta mirada cézanniana a la realidad es el contrapunto perfecto a las palabras de Julio Llamazares, y lo es por su lucidez a la hora de captar una escena sin más pretensiones que la del apunte, a lo que también obliga la veloz técnica de la acuarela, por la aparente fragilidad que concede esa aguada y por esa mirada honesta, de contemplación ante el espectáculo que se ofrece frente al ser humano. Este maridaje se nos ofrece como un armónico trabajo reflexivo y desde la valoración, acrecentada en este tiempo, del hoy, de que lo cotidiano y lo puro son lo más valioso de nuestra existencia.

Esa mirada hacia los horizontes extremeños, hacia la convivencia en el ámbito rural, enjuaga las noticias que llegaban del Madrid apocalíptico entre marzo y junio. Un escenario del horror que sacudía con sus datos este proceso bucólico de regeneración personal que Julio Llamazares nos regala para que seamos capaces de sentir lo mismo que él, y para eso pocos son capaces de mostrar así la naturaleza, nadie describe un cielo o una noche estrellada como el autor de ‘Las lágrimas de San Lorenzo’. Ese cielo que nos ampara para revivir el tiempo perdido de la infancia, un tiempo donde el dolor del mundo no tenía cabida.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 30/01/2021

sábado, 30 de xaneiro de 2021

Diario 1921


 Saga/Fuga



O 29 DE XANEIRO de 1921 Castelao camiñaba polas rúas de París a onde chegara tres días antes grazas a unha das dúas pensións obtidas para coñocer diferentes realidades artísticas da Europa do seu tempo. Se a segunda das pensións foi a que o levou á Bretaña francesa para saber dos seus cruceiros en 1929, a que agora lembramos tivo unha duración de nove meses que lle permitiron coñecer a fondo o que acontecía en París, Bélxica e Alemaña, no referido ao contido dos grandes museos desas vilas, así como enfrontarse ás novas correntes artísticas que fixeron de Europa o espazo no que coincidiu a tradición coas novas vangardas.

O resultado desta viaxe é un caderno en forma de Diario que se conserva no Museo de Pontevedra e que agora vense de reeditar por Galaxia, dentro dun primoroso proxecto, a chamada Biblioteca Nós, coa que se celebra o centenario desa xeración que mudou a visión cultural de Galicia con protagonistas como Castelao, ou outro pontevedrés de acollida, como foi Antón Losada Diéguez, ao que se lle adica un volumen cunha escolma de textos baixo o intelixente título de ‘O esquecido mentor de Nós’.

Pensar en Castelao percorrendo Europa, fai hoxe xustamente un século, é unha das emocións que latexan ao manexar este libro que conta cun limiar de Filgueira Valverde no que califica esta obra tan descoñecida como «un monumento da lingua galega». Por el desfilan as súas impresións sobre o que se atopaba, tanto no espírito de vilas como París, Bruxelas, Gante, Berlín ou Múnich, cun Castelao sempre atento á vida da xente, coma no interior dos moitos museos nos que pasou moitas horas fronte a obras de arte. Obras que entendía estaba obrigado a ver como parte dese proceso de formación, de coñecemento do que acontecía fóra de Galicia para poder enxerilo na súa visión persoal do que tiña que ser a arte da nosa terra, sempre tan vencellada ao popular. Por iso mesmamente Castelao no Louvre non atopa o que el procuraba, aquilo que provocara a emoción vencellada ao pobo, unha magnificencia dos grandes nomes da Historia da Arte que si se converteu en emoción en Bruxelas fronte aos pintores primitivos.

Cada unha destas páxinas é parte dese proxecto vital, neste momento tan vencellado ao artístico, e que pouco a pouco substituíuse polo compromiso político, en boa parte motivado pola perda de facultades visuais do Rianxeiro, así como polo afianzamento das súas posibilidades como canalizador das arelas dunha terra que comezaba a espertar e a reclamar os seus soños comúns.

A chegada desta edición neste mes de xaneiro tan importante na vida do noso protagonista. Mes no que naceu e no que morreu, chega xunto con outra boa nova, a da denominación do ata o de agora Sexto Edificio do Museo de Pontevedra como Edificio Castelao. Se xa é indiscutible a idoneidade deste bautismo, menos polos que sempre procuran enlear todo cos fumes da política que tantas veces métense nos ollos e impiden ver as cousas, percorrer estas páxinas convértese nun motivo máis para sinalar a pegada artística de Castelao e o que supón achegarse a ese edificio e percorrer o seu legado, entre o que se atopa este ‘Diario 1921’, que agora incluso terá que ampliarse en canto a mostrar máis fondos de quen estivo detrás da súa creación, así como permanentemente atento a súa evolución ata o seu pasamento. Unha atención que mantiveron no tempo de xeito decidido e agora impagable os grandes directores deste Museo, Filgueira Valverde e Carlos Valle Pérez, inmellorables coñecedores do que supoñía Castelao para o Museo e mesmo para a propia cidade, tan presente tamén nestas páxinas, cunha morriña permanente, e as citas as ruínas de San Domingos, a Manuel Quiroga ou mesmo ao "loro" de Perfecto Feijoo.





