domingo, 20 de setembro de 2020

“José era yo”

        [Ramonismo 37]

     José Luis Peixoto hunde su biografía en la del Nobel Saramago, propiciando una reflexión sobre ambos autores

 

SEÑALADO incluso por el propio José Saramago como su sucesor en el olimpo de las letras lusas, José Luis Peixoto pisa firme en ese itinerario, armándose de valor para entremezclar su vida con la del propio creador de ‘Memorial del convento’. Un reto brutal del que José Luis Peixoto sale más que airoso, componiendo un texto lúcido y en ocasiones brillante, emocionante para los seguidores de Saramago y que respaldan a su autor como uno de los nombres de referencia de la actual literatura portuguesa.

En ‘Autobiografía’, editada en nuestro país por Random House, nos encontramos un juego de espejos, de nombres y personas que hilan sus caminos, como ya hicieran en ‘O ano da morte de Ricardo Reis’, el mismísimo Fernando Pessoa con uno de sus heterónimos, Ricardo Reis, retornado de Brasil a una Lisboa donde «o mar acaba e a terra principia» en un libro lleno de inteligencia, por el que también transita José Luis Peixoto, sabedor de sus posibilidades para hacer del territorio capitalino lugar de encuentro y ámbito mítico de libros y personajes.

Pero hacer de Saramago mito es también poner el pie en otras geografías, en la Azinhaga natal, tierra de olivos, abuelos y memorias de la infancia; pero también en el Lanzarote que lo acogió y que descubrió como ámbito imprescindible en el devenir final de su vida, territorio entre vientos y volcanes de contemplación de lo que quedó atrás, de disfrute con su pareja Pilar del Río y como impresionante escenario del que despedirse de la vida tras el viaje del elefante. Allí, donde todos los relojes de la que fue su casa marcan la misma hora, cruce de agujas en el que conoció a Pilar del Río, Saramago estableció un modesto refugio en el que al tiempo se acogía toda su vida, desde aquella aldea portuguesa, al Portugal político que lo despreció en los años noventa tras escibir ‘El Evangelio según Jesucristo’ y, como no, esa Lisboa que plantó frente a la Casa dos bicos, sede de su fundación, otro olivo, para ser memoria del compromiso del Nobel con su tierra, incluso por encima de su país.

Todo eso va fluyendo en el relato de José Luis Peixoto, tras el encuentro de un joven escritor al que se le encarga la biografía del gran literato, y que finalmente lo que busca construir, como no se cansa de repetir, es un «texto ficcional de cariz biográfico» y que lo que logra es posibilitar una biografía doble, de dos autores que como Pessoa y Reis son uno. José y Saramago, dos personas en una. «José era yo» ya escribira Peixoto de manera premonitoria en 2010. Dos tiempos diferentes, dos edades en la misma persona. Brillante. Y eso, tan complejo de gestionar como elemento literario, es lo que vamos encontrando en un relato en el que las dudas nos asaltan sobre quien realmente está escribiendo la biografía de quien.

Un libro, por lo tanto, lleno de momentos portentosos, instantes repletos de imaginación que nos conducen directamente a la obra de Saramago, como cuando la propia Pilar del Río lo miraba y era capaz de mirar a través del autor de ‘Ensayo sobre la ceguera’ como la inolvidable Blimunda, protagonista de aquel ‘Memorial del convento’ capaz de mirar en el interior de las personas, y que precisamente fue el texto culpable de que ambos se conociesen. El libro está trufado de esas complicidades entre la vida y la obra de José Saramago que lentamente se van colmatando a lo largo de estas páginas que fracturan los límites entre la literatura y la vida, que hacen de lo biográfico y de la ficción un tira y afloja en un total desafío que muestra la genialidad del este escritor.

José Luis Peixoto nació también en un pequeño rincón portugués, Galveias (título de una de sus novelas más interesantes) en 1974 y que con su primera obra, ‘Nadie nos mira’ logró el Premio José Saramago, lo que le sirvió para unir prematuramente su destino al de quien enseguida mostró su interés por aquel autor del que llegó a decir que es «un hombre que sabe escribir y que será el continuador de los grandes escritores». Lejos de sentirse aplastado por esa presencia José Luis Peixoto ha ido diversificando su obra desde la poesía, que lo trajo hasta nuestra ciudad en 2015 para participar en una edición de Pontepoética, el cuento infantil, la literatura de viajes o el teatro.

