sábado, 30 de maio de 2020

Noche y océano


[Ramonismo 26]
La novela ganadora del Premio Biblioteca Breve sitúa a Raquel Taranilla en un atractivo itinerario narrativo 


HAY títulos de libros que son tan hermosos que uno no puede renunciar a ellos para explicar su contenido. ‘Noche y océano’, de la debutante en el territorio de la novela, Raquel Taranilla, logró, a principios del mes de febrero, el prestigioso premio Biblioteca Breve que concede la editorial Seix Barral. Un mes después, este mismo sello ponía en circulación un libro que se hizo noche ante la llegada de una pandemia que nos adentró en el océano de las sombras y dejó a este país paralizado ante el horror, y detenido en su cotidianeidad. Imagínense a Raquel Taranilla, profesora en la Facultad de Ciencias de la Información de Madrid con su primera novela, premiada y con incipientes alabanzas a su propuesta literaria, orillada por un tiempo oscuro que exiliaba su libro en almacenes y en los estantes de las librerías cerradas bajo el estado de alarma.
Este paisaje social como argumento literario es francamente bueno, pero Raquel Taranilla ya tenía el suyo, lleno de audacia y de desafíos, no sólo para el lector, sino también para la propia literatura. Parte ‘Noche y océano’ de un suceso que se nombra, en forma de noticia, ya en la tercera línea del texto: «Robado el cráneo de Murnau, director de ‘Nosferatu’. Todo un Mcguffin literario que permitirá a Raquel Taranilla captar inmediatamente nuestra atención para constituirse en el tronco del texto, pero que también servirá para que de él partan numerosas ramas que abren varios compartimentos para moverse en su interior por temas como la muerte prematura, la cultura extrema, los méritos logrados en la vida o el ecosistema universitario, que tan bien conoce.
Vamos con Murnau. Imagínense para alguien que ama y estudia el cine lo que supone encontrarse con esta noticia, que es real (de hecho su cráneo tras el robo sigue sin localizarse), en el arranque de una novela. El creador de títulos como ‘Nosferatu’, ‘Fausto’, ‘Tabú’ o, la que para mí es una de las mejores películas del cine mudo, ‘Amanecer’, es el origen de una narración en la que su protagonista, Bea Silva, a punto de cumplir treinta y dos años, ve como su hábitat natural, el sistema universitario, el de una cultura desbordante que mediatiza cada uno de sus comportamientos y un casi enfermizo sentido de lograr metas a su edad que reafirmen su condición de intelectual, se resquebraja por la presencia de un hombre que se instala como vecino y en el que ella pone todas las sospechas sobre la desaparición de ese tan famoso como sugerente cráneo.
Más allá de este hecho Raquel Taranilla nos sorprende por un planteamiento en el que tensiona muchas de las clásicas componentes de la novela, con interpelaciones directas al lector, con un juego de citas extensísimo que, lejos de entorpecer la narración, se muestra como un relato en paralelo y que, interrelacionados, propician una inteligente reflexión sobre la cultura y la sociedad contemporánea, saciada de conocimientos, de saberes, de fechas, de datos, de vidas, todos ellos abrumadores en su almacenaje en nuestros cerebros y que se ironizan en un juego entre la autora y el lector lleno de quiebros y sonrisas reflejadas en las conductas de su protagonista.
Llega el momento de desentumecer huesos y cráneos, tras la recuperación de una normalidad que este libro y su autora, tienen más que merecido recobrar.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 30/05/2020

martes, 26 de maio de 2020

Letras ardiendo


 [Ramonismo 25]
‘Canciones para el incendio’ es un conjunto de relatos en el que las fuerzas humanas accionan su incandescencia



ES LA literatura de Juan Gabriel Vásquez una de las imprescindibles de la escritura latinoamericana. Su obra ha ido solidificando a través de unos libros que han germinado entre las posibilidades del ser humano como especie, sus miserias y bendiciones, y ese contexto tan determinado de su patria colombiana, tan interesante desde lo vital como desde su historia.
Cada libro de Juan Gabriel Vásquez es un productivo encuentro con una geografía hermosa y violenta, en la que la persona debe transitar por ella como una forma de expiación, pero también de autoconocimiento propio y comunitario. Libros tan importantes para la literatura de nuestro tiempo como ‘La forma de las ruinas’ o ‘El ruido de las cosas al caer’, así lo atestiguan. Pero la presencia de este autor también se diversifica desde lo periodístico, siendo habitual colaborador de medios de comunicación como El espectador de Bogotá o El País. Su mirada se convierte en una aportación lúcida de ese contexto latinoamericano que conoce bien tras prolongadas reflexiones desde esas dos identidades, las periodística y la literaria, que tantas veces confluyen en un mismo caudal que nos arrastra desde sus bondades literarias.
Fiel a la tradición de los grandes narradores sudamericanos Juan Gabriel Vásquez explora fervorosamente las posibilidades del cuento como otra manera de dimensionar su escritura. Al igual que hicieran Cortázar, Onetti o Juan Ramón Rybeiro, por citar sólo a tres grandísimos usuarios de este género, el relato breve es parte sustancial de su mirada al mundo y esto es lo que nos ha llegado recientemente de él en ‘Canciones para el incendio’, una colección de relatos editada por Alfaguara, siendo algunos de ellos ya publicados en diferentes ocasiones. Textos que vienen a incidir en la deriva incendiaria del ser humano, en ese sustrato violento que anida en nuestro interior, impredecible, pero que cuando surge es capaz de voltear las vidas, tanto de los que activan ese proceso como de quienes asisten fortuitamente a ese desencadenamiento de fuerzas.
Cada una de estas historias busca que esa ignición conocida por el autor desde diferentes realidades fragüe en el lector, entendido también como parte de este puzle. Pieza más o menos lejana, más o menos implicada en estos paisajes humanos en los que cualquiera de nosotros podríamos vernos inmersos. Hombres, mujeres, jóvenes, todos somos susceptibles de abrir esa caja de Pandora, ese rincón oscuro capaz de hacer aletear a los demonios más insospechados para teñir de sombras nuestra existencia. Entre esas sombras se mueve la sorpresa, lo inesperado, lo irreversible, lo dramático, también la ilusión y la desesperanza como fragmentos de esa identidad humana tan fácilmente hecha añicos cuando todo son llamas. ‘Aeropuerto’, ‘Mujer en la orilla’, ‘Canciones para el incendio’, ‘Los muchachos’ o ‘El último corrido’ son los títulos de algunos de ellos, los que más me han gustado, los que te sumergen en una atmósfera construida con una maestría condensada en unas pocas páginas que vienen a completar las grandes narraciones de Juan Gabriel Vásquez para, a partir del cuento, poner esa lupa que todo escritor sitúa sobre nosotros como manera de intentar desentrañar lo que somos, aunque, en ocasiones, encontremos nuestra parte más oscura y lacerante.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 23/05/2020

xoves, 21 de maio de 2020

Estamos a setas ou a Rolex!