Publicado no Diario de Pontevedra 29/01/2021

Fotografía. Detalle do orixinal do Diario 1921 (Museo de Pontevedra)

 

sábado, 23 de xaneiro de 2021

Poesía desde el balcón

[Ramonismo 53]

Eloy Sánchez Rosillo, con ‘La rama verde’, hace del paso del tiempo diapasón de una poesía humilde y luminosa



Que raro es existir”, escribe Eloy Sánchez Rosillo en uno de los últimos poemas incluidos en ‘La rama verde’ (Tusquets). A esa rareza es a la que alude constantemente el autor murciano en este emocionante desfiladero de poemas que flanquean esa existencia en el osado intento de desentrañarla. Por ello hace de su experiencia palabra, y de su visión, desde el balcón del cuarto en el que escribe, una atalaya a la que directamente nos invita en uno de sus poemas, ya no tanto para descifrarla, sabedor de lo complejo de la tarea, como para convertirla en todo lo que tiene de gozo, que es mucho, y que, desgraciadamente, pocas veces somos quien de valorar y muchos menos en este hábitat del ruido en el que estamos inmersos.

Y es precisamente ese gozo el que emerge en cada poro de este poemario en el que uno logra aproximarse a ese pálpito que genera la vida a través de la sucesión de estaciones. Tiempos por los que todos vamos pasando a través de diferentes momentos, geografías, relaciones y experiencias, convocadas aquí en primera persona por este demiurgo de la palabra, por un autor que, desde esa aparente fragilidad del verso, es capaz de sostener con firmeza el paso del tiempo, algo que no siempre es sencillo asumir.

La rama verde’ llega a nosotros como un nuevo cuaderno de bitácora tras la recopilación de sus diez poemarios anteriores en el volumen ‘Las cosas como fueron. Poesía completa (1974-2017)’, también editada en Tusquets, como lo está toda su poesía. Y es que en Eloy Sánchez Rosillo no caben los frenesís ni los sobresaltos, su poesía es capaz de transmitir una serenidad que asume la vida como un deambular por caminos frente al mar, bajo una noche estrellada o el sentirse acompañado por el canto de un modesto pajarillo. Estos inocentes momentos se convierten en acontecimientos gracias a la mirada agradecida e inteligente del poeta, siempre reverente ante ese «trasfondo insondable» que es la naturaleza, y todos ellos se van amalgamando bajo el paso del tiempo que se muestra como toda una sorpresa cuando nos dedicamos a reflexionar sobre él.

La vida hecha un ejercicio veloz. La mirada hacia atrás, y cada cierto tiempo la infancia-la rama verde- como esa red de seguridad ante el futuro, frente a miedos e incertezas. Las sombras de la infancia, motivadas por la inocente inconsciencia, se sustituyen por las sombras que envuelven la realidad de la vida. Ahí, donde reina la aspereza, Eloy Sánchez Rosillo es capaz de evocar al petirrojo y hacer que todo mude, que el mundo deje de girar ante el cruce de sus miradas y volcar así, en esa dirección, toda una intensidad vital que por fin cobra su sentido: fugaz, placentera, sobrecogedora.

Cada poema es una fecha y por eso tiene todo el sentido ese listado cronológico que al final abrocha el poemario. El apunte en el cuaderno de ese instante que deja de ser etéreo para convertirse en eterno. Poemas escritos alrededor de tiempos pasados, memoria recobrada para cobrarse el tributo de la vida, un peaje que permite seguir adelante. Antológicos sus poemas sobre la paternidad, el deslumbramiento del amor, o el niño que fue. Hitos de un pasado que, como una gran ballena blanca, surgen sorprendentemente calmos en la noche para iluminar ese presente que es, quizás, a lo único a lo que rendir culto, a ese momento el que realmente somos y por ello merece su escritura y la posterior invocación del poeta.

