sábado, 31 de agosto de 2013

Mirar a los ojos




Venía dispuesto, tras unas apacibles vacaciones, a hablarles de las cosas de este agosto nuestro: de los paseos mudos del presidente, de las bonitas camisas blancas de los representantes de la Diputación y su séquito durante la Vuelta Ciclista (¿por qué ellos sí y nosotros no?) o del veraniego peñazo de Gibraltar. Pero como hoy, 31 de agosto, es San Ramón, me haré un regalo esquivando todas esas naderías estivales para hablarles de algo realmente importante en nuestras vidas, que por algo tributa al 21%, como es el cine, y dentro de él de una de mis debilidades, uno de mis tres directores preferidos, un irlandés con parche en el ojo y que hacía westerns, como él mismo se presentó ante el Comité de Actividades Antiamericanas en plena ‘caza de brujas’. Su nombre, John Ford, y murió un día como hoy de hace cuarenta años.
Se presentaba como un director de westerns, sabedor de que en ese género se encierra todo lo que se puede contar sobre el hombre. La gran épica junto a las historias íntimas, el desarraigo y la conquista, las emociones del ser humano en un ámbito indómito en el que la naturaleza ejerce de gran madre, el amor, la soledad, la amistad, la muerte... Acostumbrados como estamos a que en el cine de hoy no se nos cuente nada, el cine de John Ford es precisamente un canto al oficio de narrar. Escuchaba hace unos días en un programa de radio dirigido por Juan Cruz, al escritor Julio Llamazares decir que «contar sirve para hacer más rica la vida, sino ésta sería bastante coñazo». John Ford buscaba precisamente eso, perpetuar en imágenes el acto más antiguo del ser humano, el contar historias, y ello lo realizaba sin pretensiones o extrañas piruetas estéticas, ya que él mismo comentaba que hacía cine para pagar el alquiler o para sostener a su familia, alejándose de veleidades artísticas.
Su trayectoria cinematográfica fue más allá de ese cine del Oeste al que siempre se le limita. Títulos como ‘El delator’, ‘Qué verde era mi valle’, ‘Las uvas de la ira’ o ‘La ruta del tabaco’, nos sitúan ante un director comprometido, con fuerte convicciones sociales que dinamitan las obtusas percepciones de quienes lo calificaron como un director derechista. Este puñado de obras, junto con sus monumentos del western labrados en la rojiza arenisca de Monument Valley, como ‘La diligencia’, ‘Fort Apache’, ‘Pasión de los fuertes’, ‘El hombre que mató a Liberty Valance’, ‘Dos cabalgan juntos’ o ‘Centauros del desierto’, hacen que posiblemente sea el mejor director de la historia del cine. De esa mezcla de western y humanismo emerge otra de sus grandes obras, un capítulo aparte en su inabarcable trayectoria: ‘El hombre tranquilo’. Una de esas películas inagotables que uno no se cansa de ver y disfrutar pese a saberse de memoria cada diálogo o cada plano. Más que la mejor película de la historia del cine es la vida misma. Un homérico fluir de sensaciones que nos hacen sentir bien con nosotros mismos y todo ello por qué. Pues sencillamente porque John Ford mira a los ojos de sus actores, ese es su secreto, colocar la cámara a  la altura de la mirada de la gente. Nunca unos ojos dijeron tanto como cuando John Wayne mira hacia la casa de su infancia, al observar cruzar la cabellera encendida de Maureen O’Hara sobre el tapete irlandés o cuando bajo un tormentoso aguacero ambos se besan y abrazan entre miradas de pasión. «Dirigir no es ningún misterio. Solo hay que filmar los ojos de la gente», diría el director, soltando el abrumador lastre de la genialidad. Salgamos del cuento y regresemos a la vida de esos políticos que, con el fin de agosto, vuelven a la realidad, encastillados en sí mismos y despreciando la mirada de las personas.
 
 
Publicado en Diario de Pontevedra 31/08/2012 (San Ramón Nonato)
 

mércores, 28 de agosto de 2013

Vuelta al orden


Regresa Duncan Dhu y Ben Affleck quiere ser Batman. No nos lo están poniendo nada fácil en este final de agosto, menos aún a los que regresamos de vacaciones y queremos certezas y seguridades para volver a la cotidianeidad. Ambas noticias son de una sacudida tal que la desorientación permanecerá todavía durante unos días, hasta que el calor reduzca su intensidad, los coleccionables lleguen a su segunda o tercera entrega y poco a poco, todos los que todavía están de vacaciones, se integren en el ecosistema natural para el que estamos entrenados. 
Como con el cambio de marea el mes de agosto da sus últimos coletazos, la Vuelta deja a Galicia con la crisis superada mientras suenan tambores de guerra en el Oriente Próximo. Septiembre amenaza con su llegada y de nuevo nos encontraremos con todo aquello que dejamos suspendido en el aire durante el verano.