Sanitarios ante o Hospital de Pontevedra
fai uns poucos días (David Freire)


Cando se celebrou o debate de Investidura de Pedro Sánchez, o portavoz do PNV, o sempre interesante cando sobe ao estrado, Aitor Esteban, tirou dun chiste xa clásico dentro do ecosistema do humor vasco. Lembran? Aquel de dous vascos que saíron a buscar setas polo monte, cando un deles atopou algo e chamou excitado polo seu compañeiro de expedición. «Vén, vén, mira o que atopei!» E o outro achégase a el ao tempo que o seu amigo lle amosa un carísimo reloxo Rolex que estaba entre as follas caídas non chan. Poñéndolle unha cara de indignación este lle espeta: «Pero vamos a ver, a que estamos, a setas ou a Rolex!».
Pois isto vén a conto de que hai que estar ao que hai que estar. Se nos atopamos no medio dunha pandemia, dun impacto sanitario e económico como nunca vimos na nosa sociedade a nosa obriga, ao que temos que estar todos, ao cento por cento, é a solucionar ou tentar paliar esa situación, e non a propoñer citas electorais que o único que van a facer é confundirnos, distraernos e, como sempre acontece con estes procesos, quentar uns ánimos entre a sociedade xa demasiado alterados, sobre todo entre os políticos, e que ben pouco vai a favorecer de cara a resolver o realmente importante.
Tanto o PNV, que xa esqueceu o chiste, como o PP de Galicia, decidiron que no medio deste tremor temos que ir a votar. Como vascos penso que non me van a ler moitos, ou polo menos é posible que algún galego máis o faga, vou deixalos a eles cos seus Rolex e nós imos a poñernos a buscar setas.
Asume Feijóo, dende a publicación no Diario Oficial de Galicia do decreto da convocatoria electoral, un risco enorme, preocupándome moito máis o risco que pode afectar a unha sociedade que se enfrontará a un proceso electoral moi diferente, que o que asume o propio presidente e candidato, ante o intento de revalidar unha nova maioría absoluta nun escenario que, por moito que se poida pensar que ten atado e ben atado, pode non ser así. Os riscos de Feijóo sitúanse en cómo mobilizar a certos grupos de poboación, fieis votantes conservadores, que poden sentirse non moi cómodos ante o que supón dirixirse a un colexio electoral, así como todo o que acontecerá nos días anteriores, xa que non temos que esquecer que aquí non só falamos dunha data, senón de todo un proceso, isto é, dende esa publicación no DOGA e ao longo dunha campaña que xa veremos en que coordenadas se move. Fálase de menos mitins e progaganda, e o crecemento de propostas nas redes e no audiovisual, o que agardamos se faga dun xeito máis participativo para todos os actores electorais que o que estamos a sofrir cunha Radio Televisión de Galicia instrumentalizada de xeito alarmante e preocupante dende o partido no poder.
O que está claro é que hai moitas incertezas, tanto no proceso, como nesa xornada no 12 de xullo, e as incertezas sempre teñen un lado insondable que pode voltear as perspectivas duns e doutros. O outro risco é como manexará a poboación a desescalada, se os brotes do virus (xa asumidos por todos) virán cando se esperan polo presidente e os seus asesores, sendo esta unha das motivacións para elexir a data, ou antes, en pleno verán. Como ven todo areas movedizas, ao que hai que engadirlle outro terreo ben feble, por moito que nos pese, e que tamén marcará o sentir dos galegos á hora de exercer o seu voto. Falo dunha economía sometida tamén aos efectos da Covid-19 e a progresiva activación dos diferentes sectores que tenten facer esta travesía polo deserto o máis sinxela posible. Pois con esta axitación á que todos os nosos dirixentes e funcionarios públicos, oposición, cidadáns, medios de comunicación e todo aquel que forme parte da sociedade galega, teríamos que prestarlle a nosa única atención coa maior unidade posible, acontece que non vai a ser así, situándonos fronte a esa fenda no chan que sempre son unhas eleccións. Ao mellor é unha tontería, pola súa simplicidade e incluso por unha lóxica desterrada totalmente xa das nosas mentes políticas, o pensar en evitar ao longo do verán o maior número de contaxios, en frear a crise económica na medida en que se poida e logo, despois deste impredecible verán, xa máis tranquiliños, botarnos a votar como se non houbera un mañá. Porque ao mellor resulta que non hai rebrote en setembro, ou si; ou en outubro, ou si; ou en novembro, ou si... e así poderíamos chegar ata o vindeiro ano. Dúbidas e máis dúbidas nun contexto excepcional.
Agora xa está feito e teremos que ir a coller setas en pleno mes de xullo, que todos sabemos que non é a mellor época, e para iso temos que ollar ao feito durante a lexislatura que é o que realmente se ten que valorar nas eleccións. Outra incertidume máis para o votante que, con este shock ao que estamos sometidos, poderase decantar por facer a súa escolla só en base ao acontecido nas últimas semanas e non nos últimos catro anos. E como a sanidade é onde todos temos posta a nosa máxima atención nestes días pois resulta que o Partido Popular non ten precisamente aí onde máis presumir. Lonxe das mensaxes institucionais a pé de rúa sabemos ben da precariedade laboral dos sanitarios, do maltrato á sanidade primaria, da perversión do sistema público en beneficio da sanidade privada, dos recortes en recursos e a perda de camas, realidades que se converteron en ‘hilillos de plastilina’ cos acontecementos vividos en Verín que ante a revolta do pobo e a súa repercusión mediática, obrigaron a recoller velas e poñer en corentena os plans previstos dende a Consellería de Sanidade.
Fronte ao Partido Popular está clara a relación de forzas que tentarán frear á maioría absoluta de Feijóo, cun PSdeG, BNG e Galicia en común que terán, tamén na sanidade, o punto de arrinque da campaña para engaiolar aos seus votantes. O PSdeG de Gonzalo Caballero, ademais de defender o feito polo Goberno de Pedro Sánchez ao longo da pandemia, plantexará unha das poucas certezas desta campaña como é que o voto a Feijóo, coa papeleta coas siglas do PP, é o voto a Pablo Casado, Cayetana Álvarez de Toledo, Teodoro García Egea ou Ayuso, isto é, un PP que dende Madrid estará ben atento aos votos dos galegos para validar con eles a súa oposición chea, como voltamos a comprobar onte mesmo, de rencores e atrancos á todo o que supoña axudar a un país que sairá desta, para vergoña dun Casado quen nin sequera sería elexido como delegado da súa clase no colexio. O BNG tirará do potencial da súa candidata, Ana Pontón, do relevante papel que un só diputado foi quen de plantexar en Madrid, así como a posta en valor de xestiones públicas exitosas, como a realizada en Pontevedra, e a revelación desta pandemia como é facer da contorna e as súas posibilidades o espazo máis acaído para o desenvolvemento social das persoas. Galicia en Común, liderada por Gómez Reino, tentará mitigar as súas permanentes fracturas internas en Galicia e sacarlle partido ás políticas de Unidas Podemos dende o Goberno do Estado no eido laboral e de plantexar axudas como a renda básica aos que máis van a sofrir con esta crise.
Entre eles vaise a xogar este desafío co que nos adentramos nunhas semanas nas que nos atoparemos con moitas dúbidas, moitas máis das necesarias ante unha cuestión tan importante como unhas eleccións, e que veñen a sumarse ás dúbidas que unha situación imprevisible, e nunca vivida por todos nós, non deixa de plantexarnos. E nós sen saber se estamos a setas ou a  Rolex.