Una llamada que se hace siempre bajo una luz casi redentora, aquella que de manera inesperada se ofrece ante todo lo incierto, ante lo que nos aturde y en ocasiones golpea. En el almirez que es cada uno de sus versos esa luz incide para hacernos ver la verdad, aquella que también evocaba Emily Dickinson, tan en estos poemas, junto al siempre presente Juan Ramón Jiménez, para propiciar el encuentro con lo que es sinceridad y confirmación, aquello que nos aleja de lo fatuo y lo jactancioso.

Todo eso queda desterrado de esta brazada de poemas. Un granero impagable en nuestra poesía por lo que tiene de sinceridad, de leer allí donde lo auténtico recobra ese sentido que esta sociedad se empeña en viciar, tan capaz de confundirnos, de dirigir nuestras acciones hacia terrenos insospechados que nos vuelven cómplices del desconcierto. Tras cada uno de estos poemas hay un silencio, una pausa que nos obliga a asomarnos al mundo de manera diferente.

Ese es el valor de la poesía, la de ser sismo de nosotros mismos. Una sacudida que la palabra enardece para que en todo ese desfiladero resuene desde sus paredes el eco del poeta que se vuelve nuestro y configura nuestro cosmos: «La vida empuja, arrastra, no da tregua,/y nos lleva y nos trae, nos da y nos quita./Todo, no obstante, suma./Cuanto ha existido configura el mundo».

 

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 23/01/2021

 

venres, 22 de xaneiro de 2021

Estratexia de país

  Saga/Fuga


NON É SINXELO pensar no futuro cando o presente pon ante nós un pano negro. A tristura destes días, coa pandemia descontrolada e uns datos estremecedores de enfermos e vítimas, ten que concentrar toda a nosa atención na procura de solucións, pero aínda así tamén é necesario pensar no día despois deste pesadelo, cando todos sufriremos, aínda en maior grado do que acontece agora, as consecuencias monetarias desta desfeita sanitaria, social e económica.

Moito diso que virá, e que se ten que tinxir obrigatoriamente de esperanza, o fará dende a aposta polo que realmente somos, por aquilo que temos e que nos diferencia doutros territorios. Unha especificidade que se ten que revelar como a gran ferramenta conceptual da recuperación do país e á que hai que sumarlle a achega económica dos fondos europeos, cuantificados en canto a Galicia arredor dos 12.000 millóns de euros. No bo facer con eses cartos, que son moitos, e no plantexamento do que se faga con eles, vai moito do noso futuro, e por iso, definir esa estratexia de país en base aos nosos recursos, será un tema fundamental.

Levamos dende hai un tempo escoitando á Xunta de Galicia falar de «proxectos tractores» e, polo de agora, estes concrétanse en tres ideas baseadas na creación de hidróxeno verde, a conversión dos purines das nosas granxas en fertilizante e a produción de fibras téxtiles a partir da madeira. Ben, semellan boas ideas, acordes cos nosos tempos, pero ben cativas ante a magnitude do desafío que vén e do que podería supoñer a activación doutros ‘ecosistemas’ económicos que expandirían os seus logros en amplos sectores da poboación.

A partir desta posibilidade é dende a que semella plantexarse a proposta do BNG de facer unha inversión deses fondos covid nas nosas rías, arredor de mil millóns, o que vén a supoñer a mesma inversión que cos tres proxectos citados. Falamos de rías que son auténticos tesouros que temos na porta das nosas casas e abofé que capaces de aportar moito máis do que xa fan a nosa economía. Iso se esa inxección económica se fai cun criterio eficaz, global e pensado para un longo tempo, e non cos parches que se poñen sempre que se fala de rexeneración das rías e cos que adoitamos facernos trampas ao solitario, isto é, metendo cartos por un lado ao tempo que permitimos que diferentes axentes sigan esnaquizando o seu potencial valor. Falo de industrias e saneamentos urbanos incapaces de correxir os seus efectos contaminantes, limitando moito a produtividade e beleza do que nos significa e explica como poucas realidades ao longo do noso rico territorio.

É por iso polo que apostar polas rías é apostar por todo o país a un tempo, pola coexistencia entre terra e mar, facendo dese espazo arraiano entre o oceano e o continente unha das nosas maiores afoutezas colectivas, polo que esa tarefa ten que mobilizarse, como semella ben acaído dende os seus promotores, non só limitándose a un mero saneamento ambiental, senón potenciando sectores vencellados a el como os da investigación científica ou os procesos de transformación e comercialización dos froitos dese ecosistema.