Entre Dous. Diario de Pontevedra. 28/08/2013

martes, 27 de agosto de 2013

Vueltas



Era mayo de 1986 cuando una excursión llevó a un grupo de estudiantes a Compostela, se trataba de palpar piedras y sensaciones de una ciudad que en el futuro sería nuestra Universidad. Podíamos caminar y pasar la tarde en cualquiera de los numerosos rincones hermosos que atesora la capital de Galicia, pero muchos de nosotros estábamos en el autobús que nos trasladó hasta allí viendo a Álvaro Pino resistir como un jabato en Sierra Nevada los ataques de Robert Millar. Aquella Vuelta fue para el corredor gallego que volvía a dejar con la miel en los labios al ciclista escocés, tal y como le había sucedido un año antes en otra de esas vueltas que se incrustan en el alma del aficionado al ciclismo, como fue la primera en que venció Pedro Delgado tras una inolvidable etapa con final en las Destilerías DYC. Y es que con historias como éstas son con las que se ha ido configurando la leyenda de esta carrera. Con los Lagos de Covadonga y Bernard Hinault apretando los dientes tras Marino Lejarreta para comparar la cuesta de la Santina con el mismísimo Alpe d’Huez, o el pie a tierra de Miguel Indurain, metáfora del final de tantas y tantas cosas, una huella más profunda que la de Armstrong (y eso que me prometí no incluir este nombre en este artículo) sobre la superficie lunar, y así podíamos seguir hasta nuestros días, sobre todo en los últimos años, en que la organización ha sabido superar una agonía que convertía a esta prueba, tras su cambio de fechas, en el epílogo de una temporada en la que pocos ciclistas de tronío querían participar. Las últimas ediciones se han inventado una nueva carrera, y hasta las otras grandes vueltas, Giro y Tour, han copiado esas etapas cortas y nerviosas de puertos inesperados y desconocidos. Y entonces apareció Galicia, y como aquellos primeros peregrinos que caminaron hasta el Finisterrae, organizadores y ciclistas descubrieron un territorio y un ambiente del cual parece que ya no podrán despegarse. 
Del mar a la montaña, Galicia se redefine a sí misma como el itinerario ideal para esta nueva Vuelta Ciclista a España. Carreteras repletas de gente que parece que estemos en las Clásicas del Norte; recorridos pestosos y llenos de complicaciones, que semejan el recorrido de una prueba de un Mundial; cuestas reviradas y estrechas que nos aproximan al Mortirolo o a las cimas astures; y lo mejor de todo es que todavía hay decenas de itinerarios por descubrir para seguir alimentando tanto esa mitología como la propia leyenda del ciclismo gallego, la que va de Delio Rodríguez, con sus 39 victorias en etapas de la Vuelta, a Oscar Pereiro y su triunfo en el Tour de Francia, de Álvaro Pino al equipo del Xacobeo o de Blanco Villar a nuestro SuperFroiz, líder indiscutible en el territorio amateur español de la mano sabia y apasionada de Evaristo Portela y que viene a perpetuar el recuerdo en Pontevedra de nuestro amor por el ciclismo: inolvidables los Basilio Couto o el doctor Dias Lema, los Trofeos Virgen Peregrina o San Sebastián, las pruebas de ciclo-cross en Monte Porreiro, y en todas ellas, tantos y tantos nombres que uno no puede recordar. Todas esas historias de vueltas adheridas a la piel de cada uno de nosotros penden también del hilo de quienes nos las cuentan y contaron, ahora Pedro Delgado y Carlos de Andrés (jamás nos olvidaremos de Pedro González), pero también de Javier Ares y José Antonio González Linares (¡nunca superaremos esa ruptura!) y como no, Carlos Arribas, lectura imprescindible en el estío desde la primera crono del Tour hasta la línea de meta de Madrid. Hoy empieza la Vuelta, una Vuelta más en nuestra memoria. Aunque esta es especial, porque esta es la más nuestra de todas las Vueltas.


Publicado en Diario de Pontevedra 24/08/2013
Fotografía: Álvaro Pino con una azafata días antes de adjudicase la Vuelta Ciclista a España de 1986 (Archivo Efe)

sábado, 17 de agosto de 2013

¡Qué ruede el balón!

 
 