Publicado no Diario de Pontevedra 21/05/2020

luns, 18 de maio de 2020

Desierto sonoro


[Ramonismo 24]
El viaje de una familia entre Nueva York y Arizona se convierte en una sugerente propuesta narrativa




VALERIA Luiselli publicó el pasado año este texto que la ha situado como una de las autoras más relevantes de una generación de escritoras que, desde el otro lado del Atlántico, han encontrado un camino sumamente personal, muy pegado a sus territorios geográficos, pero que han generado un tono narrativo que ha seducido a numerosos lectores. Argentina, Chile, Perú, o, como en este caso, México, de la mano de Valeria Luiselli, tienen en estas voces poderosas narradoras. La chilena Paulina Flores, la argentina Samanta Schweblin, o la peruana Gabriela Wiener, pueden ser tres buenos ejemplos de esa electricidad literaria femenina que se está extendiendo por toda América, de norte a sur, desde Nueva York a Buenos Aires. Y cito a Nueva York porque ahí es donde reside esta mexicana nacida en 1983, y desde donde colabora en diversos medios periodísticos como The New York Times, The Guardian o El País. Ha publicado ya dos novelas, ‘Los ingrávidos’ y ‘La historia de mis dientes’ y otros dos libros de ensayo. Todos ellos están publicados en la editorial Sexto Piso, que ahora suma esta novela de unas enormes pretensiones que, en ningún momento, se pueden dar por fallidas.
Con ‘Desierto sonoro’ Valeria Luiselli propone una road movie literaria. Un itinerario por los Estados Unidos, donde territorio, paisaje y paisanaje, se van configurando como protagonistas de un relato en el que una familia, ese grupo nuclear de lo íntimo, se abre a la exploración propia a campo abierto, tras los cristales de un coche o en diferentes habitaciones de hotel. Un matrimonio lleno de dudas y desconfianzas, con dos hijos, que descubren lo que sucede a su alrededor, tanto en el exterior de ese vehículo como en los asientos delanteros, como un proceso de crecimiento imposible de alcanzar con una vida más domesticada.
Lo realmente interesante de este trayecto, que podría relacionarse con otros modelos literarios americanos, en los que esa idea del desplazamiento es la génesis de no pocas novelas, procede de esa conjunción familiar, de las miradas de hijos hacia sus padres, pero también del proceso inverso; así como a lo que los cónyuges pretenden realizar en sus profesiones. Ambos, documentalistas, se embarcan en sendos procesos de grabación de sonidos. En el caso de él de las huellas de una tribu apache, mientras ella, inmersa en una estremecedora circunstancia de una madre mexicana a la espera de sus hijas; a la vez que intenta solventar esa situación su propósito es documentar ese proceso migratorio que se está viviendo en los últimos años entre Estados Unidos y México, con la detención y separación de niños y niñas de sus padres.
Afronta, por lo tanto, Valeria Luiselli, un cruce de historias que va de lo personal a lo colectivo, con numerosas fragmentaciones que, como piezas de un puzle, solidifican a lo largo del texto a medida que los kilómetros acercan, al tiempo que separan, y los afectos se van resecando bajo un sol abrasador que configura un árido retrato de una sociedad cada vez más tensionada desde lo humano. Un viaje familiar al que sumarnos todos nosotros en lo que es un excelente viaje literario, donde se nos hace partícipes de esa observación de lo familiar, pero también de todo un país lleno de incertezas sobre sí mismo.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 16/05/2020

mércores, 13 de maio de 2020

Piel de plata


[Ramonismo 23]
Cada libro de Javier Calvo es un pequeño desafío a la literatura. Un tensar cuerdas para encontrar un relato propio