Esta ‘Autobiografía’ es un escalón más en esa carrera como escritor, pero sobre todo lo es en ese deambular por una vida que se cruza una y otra vez con la suya. El Hotel Bragança, la Rua do Alecrim, el Cais do Sodré... itinerarios de sombras que se cruzan y componen un mismo personaje, ese que el tiempo y la palabra dejarán para la posteridad como un relato propio desde el que narrar al otro. Desde el que tensionar una escritura llena de espejos líricos en los que reflejar a uno y otro José, al José Saramago y al José Peixoto.

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 19/09/2020

luns, 14 de setembro de 2020

Una bomba bajo la cama

 

[Ramonismo 36]

‘Fin de temporada’ de Ignacio Martínez de Pisón vuelve a situar a la familia y sus secretos como activo literario

 


TODOS sabemos que la familia es una especie de bomba de relojería colocada bajo nuestras camas. Un tictac que, ante la más leve agitación, es capaz de estallar y poner patas arriba nuestras vidas. Un sonido monótono que pende de un pasado que se colmata lentamente a nuestro alrededor, dejando entre sus estratos los resortes de lo que un día puede ser una explosión que cambie para siempre nuestras vidas y las relaciones con los miembros de nuestro entorno.

Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) sabe bien de la posibilidad que significa la familia para convertirse en tubo de ensayo desde el que analizar lo que somos, aspiración máxima de cualquier escritor que se precie. La familia, como magma burbujeante, ya ha sido utilizada por el autor maño en varias de sus novelas para entender cómo nos comportamos como colectivo y cómo nuestra sociedad ha ido transformándose durante las últimas décadas. Títulos como ‘La buena reputación’, Premio Nacional de Narrativa, o ‘Derecho natural’, son ejemplos de familias que recorren tiempos y geografías. Personas, ciudades, dictaduras y transiciones que se vinculan bajo la escritura de uno de los mayores talentos literarios de nuestras letras, ofreciendo así una de las más lúcidas maneras de saber cómo este país ha ido generando un presente incapaz de desprenderse de su pasado, a través de unos protagonistas llenos de deseos, miedos, esperanzas y frustraciones. Protagonistas reales, pero que, inscritos en las tramas ideadas por este escritor, se convierten en espejos de cada uno de nosotros, de nuestros padres y abuelos, y en la radiografía de una España que, como pocos países, gestiona su destino a través de la familia y de unos vínculos férreos e impensables en otras latitudes.

Los protagonistas de ‘Fin de temporada’, novela editada por Seix Barral, son una madre y un hijo, Rosa e Iván, cuyas vidas presentes, situadas en los años noventa, penden de un hecho del pasado que se va revelando cuando Iván siente la necesidad de mirar por ese retrovisor en el cual la familia le coloca ante su génesis. Ambos personajes se muestran como una huida hacia adelante manejada por una madre que arrastra las sombras de un pasado imposible de aliviar cada vez que mira a su hijo, pero que ese mismo hijo debe afrontar para conocerse realmente, arrasando, con esa mirada a un tiempo anterior, todo aquello que le rodea. Como toda huida se precisa de un viaje, no sólo interior, sino también geográfico. Ambos gestionan su vida en Tarragona, entre un camping y una central nuclear, una provincia a la que Rosa llega tras varias vidas en otras ciudades y aquel punto decisivo en la frontera extremeña con Portugal a partir del cual ya nada fue igual. Esa inteligente decisión de enhebrar territorialmente la novela, como ya se había hecho en los títulos anteriormente citados, es una perfecta manera para tomar la fotografía de cómo era y es este país a pie de calle, entre personas, pueblos y ciudades que latían y laten al ritmo de sus protagonistas y de los cambios políticos y sociales que en ella se produjeron a lo largo de los años. El paseo de Iván por su propio pasado, por el reconocimiento de esos lazos de sangre, que hasta hace unas horas desconocía, generan en él un cambio trascendente que transformará un presente que se consideraba plácido y controlado, y en el que no se contaba con que ese tictac de la bomba bajo su cama fuese a detonar con imprevisibles consecuencias.

Ignacio Martínez de Pisón nos sitúa ante varios de esos personajes que tan bien retrata con sus palabras, con sus diálogos, con lo que leemos, pero también con lo que es capaz de lograr que imaginemos. Un prodigio a la hora de describir a unos seres a la intemperie, envueltos en una nebulosa del pasado a la que poner luz significa hacer que todo sea diferente. Las vidas no valen lo mismo con la verdad en la mano que con una venda sobre los ojos. Iván, solitario, renuncia a su presente para hacer de ese pasado verdad, para desatar esa venda y dejar sus ojos desnudos ante lo que necesita saber, aunque esa venda caída sea un trauma que gestionar sin apenas posibilidades de éxito. Las consecuencias del pasado se encabritan en un presente radicalmente distinto desde ese instante, pero, sobre todo, se convierten en la manera de modelar a una persona diferente, a otra persona.

