luns, 29 de xuño de 2015

O horror feito palabra


Non deixa Ledicia Costas de dar pasos cara adiante na súa conformación como escritora. Pasos firmes como os que nos levaron ao inframundo o pasado ano coa súa ‘Escarlatina, a cociñeira defunta’ que acadou o Premio Merlín de Literatura infantil, e agora ese andar lévanos a outro inframundo, este tan real coma noxento polo que ten de medida do que é quen de facer o ser humano (chamándolle así dende a máis fonda xenerosidade).
‘Un animal chamado néboa’ artéllase a partir dun conxunto de relatos que xiran en torno a diferentes sucesos que ocorreron durante a II Guerra Mundial, abofé o episodio más vergoñento da nosa historia común, e no que se traspasaron todo tipo de liñas para facer de nós, como especie, un absoluto fracaso. Ese fracaso é no que se encarga de abondar Ledicia Costas, facéndoo sen concesións, dun xeito aterrecedor e que non en poucas ocasións obrígate a levantar a mirada do libro para ollar cara o infinito, para apartar a mirada ante o que nesas páxinas se relata, dun xeito tan eficaz que un sinte atoparse ante esa escena na procura de aire, pero tamén na busca de respostas. Respostas que aínda hoxe, tantos anos despois, un é incapaz de atopar. Que é o que pode levar ao home a facer unha serie de actos coma eses? Por que esa ausencia de respecto hacia nós mesmos? Vendo os acontecementos do noso tempo, aprendimos algo de todo aquilo? 
Nun dos capítulos do libro escríbese isto: «Hai veces en que o silencio é o único camiño», e é ese silencio no que nos mergulla dun xeito abisal Ledicia Costas, a magnífica escritura do libro é quen de arredar toda unha serie de percepcións que deixan ao lector sen folgos, abrumado polo que se conta, se capacidade de resposta, caendo nese silencio como o único camiño para poder continuar na lectura do escrito. O cerco de Leningrado, os campos de concentración, a fronte do Pacífico ou o xuízo de Nuremberg... son só algúns dos escenarios escollidos pola autora para dar pé a falar dunha serie de sucesos nos que se recoñece un fondo traballo de documentación que se converte en literatura a medida que Ledicia Costas abre a boca dese lobo no que nos introduce liña tras liña, arrepío tras arrepío, cunhas historias que abraian por que se deran, pero tamén pola capacidade da escritora para enfrontarse a elas.
Neste intre é cando xurde outra desas preguntas Porque este libro Ledicia Costas? Cada páxina que un pasa pregúntase que é o que leva a un escritor a poñer negro sobre branco dun xeito tan descarnado e directo, e un só pensa que beizóns para eses autores que baten en nós para que nunca esquezamos o que pasou ben preto das nosas casas, pero sobre todo, para que tentemos comprender o que podemos chegar a agochar dentro de nós, o xérmolo dun mal que pode xurdir en calquera momento para poñernos en dúbida incluso como seres humanos.




Publicado no Diario de Pontevedra e El Progreso 28/06/2015

sábado, 27 de xuño de 2015

¡Sus, y a ellos!



¡No va más señores! A vida o muerte, como el fútbol de antaño, ese al que ya nos hemos desacostumbrado acomodados en los tacticismos de los entrenadores, la apatía de los jugadores y la asepsia de los medios de comunicación. Así se construye el partido de hoy, la Estación Termini de una fase de ascenso plagada de puntos que analizar una vez pasada la cita de esta tarde, con independencia del resultado.
Hoy ya queda atrás todo aquello del calor y el viento de La Palma, o las pérdidas de tiempo del Mensajero, o los calambres de aquel árbitro, o los campos de hierba sintética, o los penaltis que siempre nos pitan en contra, o la falta de puntería ante la meta contraria, o el salir al campo a ver qué pasa, o los insultos del entrenador contrario... hoy solo sirve una cosa, ganar, y para eso hay que valerse de otra palabra, fútbol. Lo demás, ajo y agua.
Cuenten lo que les cuenten el Pontevedra c.f. llega hasta el partido trascendental tras conducirse por el alambre durante toda la fase de ascenso y sin haber dado nunca la impresión de ser el equipo que debe mandar, el que debe imponer sus reales (el presupuesto así lo dice) ante los diferentes rivales que le han tocado en suerte. Es posible que el fútbol tal y como se entiende hoy y como los teóricos nos explican de manera monocorde, debe irse modulando en función de lo que vaya sucediendo en el terreno de juego, con los caballos atados en corto y soltándoles las bridas solo cuando el resultado obliga. ¿Qué tal pensar un día en salir a decir aquí estamos nosotros, somos el Pontevedra c.f.? Empujar y empujar para, a los quince minutos, tener al rival colgado del travesaño achicando agua y con el miedo metido en el cuerpo. Lo sabios dirán que entonces se corre el peligro de encajar un gol a la contra, que luego habría que meter tres y demás futuribles, pero se olvidan de que hasta ahora hemos estado siempre contemporizando, y algún que otro susto ya nos hemos llevado, ¿no creen?
Habrá que ver si todo es una cuestión de carácter y si esta plantilla es capaz de dar el puñetazo sobre la mesa, también de que le dejen darlo, para poder decir aquí estamos nosotros, los del hueso en la boca y los que defendemos a Roelio a muerte, que es feo, sí, pero es nuestro feo.
En esta tarde de estampitas y ajos yo les traigo la mía, la de una invocación permanente a aquellos que dejaron esta camiseta convertida en una gigantesca mole que casi nadie ha sido quien de mover. Pocos equipos han tenido que arrastrar una carga autodestructiva tan grande como la de este club en base a sus años de gloria y esplendor, a la construcción legendaria de una imagen que se ha convertido en la sombra más grande para el propio club. Pese a todo eso, yo que quieren que les diga, me quedo más tranquilo poniendo una fotografía de Cholo y sus pletóricos muslos para rezarle tres Padrenuestros y dos Avemarías que pensando en los cuatro partidos anteriores disputados por el equipo. Pero hoy todo debe ser distinto, Pasarón será el lugar donde aguar el vino de Rioja, donde el Pontevedra c.f. volverá a gozar de un ascenso como aquel otro 27 de junio de 2004 en el que, como tan oportunamente nos recordó Xaime Nogueira, llenamos calles y plazas de color granate, de las fuentes manaron durante siete días los néctares más variados y todo fue alegría. Es lo que tiene el fútbol, que todos, los fieles y los menos fieles, los meritorios dos mil aficionados que van semana tras semana al campo, y los más de diez mil que irán hoy, o los veinte mil que saldrán a la calle cuando finalice el partido, respirarán todos juntos, más que por una camiseta, por una ciudad, que al fin y al cabo es lo que reside tras un éxito deportivo. Yo no sé si a los jugadores les habrán mostrado durante la semana las imágenes de aquella celebración de 2004 o incluso si les presentaron a Cholo alguna vez. Algunos, agarrados a una pizarra, pensarán que todo eso son tonterías, que hoy al campo no salen a jugar ni Cholo, ni Martín Esperanza, ni Xaco ni Javi Rodríguez y yo pienso ¡qué equivocados estáis! Porque hoy jugamos todos, y eso es lo que tienen que entender cada uno de los jugadores que saltarán al terreno de juego, de ellos depende que este Pontevedra c.f. vuelva al lugar del que nunca se debió marchar y al que tanto necesita volver. Sin cuentos chinos de presiones ni otra zarandajas. ¡Señores, hoy toca ganar! Por aquellos jugadores de blanco y negro de los tiempos de El capitán trueno, pero también por los que lloraron en Numancia y los que se frotaron los ojos ante el Mensajero. Por todos, ¡Sus, y a ellos!