En Pontevedra sabemos ben o que é ter esa ferida aberta no peito da nosa ría. Un burato negro que durante décadas enguliu recursos e posibilidades de desenvolvemento, non só dende o seu interior, senón tamén nas súas orelas, con infinidade de proxectos que poderían sumarse ao puramente extractivo das nosas augas. Pensemos seriamente niso mentras secamos as bágoas deste tempo escuro tras o cal volverá a saír o sol.

 


Publicado no Diario de Pontevedra 22/01/2021

Fotografía: Traballos de marisqueo na Ría de Pontevedra (Beatriz Císcar) 

domingo, 17 de xaneiro de 2021

Todo está en los libros

 

[Ramonismo 52]

'Simón’, el libro de Miqui Otero, lleva meses, desde su sinceridad y ternura, emocionando a los lectores




CERRAMOS el complicado año 2020 con dos libros que impactaron en nuestro sistema literario como dos meteoritos caídos sobre la faz de la tierra. Uno, el ensayo de Irene Vallejo, ‘El Infinito en un junco’, cuyo rastro pasó por este Ramonismo allá por el mes de abril, cuando todo era desolación y caos, y ese junco se hizo firme rama sobre la que apoyarse; el segundo, es esta novela, ‘Simón’, firmada por Miqui Otero (Barcelona, 1980), quien a su lugar de nacimiento une unos más que poderosos lazos, familiares, emocionales y hasta laborales, con nuestra Galicia.

Desde su salida de la imprenta de Blackie Books (la misma que estos días reedita en edición de bolsillo su anterior y también aplaudida novela, ‘Rayos’) esta llama naranja ha ido alumbrando mentes y acariciando corazones entre los miles de lectores que la han convertido en una de esas narraciones que marcan un año que, hablando del año del que estamos hablando, toma un plus de importancia, un cariz casi de servicio público, por lo que tiene de refugio ante la tormenta, de guarida ante el naufragio que todos hemos sufrido.

Todo ello gracias a este cruce de vidas, de experiencias vitales que te engullen como el reflejo de una historia vivida por uno mismo. Una época, un tiempo que se pega a todas estas palabras escritas con una naturalidad y en un estado de gracia que hacen de esta novela ese éxito que no deja de crecer. ‘Simón’ es esa caricia que todo lector necesita para entender que la vida puede convertirse en un itinerario literario, con sus picos y sus simas, con sus gozos y sus lamentos, en definitiva, con esos dientes de sierra que convierten este caminar por la realidad en una montaña rusa de emociones que son las que nos van haciendo, las que nos construyen como personas en las que se entremezclan lo que somos, nuestra identidad, con aquello que viene de fuera, ese hábitat que nos rodea y que nos modela, desde lo familiar, las amistades, los amores y los trabajos. También las geografías, que aquí son, por lo tanto, bien importantes, desde esa Barcelona germinal anclada en el olímpico año clave de 1992 hasta la Galicia convertida en saga/fuga levitante de Castroforte del Baralla, pasando por los diferentes escenarios y territorios por los que se mueve esta novela cuyo argumento es el relato de una vida, la vida de Simón y, pegada a ella, la de su primo, y la de Estela, y la de su familia, y la de los azares que traen, como botellas procedentes del océano, otras vidas a las nuestras, para generar así un fresco exultante de lo que significa vivir, con lo bueno y lo malo, con mirar las estrellas pero también con el dolor que nos endurece la piel, o como escribe el gran Joan Margarit: «una herida es también un lugar donde vivir». Parte final de un poema que se incorpora como se hace con numerosas aportaciones de luminosos autores que preñan el libro de esa pisada de la cultura en cuya huella los demás podemos poner el pie para ver cómo nos queda lo dicho. Montaigne, Scott Fitzgerald o César Aira jalonan los pasos de Simón y nos ponen al tanto de la radical importancia de la cultura en la formación de una vida. Todo está en los libros, se repite una y otra vez a lo largo del texto, algo que una vez que avanzamos en el relato veremos como no sólo se refiere a historias, pensamientos o emociones, sino a ciertas sorpresas que pueden variar ese itinerario vital planteado anteriormente como eje axial de este libro. 

Esa tensión entre la cultura y la vida se mantiene durante toda la novela: «Que las canciones son para escucharlas, las películas para verlas y las novelas para leerlas mientras se intenta buscar una vida y no para vivirlas desde dentro ni para protagonizarlas». Como esta maravillosa frase el libro está plagado de líneas que logran que te detengas a su fin para volver sobre ellas, para pensarlas y repensarlas en tu propio contexto vital. Ese es el gran músculo de ‘Simón’, la capacidad para contenerte, para hacer de espejo de los últimos años de todos nosotros y que, junto a este guion, vamos armando el nuestro, al tiempo que nos dejamos acariciar por una novela inolvidable.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 16/01/2021

 

venres, 15 de xaneiro de 2021

O verán, o Nadal, e nós?