SI ALGO parece tener claro Javier Calvo es que cada uno de sus libros es una suerte de reto, un apartarse de los caminos más transitados para encontrar una senda propia desde la que experimentar e incorporar también una especie de contracultura a la que no son muy afines los que buscan llenar esos caminos de un terciopelo que haga cómodo el paseo del lector.
El universo cultural de Javier Calvo está, por lo tanto, muy presente en sus obras. Su trabajo como traductor, al que dedicó un más que interesante ensayo, ‘El fantasma en el libro’ (Seix Barral), para descubrir o poner en valor una de esas profesiones desconocidas por parte del público pero imprescindible en el sistema literario, le ha llevado a gestionar y a conocer bien textos clave de la literatura anglosajona, con especial atención a obras del género fantástico del que se demuestra un entusiasta y erudito conocedor. Así es como en su reciente novela, ‘Piel de plata’, editada por Seix Barral, todo ese peso cultural  outsider, si lo planteamos desde el canon más oficial, particularmente en nuestro país, se vuelca en el relato, participando, no sólo como un guiño dentro de la trama, sino como soporte de una novela que se mueve por varios de esos itinerarios con referencias directas a la obra del escritor Michael Moorcock (aquí llamado Cooper Crowe), al poeta Juan Eduardo Cirlot y su universo simbólico y la música de Death in june, e incluso al mismísimo Dickens, impulsor de un fantástico e inesperado final.
Dinámicas que envuelven la historia de Pol, un adolescente que en primera persona nos recuerda el hecho sustancial de su por ahora corta vida, el encuentro con una chica que supone un momento de epifanía dentro una existencia complicada por un brote violento y las sucesivas medicaciones y visitas al psiquiatra. Juventud, rebeldía, drogas, deslumbramiento y hasta filiaciones nazis son las estaciones de paso por las que Pol accede a un conocimiento personal, plagado de sombras en una noche que se va imponiendo, y condicionado por su vinculación casi enfermiza con ciertos iconos culturales que determinan muchas de sus actitudes.
Barcelona actúa reclama su importancia como fondo de una trama que se va oscureciendo con el paso de las páginas y donde la luz al final del túnel se convierte en la recuperación de esa compañía de mujer, con su piel de plata, casi como un alumbramiento para el resto de la vida. Un instante de pureza frente al fango que se estaba apropiando de su existencia, y que de esa manera queda encapsulado para el resto de una vida que mudará de manera radical tras los acontecimientos en que el joven Pol se verá envuelto y que tendrá en la familia un anclaje firme que, durante la lucha con esas sombras, evidencia su capacidad de resistencia, generando una serie de momentos paródicos que también se registran en otras partes del relato para propiciar en el lector unas sonrisas que son muy de agradecer.
En el año 2012 Javier Calvo logró, con una obra calificada de «transgresora y provocativa», el Premio Biblioteca Breve con ‘El jardín colgante’. Un libro ubicado en la España de la Transición que apuntaló su carrera literaria, a la que ahora enriquece con este relato que pretende comprender un tiempo complejo en la vida de un adolescente, del que siempre se quedará con aquella rosa.


Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 9/05/2020

xoves, 7 de maio de 2020

Desasosiego/ 50. Aligerar la vida

Viento de primavera 
Ni aun el cuerpo resiste
tanta resurrección y busca abrigo
ante este viento que ya templa y trae
olor y nueva intimidad. Ya cuanto
fue hambre ahora es sustento. Y se aligera
la vida, y un destello generoso
vibra por nuestras calles. Pero sigue
turbia nuestra retina y la saliva
seca, y los pies van a la desbandada,
como siempre. (...)                             
                                    
Claudio Rodríguez



Se escuchan tambores de guerra. Mientras escribo por la radio se oye el ruido de nuestros políticos enfrascados en una lucha sin cuartel sin saber realmente el porqué. Todo parece reducirse a una miserable lucha de poder que deja la salud pública, que debería ser principal en esta situación de crisis, como algo secundario, cuando tendría que ser lo primero a lo que atender.
Dejen los palos para luego. Ahora tocan semanas de hacer aquello que está funcionando, quizás de la mejor manera posible, porque nadie tiene la receta mágica ante la hecatombe que nos ha sobrevenido. Ni ningún país, ni ningún mandatario ha acertado con la clave correcta para llevar a buen puerto la travesía por el horror de la muerte de sus compatriotas y las tremebundas consecuencias económicas que nos amenazan, mucho más allá de cualquier estado de alarma que parece ser lo único que preocupa a aquellos que ponen la sanidad, de la que algunos han sido gestores, y ya sabemos a dónde la han llevado, en el último lugar de la fila.
El próximo lunes pasaremos a una nueva fase que nos aligere la vida, como lo serán cada uno de estos pasos en una desescalada que los mejores profesionales de la ciencia en este país califican de acertada por una lentitud, exasperante para los que sólo piensan en cifras económicas, pero la apropiada para los que lo hacen con cifras de contagios y de muertos. Escribía el poeta Claudio Rodríguez que «se aligera la vida, y un destello generoso vibra por nuestras calles», y eses destellos son los que nos tienen que alumbrar en la vida que se abrirá paso durante las próximas semanas. Cada uno de nosotros, desde la asunción de nuestra responsabilidad en las actitudes diarias, seremos esa lección necesaria ante los especuladores de la vida. La otra lección que debemos llevarnos de todo esto es entender el mundo de otra manera. Con unos servicios públicos bien protegidos ante cualquier deficiencia del sistema y con la sanidad y la educación como firmes soportes de la sociedad, pero también debemos proteger lo que nos rodea, desde un punto de vista puramente físico. Años y años agrediendo a una naturaleza que nos ha demostrado su capacidad de recuperación en tan sólo un par de meses y la necesidad de ella como sustento de nuestra salud. Las zonas más contaminadas del mundo son las que muestran un mayor índice de la enfermedad y todo el mundo se ha puesto a mirar hacia sus propias ciudades en el intento de humanizarlas de cara a futuras y, en absoluto, imposibles nuevas pandemias. Menos contaminación, amplitud de espacios para el tránsito de las personas, servicios para el día a día en el entorno de las viviendas promoviendo las fortalezas de los barrios y la cohesión de lo urbano con lo natural son los claros objetivos de esas ciudades que se encardinan hacia la supervivencia del ser humano frente a los imperios económicos.
Sigue el Congreso de los Diputados mostrando la peor cara de esta crisis, la del desencuentro, la riña a garrotazos aprovechando los mandatos de un pueblo que convocó a todos los que allí están a gestionar vidas y no para proyectar cada uno sus egos partidistas. Negar el estado de alarma es lo mismo que negar la salud, porque es lo único que permite lo que se ha evidenciado como gran arma frente a la epidemia, el tránsito libre de las personas entre territorios, que sólo se puede atajar de esa manera, pónganse los reventaditos de turno como se pongan. Reventaditos que se han extendido como el propio virus, desde las grandes atalayas públicas hasta ese mefistofélico espacio de debate en que se han convertido las redes sociales, pasando por nuestras propias calles. Gente que sabe de todo, que opinan sin ningún rubor, desde cómo se debe realizar la administración de una pandemia mundial, hasta calibrar los comportamientos de la economía ante una situación nunca vista antes en toda la historia, cuando su única gestión ha radicado en llevar la raya del pelo de la mejor manera posible. Palabras y palabras de personas que ya para siempre quedarán en nuestra memoria como los que entorpecen, los que lejos de ayudar su única voluntad es la de seguir enfangando el terreno mientras expertos y conocedores de las materias que nos preocupan se devanan los sesos, al tiempo que los profesionales sanitarios dejan todas esas palabras en chillidos intrascendentes que finalmente sólo sirven para el guiño entre ellos y los aplausos mutuos, celebrando que han encontrado un camino que los demás son incapaces de encontrar.
Prudencia, tiempo y ya nada volverá a ser como antes, es lo que acabo de escuchar en esa radio, ahora más calmada a medida que pasan las horas, en voz de un experto de la Organización Mundial de la Salud. Y todo eso es precisamente lo que el estado de alarma acoge en su interior. Llegan las votaciones para esa nueva prórroga del estado de alarma y todos se retratan de manera clara para el resto de sus días políticos. Los discursos incendiarios de los que deberían tenerse como una oposición responsable, la de los grupos parlamentarios con un mayor número de diputados que, el caso de VOX es un puro vómito, mientras el PP muestra su irrelevancia en un Congreso al que no aportan más que un enfermizo recuento de muertos al que ahora incluso se atreven a darle la vuelta, acusando al Gobierno (en absoluto libre de sus propios errores) de emplearlos contra ellos, cuando desde el minuto cero ellos han sido los que han hecho de eso su único discurso en cuanto a la posibilidad de echar una mano cuando son más necesarios. Su abstención es un maquillaje ante su deseo de votar no, de poner el obstáculo más grande para que el gobierno descarrile. Una irresponsabilidad que cargará siempre sobre Pablo Casado al que sólo sus secuaces, cegados por las siglas, podrán jalear, frente a la responsabilidad que supondría permitir que ese estado de alarma continuase facilitando que los datos sanitarios mejoren y que nuestra vida aligere esta insoportable espesura.