Publicado en Diario de Pontevedra 27/06/2014
fotografía: Cholo despejando un balón con Gato batido en un Córdoba-Pontevedra c.f. (1964). Framar. Archivo Diario de Pontevedra

mércores, 24 de xuño de 2015

El libro, objeto de pasión


El bibliótafo es un cazador de libros, un ser al que no le importan las distancias a la hora de localizar y hacerse con el libro deseado para, posteriormente, encerrarlo como a una presa disecada y agrandar así su orgullo de cazador, alimentado solo con saber que esa es ya una posesión suya. Los libros se apilarán en estanterías, en muebles que ante esa pasión se quedarán siempre pequeños debiendo el bibliótafo abrir los horizontes de su zoológico para acoger a los nuevos inquilinos.
Este pequeño libro que la editorial Periférica ha rescatado, como ha hecho con tantos otros, del olvido más absoluto (era un texto inédito en español, pese a haberse escrito en 1898) nos muestra la realidad de uno de esos bibliótafos. Un coleccionista de libros que en los Estados Unidos de finales del siglo XIX dedicó su vida a la localización y acolmatación de esos libros por los que presentaba una especial devoción. 
Los viajes hacia otras ciudades, el cuidado en la selección de ediciones, la presencia de una firma en su interior... son solo algunas de las componentes que motivan al bibliótafo a vivir la pasión del libro y su conquista. Un personaje pintoresco capaz de modificar su relación con el entorno en base a esa pasión. 
El libro transitará por todo ese devenir en torno a la localización de otros libros, pero también por cómo responde su protagonista ante sus relaciones más próximas, familia, amistades, vecinos... siempre dependientes de lo que suceda con esas búsquedas, desplazados física y mentalmente de ese francotirador absolutamente centrado en la búsqueda y captura de ese volumen por el que tanto tiempo lleva suspirando. Ni el dinero, ni las distancias, supondrán un problema para quien está dispuesto a todo para que su colección literaria siga ampliándose. Una ampliación que afecta también al espacio físico achicado por la llegada de nuevos inquilinos y que, como sucede en este caso, debe ampliar sus estantes hacia otras latitudes, así será como el desván en el que guarda sus libros se queda pequeño y debe proseguir su colección en un almacén que provoca la curiosidad de un barrio que se agolpa ante sus cristales para comprobar lo que allí se guarda con tanto misterio. Caras pegadas a los ventanales para intentar descubrir qué se esconde en su interior, lo que solo son libros pero que para ese hombre son un objeto de culto e idolatría.
Y junto al libro, la peripecia, el encuentro con toda una serie de personajes a los que te enfrentas en cada una de esas búsquedas, muchos de ellos obstáculos que sortear para que la caza llegue a buen fin. Pero nuestro protagonista, perfectamente delimitado por el autor del libro, Leon H. Vincent, tendrá disponibles armas, muchas de ellas surgidas de sus lecturas, tales como la inteligencia, el humor o la acidez, para poder hacerse con aquello que más ama en el mundo, un libro.






Publicado en Diario de Pontevedra y El Progreso de Lugo 21/06/2015

martes, 23 de xuño de 2015

Fotografar o silencio

Rue Saint-Antoine nº170
Fotografía. Ex alumnas da Facultade de Belas Artes de Pontevedra, Marta Cerviño e Maya Kapouski, baixo o comisariado da actual decana da Facultade, Silvia García, desandan os seus pasos para deixar constancia do seu traballo. Do compromiso cuns estudos que as levaron a facer da arte un xeito de expresión e unha aposta de vida.