 
Todavía nos andamos sacando las arenas de entre los dedos cuando llega el fútbol, pero no aquel fútbol definido como de verano, con sus hermosos Carranzas o sus espléndidos Teresa Herrera. Partidos al atardecer playero que ensalzaban la cerveza o el tinto de verano a una nueva dimensión y que nos abrían el apetito de cara al inicio de Liga. Ahora lo que empieza es la Liga misma, sin probaturas, con los equipos favoritos recién aterrizados de sus giras empresariales y que usarán estas tres o cuatro primeras jornadas para ponerse a punto de cara a la Champions, que es lo que de verdad interesa a estas grandes franquicias, hasta que en la primavera comiencen a pensar realmente en la Liga.
Esa premura es una de las últimas afrentas de esta sociedad actual al verano, encanallada en grado sumo con la aparición de los cromos, aquellos Panini de otoño ya lo son ahora de verano, para consolidar la autosuficiencia infantil de unos niños enjaulados en sus play-station y que aún no tienen con quien cambiar sus estampas, dedicándose a hacer acopio de víveres, hasta que las aulas generen el hábitat natural del cromo: el del colegio, el del sípi y el nopi, el de “te cambio a Messi o Cristiano por tres o cuatro… digamos de Osasuna, Granada o Real Sociedad”. Cromos que saltarán a los campos en sus tres dimensiones, en unos jugadores que nos harán vibrar y sufrir, olvidar miserias pasadas y superar temores actuales, como refugio en el que buscar abrigo ante el temporal que todavía no escampa.
Todo volverá a estar en manos de los dos máximos favoritos, Barcelona y Real Madrid (el orden viene dado por el título liguero de la pasada temporada, no se me alteren) que, con sus presupuestos, generan una diferencia abismal con el resto de oponentes. El Barcelona ha destapado la parte de atrás de su casita de ‘Pin y Pon’ con el reguero de colonia de Pep Guardiola que, desde Münich se ha convertido en líquido inflamable contra una directiva con la que estaba claro que no todo era felicidad. El cese del contrato de Abidal, la marcha del joven Thiago y la obligada retirada de Vilanova se han cauterizado con la llegada de Neymar y el fichaje del Tata Martino. En principio todo suena bien, pero los nuevos nombres, por mucho que se empeñen, estarán en manos de los Iniesta, Messi, Xavi, Fábregas, Puyol (o lo que quede de él) y Valdés, que son los que realmente sostienen al club culé en el campo. De cómo case lo nuevo con lo viejo, y la superación de esos traumas de última hora, dependerá la resistencia culé al embate blanco.
Y es que el Real Madrid ha conseguido algo que siempre es necesario de cara a triunfar en el fútbol, y es que se hable de fútbol. La llegada de Ancelotti y la implicación de Zidane son motivos suficientes para que el Real Madrid convierta a su extraordinaria plantilla en un equipo de fútbol y no en aquella abigarrada banda de barrio en que se había convertido bajo el mando mamporrero de Mourinho. Desterrado en sus queridas Islas Británicas, como Napoleón lo estuvo en Santa Elena, Mourinho verá como la alegría de este deporte convierte al Real Madrid en el equipazo que es y todo ello sin descuidar una imagen que tanta importancia tiene en esto del espectáculo. Con la bestia muerta el color volverá a inundar el castillo blanco, las rosas florecerán y nombres como los de Isco, Illarra, Carvajal o Bale (¿alguien todavía duda de su fichaje?) convertirán al Real Madrid en una especie de Estrella de la Muerte que irá destrozando los planetas con los que se cruce en su vuelo interestelar. La Liga ya está aquí y con ella los cromos, y los horarios inhumanos en la televisión, en definitiva, el circo ya está montado para demostrar que cada vez los veranos son menos veranos y las penas con pan menos penas.
 
Publicado en Diario de Pontevedra 17/08/2013

luns, 12 de agosto de 2013

UN AROMA, UN TORO, UN TORERO Y UNA AFICIÓN


Un aroma, el de Morante; un toro, ‘Durmiente’; un torero, Iván Fandiño; y una afición, la de Pontevedra. Así, con esas cuatro pinceladas se puede resumir esta edición de la feria de A Peregrina. Ese milagro, como lo calificó, todavía boquiabierto, Vicente Zabala de la Serna tras su paso por Pontevedra y la contemplación mística de aquellos minutos convertidos en horas que el reloj de arena de Morante exhibió ante la afición. Cuatro días de toros, con carteles excelentes, y en plena crisis del sector, solo se puede entender como un milagro en el cual la afición de Pontevedra, tanto la de sol como la de sombra han aportado el necesario empujón para que nada cambie.... y seguro que nada cambiará.
El aroma de Morante de la Puebla se reactivó este fin de semana en el que el sevillano se encontró con el hule, el dolor y la sangre que un toro le infringió retirándole, a buen seguro, para lo que resta de temporada. Era la de Pontevedra su faena de la temporada, y así, desgraciadamente se va a quedar. Pero los que lo vimos, un día compondremos un cantar, una exaltación morantista que dejó en Pontevedra el aroma imperturbable e inmarchitable de la torería. Al día siguiente fue un toro el que honró a esta plaza, fue el primero de la tarde, primero del lote de El Juli, de nombre ‘Durmiente’, un hermoso colorado que tenía un bendito vicio, el de embestir, ¡y cómo embestía! y ¡cómo se movía! Todo era alegría y El Juli supo realizar la faena precisa y preciosa que mereció honores y trofeos compartidos con su oponente.
Pero faltaba todavía una faena más. Antes, la corrida de rejoneo mostró la diferencia sideral que existe entre Diego Ventura y el resto de rejoneadores, a excepción de Pablo Hermoso de Mendoza, reditando el éxito logrado el pasado año. Y esa faena que faltaba llegó al final de todo, pero ya se dice que hasta el rabo todo es toro y este año los toros que se le ponen delante a Iván Fandiño son sinónimo de triunfo. Porque el torero vasco está en plan torero, es decir, mandando sobre lo que ocurre dentro del albero, como sucedió en la tarde ayer en la que al primero no le pudo cortar las orejas por el fallo con la espada pero al segundo salió dispuesto a cortarle las dos. Y eso se ve y se nota, e Iván Fandiño mostró gallardía y torería para no dejar salir en solitario a El Fandi por la puerta grande. Lo dicho, un torero.
Y la afición, que decir de esta afición que durante cuatro tardes estuvo en los tendidos mostrando que la fiesta en Pontevedra es y será grande, que con esa respuesta, englobada en estos tiempos complicados, el que una feria mantenga ese nivel de respuesta deja a Pontevedra con el regusto de felicidad con el que nos vamos todos.
 