Saga/Fuga 


O PRIMEIRO foi o de salvar o verán, despois o que tiñamos que salvar era o Nadal, pero, e a nós, quen nos salva a nós? Así se podería escribir a evolución desta pandemia no noso país. Sempre detrás dos movementos do virus, nunca adiantándonos, e máis aínda cando todos sabemos como se comporta e as consecuencias de certas decisións.

Enleados no perverso debate de economía ou saúde, sen entender que sen saúde non pode haber economía e non tanto ao revés, estamos dispostos a permitir a morte de miles de persoas por salvar durante unhas semanas as nosas economías. Terrible se o pensamos durante un momento, que é, precisamente, o que ninguén con capacidade de dirixir este desconcerto semella ser quen de facer. Os nosos políticos rodéanse de profesionais sanitarios que supoño terán un parecer semellante ao que non poucos expertos en sanidade e epidemioloxía non deixan de avisar polos medios de comunicación de xeito case desesperado, calificando as medidas que tomamos para deter o virus como febles e con poucas consecuencias para o que realmente nos tiña que importar que é deter a transmisión da enfermidade, aliviar o noso sistema sanitario e evitar mortes, tráxico punto final da cadea.

Asistimos cada vez máis perplexos e indignados aos feitos e ás palabras de políticos de tódalas cores que non deixan de sonroxarnos polas súas actitudes, polas súas decisións, complexas, sen dúbida, nesta situación tan estraña e dura, pero que semellan tomarse cada vez máis pensando en todo menos en nós. Políticos que se agochan nas competencias duns e doutros, políticos que pensan que somos idiotas e aos que se nos chega a botar en cara aquilo que eles mesmos nos permitiron facer, ausentes da valentía que todo gobernante precisa para iso, para gobernar, que é tomar decisións, nos gusten ou non, protestemos ou non, haxa manifestacións ou non.

Pouco a pouco o virus convértese xan non só nunha praga, senón nun detector das eivas da nosa casta política, sempre poñéndose ombreiro con ombreiro co outro político que lle pode facer sombra, e nunca medíndonse cos ollos dos cidadáns, moito máis responsables (na súa meirande parte) do que hai que facer, capaces de asumir medidas moito máis fortes en beneficio da saúde e menos a favor do Ibex 35 e dos movementos de capital. Certo que son tempos duros, nos que os cartos lle fan falla a todo o mundo, pero nunca, nunca, deberían ser a prioridade do político fronte ao ben máximo de cada individuo: a súa vida. Temos os cartos de Europa para repartir, fágase. Axúdense aos sectores máis necesitados, cos que se está sendo máis duro nestes momentos. Se se pechan negocios hai que compensar aos seus donos, pero facelo xa. Virán tempos aínda máis severos no económico, teremos que apretar moito máis o cinto, pero iso será despois, agora deixar correr as cousas e as medias tintas lévannos a unha terceira onda cuns síntomas que presaxian a neve negra do inverno. Os nosos políticos, os de Madrid e os daquí, non fai falla citalos, todos os sabemos e lembraremos os feitos de cada un, non quixeron ser o Grinch do Nadal, e agora tócalles asumir as cifras que van a chegar en forma de enfermos nas UCIS e de mortos. De novo o estremecemento. Agora estamos á carreira para tomar medidas, decisións que coma no verán tiñamos que ter tomado antes do que ben sabiamos ía acontecer, con dor e mágoa, pero coa realidade nas mans e a sinceridade nos corazóns, non cos xestos atribulados dos que non estiveron á altura. Damnatio memoriae.

 

 


Publicado no Diario de Pontevedra 15/01/2021

Fotografía: Sanitario facendo unha proba de detección do coronavirus (David Freire)

 

sábado, 9 de xaneiro de 2021

Libro nací y libro soy

 

[Ramonismo 51]

'Madrid’ de Andrés Trapiello es una biblia castiza. El libro que toda ciudad debería tener para ser conocida y conocerse



POCAS realidades mejores que un libro que te hace disfrutar, un libro con el que gozas con su escritura al tiempo que aprendes y descubres un montón de cosas. ‘Madrid’, de Andrés Trapiello, editado por Destino, es uno de esos felices acontecimientos que te depara el mundo literario de cuando en cuando, convirtiéndose en un auténtico festín para entender la vida como el andamiaje de la escritura. Un balcón, como tantos en Madrid, desde el que asomarse a ella, desde el que entender lo que supone una ciudad a lo largo de los siglos y la infinidad de situaciones que se van colmatando para conformar su piel sentimental y su orografía física.