Pasan uns poucos minutos das doce da mañá. A Sala X da Facultade de Belas Artes está baleira, nin visitantes, nin sons, só un silencio que semella materializarse a través da luz do mediodía que entra pola fiestra. Esa luz o inunda todo, e converte as fotografías que colgan das paredes da sala en todo un espectáculo, o complemento axeitado para que esas imaxes retomen a forza que unha vez que te atopas fronte a elas eres quen de descubrir. Si, porque aínda que non o crean, o silencio pódese retratar, acádao a música dun xeito máis evidente, pero tamén a fotografía, cun discurso conceptual tras ela, tamén o pode chegar a facer. E aquí a proba.
‘Retratos e silencio. (Case branco)’ é o título que Marta Cerviño e Maya Kapouski escolleron para amosarnos o seu traballo. Unha aposta dende a fotografía para capturar un silencio que semella pousado en numeroso obxectos, rincóns, ou espazos da nosa vida. Ese silencio semella saír fóra das fotografías destas dúas artistas, para desenvolverse pola sala, para converterse en atmosfera que enche co maxín da arte esa Sala X convertendoa nun lugar singular. Dúas apostas diferentes pero que coinciden nunha complementariedade que vai do xogo interior ao exterior, do plano corto ao plano longo ou da observación á participación
Suspendido, a súa presenza determina gran parte do que aquí vemos, un tempo entendido como testemuña do vivido, pero tamén como notario ante a nosa presenza. Cada unha das pezas de Marta Cerviño debería ser analizada con precisión case que quirúrxica. Cada fotografía, ollada detidamente, é unha barbaridade de boa, unha condensación de sensacións e percepcións nunha pequena mirada que fuxe do fugaz, do transitorio, para converterse en eternidade. Abofé que o derradeiro motivo para a súa publicación é o de trasladar ao espectador ese senso de atemporalidade do cotiá, o cincelar unha mirada adoitadamente fría e afastada do que vemos cada día na nosa contorna máis inmediata.


Esas miradas son pequenas. Nelas reflíctense fragmentos, cáptanse detalles, tómanse recunchos elevados á categoría de escenario... e todo iso convértense na recuperación de todo aquilo que forma parte das nosas vidas e co que moitas veces non somos moi xenerosos por ese contacto cotiá. Cortinas, sillóns, camas... son como pequenos latexos nos nosos fogares, elementos que en moitos casos nin nós mesmos chegamos a mercar, senón que foron outros, os que viviron nesas casas antes ca nós, os que se decantaron por eles e entenderon que merecían formar parte desta nova vida na que a realidade marca o seu devir e na que os que vivimos hoxe nos tocar desenvolver a nosa vida.
E xunto a esas miradas Marta Cerviño propónnos outras, estas fan do tempo unha pegada na propia peza. A súa serie flores murchas está chea de fermosura e explica iso tan fascinante que xurde cando algo deixa de ser fermoso pero no que sempre hai un instante de beleza final. É a derradeira beleza antes do fin, o remate a unha espléndida realidade que se ve abocada ao fracaso. Unha agonía rexistrada de maneira maxistral e que pelexa con esa luz que entra pola fiestra coma unha loita entre a vida e a morte, entre o pasado e o presente, un enfrontamento co destino e a realidade.
Deses interiores pasamos aos exteriores de Maya Kapouski. Neles ábrese o foco e saímos ás rúas, atopamos tamén a complicidade do grupo, a pandilla como representación dunha xeración que se ubica nos seus escearios habituais converténdoos, dese xeito, en xeografías cunha carga para nada afastada de intimidade. Unha estética en moitos casos propia da publicidade ou do cine, evocacións dunhas representacións que definen un tempo, ou mellor dito unha temporalidade, é dicir, un fragmento de vida, unha fuxida das etapas da experiencia, deses tránsitos que constrúen a nosa personalidade e que se van queimando a lume lento, aínda que o tempo os poña diante de nós coma un lóstrego. A arte tamén ten esa capacidade, e dentro dela a fotografía, como poucas ramas válenos como dietario de todas esas experiencias. Aínda que ese plano se abre, que nos afastamos dos interiores reflectidos por Marta Cerviño, nas pezas de Maya Kapouski tamén hai moito de intimidade cunhas esceas que xurden desas vivencias e polo tanto moi achegadas á experiencia.


Miradas interiores e exteriores. Reflexións arredor do que temos preto de nós a cargo de dúas mulleres que estudaron na Facultade pontevedresa e que a ela voltan xa como artistas, como definidoras dunha linguaxe e dun argumentario que exemplifica o bo facer deste centro de estudos que non deixa de alimentar á sociedade cunha chea de creadores cada vez máis preparados para reflexionar sobre ela, para representala e para levar ao público o reto de enfrontarse con todo ese universo plástico. Aínda teñen ata o 3 de xullo para visitar esta mostra, para descubrir a dúas mulleres confiadas do que fan, sabedoras tamén de que esta é só unha parada máis nun dificil camiñar, pero do que estamos seguros é de que dende a súa capacidade de mirar e reflectir o que ven nunha fotografía todo será moito máis sinxelo. Máis dificil é fotografar o silencio.





Publicado en Diario de Pontevedra 21/06/2015
Fotografías de Tania Moreira

luns, 22 de xuño de 2015

El óxido, un paisaje eterno

Obituario. La muerte del pintor Manuel Aramburu deja a Pontevedra sin uno de sus pintores más singulares. No solo como creador de un universo propio sino como forjador de decenas de pintores, el adiós de Manuel Aramburu solo podrá ser cubierto con la redimensión de su propia obra iniciada con la exposición antológica del Museo de Pontevedra de 2012.