Publicado en Diario de Pontevedra 12/08/2013

Viene para quedarse




A la hora del sorteo el ambiente era de alegría y complicidad en los presentes ya que todos los animales de la ganadería de César Rincón presentaban, por lo menos a simple vista, fundadas sospechas de que iban a permitir el lucimiento de los espadas. Pero en esto ya se sabe... Y luego las cosas no fueron tan felices, ya que si bien los toreros pudieron sentirse a gusto con sus oponentes, la justeza de fuerzas y la blandura de manos de los de El Torreón no permitían excesivas alegrías a los toreros.
Y si toca hablar de toreros ayer uno destacaba entre sus compañeros de tarde. Ese que viene rompiendo plazas y ferias desde su efervescencia torera y un compromiso abrumador con este arte. Se llama Iván Fandiño y se presentaba en Pontevedra tras cientos de kilómetros de carretera y tras pasaportar seis toros seis de la ganadería de Fuente Ymbro en Bayona. Allí las cosas no fueron todo lo bien que se esperaba, sobre todo por el insospechado bajón de los toros, pero en cuanto al torero, solo hay que recurrir a los que lo vieron y de él escribieron para confirmar el estado de gracia del torero de Orduña.
Ayer Iván Fandiño dejó patente que todas las plazas son iguales, que todas las tardes son la última tarde y que el torero lo es hasta cuando duerme. Falló con la espada en su primero y perdió una o dos orejas, quien sabe, todo tras una faena marca de la casa con los pies muy quietos, tanto con el capote como con la muleta. Heladora su firme primera tanda junto a las tablas. De ahí se fue al centro del redondel para enganchar unos muletazos con la mano derecha en los que cada pase no tenía fin, mientras con la izquierda, el toro, justito, justito, no permitía la ligazón. Iván Fandiño se fue a por el acero y antes de matar dejó varias manoletinas muy apretadas y llenas de emoción. Lo que la espada no permitió se convirtió en coraje de cara a un toro que ya parecía salir de los chiqueros sin las dos orejas.
Y es que a este toro, que se movía un poquito más y tenía más aguante que los demás, el matador se fue a por él como un rayo. Como una vela en el centro y citando de lejos se pasó el toro por delante y por detrás, siguiendo unas tandas inventadas ante un rival que se comenzaba a apagar, pero 24 horas antes había hecho lo mismo a otro toro. De dulce está Iván Fandiño y ya los tendidos entendían que la espada decidiría, una efectiva media estocada hizo rodar rápidamente a ‘Esperón’ y el clamor se convirtió en dos orejas que colmaron de felicidad a un diestro sabedor de la dificultad de esa segunda faena y por el buen sabor que dejó en los tendidos.
Junto a él salió a hombros El Fandi. Bien en ambos toros, con su despliegue habitual en banderillas y también con unas tandas muy variadas que siempre funcionan con el respetable. El acierto con la espada le otorgó sendas orejas. El Cordobés se fue otra vez de vacío, el idilio del diestro con esta plaza se rompió unos años atrás y parece que ya nada volverá a ser igual. Pero todo era ya gloria para un torero de esos que son distintos, de esos que simplemente, vienen para quedarse.
 


LA FICHA

Toros de la ganadería de El Torreón. De impecable presentación. Blandearon todos ellos de manos. El cuarto fue devuelto a los corrales, saliendo en su lugar el sobrero.

▶ El Cordobés. De crema y oro. Más de media estocada ladeada (silencio); Estocada tendida y tres descabellos (silencio).

▶ El Fandi. De carmesí y oro. Estocada levemente desprendida y descabello (oreja); estocada desprendida y descabello (oreja).

▶ Iván Fandiño. De salmón y oro. Pinchazo, estocada atravesada, un aviso y descabello (ovación); Media estocada (dos orejas) .

Cuarta y última corrida de la Feria de A Peregrina celebrada en la plaza de Pontevedra que registró tres cuartos de entrada. El festejo estuvo presidido por José Manuel López Sánchez que contó con el asesoramiento de Luis Núñez como veterinario y con Carlos Ares en el apartado artístico.
 