Su autor vive en ella desde 1975, procedente de la ciudad de León en la que nació en 1953. A partir de ahí su vida se convierte en parte de la historia de Madrid, como ha sucedido a lo largo del tiempo con tantos y tantos que han hecho de Madrid el lugar «donde se cruzan los caminos», que cantaba Sabina, meta de tantos seres humanos que buscaban en la Villa y Corte la respuesta a sus sueños o, simplemente, el ámbito en el que desarrollar de la mejor manera posible sus vidas.

Una ciudad son quienes viven en ella, apunta Andrés Trapiello, y a sus moradores es a los que más atañe lo que aquí se cuenta, ya que ellos son los protagonistas de una historia común. La de los habitantes que le dan su carácter al territorio y del que emergen los nombres y los hechos que le dan lustre, con especial atención al universo literario del que Andrés Trapiello es un consumado conocedor, tal y como nos ha ido mostrando en diferentes trabajos y libros que van más allá de lo puramente ficcional, propiciando esa didáctica que tanto se echa en falta en este país cuando hablamos de nombres y hechos de nuestra historia, a los que muchas veces se les une lo torticero de quienes se han aprovechado de esos hitos para consolidar una historia diferente a la que realmente fue. Es por ello que ‘Madrid’ encaja de manera lógica tras libros como ‘Las armas y las letras’ o ‘El Rastro’, e incluso como un jalón más en ese monumental desafío compuesto por los hasta el momento 22 volúmenes de su particular diario, el ‘Salón de los Pasos Perdidos’.

Ese carácter didáctico sobrevuela todo el texto, ¡una bendición! y bajo ese vuelo se despliega la hibridación feliz en el relato que surge de la mezcla de lo personal, esto es, de la biográfica presencia de Andrés Trapiello en Madrid, desde su llegada hasta ayer mismo; junto a la biografía de la ciudad, establecida a partir de los componentes históricos, literarios, artísticos, urbanísticos, gastronómicos, y tantos otros que se engrasan entre sí hasta formar el gran puzle que es este libro, y cuyas piezas se refuerzan con el pegamento que le otorga la escritura de Andrés Trapiello, deslumbrante en su forma y en su fondo, deudora de sus maestros Cervantes o Galdós, riquísima en sus descripciones, límpida en sus expresiones, y siempre con un pellizco de humor entre sus palabras que recupera lo que él mismo dice de su admirado creador de Don Quijote: «A Cervantes se le lee siempre con una sonrisa en los ojos». Pues de esta forma nos asomamos a este texto que se encuentra con el joven lleno de dudas y un punto picaresco en un Madrid que superaba el gris del franquismo, y que luego vino a colorear una Movida que permitió nuevas ilusiones en la ciudad.

Desde esas décadas del pasado siglo Andrés Trapiello ha hecho de Madrid el escenario de su vida, el marco que tanto le llena y que le hace feliz, junto a sus escapadas a su casa extremeña, allí donde el ruiseñor alienta su poesía. En ese Madrid y su madrileñismo ha escarbado como un arqueólogo en los diferentes sedimentos que la conforman, pero si uno de ellos destaca es el humano, como hicieron Cervantes y Galdós, y que tan bien resume la Fortunata del segundo en su famosa expresión: «Pueblo nací y pueblo soy», definición de una identidad de la que es imposible rehuir.

A esa identidad es a la que se une este libro tan pegado al alma madrileña y por el que nos lleva de la mano su autor a través de una serie de estampas que nos descubren un espacio al que uno ya desea regresar tras la pesadilla de este coronavirus que también se infiltra por este texto. Porque Madrid es siempre ese lugar al que ir para sentir el latido de una vida que detona en la de sus protagonistas, los de antes y de los de ahora, en espacios como el Madrid histórico, el de sus Cavas, la plaza Mayor, también el de la Gran Vía, de museos como el del Romanticismo, esencial en este texto, el Rastro, la Puerta del Sol, y sus afueras, que también son Madrid, al igual que toda una serie de personajes que nos lo han escrito y dibujado para la eternidad: Larra, Mesonero Romanos, Goya, Galdós, Gutiérrez-Solana, Juan Ramón Jiménez, Gómez de la Serna, Edgar Neville y ahora, con este libro en la mano, Andrés Trapiello.

 

 


 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 9/01/2021


 

venres, 8 de xaneiro de 2021

E agora que?