Falleció Manuel Aramburu, pero su pintura siempre quedará ahí. Es la gran virtud de los artistas, del creador capaz de modelar esa realidad paralela a la nuestra que pervive pese a la finitud de su autor. Manuel Aramburu consagró su vida a esa labor, la de hacer de la pintura una patria inagotable, un discurrir entre horas en el estudio, pinceladas y la maravillosa capacidad para enseñar. Sí, enseñar. Se hablará mucho estos días de su obra, de esos cuadros tan característicos, de esas chatarras que se retorcían entre sí consiguiendo de manera asombrosa cuadros muy diferentes buscando la belleza donde ésta se agotaba, pero de lo que quizás no se hable tanto es de esa maravillosa labor como enseñante de la pintura, de la que muchos jóvenes y no tan jóvenes, han hecho una pasión gracias al buen trabajo de este leonés hecho pontevedrés. Cada cierto tiempo la galería Sargadelos se llenaba con obras procedentes de sus alumnos, con trabajos más o menos afortunados, pero que lo que venían a representar era ese nexo cómplice con la pintura.
Asomarse a la pintura de Manuel Aramburu es hacerlo a una obra singular, y este ya es un gran privilegio del artista. El no imitar, el desarrollar un camino de experimentación propio. En más de una ocasión he tenido el privilegio de charlar con Manuel Aramburu, en su estudio o fuera de él, en algún encuentro fortuito por la calle, preparando una charla junto con Francisco Pablos en la Beca de Pintura Xavier Pousa que él mismo dirigía en el Balneario de Mondariz o preparando una exposición, la última vez hace poco más de un año con motivo de la muestra colectiva ‘Unha mirada, dous tempos’ en la que él participó con dos de sus obras en el Café Moderno. Tras facilitar toda la labor de coordinación de la exposición, y notar su ilusión por estar en una muestra de artistas ligados a nuestra ciudad, siempre mostraba su deseo por conversar sobre la pintura, y en eso nos metíamos. Yo con las orejas bien abiertas y él contándome historias sobre los años transcurridos desde el ejercicio de esta vocación. Siempre se descorría entre sus palabras una cierta amargura por verse más reflejado en libros y monografías publicadas fuera de Galicia que en publicaciones de su tierra. Entendía que sus cuadros no eran lo suficientemente valorados por las calidades que indudablemente poseían, de ahí la importancia de esa gran exposición desarrollada en el Museo de Pontevedra en 2012. Allí reconocimos una obra que crecía a partir del dibujo, que se modeló a través del paisaje y que reposó en esos otros paisajes férreos. Sí, paisajes, porque al fin y al cabo Manuel Aramburu con sus óxidos no hacía más que paisajes. Territorios que le permitían definir todo lo que a él le importaba en la pintura, preocupándole muy poco lo que eso podía suponer en cuanto al impacto crítico. Las numerosas vidas del hierro, los diferentes estadíos por los que puede pasar ese metal, eran la excusa suficiente y necesaria para volcarse en ese mundo ya irrenunciable una vez que apareció en su vida. Esa exposición definió una vida entera, argumentaba un proyecto vital y profesional y colocaba a Manuel Aramburu como el pintor que era, que él ya sabía, pero que muchos aún no habían querido ver. Todavía recuerdo esos paisajes de O Paraño, tan desconocidos como impactantes, tan abrumadores en su hondura como necesarios para entender sus posteriores valles de chatarra.
Pasé varios años de mi vida en una una etapa con demasiadas horas muertas cobijado bajo uno de sus imponentes cuadros. Era una pieza espectacular que se encontraba en la cafetería de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Vigo. En aquellos años de naufragios yo no conocía a Manuel Aramburu, y su obra me era completamente ajena, pero de las pocas cosas que recuerdo de aquel tiempo fue ese gran paisaje de óxido y chatarra convertido en una especie de aliviadero a aquellas horas desesperanzadoras. La vida y sus caprichos me llevaron a conocer a Manuel Aramburu, y tras muchos encuentros todavía no me atrevía a decirle lo importante que había sido aquel cuadro para mí, una especie de ventana abierta a un futuro que no se acababa de clarificar. Creo que cuando se lo comenté, con más confianza, y a raíz de esa gran exposición del Museo de Pontevedra, se sintió honrado, o eso creí adivinar en esos grandes ojos parapetados bajo unas gruesas gafas. Es la capacidad del arte para trascender a las personas, para convertirse en una dimensión eterna en la que los seres humanos somos simples anécdotas.



Publicado en Diario de Pontevedra 22/06/2015
Fotografía: Manuel Aramburu en su estudio en 1996 (Miguel Vidal)

domingo, 21 de xuño de 2015

Tempo de vida e arte

«O mercado ignora que o que importa da arte é a súa vida subterránea, o que acontece cando unha persoa vese afectada polo que viu, escoitou ou leu. Iso é, precisamente, o que non se pode cuantificar» (John Berger)


Se nos bota enriba o verán coas súas longas xornadas, as súas horas de luz e a invitación a saír á rúa. E Pontevedra se algo é, é rúa. «Érase unha cidade a unha rúa pegada/ érase unha rúa superlativa,/érase unha rúa saión e escriba/érase un peixe espada moi barbado», podería ter escrito o gran Quevedo se unha máquina do tempo o trouxese aos nosos días a carón do Lérez.
Tempo e rúa que se xuntan para facer aínda mellor do que é a esta cidade. E a esas coordenadas durante estes días engádeselle o complemento perfecto, a arte, con varias exposicións cheas de calidade en diferentes espazos de Pontevedra que invitan a percorrelos e a descubrir o ben que lle senta a esta cidade as miradas dos artistas. Plantexar un itinerario axeitado debe quedar nas mans do visitante, que debe xuntar o pracer do camiñar, de metrominutear polas nosas rúas e logo decidir onde repousar ollando o que fan todos eses creadores. Pontevedra recuperou moitos novos espazos para a creatividade que sumar aos que xa levan tempo compoñendo as súas programacións, iniciativas privadas e arriscadas por parte dos seus donos que confían no que aquí se fai e se pode chegar a facer. Polo tanto, o que aquí se amosa é só unha parte dese todo, unha parte, iso si, chea de talento e magnetismo cara o espectador, e de feito nestes momentos coinciden na nosa cidade un conxunto de extraordinarias exposicións. Diferentes nas súas formulacións, variadas nas temáticas e nos seus integrantes, pero iso é a súa gran riqueza.
Unha semana é o tempo que queda para que se acheguen á Fundación RAC, a nosa Sixtina da arte contemporánea, e un dos lugares en Galicia onde a arte de hoxe ten un mellor refuxio. Alí unha espectacular mostra de Marcos Covelo vailles facer pensar, e a desentrañar moito dos procesos comunicativos de hoxe, as interferencias que neles se producen, as máis das veces ocultando o realmente importante, aquilo que a moitos non lles gusta exhibir, aínda que sexa o realmente importante. O adagio dylaniano de que «as respostas están no aire», aquí ademáis de darlle título a mostra, revélase como toda unha posta en cuestión do tanxible ou non desas respostas. Ben cerca dese espazo, no Sexto Edificio do Museo de Pontevedra, a exposición de Pedro Solveira recolle setenta anos de carreira e o fai moi ben. Unha exposición de calidade e cantidade para achegarse á obra dun dos nosos creadores máis importantes. Un creador experimentado que ten complemento nos doce artistas que no Café Moderno Afundación forman parte do que poderíamos chamar a xeración dos cincuenta en Pontevedra e que a través de só dúas obras tentan resumir iso tan imposible de antemán que é o reflectir toda unha vida adicada a arte. ‘Unha mirada, dous tempos’.
Yolanda Dorda é un descubrimento, unha muller que nos trae a súa pintura chea de afouteza e decisión á Sala de Exposicións da Delegación da Xunta de Galicia, un impacto que nos lles vai a deixar indiferentes. Descúbrana tamén. E neste percorrido non podemos obviar o noso gran viveiro de artistas, a Facultade de Belas Artes que, na súa Sala X, amósanos a obra de dúas ex alumnas, Marta Cerviño e Maya Kapouski que dende a fotografía xeneran un espazo cautivador a través diso tan difícil como é fotografar o silencio.
Quédannos as dúas últimas, as máis recentes na súa inauguración ao longo desta semana, e tamén ambas, protagonizadas por xente nova. María Ledo na galería About-Art, fai da pintura un territorio de valentía ao non ter medo a pintar ao ser humano, tantas veces esvaído en propostas máis abstractas que parecen ser as que dictaminan os mercados artísticos. Os seus rostros, que nos miran directamente, son un desafío para que nos acheguemos a unha revalorización da pintura. E rematamos no Pazo da Cultura, cunha cita xa tradicional dos nosos veráns, ‘Do  final e do comezo’, na que se amosan os traballos que son quen de facer os recén graduados en Belas Artes.
Como ven hai onde escoller, agora é o seu tempo, o de visitar estas exposicións e o de facer da rúa un territorio de vida. E déixolles unha suxerencia, ou unha idea, boa e gratis, a da apertura destes espazos en horarios non tanto de oficina como de ocio. Noites de arte e lecer. Anímense!


