‘Canciones
para el incendio’ es un conjunto de relatos en el que las fuerzas humanas
accionan su incandescencia
ES
LA literatura de Juan Gabriel Vásquez una de las imprescindibles de la
escritura latinoamericana. Su obra ha ido solidificando a través de unos libros
que han germinado entre las posibilidades del ser humano como especie, sus
miserias y bendiciones, y ese contexto tan determinado de su patria colombiana,
tan interesante desde lo vital como desde su historia.
Cada
libro de Juan Gabriel Vásquez es un productivo encuentro con una geografía
hermosa y violenta, en la que la persona debe transitar por ella como una forma
de expiación, pero también de autoconocimiento propio y comunitario. Libros tan
importantes para la literatura de nuestro tiempo como ‘La forma de las ruinas’
o ‘El ruido de las cosas al caer’, así lo atestiguan. Pero la presencia de este
autor también se diversifica desde lo periodístico, siendo habitual colaborador
de medios de comunicación como El espectador de Bogotá o El País. Su mirada se
convierte en una aportación lúcida de ese contexto latinoamericano que conoce
bien tras prolongadas reflexiones desde esas dos identidades, las periodística
y la literaria, que tantas veces confluyen en un mismo caudal que nos arrastra
desde sus bondades literarias.
Fiel
a la tradición de los grandes narradores sudamericanos Juan Gabriel Vásquez
explora fervorosamente las posibilidades del cuento como otra manera de
dimensionar su escritura. Al igual que hicieran Cortázar, Onetti o Juan Ramón
Rybeiro, por citar sólo a tres grandísimos usuarios de este género, el relato
breve es parte sustancial de su mirada al mundo y esto es lo que nos ha llegado
recientemente de él en ‘Canciones para el incendio’, una colección de relatos
editada por Alfaguara, siendo algunos de ellos ya publicados en diferentes
ocasiones. Textos que vienen a incidir en la deriva incendiaria del ser humano,
en ese sustrato violento que anida en nuestro interior, impredecible, pero que
cuando surge es capaz de voltear las vidas, tanto de los que activan ese
proceso como de quienes asisten fortuitamente a ese desencadenamiento de
fuerzas.
Cada
una de estas historias busca que esa ignición conocida por el autor desde
diferentes realidades fragüe en el lector, entendido también como parte de este
puzle. Pieza más o menos lejana, más o menos implicada en estos paisajes
humanos en los que cualquiera de nosotros podríamos vernos inmersos. Hombres,
mujeres, jóvenes, todos somos susceptibles de abrir esa caja de Pandora, ese
rincón oscuro capaz de hacer aletear a los demonios más insospechados para
teñir de sombras nuestra existencia. Entre esas sombras se mueve la sorpresa,
lo inesperado, lo irreversible, lo dramático, también la ilusión y la
desesperanza como fragmentos de esa identidad humana tan fácilmente hecha
añicos cuando todo son llamas. ‘Aeropuerto’, ‘Mujer en la orilla’, ‘Canciones
para el incendio’, ‘Los muchachos’ o ‘El último corrido’ son los títulos de
algunos de ellos, los que más me han gustado, los que te sumergen en una
atmósfera construida con una maestría condensada en unas pocas páginas que vienen
a completar las grandes narraciones de Juan Gabriel Vásquez para, a partir del
cuento, poner esa lupa que todo escritor sitúa sobre nosotros como manera de
intentar desentrañar lo que somos, aunque, en ocasiones, encontremos nuestra
parte más oscura y lacerante.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 23/05/2020
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