Publicado en Diario de Pontevedra 12/08/2013

domingo, 11 de agosto de 2013

Y el número uno mandó parar



26 festejos, 60 orejas y ocho rabos son muchas orejas y muchos rabos para ese número de festejos, pero Diego Ventura es así y el lisboeta no perdona cuando sube a su montura. Ayer lo demostró en la plaza de Pontevedra, puesta a sus pies desde el primer momento, con el vivo recuerdo del pasado año.
Antes que él, dos rejoneadores a años luz, Andy Cartagena y Sergio Galán, habían sacado sus hermosas monturas a trotar sobre el albero. Espléndidos animales, cada uno más bello que el anterior, pero en cuanto a rejoneo muy escaso. Y entonces salió Diego Ventura y mando parar,  para decir aquí está el número uno, el que manda en el escalafón, y el que no perdona que un toro muera sin que se le corten ambos apéndices.
Con su primero montó un lío de los gordos, rápidamente el público comprendió que el caballo debe trotar muy cerca del toro y que los diferentes castigos hay que colocarlos con precisión. Cabalgando a lomos de ‘Demonio’ un caballo de capa baya, realizó varias suertes al quiebro llenas de emoción, para posteriormente detener al toro tras una larga carrera a lo largo de las tablas mientras el jinete saludaba a los tendidos. Las palmas echaban humo y los pañuelos ya querían salir a flamear, el clamor fue a más con las banderillas también al quiebro, dándole continuidad a las diferentes suertes otorgándole mayor vistosidad que sus compañeros de tarde. Diego Ventura sabe además enganchar al público con sus gestos llenos de rabia, pero también de una ilusión y ganas de triunfo que en los demás no se hacía tan evidente. Seguía ajustando el luso su montura a las defensas de ‘Culebrito’ (el toro más dinámico de la tarde), para que el clamor fuera en aumento, con unos decibelios más por aplicar cuando Diego Ventura colocó su codo entre los cuernos de ese toro negro. Con la faena hecha y el público conquistado, un gran rejonazo hizo rodar a un toro que otorgó de entrada el triunfo a Diego Ventura con dos orejas. Pero el público quería más, tras los dos primeros toros esto era diferente, y el flamear de pañuelos pedía el rabo, pero el presidente estuvo firme y aguantó, esta vez sí.
Ese aguante no fue el mismo en las orejas cobradas por Andy Cartagena, una a cada uno de sus oponentes, pero ambas muy justitas en cuanto al mérito. Escandalosa la primera en tanto en cuanto el toro ya estaba siendo arrastrado cuando el presidente concedió el trofeo. Pero es que el presidente este año tarda mucho ante las peticiones del público y en esta ocasión al toro casi lo tienen que ir a buscar al supermercado para cobrarle el trofeo.

‘Ben-Hur’ es el nombre de un caballo más guapo que Brad Pitt en ‘Thelma y Louise’. Tordo rodado, ¡vaya planta tenía el jaco! Ayer fue su debut en una plaza de toros y los nervios le jugaron una mala pasada al resbalar ante la cara del toro y llevarse un susto morrocotudo.  Como resbalón fue el de Sergio Galán en Pontevedra, se quedó fuera de completar la salida a hombros de la terna de rejoneadores, pero ayer el rejoneo era cosa del líder del escalafón, de un hombre nacido en Lisboa llamado Diego Ventura.


Toros de la ganadería San Mateo y San Pelayo. Bien presentados y ofreciendo buen juego para los rejoneadores.
▶ Andy Cartagena. Metesaca y rejón (una oreja), rejonazo (oreja).
▶ Sergio Galán. Rejón trasero y descabello (palmas), rejón y descabello (aplausos y vuelta al ruedo por su cuenta).
▶ Diego Ventura. rejonazo (dos orejas),rejón y rejón (dos orejas) .

Publicado en Diario de Pontevedra 11/08/2013
Foto: Javier Cervera-Mercadillo


sábado, 10 de agosto de 2013

Lazos



Salgo de la Pastelería Solla mordisqueando feliz uno de esos lazos ante los que todavía hoy no me puedo resistir cuando los veo a través del escaparate de esa Michelena perfumada. Cada vez que paso ante él veo al niño que pegaba la nariz sobre el cristal para dejar impresas las huellas de un deseo. Sobre la imagen de ese niño ahora se recorta la sombra de un adulto que todavía necesita refugiarse en esa imagen infantil para concederle sentido a lo que sucede a su alrededor, más aun en estos días de gigantes y cabezudos, comidas y abrazos, carrozas y músicas.
Darle un mordisco a ese pastel es darle un mordisco a la memoria de uno mismo y a la de la propia ciudad. Un momento de éxtasis íntimo que se convierte en comunitario cuando, enfilando la Peregrina, el sol me ciega al atravesar entre sus torres como bulbos, que escribiera Susana Fortes en ‘El azar de Laura Ulloa’, y tras reponerme de ese flash surge la figura de Cholo recortada sobre el perfil del santuario y salida de quien sabe dónde, alcanzando ese momento una dimensión épica que me hace temblar las piernas. Cholo, con la Peregrina al fondo, es nuestro John Wayne ante Monument Valley, el reflejo de un mundo perdido, un pasado de hombres y mujeres que en tiempos grises pusieron color e ilusión a su existencia y a su ciudad. Un salvavidas granate que nos mantuvo a flote y al que ahora parece cada vez más difícil aferrarse.
Pocas vivencias hay más intensas que recuperar los sabores de la infancia y la juventud. Sabores como el de esos lazos que perpetúan en su interior un territorio proustiano del que nunca deberíamos huir. Juegos callejeros, insólitos personajes, vergüenzas adolescentes, besos furtivos, noches primerizas... un mundo de despreocupaciones en el que todo se limitaba al aquí y ahora. Pontevedra conserva sobre sus piedras la memoria gastada de las generaciones que nos precedieron, los que entendieron, como entendemos nosotros ahora, que ser pontevedrés es una especie de título nobiliario, una medalla que nos ha puesto la vida en el pecho para ser lucida desde el presidente del Gobierno hasta el anónimo pastelero que transforma su nocturno trabajo en ese evocador lazo.
Me giro para disfrutar del placer que todavía es ver caminar a Cholo, sobre su jersey parece adivinarse aun aquel número tres desde el que se sustentaba todo un equipo, toda una ciudad. Dejo a un lado la figura de Ravachol, sonrío, ¿cómo no hacerlo?, y cruzo esa plaza de la Peregrina libre de tráfico. Lo que fue una conquista del progreso, ahora, el nuevo progreso evita los coches alejándolos del ser humano. Ya no se depositan botellas y aguinaldos al pie del guardia municipal que allí mismo dirigía el tráfico en una fascinante imagen de adoquines, vespas, trolebuses y seiscientos, convertida, décadas después, en una imposible saturación automovilística para propiciar ahora un feudo de encuentro, de idas y venidas, de citas que a partir de ahí hacen de toda la ciudad un itinerario sin parangón. Un recorrido inagotable y en el que como guinda hemos recuperado el imprescindible Savoy.
Me relamo ante la última porción de mi tesoro cuando suenan campanas alborozadas, quizás como ensayo de los actos de hoy. Actos que ensalzan la alegría y la fraternidad de un pueblo unido por lazos a menudo invisibles, pero que curiosamente siempre son los más intensos, los que van tejiendo el paso de los años, los recuerdos y los afectos para convertirse en memoria y materializarse de la manera más insospechada. Incluso en un pastel que ya se acaba. Desde hoy estamos en fiestas. Denle lustre a su medalla ¡A disfrutar!

