Joan Manuel Serrat en Pontevedra en 2010 (David Freire) |
HACE
DIEZ AÑOS que Joan Manuel Serrat se bajaba del escenario del Pazo da Cultura de
Pontevedra tras descerrajar un enorme concierto. Emocionante desde su aparente
sencillez, con la que presentaba su nueva relación con un amigo que, en el caso
del cantante catalán, ya venía de antiguo.
Era
el año 1972 cuando Joan Manuel Serrat se echó a las palabras del poeta Miguel
Hernández para dedicarle un disco a esas palabras desterradas y perseguidas en
el franquismo como una de esas víctimas que podían sacarle los colores al
régimen. A sus libros había que asomarse en la trastienda de las librerías como
una especie de mercadeo de las libertades y los llantos del poeta ante la cada
vez mayor distancia de su mujer y su hijo, y la cada vez menor distancia de la
muerte.
En
el año 2010, año del centenario del poeta de Orihuela, Serrat publicó un disco
maravilloso que se presentó también en un espléndido estuche conteniendo dos
discos con los poemas cantados y un dvd en el que Serrat puso en manos de
diferentes directores, como José Luis Cuerda, David Trueba, José Luis Garci,
Manuel Gutiérrez Aragón o Isabel Coixet esas canciones para crear diferentes
vídeos sobre cada uno de ellos. En definitiva, un trabajo colectivo, acompañado
de fotografías y documentos del poeta y el cantante. Una joya.
A
ese disco le acompañó una gira que llegó a Pontevedra el último día de abril,
en lo que todavía recuerdo como un concierto de esos que te erizan la piel y en
algún momento te provocan la lágrima. Creo que es la última vez que he llorado,
inmerso en aquella oscuridad, con Serrat cantando las ‘Nanas de la cebolla’ y
escuchando las palabras del poeta, del padre al que le llegaban las noticias
del hijo al que nunca vería alimentado con la leche de una madre que sólo comía
pan y cebolla. Todavía hoy, al recordarlo, siento un estremecimiento que le da
sentido a lo escrito y reafirma a la poesía como ese incomparable contenedor de
emociones y resumen de la esencia de la vida. Al mismo tiempo que hace de
Serrat uno de los grandes, como lo fue Aute y lo es Sabina, miembro de una
trinidad de cantantes capaces de rasgar el alma.
Ayer
he vuelto a escuchar ese disco, a recordar esas canciones que, en estos días
del desasosiego, se convierten en una bomba de relojería. Un dolor que se
mantiene firme durante tantos años, que habla y nos remite a un desastre en un
país que ahora asiste a otro cataclismo ante el que se avecinan tiempos duros,
que nos volverán a medir y que también necesitarán de poemas y canciones.
Publicado en Diario de Pontevedra 1/05/2020
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