Publicado no Diario de Pontevedra 20/06/2015

martes, 16 de xuño de 2015

Scherzo y fuga de Pedro Solveira


Rue Saint-Antoine nº 170
Arte Pocos artistas pueden singularizar su trabajo como Pedro Solveira, y con un valor añadido, y es el que esa singularidad se renueva cada cierto tiempo a través unas obras que se desafían a sí mismas. Trabajos que se desarrollan en el tiempo y a los que ahora tenemos acceso gracias a una espectacular exposición en el Museo de Pontevedra.

Pedro Solveira posa ante una de sus piezas

Tras recorrer la exposición retrospectiva de Pedro Solveira a uno no le cabe la menor duda de que esta sería la gran exposición del verano en Pontevedra, pero nos encontramos con que la exposición se clausurará justo un mes después de su apertura, el 5 de julio. Un trabajo de meses y meses, de toneladas y toneladas de obra, que se consumirá en treinta días, como un suspiro, como una nota musical que se evade en el aire. Apúrense y no se pierdan entonces la exposición, a poco que se despisten la encontrarán cerrada.
En el primer párrafo de este artículo ya ha asomado la palabra música, fundamental para establecer las coordenadas del trabajo de Pedro Solveira, fiel acompañante en las largas horas de trabajo en el taller, incontenible fuerza inspiradora de unas obras que concretizan esa abstracción que toda música tiene consigo, una materialización que, en manos de Pedro Solveira, se convierte en contundente armazón para construir todo un universo que parte de la matemática. «Todo es matemática», afirma el artista, para irse articulando desde la arquitectura, la poesía y esa ciencia. Y al fondo, la memoria, el oficio, el valor de lo tradicional, el artesano que de la nada crea arte, algo bello. Pedro Solveira no se aparta nunca de esa red que lo sujeta con la autenticidad de lo que él considera que debe ser, el sucesor de su padre, del obrero del taller que entre la mecánica y la carpintería de ribera ofrecen soluciones al tiempo que no descuidan la estética. A ella se debe Pedro Solveira y a partir de ella se entiende todo.
Ese aprendizaje desde la infancia no cesa y vuelve a ella siempre que puede. Un grupo de escolares, de visita en la exposición, reclaman su atención, Pedro Solveira les atiende amablemente y les incita a no dejar de estudiar más que a convertirse en artistas, como alguno expresa tan valiente como inocentemente. Los niños se alejan y el artista vigués apunta todo lo que se puede aprender de esos niños que como el material no está todavía maleado por la sociedad, son puros y de esa pureza emanan preguntas y reflexiones que te hacen valorar lo que haces de una manera diferente a lo que pensabas. «Muchas veces en mis exposiciones obligaba a la organización a que se realizasen visitas de escolares», apunta Pedro Solveira todavía sin rendirse ante lo que fatalmente parecen apuntar estos tiempos perversos.
Sin el soniquete de los infantes llega el silencio, el gran arma que acompaña a la obra de Pedro Solveira, un silencio que se te incrusta en el alma y te hace ver la exposición en comunión directa con cada una de esas obras, de esas geografías plenas de geometrías que varían en relación al punto de vista que tomes para enfrentarte a ellas. Sombras que se mueven, planos que se modifican, nuevas percepciones. Ese silencio emana de todas aquellas componentes que denotábamos antes y conceden a su obra un altísimo grado de densidad, una condensación de forma que surge de ese rigor al que Pedro Solveira se aferra como el violonchelista a su instrumento. Cada vez que se encuentra un camino hay que explorarlo hasta el final, volver una y otra vez sobre ese cuadro que permite una infinidad de variaciones, de formulaciones matemáticas en pos de esa exactitud a la hora de llegar a una obra de arte que satisfaga el ideario del creador. «La obra requiere pensamiento, madurez, rigor», repite Pedro Solveira como un mantra, para huir de quienes hacen un arte rápido sustentado solo por la idea de un proyecto fundamentado en los avances tecnológicos o informáticos. A partir de ahí, justo cuando otros acaban es cuando Pedro Solveira comienza a desarrollar ese camino, ese cuadro que se convierte en una serie de piezas que balizan el itinerario de una parte de su vida.
Vista general de la exposición
Y es que mucho de lo aquí está encerrado es el itinerario de una vida, y así hay que medirlo, como un caminar, un paseo a la manera del Promenade de Musorgski de sus ‘Cuadros para una exposición’, un deambular por un mundo musical, descriptivo de un entorno en el que se lleva moviendo Pedro Solveira desde hace muchas décadas. La pieza más antigua de la exposición es de 1944, una fecha abrumadora que lleva al artista a encontrarse con todo lo caminado, con todo lo hecho, con el abrumador peso de toda una vida calibrada en décadas pero también en experiencias, descubrimientos, desesperaciones, dolores (no son pocos los accidentes laborales que ha tenido en su estudio por el manejo de los materiales que se integran en sus piezas), y avances, esos avances en los que uno entiende debe residir una obra coherente, son los que finalmente dan sentido a todo, los que revelan una vocación surgida de la necesidad Rilkeana por volver a ese germen vital, a un eterno comienzo que te impulse ante cada encrucijada a dar un nuevo paso. Ese inagotable ‘Promenade’ que Pedro Solveira realiza y nos invita a hacerlo junto a él a través de unas obras repletas de connotaciones tanto formales como conceptuales, en las que el acero, el esmalte, la madera, el metacrilato o el pvc, son el sustento preciso para lo que en realidad importa, la concreción de la fuga, el modelado del hueco, la discusión del límite, en definitiva, las notas etéreas de un concierto en el que manda el silencio.