Publicado en Diario de Pontevedra 10/08/2013
Fotografía: Javier Cervera-Mercadillo

«La noche de la cogida, en el hospital, sentí una paz interior que nunca había sentido»

 
Fue la revelación de la Feria de A Peregrina del pasado año con un toreo lleno de verdad y sin nada que esconder. Su faena a ‘Estupendo’, un monumental victorino, pudo haber sido la mejor de la feria de no haber fallado con la espada. Esta temporada Iván Fandiño está en su mejor momento, algo que confirmó en San Isidro en un tarde de gloria y hule.

 
LLeva toda la semana concentrado en el campo, preparándose ante la decisiva tarde de hoy en la que se encerrará en Bayona con seis toros de una ganadería dura y que exige mucho como es la de Fuente Ymbro. Será el paso previo a de desplazarse hasta Pontevedra, donde mañana estará en la centenaria plaza de A Moureira para completar un fin de semana decisivo en una temporada repleta de éxitos.
Iván fandiño no acaba de entrar en los carteles con las grandes figuras, oscuros hilos e intereses creados, y a buen seguro mucho miedo ante su empuje, complican las cosas para este hombre que se ha hecho torero por derecho, con un toreo sincero donde cada tarde es tarde de valor y exposición.
¿Qué tal está yendo la temporada?
Según lo esperado, sabía que era un año clave para mí. El 2011 fue el de mi asalto a las ferias, el 2012 el de mi asentamiento en ellas, y tenía claro que 2013 era el de mi acometida al poder. La cornada de Madrid retrasó todo un poco, aunque con el tiempo esa faena sigue creciendo y pude continuar la racha de triunfos en Pamplona, Mont de Marsan, Valencia, Soria….
La contraportada de ‘6 toros 6’ de esta semana se ilustra con una imagen suya a toda página con la frase “Se impone la verdad…” que le va al pelo, ya que usted siempre torea de verdad o así se lo parece a los que le ven.
Gracias, desde luego lo intento. Mi objetivo, torear siempre con la máxima verdad e intensidad posible. Creo que delante del toro, un animal que te da su vida, mentir es de cobardes.
El pasado año debutó en la plaza de Pontevedra. ¿Qué recuerdo tiene de aquella tarde?
Fue una apuesta grande y a pesar de la espada, que restó contundencia al marcador, fue una tarde intensa y muy bonita, se vivió con mucha pasión. Me sentí muy identificado con este público y esta plaza, espero que este año continúe esa complicidad.
Los trofeos no fueron demasiados pero, en cambio, si que vimos faenas extraordinarias a los toros de Victorino. De hecho se publicó en la crónica de aquel día que la faena a un toro llamado ‘Estupendo’ fue la mejor de la feria pasada.
Sí, es verdad, pero estuve irregular con la espada. De haber sido más rotundo con ella, seguramente habría cortado cuatro o cinco orejas. Ese toro fue muy importante y lo cuajé muy seguro, muy rotundo.
Y sobre todo descubrimos a un torero que ha venido a poner esto patas arriba y a hacerse un hueco en el escalafón.
No estoy aquí para torear mucho y ganar dinero. Quiero pasar a la historia, quiero dejar algo en esta profesión que tanto me ha dado. Quiero contarle a mis hijos que su padre aportó algo a la historia del toreo.
Este año Madrid también ha sido muy importante. Eduardo Lozano, cuando presentó la feria en Pontevedra, además de los méritos del pasado año también destacó esa gran faena que se vio acompañada de una importante cogida.
Si, como te decía antes, fue una tarde importante, y con el paso del tiempo cada vez se valora más. De hecho con un toro en toda la feria me llevé el premio a la mejor faena. Madrid siempre ha sido clave en mis ascensos.
Imagino que esa tarde es de las que reconfortan pese a la gravedad  de esa cogida.
Si, esa noche en el hospital sentí una paz interior que nunca había sentido. Sabía que había hecho lo que tenía que hacer y eso da mucha tranquilidad. Había puesto mi vida al servicio de la gloria.
Hoy se va a encerrar usted con seis toros de Fuente Ymbro en Bayona, ¿Cómo se encuentra ante ese reto y cómo se mentaliza un torero ante esa situación?
Me encuentro tranquilo, preparado, muy seguro de mí mismo y con la confianza del que sabe que va a salir a la plaza con el objetivo de dar una gran tarde de toros. Bayona es una plaza muy mía, con mucho ‘feeling’.  En Francia me dieron trato de figura antes que en España y espero estar a la altura de lo que esperan de mí.
Es muy bonita y comprometida su decisión de facilitar el acceso de los jóvenes a esa plaza, algo que otros toreros como El Juli o Perera vienen realizando. Es importante que el torero se involucre no solo como tal, sino como alguien que facilite la difusión de la fiesta entre los aficionados.
Es fundamental, tenemos que sembrar. La juventud es el futuro, tenemos que saber transmitir la grandeza y las raíces de esta fiesta tan verdadera, tan española, tan cultural. Y la responsabilidad es nuestra.
 