Pocos autores son capaces de convertir esos lazos de sangre en un auténtico alambre en el que sus lectores, como equilibristas armados con una larga pértiga, deben evitar caer al vacío. Todos tenemos esa bomba bajo nuestro lecho y libros como éste son una brillante e inesperada manera de desactivarla o, quizás, todo lo contrario, de acortar los plazos de su explosión.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 12/09/2020

xoves, 10 de setembro de 2020

Un puñado de tierra

[Ramonismo 35]

'La forastera’ de Olga Merino es un visceral grito literario desde el interior de una mujer hacia su tierra y sus raíces

 


HAY LIBROS por los que pasas y otros que te obligan a quedarte en ellos. Son estos últimos textos los que te sujetan a su relato como una necesidad del lector por saciar sus ansias a través de una narración en la que encuentras el compromiso de su autor con la escritura. Olga Merino nos propone en ‘La forastera’, editado por Alfaguara, uno de esos textos a los que te unes mucho más allá de lo que podría ser una simple lectura. Sus protagonistas, sus frases, sus situaciones, hasta sus espacios en blanco, en los que te ves obligado a levantar la cabeza y a tomar aire, configuran un territorio de una intensidad tal que se evidencia ante el lector como un vertiginoso deambular del que no es sencillo salir indemne.

Y empleo consciente e interesadamente la palabra territorio porque, si en otras circunstancias se usa como una metáfora, aquí es parte fundamental de lo que sucede una vez que decides conocer esta historia, la de una mujer en un lugar muy concreto, en el que la vida se va abocando al desastre a través de una muerte que sobrevuela la narración, tanto del pasado como del presente. Una suerte de maldición pegada a la tierra en la que las decisiones de las personas configuran un escenario opresivo donde salir a respirar se convierte en algo demasiado caro. Eso es lo que intenta Angie, la protagonista, cuando echa la vista atrás para revivir una historia de amor en Londres, un alambre de esperanza sobre el que caminar como un equilibrista mientras en el presente ese territorio del sur de España la consume de manera vertiginosa.

‘La forastera’ se lee apretando la mano con un puñado de tierra en su interior, es decir, sintiendo esa capacidad telúrica que ciertos escenarios aportan a nuestra sociedad impregnándolo todo de una visceralidad que asusta. Olga Merino escribe también con ese puño cerrado, y solo así se puede entender y explicar este relato febril y catártico en el que se aprecia la intensidad escogida por la autora para transmitirnos toda esa panorámica racial de odios y perversiones, de dolores y suicidios, de sombras y melancolías que, movidos incluso desde el pasado, afectan a los protagonistas de hoy.

Junto a Angie nos enfrentamos a mucho de lo que significa la condición humana, a esa codicia generadora de miserias capaz de arrasar con lo que se ponga por delante, desde la vida de un perro, de una persona o lo que supone una propiedad que ha pasado por diferentes generaciones de un clan, de una familia. Un escenario en el que esa condición de lo propio lo marca todo, el afán de posesión de la persona capaz de imponerse a cualquier deseo individual, ajeno a dañar al colectivo, pero que no puede contener la marea desbocada de la ambición. Angie se aferra a sus recuerdos londinenses donde una caricia era una victoria, donde el futuro todavía tenía algún sentido y donde servir de inspiración a un pintor era la eternidad. Pero el tiempo si algún precio tiene es la de quebrarlo todo, hasta a nosotros mismos, y ahí toma tinta Olga Merino para situar esta mirada entre secretos y fantasmas incapaces de resistirse a ese devenir del tiempo, para emerger en un momento determinado en un aquelarre final.

Las personas y su ámbito vital acaban siendo una misma unidad. Un frente común ante el paso de los días y los años. Una bisagra entre el pasado y el presente porque el futuro, simplemente, ya no existe. Es lo que nos había revelado de manera ejemplar Juan Rulfo con su ‘Pedro Páramo’, lo que Jesús Carrasco con su ‘Intemperie’ nos volvió a recordar y lo que ahora Olga Merino resitúa desde una óptica femenina sin la que este libro no podría entenderse y que lo singulariza de esos otros textos. Un libro de madres e hijas, de mujeres enamoradas, de deseos, de perras y de sangres que riegan una tierra con un denominador común. La aniquilación de aquello que de humano queda entre nosotros y cómo esta especie es capaz de autodestruirse en función de egoísmos y perversos intereses.

Nadie sale indemne del tránsito por esta novela, ni sus protagonistas ni sus lectores. Es la capacidad que la literatura posee para hacer que nuestro interior se convierta en uno de esos ámbitos de dudas obligados para conocernos.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 5/09/2020