 

Saga/Fuga

 


VAITE 2020, Mala chispa te coma 2020. Foron algunhas das despedidas (abofé que as máis educadas e publicables) que lle demos dende Pontevedra a ese ano, xa gravado a ferro quente nas nosas vidas. Agora que o superamos aínda estremece pensar na xente que morreu, nas que sufriron pola enfermidade, nos que teñen a súa economía destrozada, nos meses do confinamento, na ausencia de contacto entre seres queridos, no andar cunha máscara na cara, na perda das nosas liberdades... certamente podes marchar a gusto 2020. Tanta paz levas como descanso deixas. Pero, e agora que?

Abriunos as súas portas o 2021 e semella que aínda estamos no epílogo dese annus horribilis. As seguintes semanas amosarán a nosa falla de sensibilidade e de colaboración na resolución do coronavirus. Non había máis que saír á rúa, sobre todo en certas datas dun Nadal que os nosos políticos nos obrigaron a gozar como se estivésemos para festas, para entender que non o estabamos facendo ben, que somos incapaces de tecer esa rede da solidaridade cos demais que é case a única que nos pode salvar ou polo menos a que pode ralentizar os procesos de impacto do virus no noso sistema sanitario; o outro, as vacinas, milagrosamente xa están entre nós, nunha vertixinosa carreira científica convertida nunha das máis grandes xestas da nosa historia, e que vén amosar a necesidade e obriga dos nosos dirixentes por potenciar e destinar recursos a ese campo, o da investigación, o dunha ciencia que cando se poñen mal as cousas sempre é a única vía de escape. Gastos que son inversións, cartos que se adican ao realmente importante, á nosa saúde. Cuestións que semellan evidentes pero que moitas veces parece que non o son, e así vemos como este país vai ao ‘trantrán’ para facer as súas propias vacinas, para non depender de franquicias forasteiras, por esa falla de investimentos, e todo iso mentres non deixas de ver a científicos españois traballando en laboratorios extranxeiros, aportando o que aprenderon ao longo dunhas carreiras que se cursaron no noso sistema educativo. E aínda por riba os retrasos á hora da vacinación e de novo a falla de sanitarios, a falla de inversións na sanidade.

Contaxios, vacinas e outras enfermidades, como as que contemplamos coa boca aberta coa toma do Capitolio dos Estados Unidos por parte dos partidarios do aínda presidente Trump, amosan un terrible escenario neste comezo do 2021 ou aínda final do 2020, porque xa todo comeza a parecer un mesmo ano, unha época terrible que nos pon a proba e cada día que pasa semella que nos afundimos máis nesta loucura colectiva, cun modelo global de sociedade esgotado dende o económico ao medioambiental e do que todos temos parte de culpa.

Aínda que nos poida parecer que o dos americanos nos queda moi lonxe non dubiden que eses dementes que discuten a realidade, aquilo que deciden os pobos, e que non entenden que o poder non é unha propiedade súa, senon que tamén poden mandar de xeito lexítimo os que non pensan como eles, témolos xa entre nós, defendendo ideais antidemocráticos e tamén antihumanos, e que aproveitaron o momento máis feble da nosa sociedade, con milleiros de mortos e de enfermos polo coronavirus, para poñer contra as cordas a nosa democracia.

Onte moitos botamos a man á cabeza, pero a pouco que un ía analizando a situación e que dende o noso país moitos sacaban a lingua a pacer, pois voltaba a ter claro o que pretende acadar toda unha ideoloxía mundial, que non responde a casos illados, con nomes como os de Trump, Bolsonaro ou mesmo Abascal, senón a toda unha pretensión de derribar ás vontades dos pobos, os únicos que poden decidir os camiños a seguir. Comenzaches mal 2021 e iso que te avisamos de que te portaras ben. A ver que fas!

 

Publicado no Diario de Pontevedra 8/01/2021


 


sábado, 2 de xaneiro de 2021

ONS. A paisaxe interior

 

[Ramonismo 50]

A película de Alfonso Zarauza é unha travesía polas vidas duns seres á procura dun faro que sinale unha esperanza

 


'ONS' é moito máis que o título da última película do realizador Alfonso Zarauza. 'Ons' é un xeito de sentirse, un territorio no que atoparse fronte ao resto das persoas. O arquipélago da ría de Pontevedra emerxe do oceano como unha sorte de altar mítico no que o ser humano, neste caso os protagonistas do filme, saen á escena para coñecerse a si mesmos, para relacionarse dende a tentativa de superar as físgoas que a vida pousou en cada un deles.