«Mi familia es gallega. Me encantaría ofrecer una buena tarde y responder a las expectativas»
De Origen vasco pero con ascendencia gallega, Iván Fandiño recuerda con gran cariño sus veranos en Betanzos hasta que con 16 ó 17 años entendió que el toreo sería su profesión. El pasado año fue muy especial en su carrera, porque debutó en la única plaza de toros estable de su tierra y hacerlo ante cuatro toros de Victorino Martín.
Este año, gracias a esa buena actuación y a una gran temporada, lo volveremos a ver en el coso de San Roque, en un cartel en el que compartirá lugar con El Cordobés y El Fandi.
Tras Bayona llega Pontevedra, la plaza de su tierra, en la que de nuevo vendrá a mostrar esa verdad tan suya.
Claro que sí, es una fecha importante para mí. Toda mi familia es gallega, de A Coruña, y me encantaría poder dar una buena tarde de toros y responder a las expectativas depositadas en mí.
Iván, acabamos ya, ¿Qué le diría al aficionado que se decida el domingo a retirar una entrada para ver su participación en la feria de A Peregrina?
Que no va a sentirse defraudado. El cartel de esa tarde es muy variado, la corrida parece muy buena y estoy completamente seguro que el espectáculo va a merecer la pena.  ¡Nos vemos allí! Les mando un abrazo a todos.
 
Publicado en Diario de Pontevedra 10/08/2013
Fotografía: Gonzalo García.

martes, 6 de agosto de 2013

El día después...el triunfo total


Vaya por delante el gran encierro que la ganadería de Victoriano del Río ha enviado ayer a Pontevedra. Y es que con toros, todo es mucho más fácil. Todos ellos de gran nobleza, repitiendo la embestida, y siguiendo siempre el camino marcado con la franela.
Todavía por los tendidos se rastreaba la emoción morantista del sábado. Como si el público volviese al lugar de los hechos para comprobar que aquello había sido realidad. Lo fue, pero con la salida del primer toro de la tarde, el halo del duende sevillano se esfumó ante el trote de un colorado de nombre ‘Durmiente’. Curioso para un gran toro, que de dormir ná de ná. Todo en él era trote y embestida. Una y otra vez. El toro soñado por cualquier torero diría El Juli, y el sorteo, en el que el propio matador estuvo presente en la matinal del domingo, le había deparado ese regalito.
Ya ha pasado definitivamente a la historia aquel torero al que el público idolatraba por su desparpajo ante el toro, ahora, hoy, El Juli es un torerazo que no le cabe en el pecho. De principio a fin compuso una gran faena, con grandes tandas con el capote y un inicio de faena con los pies juntos que ya hacía presagiar las virtudes y el empeño de ambos por que la tarde no fuese en balde. Largos muletazos con la mano derecha que se prolongaban con el cambio de mano. Mientras, ‘Durmiente’ seguía trotando como un cervatillo pese a sus 520 kilos. Unas manoletinas para cerrar la faena y El Juli, ya cargaba su ‘cañoncito’. El público comenzaba a insinuar el perdón para el de ‘Cortés’, pero cuando El Juli carga el arma, no hay marcha atrás. Espadazo. Su muerte, con la boca cerrada y permaneciendo en pie durante varios minutos, fue un canto épico a la bravura de este género animal, premiado con el emocionante aplauso de una plaza en pie mientras se le daba la vuelta al ruedo.
Dos orejas que El Juli completó con otra en el cuarto, en una faena de menor transmisión, pero a la que el torero no renunció tras lo hecho a su primero, mostrándose muy codicioso. Otra portentosa estocada dejó el apéndice en sus manos, pese a la tardanza del presidente en su concesión, situación que se repitió en alguna otra ocasión, reacio al clamor de pañuelos en los tendidos.
Miguel Ángel Perera dejó también impreso su nombre en una plaza en la que no le habían ido demasiado bien las cosas. Pero estos toros permitían muchas cosas y el pacense evidenció su gran temporada con un emocionante toreo de pies muy quietos, sin apenas moverse del sitio, con extraordinarios y vistosos quites y pasándose a sus oponentes muy cerca. Unos muletazos largos, largos, largos, mecían al toro de punta a punta y con el buen manejo de la espada consolidaron el triunfo.
Alejandro Talavante no iba a ser menos y si la primera faena fue más cómoda, en la segunda realizó un gran esfuerzo ante el toro más flojo de la tarde. Inventándose una lidia de temple y lentitud que se cobró magníficos pases. Una de esas faenas de mérito y que como la de ayer, permitieron que tres toreros salieran a hombros.