Publicado en Diario de Pontevedra  15/06/2015
Imágenes: Gonzalo García

luns, 15 de xuño de 2015

El corazón de una tierra




Se recupera con esta lectura el tono de los grandes narradores americanos. Desde el mismísimo William Faulkner hasta Juan Carlos Onetti, escritores distanciados geográficamente, pero que han encontrado en el periodista y escritor colombiano, Hector Abad Faciolince, el territorio intermedio, humano y físico, desde el que cristalizar ese vínculo más que reconocido por el escritor argentino y el universo literario.
Como ellos, el autor de ‘La oculta’ crea un relato de largo recorrido que se hunde en la construcción de una civilización, aunque ésta se limite al ámbito familiar, pero que, por extensión, se puede desarrollar al conjunto de un país, Colombia, con tantos y tantos condicionantes a la hora de plantear su progreso como comunidad. ‘La oculta’ es el nombre de una hacienda, una propiedad que, fundada por los antepasados de los protagonistas, tres hermanos, formará parte de lo que supone su tránsito vital. Un discurrir por la vida que aparecerá marcado de una u otra manera por lo que sucede y lo que emerge en esa tierra a la que en mayor o menor medida se verán ligados los tres.
La alternancia de esas tres historias personales van generando un paisaje familiar en el que todo un conjunto de personajes irán desfilando como parte de ese proceso constitutivo de un territorio, pero también de las diferentes existencias de los protagonistas. Cada uno de esos tres hermanos, dos mujeres y un hombre, responderá a tres perfiles extraordinariamente bien definidos que permitirán trenzar sus relaciones familiares con ascendentes y descendientes, conyugales o profesionales a partir de esos caracteres. 
De nuevo la memoria de Colombia revisitada desde el universo literario, algo que ya había sucedido en una novela que podríamos entender como una precuela de ésta, también a cargo de Héctor Abad Faciolince y de nombre ‘El olvido que seremos’. El vigor narrativo de aquella obra se mantiene aquí inalterable, mostrándonos así a un narrador capaz en todo momento de evocar estos tiempos pretéritos y mundos fundacionales y vincularlos con los hechos de hoy en día, pasando así de lo físico a lo humano, de lo evocado a lo vivido, de lo legendario a lo real.
Un libro con varios corazones que se tornan en uno solo, el corazón de esa tierra en la que uno nace y se considera parte de ella a base a lágrimas y sonrisas, a momentos complicados y otros felices, a las buenas y las malas cosas que las actitudes del ser humano generan como parte de un proceso vivencial y formativo.
Como aquellos hijos que cargaron con el ataúd de su madre o aquellos otros individuos que forjaron Santa María, los protagonistas de ‘La Oculta’ portan el peso de una sociedad tradicional frente a la que surge la rebeldía y la transgresión, entendidas como el reflejo de un tiempo nuevo que clausura lo que fue su propio paraíso.



                                               Publicado en Diario de Pontevedra y El Progreso de Lugo 14/06/2015

sábado, 13 de xuño de 2015

Grupo salvaxe


O que me gustaría e o que preciso son dúas cousas distintas. Non quero voltar ao cárcere. Nunca máis, pero teño que facelo a miña maneira. ¡Preciso homes que sirvan, ya viches o que pasou esta mañá!
[Diálogo de ‘Grupo salvaxe’ de Sam Peckinpah]