Publicado en Diario de Pontevedra 7/05/2020
Fotografía: Javier Cervera-Mercadillo  

mércores, 6 de maio de 2020

Desasosiego/ 49. El libro del desasosiego



Se acerca el final de este desasosiego que en forma de artículos ha ido registrando diferentes motivos para entretenernos, a partir de diversas propuestas culturales, mientras estábamos confinados en nuestras casas. Mañana será el final de cincuenta textos consecutivos que ya dejan de tener sentido en sus propósitos, al irse suavizando las medidas para tenernos en nuestros hogares, al abrigo del cruel virus. Los próximos días serán de seguir progresando en nuestra recuperación de la ciudad, en refrescar unos vínculos que seguramente afianzaremos con una mayor intensidad que antes del inicio de esta pesadilla, conocedores ya, de lo que significa estar al otro lado.
Mientras nos movemos por ella tendremos tiempo de pensar, de seguir dándole vueltas a todo esto que nos está pasando, y así mi recomendación de hoy, es la que mejor explica esa situación del ser humano, en un debate permanente entre su yo y el exterior. Un libro que son muchos libros, un libro gigante y cuya filosofía y planteamiento es el que estuvo detrás de esta sección cada día, incluso dándole su nombre. ‘El libro del desasosiego’ de Fernando Pessoa es un itinerario mayúsculo que nos habla de la modernidad, del hombre frente a la urbe y de esa tensa relación que ambos pueden llegar a mantener. Esta crisis sanitaria también es una crisis urbana, en la que se discute nuestro planteamiento de una ciudad contemporánea repleta de contaminación y de espacios invadidos por vehículos, mientras a la persona se la aparta de lo que debería ser su objetivo central. Estamos asistiendo estos días a numerosas discusiones sobre nuestra ciudad del futuro, ciudades con barrios potentes con todos los servicios en su radio de acción, con comercio de proximidad, zonas accesibles y espacios verdes, y uno no deja de pensar en qué suerte tenemos en Pontevedra, ya que todo eso es lo que somos.
Volvamos a Pessoa. Volvamos siempre a él. “Mi paseo callado es una conversación continua, y todos nosotros, hombres, casas, piedras, letreros y cielo, somos una gran multitud amiga, que se codea con palabras en la gran procesión del Destino”, escribe, para que nosotros mismos procesionemos hacia ese Destino que nos aguarda, que será con mayúscula si de verdad hemos aprendido algo de esta situación inédita, o en minúscula, si hacemos como que no ha pasado nada y seguimos con esa miradita corta que nos caracteriza, sobre todo en los últimos tiempos. Los de los días del desasosiego.