Unha illa na que non hai onde agocharse, onde só a néboa é quen de confundir, de xerar ese estado de inconsciencia entre o real e o irreal, entre o vivido e o soñado, o espazo ideal para que emerxan as pantasmas, para o tremer dos medos e a aparición das dúbidas. Os actores participantes Melania Cruz, Morris, Xulio Abonjo, Anaël Snoek e Marta Lado, sen esquecer os puntuais momentos de Miguel de Lira, xeran un espectro humano traballado de maneira exemplar, algo que xa non sorprende neste director, pero que aquí consolídase como o gran acerto da película, xunto á idea de sumarlle a outra gran protagonista, esa terra insular na que os personaxes se moven sen posibilidade de fuxida, visualizado de maneira poderosa en Melania Cruz facendo ‘running’ coma un ratiño na noria da súa xaula, mentres ao seu arredor todo un horizonte amosa a súa imposibilidade para acadalo, para facer da súa vida un vieiro de redención xunto á unha persoa traumatizada polos efectos dun accidente.

Melania Cruz (Mariña), chega a Ons xunto a súa parella, Morris (Vicente), alí pasan o verán coa idea de sandar feridas xunto ao seu irmán Xúlio Abonjo (Antón) e a súa muller, Marta Lado (Isabel), ambos con traballos vencellados á propia contorna, o que os obriga a vivir alí durante todo o ano, como ser o vixiante da fauna da illa, mentras ela é quen está ao coidado do faro e, polo tanto, dese fío de luz que alumea na escuridade, o arame que marca o camiño a seguir cando todo se volve negro, pero ao que, paradóxicamente, tampouco te podes achegar ao cen por cen. Os días pasan e o tempo comeza a mudar, as brétemas converten o sol redentor do verán nunha fiestra cara o desacougo e a chegada imprevista dun personaxe afía as aristas de todos eles provocando a ferida e a dor.

Neste escenario humano Alfonso Zarauza move as súas pezas con mestría, colocándonos ao seu carón ao deixar nas nosas mentes boa parte das intencións dos protagonistas que nunca se fan evidentes ao cen por cen, nunha intelixente complicidade co espectador que busca en cada mirada deles a solución ás interrogantes que as horas e os roces entre eles poñen enrriba da mesa, ou, mellor dito, sobre ese altar expiatorio que é unha illa cada vez máis salvaxe e indómita. Os cantos de serea póusanse na area para tensar o ambiente e facelo irrespirable, mentres os humanos carrexan as súas cargas ao lombo.

Se o traballo actoral é maiúsculo, ao seu carón funcionan outros elementos que como a engranaxe dun reloxo fan que todo se mova a un tempo, se xerar distorsións que moitas veces esnaquizan traballos concretos en moitas películas. Falo dun guión ben armado polo propio Zarauza e Jaione Camborda, pero tamén de cuestións técnicas que as veces se esquecen de resaltar nos filmes e sen os que todo sería ben diferente. A fotografía de Alberte Branco convértese nun poemario visual polo que facer desfilar todos eses sentimentos humanos. Non só no exterior, cos efectos da natureza e esa atmosfera fría que fai todo máis complexo, senón no propio interior dunhas vivendas con moitas deficiencias para a iluminación eléctrica, e aí atopamos unha escena marabillosa, alumeada por candeas e na que as miradas entre os protagonistas desafían á propia realidade, xerándose un espazo ao estilo Kubrick en 'Barry Lindon', e á que se lle pon a guinda coa música de Chicharrón.

Atopamos, polo tanto, un extraordinario traballo conxunto dun filme que, pola especificidade do lugar da rodaxe, converteuse en especial, fornecendo o labor en equipo, e iso abofé que se trasladou ao resultado final no que se detecta esa complexa argamasa que o enguedella todo é que é tan dificil de xerar no cinema no que as veces semella que cada un vai polo seu lado. Con ‘Ons’, e os seus oitenta e sete minutos de duración, Alfonso Zarauza achega outro audaz gran de area ao noso audiovisual que vai de celebración en celebración, e no que, como estamos a ver en traballos como os de Oliver Laxe, Paula Cons ou Lois Patiño, por citar algúns dos máis recentes, a coralidade das aportacións dos diferentes participantes na película, amosan a afouteza do noso cinema.

Sexan cómplices desta travesía polos sentimentos dunhas persoas á procura dunha luz, dunha esperanza que as leve a vivir, e a nós a ser parte desa illa que tamén somos quen de habitar.




Publicado na Revista. Diario de Pontevedra 2/01/2021