Día de bastóns ao aire, de novas corporacións e de novos alcaldes. Abofé que dende os tempos da Transición non houbo un baile de poltronas municipais tan ostentoso como ao que asistiremos ao longo da mañá de hoxe. Novos partidos, coalicións, pactos e máis pactos, maiorías, dun ou doutro xeito, pero ao fin e ao cabo maiorías, todas válidas e perfectamente establecidas dentro do marco democrático, grazas a uns votantes que decidiron que xa era tempo dunha nova situación na política ao ver co noso sistema íase a pique pola molicie de moitos políticos e as maquinarias dos seus partidos.
E día tamén de comprobar como a algúns a democracia non lles senta tan ben, como eses mesmos pensaban que democracia significaba algo así como ‘eu estou aquí para sempre e que ninguén veña a enredar’ e agora danse conta de que se afunden no océano. Iso si, hai quen o fai coa dignidade dos músicos do Titanic, mentres outros tentan ata o último momento virar un rumbo que xa non ten posibilidade de muda se faga o que se faga, ou se argalle o que se argalle. Os tempos están cambiando que cantaba Bob Dylan, como atinadamente comentou o meu compañeiro Javi Casal mentres se fregaba os ollos ao ver a imaxe no noso xornal do cuatripartito que deixará fóra da alcaldía lilaina a Telmo Martín, un dos casos máis sobranceiros na nosa contorna, pero ao que se lle poderían engadir os de Ribadumia, Barro, Portas, Ponte Caldelas ou Lalín, e a nivel rexional grandes vilas como as de Santiago, A Coruña ou Ferrol.
Como di a canción os que non comecen a nadar irán ao fondo do mar como unha pedra. Moitos levan ao longo desta semana máis que nadando, sprintando coma toliños, ofrecendo todo aquilo que durante anos negaron aos que agoran acadaron o poder alcanzando unha imaxe entre o patetismo e a tenrura.
Na nosa cidade Miguel Anxo Fernández Lores voltará a erguer o bastón de mando como leva facendo dende 1999 para achegarse ata os vinte anos gobernando. En Pontevedra os resultados das elecciones afastaron a palabra pactos do taboleiro político, pactos que serían incomprensibles, tamén á vista do acontecido nas semanas previas á cita electoral, e que de chegar nalgún momento non deixarían moi ben nin a uns nin a outros. Sen pactos, e con doce concelleiros, un xa ve a poeira que levantan os membros dese equipo de goberno, sobre todo os do que poderíamos chamar o Grupo salvaxe, aqueles que manteñen o seu lugar dende 1999 e que, como na película de Sam Peckinpah, amósanse como uns irredutibles ata o desenlace final. Eles chegarán para facer unha lexislatura a súa imaxe e semellanza, coas menores interferencias doutros partidos. Así o quixeron as urnas.
César Mosquera, Raimundo González, Carme da Silva, Luis Bará, Anxos Riveiro e Miguel Anxo Fernández Lores son os que resisten dende aquela primeira vez e é posible que cheguen xa ao final do camiño con esta lexislatura, tamén e probable que cando Lores levante hoxe ese bastón lembren aquela primeira vez de 1999 cando aínda eran case nenos políticos, e pensen cando deles dicían que serían quen de rematar co mundo, que todo sería desolación, que entrarían na cidade como no tiroteo final da película sembrando o caos e a destrución. E agora ven como iso mesmo que lles dicían a eles fai vinte anos é o que se lles bota en cara aos que forman parte deses novos partidos que dende hoxe si que entran en escena de verdade: radicais, antisistema... en definitiva, xente moi perigosa que lle bota de comer escorpións ás formigas para logo prenderlles lume. E como nun dos prodixiosos diálogos da película, o Grupo salvaxe do BNG sentirá aquilo de: «Todos soñamos con voltar a ser nenos, incluso os peores; tal vez os peores máis que ninguén”.
Os tempos están cambiando e todos nós formamos parte dese cambio que ata fai ben pouco semellaba imposible. Non teñan medo, escoiten o que escoiten, pese ao que moitos presaxian, mañá seguirá saíndo o sol. O amencer será tan fermoso como o é sempre nesta terra. Agora tócalle a eles tentar facer a política que outros non quixeron, non puideron, ou que fixeron nun principio pero que coa mantenza nas súas cadeiras esqueceron para afastarse do sentir da xente.


Publicado no Diario de Pontevedra 13/06/2015

mércores, 10 de xuño de 2015

Un festejo menos, pero estará Morante


Sábado 3 de agosto de 2013. Un toro de Alcurrucén cae bajo el duende de Morante de la Puebla, que pone la plaza boca abajo, en un batir de palmas y una faena que todavía muchos aficionados dibujan en su mente casi dos años después. El pasado año esperábamos de nuevo su presencia en el coso de San Roque. No fue así, pero este año, en el que se ha confirmado lo adelantado por este medio hace unas semanas sobre la pérdida de un festejo, Morante de la Puebla sí que hará el paseíllo para intentar aproximarse a lo realizado aquella tarde de aromas y embrujos. De nuevo serán toros de Alcurrucén y con un compañero de lidia semejante al de ese día, Enrique Ponce. Junto a ellos, El Juli, con quien Morante compartió el gran cartel de Las Ventas de este año que encumbró al tercer coleta en discordia, Sebastián Castella, como el gran triunfador de la Feria madrileña y también con toros de Alcurrucén.
No cabe duda de que Enrique Ponce, Morante de la Puebla y El Juli forman un cartel de tronío. Un trío de espadas que haría que el papel se agotase en muchas plazas, y eso mismo espera Eduardo Lozano, empresario de la Plaza de Toros de Pontevedra, tras lo dicho en el acto de ayer, en el que compareció, junto al gerente del coso de la ciudad del Lérez, Pedro Antonio Rivas Fontenla, para dar a conocer los carteles de la Feria de A Peregrina 2015, una vez finalizada la Feria de San Isidro, tal y como marca la tradición.
Eduardo Lozano aludió a los descensos en la taquilla en los festejos del pasado año para intentar retomar el aliento económico durante este año y poder recuperar ese cuarto festejo lo más pronto posible. Mientras tanto, el empresario mostró su satisfacción por tres carteles muy importantes, y cada uno con sus cosas. Al ya mentado, que coincidirá con el inicio de las Fiestas de A Peregrina (recordemos que el cambio de fechas centra los festejos en la Semana Grande de las Fiestas), le sucederá una de esas bombas taurinas que hará girar la cabeza de los aficionados de toda España hacia Pontevedra, a través del duelo entre Diego Ventura y Pablo Hermoso de Mendoza, algo por lo que se lleva suspirando muchas temporadas pero que la no cordial relación entre ambos ha evitado. Junto a ellos compone la terna de rejoneadores el triunfador de San Isidro, Leonardo Hernández.
El segundo fin de semana, con España atiborrada de festejos taurinos, suponía una complicación para la empresa a la hora de cerrar carteles, de hecho se pensó en incluir a Sebastián Castella en ese tan querido por la empresa cartel mediático del sábado 15, pero la coincidencia con otros festejos lo impidió. Lo mismo sucedió con Cayetano Rivera, que prefiere reservar la expectación mediática de torear con su hermano para la Corrida de Ronda. Así las cosas el cartel queda finalmente rematado con el regreso, no solo al coso de San Roque, del que no se fue precisamente entre alabanzas, sino al toreo de Paquirri, junto a uno de los triunfadores del pasado año Miguel Abellán y el tan efectivo como querido El Fandi.
Los precios para los tres días, que serán los que se incluyan en el abono de la feria, no sufrirán ningún incremento, tal y como viene sucediendo en los últimos años, reduciéndose el coste del abono del pasado año en proporción a la pérdida de ese festejo.
Fuera del abono este año se celebrará una de las pruebas que forman parte de la liguilla del Campeonato Nacional de recortadores con toros, cita que tendrá precios populares para motivar la asistencia del público, incluso el que no es demasiado afín a la fiesta, ya que aquí el toro no sufre daño alguno.
Una experiencia nueva para seguir manteniendo el interés taurino, que ya se empezará a animar desde el próximo domingo 21 de junio a las doce de la mañana, día en el que se podrá acudir con entrada libre a la Plaza de Toros, para presenciar la lidia de cuatro vaquillas a cargo del diestro Eugenio de Mora, mientras dos cuadrillas harán lo propio con dos becerras. Dichas cuadrillas saldrán de los componentes de las peñas taurinas encuadradas en la Coordinadora de Peñas, que sigue alentando la participación en la Feria de Pontevedra y para ello ha puesto en marcha el I Concurso del Cartel taurino de la Feria de A Peregrina, cuyo plazo de entrega finaliza el próximo día 15.