Publicado en Diario de Pontevedra 6/05/2020

martes, 5 de maio de 2020

Desasosiego/ 48. Mirar al horizonte



POCAS VECES hemos necesitado mirar más hacia el horizonte, hacia ese futuro incierto que se aproxima, como a lo largo de estos días. Es por ello que toda ayuda es poca para subir al mástil del barco de la vida e intentar vislumbrar, entre la espesura de la niebla, esa línea del horizonte que marca lo que puede ser una singladura de ilusión.
Mucho de esto es lo que nos propone Aurora Luque en su poemario ‘Gavieras’, editado por Visor, y que recibió recientemente, el prestigioso premio Loewe de poesía. Un puñado de poemas para navegar por la vida, al igual que la poeta, convertida en esa gaviera, (importante esa acepción en femenino), término que según la RAE habla de «el marinero a cuyo cuidado está la gavia y el registrar cuanto se pueda ver desde ella». Desde esa propuesta nos encontramos con un maravilloso poemario, lleno de valores que parten del mundo antiguo, del mito, y la revisión eterna del viaje como manera de conocer y autonocerse. Reposan los poemas en esa conquista de todo autor que se tenga como tal de hacer de la libertad la bandera que clavar allí donde lo desconocido nos asusta. Esa mirada, comprometida en lo femenino, nos ofrece visiones llenas de firmeza, pero también de sensualidad, de encuentros en ese trayecto que no siempre han sido cómplices de una mujer lastimada a lo largo de una historia con un claro rumbo masculino. Poemas como ‘Neodanaides’, ‘Carta a una joven poeta’ o ‘Las refugiadas, según Esquilo’, son buena muestra de ello, de unas palabras que queman para dejar la muesca de lo vivido.
Su ‘Decálogo de la flâneuse’, o su fascinante, sobre todo para los sabineros, ‘Tuneando al pirata cojo de Joaquín Sabina’, son destellos de su talento para enhebrar vida y humor con esos otros poemas de un sol más intenso, como los que alumbran una parte final en la que se coquetea con poetas como Machado o Mallarmé para, a partir de sus palabras, regenerar sus poesías a través de una mirada propia.
Palabras y palabras que se convierten en el rastro de espuma de esa travesía que compartimos desde que abrimos este libro, perfecto para salir de nuestro confinamiento mental, para intentar esa observación a distancia, así como para sentir el aire en la cara, procedente de nuevas geografías, que oree estos días del desasosiego cada vez más viciados.
«Brilla el horizonte/ cuando la libertad/ cuando unos versos/ lo sostienen tirante/ imparcelable», escribe la poeta, firme desde su gavia, y hasta allí nos quiere llevar, a ese horizonte que necesitamos sujetar desde la poesía, siempre norte claro para destejer los miedos y la incertidumbre, para que, cuando salgamos de esta sigamos reconfortándonos con poemarios tan lúcidos como el que sitúa a Aurora Luque como estrella en la noche clara, en esa esperanza en nuestro futuro.



Publicado en Diario de Pontevedra 5/05/2020

luns, 4 de maio de 2020

Desasosiego/ 47. Amor por Julia



Sus despedidas en el Telediario se convirtieron en la mirada precisa para rematar las duras jornadas que estábamos viviendo en los días del desasosiego. Carlos del Amor cerró ya esa ventana hacia un mundo sometido por un virus que nos clausuró en unos domicilios que el periodista de Televisión Española supo abrir para mirar desde lo tangencial, que es dónde reside lo más interesante de unas vidas que solemos ver de manera tan monótona que elude los matices, es decir, lo realmente interesante. Todos ellos los podemos revisar ahora en ‘Los días raros’, dentro del Canal Noticias de Televisión en Youtube.
Posiblemente cada una de esas píldoras que Carlos del Amor nos suministraba se conviertan con el tiempo en parte de las mejores cosas que nos llevemos de este estado de alarma. Allí donde el silencio reclamó su protagonismo como un envoltorio de nuestras vidas a partir del cual darnos la oportunidad de pensar en cómo esto va a derivar en el futuro. A ese futuro es al que mira Carlos del Amor en sus ‘Conversaciones confinadas’ junto al artista Jaume Plensa, una charla a la que podemos acceder a través de ese mismo canal en Youtube. Precisamente él, el autor de tantas obras maravillosas hacia las que los espectadores vuelcan sus miradas atrapadas en unas piezas que mezclan, al mismo tiempo, contemplación y reflexión. Obras que se acarician con el pensamiento, como sus trabajos acarician nuestro paisaje contemporáneo en tantas ubicaciones del mundo, tanto del ámbito urbano como del natural.
Para comprobarlo no hay más que acercarse a esa cabeza de mujer, ‘Julia’, ubicada en la plaza de Colón, que ha mudado la manera de ver Madrid, esa ciudad dañada hasta lo más hondo por el virus y por un ruido bastardo y ensordecedor motivado por unos políticos incapaces de estar a la altura de su pueblo. Frente a ese rostro, nosotros. Y entre ambos, un silencio abisal que nos debe llevar a aprovechar este momento para entender hacia dónde ir. Sobre ‘Julia’, un cielo extremadamente claro y limpio, como Madrid no veía en años, sometida a una asfixiante contaminación que no sólo nos ha impedido ver esa belleza natural, sino también lo que realmente da sentido a la vida, demasiadas veces sometida a las urgencias de un sistema aniquilador del ser humano. Ese cielo y esa cara de mujer son la mejor evidencia de que cultura y naturaleza, unidas, son dos realidades capaces de evocar ese sentido de lo humano que tan preciso es y que tantas veces hemos despreciado en virtud de ideologías que caminan precisamente en dirección opuesta, movidas sólo por intereses económicos e insolidarios, capaces, poco a poco, de destruir aquello tan maravilloso que hemos generado, como son los espacios de convivencia entre las personas.
A esas personas honran un periodista, Carlos del Amor, y un escultor, Jaume Plensa, capaces, juntos, de crear una cuerda a la que sujetarnos para no perecer en este cataclismo.



Publicado en Diario de Pontevedra 4/05/2020

Enfermos y alfiles



[Ramonismo 22]
La escritura de Vicente Valero es una de las más interesantes de la narrativa española. Sus últimas obras lo confirman
 
Vicente Valero (Editorial Periférica)

DESDE IBIZA llegan las palabras de Vicente Valero para conformar una de las esferas literarias más atractivas de nuestra escritura. Sus dos libros más recientes, ‘Enfermos antiguos’ y ‘Duelo de alfiles’, vienen a sumarse a otros textos, todos ellos editados por Periférica, como ‘Experiencia y pobreza’, ‘Las transiciones’ o ‘Los extraños’, en los que la relación con el territorio a través de una serie de experiencias personales o de conocimiento de diferentes acontecimientos que allí sucedieron sustenta la narrativa de Vicente Valero que, por otra parte, tiene también una vertiente poética que condensa diferentes poemarios en el libro ‘Canción del distraído’ (Editorial Vaso Roto) y que fluye en sus obras en prosa.
Así es como sus libros, normalmente no de una gran extensión, son como golpes de aire de ese Mediterráneo que lo envuelve todo. Una brisa purificadora desde una literatura que se mueve a través de una agradable sencillez basada en ese hecho tan maravilloso que es el contar cosas, haciéndonos partícipes de toda una serie de realidades repletas de humanidad, de sentimientos que, desde lo familiar o lo comunitario, nos conducen a la comprensión de un ecosistema más amplio, no sólo de la isla mallorquina, sino de todo un contexto social que emplea la memoria como un diapasón con el que entendernos como tribu. Esa condición de poeta les concede a sus relatos una suavidad muy de agradecer a la hora de asomarnos a esas fricciones con la historia. Otro poeta, Antonio Lucas, escribió de él: «La escritura de Valero es limpia, precisa, con esa combustión suave de un lenguaje que nunca se estropea». Así viene siendo desde su primera novela, ‘Los extraños’, en los que su familia se ponía bajo su mirada para escrutar esa dimensión íntima y al tiempo extrapolarla a lo general. Y lo vuelve a ser ahora con su última novela, ‘Enfermos antiguos’, en la que la costumbre de visitar a los enfermos permite contemplar un fresco de personajes que abre la puerta al retrato colectivo, al crecimiento del niño Vicente Valero y a propiciar la representación de ese paisaje que parte del territorio para condensarse en lo humano.
Una extraordinaria lectura donde la infancia está muy presente, ya que son los ojos del niño los que intentan comprender y analizar lo que sucede alrededor de su presencia, pero en la que hay lugar también para desarbolar a la propia vida a través de la humanidad, la compasión, la pena, la sonrisa y la caricia. Esto es algo que está siempre presente en sus novelas, el registro humano como caleidoscopio del grupo. Esta característica también la puede trasladar a otras latitudes, como en su anterior novela, ‘Duelo de alfiles’, en la que nos sitúa ante diferentes personajes esenciales, desde el ámbito del pensamiento o la creación, del siglo XX, mediante una serie de viajes realizados a puntos geográficos concretos en los que, a medida que se camina, o se experimenta la relación con esa nueva geografía, se rescatan una serie de sucesos en la vida de esas personas, en los que, quizás, sus ampulosas historias no se han detenido demasiado, pero que Vicente Valero sabe rescatar como aquellos acontecimientos ibicencos para redimensionar a la persona frente a su entorno, y capaces de explicar al personaje muchas veces mejor que un sesudo ensayo sobre su trabajo, y todo ello con Europa, la Europa ilustrada, esa misma que ahora tenemos contra las cuerdas, mostrándose como un gran tablero de ajedrez.
Desde nuestra ubicación pontevedresa nos interesa mucho el primero de los relatos contenidos en ‘Duelo de alfiles’, al narrar Vicente Valero su llegada a un recóndito paraje de Suecia, en pleno invierno, en el que se encontraba el pintor pontevedrés Jorge Castillo enfrentado a aquellos paisajes nevados, él, que tantos paisajes de interior, de frutas, pájaros y figuras humanas había recreado a lo largo de su ya larga y reconocida trayectoria. El texto explica muy bien ese momento creativo de nuestro paisano. Un libro magnífico con el que además del goce de la lectura se aprenden muchas cuestiones relacionadas con personajes como Rilke, Brecht, Nietzsche, Kafka o Walter Benjamin. Este filósofo y crítico, una de las mentes más interesantes del siglo XX, estuvo vinculado con Ibiza durante dos años, entre 1932 y 1933, una poco conocida ‘aventura’ a la que dedica otro de esos libros en los que Vicente Valero se aparta ligeramente de sus libros vinculados a su memoria y a su isla, aunque por el contexto, y por los planteamientos narrativos se sondean una serie de elementos que van a configurar parte del paisaje físico y humano de la isla en las décadas posteriores.
Lean a Vicente Valero, sus libros son un espléndido viaje a una isla que, como un altar surgido del Mediterráneo, nos enfrenta a la condición humana desde una poética narrativa llena de memoria y emoción: «De mi boca ha salido entonces la espuma de la felicidad desconocida, un aliento con olor a estrellas húmedas».



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 2/05/2020

domingo, 3 de maio de 2020

Desasosiego/ 46. Dos y tres de mayo



Este fin de semana ha pasado a la Historia del Arte por la obra de Francisco de Goya y dos de sus cuadros más emblemáticos en los que se reflejan dos de los episodios madrileños de la Guerra de Independencia. ‘Los fusilamientos’ y ‘La lucha de los mamelucos’, también se conocen como ‘Los fusilamientos del tres de mayo’ y ‘El dos de mayo en Madrid’, respectivamente.
Esta efeméride en estos días del estado de alarma ha llevado al Museo del Prado, lugar en el que se exhiben ambas piezas, a crear en su, ya de por sí espléndida página web, un especial dedicado al pintor aragonés. ‘Goya y Beethoven’ es el acceso a este espacio común de los dos genios, coetáneos en el tiempo, a los que unió la sordera y que aquí se relacionan también gracias a la voz de Sheila Blanco, capaz de maravillarnos con otra de sus biografías musicadas, que la han popularizado en las redes, y que ahora el Museo de Prado, siempre atento a lo que le rodea, ha invitado para explicarnos a Goya al ritmo del famoso Claro de Luna del músico que este año celebra el doscientos cincuenta aniversario de su nacimiento.
Así que, además de ese minuto y pico delicioso, el Museo del Prado abre ante nosotros todo un caudal de información. Decenas de contenidos visuales, archivos, contenidos multimedia como conferencias, visitas a exposiciones, en definitiva, una manera de recorrer la obra del creador de las ‘Pinturas negras’ como pocas veces hemos visto y al que podemos dedicar muchas horas para descubrir y entender mejor una obra de las que cambian la Historia del Arte, capaces de abrir nuevos itinerarios y plantear otros, muchas décadas antes de que otros grupos de artistas lleguen a consolidar un movimiento, como lo pudieron ser el Impresionismo o el Expresionismo. Gozamos, en la obra de Goya, de algo que son más que indicios sobre ese futuro creativo.
‘La lucha de los Mamelucos’ y ‘Los fusilamientos’, recogen toda la brutalidad de la guerra que Madrid sufrió en 1808. El ejército francés se muestra convertido en una máquina de matar, sus rostros ocultos. Y frente a él el pueblo ante el sacrificio por su libertad, ese ‘crucificado’, iluminado por el farol, es el centro de un cuadro que muestra la barbarie y la capacidad de un genio para emocionar.