Publicado en Diario de Pontevedra 10/06/2015 

martes, 9 de xuño de 2015

Fernando Pereira, gravado en pedra

Rue Saint-Antoine nº 170
Memoria Non convén esquecer o labor de moitos persoeiros que deixaron unha afoutada pegada entre aquelas persoas coas que conviviron. É o caso de Fernando Pereira, alcalde de Soutomaior, e activista a prol da cultura galega, dende Uruguai ata o regreso a súa terra. As primeiras rúas adicadas a Castelao e Bóveda foron inauguradas por el.



Estamos cheos de xente que nos fala doutra xente. De nomes que o paso do tempo fai esvarar entre o esquecemento pero que de repente, no medio dunha conversa, xurden para amosarse como un descubrimento. É o caso de Fernando Pereira do que moitos, coma min mesmo, non escoitaron falar, pero que, dende aquí, co gallo dos quince anos do seu falecemento, recordaremos polo seu labor en defensa desta terra na que naceu e á que dende a súa estadía en Montevideo defendeu fronte a escuridade do franquismo. Tras o seu fin, Fernando Pereira, que nacera en 1931 en Arcade, regresa a súa terra e, dende o eido político e cultural, non fará máis que facer agromar a semente que levaba dentro de compromiso coa terra, a lingua, as súas xentes e aqueles persoeiros dos que se podía facer unha bandeira que, lamentablemente, levaba moito tempo sen ondear polo vento da liberdade. 
Con vintecinco anos chega a Montevideo onde ao pouco tempo entra en contacto cos galegos da emigración. Nomes tan senlleiros coma os de Neira Vilas, Arturo Cuadrado, Luis Seoane, Isaac Díaz Pardo ou Emilio Pita fanlle reafirmarse na súa posición de esquerdas e de compromiso con Galicia. Membro do Padroado da Cultura Galega promoverá numerosas iniciativas para difundila nosa cultura, entre elas algunha tan sobranceira como a súa implicación  para acadar diferentes doazóns de galegos no Uruguai e colocar o primeiro busto de Castelao en Galicia, en Rianxo, aínda na ditadura. Membro da UPG, esa figura de Castelao parece que o perseguirá ao longo da súa vida. Morto o ditador, en 1977 regresa a Galicia e abre unha libraría en Vigo, co nome do galeguista. Non era só unha libraría adicada a vender libros senón que era un foco de activismo, cheo de actos culturais e coa presenza dos mellores escritores do momento desexosos de espazos e plataformas de expresión tras décadas de silencio.
Nas primeiras eleccións democráticas preséntase cunha candidatura ao seu concello natal, Soutomaior encabezando unha lista na que se representan todos os barrios. En 1979 acada a alcaldía, sen soldo algún, pero ao pouco tempo a marcha de dous membros da súa corporación co interese dunha moción de censura amosará o apoio do pobo ao que sempre se debeu. Convocaba plenos aos que non acudía a oposición, pero si todo o pobo que enchía o Concello e ata a rúa no seu apoio. Ese apoio valeulle ser o alcalde de Soutomaior ao longo de 16 anos nos que o concello viviu unha fonda mellora en cuestións urbanísticas, de saneamento, alumeado ou pavimentado. Abriu a Biblioteca Pública de Arcade que leva o nome do seu admirado Luis Seoane. Creou as casas de cultura de Arcade e Soutomaior, a Festa da Ostra, o pavillón dos deportes ou a Casa de Saúde entre outras obras.
Dende o Concello traballou na recuperación da memoria histórica e a normalización lingüística, e así atopámonos fitos tan sobranceiros como a inauguración da primera rúa adicada a Alexandro Bóveda en Galicia, ao que facía anualmente unha homenaxe coa presenza da súa viuva, fillos e netos;  mentres que en Arcade inaugurouse á primeira rúa adicada a Castelao. En canto á lingua implicouse afouto na sinalización da toponimia do concello que nomeaba en galego e gravaba en sinais de pedra, que el mesmo deseñaba a partir de tipografías de Castelao. Tamén era habitual devolver cartas a organismos oficiais cando non respectaban o topónimo do concello.
Aínda serían necesarias moitas máis as liñas nas que recoller e gabar as súas accións ao longo dunha vida adicada a Galicia que rematou o 18 de abril do 2000. Dous matrimonios, o primeiro en Uruguai, do que tivo unha filla, Virxinia, e o segundo xurdido entre os libros da libraría Castelao, con Carmen Carreiro, e abeizoado con dúas fillas, Antía e Paula, son o contrapunto vital a ese devir abraiante que moitos descoñecíamos, por iso, Carmen, moitas grazas pola descuberta. Moitas grazas por seguir alumeando o sentir de Fernando Pereira.



Publicado no Diario de Pontevedra 7/06/2015.
Fotografía. Fernando Pereira entre os seus veciños de Soutomaior nun pleno ao aire libre. (Camilo Gómez)