Publicado en Diario de Pontevedra 3/05/2020

sábado, 2 de maio de 2020

Desasosego/ 45. Somos memoria

Parque da Memoria de Poio
(Javier Cervera-mercadillo)


POUCAS COUSAS nos definen máis como especie que a memoria e o seu uso como parte fundamental do que somos. É un dos elementos nos que acubillar a vida e sentir cómo esa memoria é a que nos permite ter en conta un pasado ao que non debemos renunciar e do que sacar as ensinanzas precisas para o resto do camiño.
Hoxe mesmo imos ter a posibilidade de saír á rúa, de recuperar o aire das nosas cidades, sen máis intención que a de sentirnos vivos en relación a nosa contorna. Camiñaremos sabendo do valor de cada paso que damos, de que cada metro será unha conquista neste tempo de sombras do que temos que saír coa mochila ben chea desa memoria que nos faga lembrar no futuro o que vivimos ao longo destas semanas.
Por iso gústanme especialmente os espazos e os motivos que nos levan a facer da memoria unha ensinanza permanente, un fío co pasado polo que movernos no presente. O Concello de Poio entendeu ben ese valor da memoria cando fixo un parque adicado a ela. Un parque de pedra e palabra a carón do mar. Pedras de granito que nos marcan como cultura atlántica, pedras chantadas na terra como árbores eternos dende as que sentir o latexo da terra e, nesas pedras, gravadas cara o futuro, as palabras de oito premios Nobel que, da man de Alfredo Pérez Esquivel, converteron este espazo nun lugar telúrico, nun altar da memoria no que sentírmonos vivos.
Camiñar entre as palabras de Rigoberta Menchú, Betty Williams, José Saramago, Desmond Tutu, Nelson Mandela, Ann San Suu Kyi, o Dalai Lama e o propio Alfredo Pérez Esquivel é facelo entre outras árbores, as da dignidade que toda palabra eleva sobre nós para converterse en refuxio e pensamento. O soportal polo que pasar ao noso interior para pensar en todo canto nos está a acontecer.
Estes días do desasosego están sendo días de pensar en nós mesmos (pobre de quen non o faga!), de entender unha nova realidade que se abre ante nós para repensarnos como sociedade.
Cando poidamos camiñar de novo de vagar, de xeito libre, sen limitacións horarias, por cada recuncho da nosa contorna, este Parque da Memoria ten que converterse nun deses espazos obrigados para tentar facer da memoria destas últimas semanas semente para o novo tempo que non dubiden vai a vir. Fáltannos aínda moitas ferramentas para tentar comprender o que pasou e aínda pasa, datos e percepcións máis pousadas dun andazo que vai máis alá da saúde e que se extenderá por moitas das facianas da nosa sociedade. Fronte ao balbordo de moitos precisamos destes espazos para facer memoria, para, como alí deixou gravado Saramago, entender que: «O que extingue a vida e os seus sinais non é a morte senón o esquecemento».



Publicado no Diario de Pontevedra 02/05/2020

venres, 1 de maio de 2020

Desasosiego/ 44. Pan y cebolla

Joan Manuel Serrat en Pontevedra en 2010
(David Freire)


HACE DIEZ AÑOS que Joan Manuel Serrat se bajaba del escenario del Pazo da Cultura de Pontevedra tras descerrajar un enorme concierto. Emocionante desde su aparente sencillez, con la que presentaba su nueva relación con un amigo que, en el caso del cantante catalán, ya venía de antiguo.
Era el año 1972 cuando Joan Manuel Serrat se echó a las palabras del poeta Miguel Hernández para dedicarle un disco a esas palabras desterradas y perseguidas en el franquismo como una de esas víctimas que podían sacarle los colores al régimen. A sus libros había que asomarse en la trastienda de las librerías como una especie de mercadeo de las libertades y los llantos del poeta ante la cada vez mayor distancia de su mujer y su hijo, y la cada vez menor distancia de la muerte.
En el año 2010, año del centenario del poeta de Orihuela, Serrat publicó un disco maravilloso que se presentó también en un espléndido estuche conteniendo dos discos con los poemas cantados y un dvd en el que Serrat puso en manos de diferentes directores, como José Luis Cuerda, David Trueba, José Luis Garci, Manuel Gutiérrez Aragón o Isabel Coixet esas canciones para crear diferentes vídeos sobre cada uno de ellos. En definitiva, un trabajo colectivo, acompañado de fotografías y documentos del poeta y el cantante. Una joya.
A ese disco le acompañó una gira que llegó a Pontevedra el último día de abril, en lo que todavía recuerdo como un concierto de esos que te erizan la piel y en algún momento te provocan la lágrima. Creo que es la última vez que he llorado, inmerso en aquella oscuridad, con Serrat cantando las ‘Nanas de la cebolla’ y escuchando las palabras del poeta, del padre al que le llegaban las noticias del hijo al que nunca vería alimentado con la leche de una madre que sólo comía pan y cebolla. Todavía hoy, al recordarlo, siento un estremecimiento que le da sentido a lo escrito y reafirma a la poesía como ese incomparable contenedor de emociones y resumen de la esencia de la vida. Al mismo tiempo que hace de Serrat uno de los grandes, como lo fue Aute y lo es Sabina, miembro de una trinidad de cantantes capaces de rasgar el alma.
Ayer he vuelto a escuchar ese disco, a recordar esas canciones que, en estos días del desasosiego, se convierten en una bomba de relojería. Un dolor que se mantiene firme durante tantos años, que habla y nos remite a un desastre en un país que ahora asiste a otro cataclismo ante el que se avecinan tiempos duros, que nos volverán a medir y que también necesitarán de poemas y canciones.



Publicado en Diario de Pontevedra 1/05/2020