LA FICHA
Toros de la ganadería de  Victoriano del Río. Primer Segundo y quinto, del hierro Toros de Cortés. Gran encierro. Los cuatro primeros aplaudidos en el arrastre. Al primero de ellos se le premió con una vuelta al ruedo.
Julián López 'El Juli'. De lila y oro. Espadazo ligeramente desprendido (dos orejas), Gran estocada (oreja).
Miguel Ángel Perera. De turquesa y oro. Pinchazo, Estocada levemente ladeada (oreja), Gran estocada (oreja).
Alejandro Talavante. De añil y oro. Estocada desprendida (oreja), estocada y descabello (oreja).
Segunda corrida de la feria de A Peregrina. Poco más de media entrada. El festejo estuvo presidido por José Manuel López Sánchez, que contó con el asesoramiento de Juan Ocampo como veterinario y Carlos Ares en el apartado artístico.


Publicado en Diario de Pontevedra 5/08/2013

La sonrisa de Morante


Cuando Morante sonríe en una plaza es que algo grande está pasando. Y ayer pasó, ¡vaya que si pasó! No acostumbra el de la Puebla a exhibir su sonrisa ante el toro, más bien taciturno, con semblante serio y acusada introspección, siempre dándole vueltas a sus cosas, que ya son bastantes ante un ‘bicho’ de esos, como para además andar componiendo una sonrisa. Pero en ocasiones esta emana de forma natural, sin que uno se lo haya propuesto, y es entonces cuando la incandescencia del toreo se activa para que el frasco de la torería se abra y brote de él el buen gusto, el sentimiento y la inexplicable comodidad que solo un torero, en un instante mágico, es capaz de permitirse ante el toro.
Cuando la plaza atronó en una ovación como no se recordaba por estos pagos y tras haber pinchado seis veces al toro, ¡seis!, Morante abrió los ojos y se despertó del hechizo. Y las hordas gallegas estaban allí, frente a él, bramando que ríase usted de ‘Braveheart’. Entonces comprendió la razón por la que había decidido ser torero: poder lograr esos pases mecidos con la mano derecha, tan profundos que casi encuentra bajo la plaza de A Moureira las astillas desprendidas de la construcción de la Nao Santa María. Era entonces cuando emergía el silencio y los olés convertían su faena al quinto en una oda a la inspiración, al duende, a lo que tantas veces se ha dicho de Morante y que se lee en libros y revistas, y a veces se ve en televisión (pocas) pero que aquí nunca habíamos visto cara a cara. La espada cumplió su función maligna y arrastró por el túnel de la memoria los trofeos, pero el triunfo ya se había logrado, y en esa memoria están ya todos los que ayer vieron torear a Morante de la Puebla. Decía Ignacio Sánchez Mejías que «el capote en suma es la imaginación», y Morante de la Puebla derrochó imaginación en la tarde de ayer dibujando en el aire hasta seis verónicas seguidas a su primer toro y un quite por chicuelinas de dulce, rematadas con una media. Pero ayer Morante no era solo el del capote, también fue el de la muleta.
Sebastián Castella conoce cómo abrir la puerta grande de la plaza de Pontevedra, ya que rara es su aparición en este coso en la que no triunfe. Y si a eso se le suma un Alcurrucén, miel sobre hojuelas. A esta misma ganadería el año pasado le cortó tres orejas, y ayer su toreo de gusto antiguo, clavado en el centro del coso, tal y como vimos en unas buenas tandas a su primero, junto con la efectividad del acero en ambos, le valieron para abrir de nuevo la puerta del éxito.
Enrique Ponce fue quien inauguró la tarde, los datos que circulaban por la plaza decían que con esta eran 17 las tardes en las que el torero ha pasado por este coso. Y lo cierto es que durante estas 17 tardes casi siempre se ha visto la misma faena, con más o menos emoción, pero similar en el repertorio. Ponce toreaba al cuarto, y en ese momento se volvía a dibujar en el aire, no ya el rastro de la verónica de Morante, sino las volutas de un habano que como suele hacer, se fumó el sevillano. Era el humo de la gloria, el humo de la inspiración bajo una sonrisa.

LA FICHA
Toros de la ganadería de Alcurrucén. Bien presentados y de  juego desigual. Segundo y quinto aplaudidos en el arrastre.
Enrique Ponce. Pinchazo y media estocada (saludos desde el tercio), pinchazo, casi media y descabello (aplausos).
Morante de la Puebla. Espadazo ligeramente desprendido (oreja), Seis pinchazos y estocada ladeada (atronadora ovación y vuelta al ruedo).
Sebastián Castella. Gran estocada (oreja), estocada ligeramente desprendida (oreja).
Primera corrida de la feria de A Peregrina. Cerca de tres cuartos de entrada. El festejo estuvo presidido por José Manuel López Sánchez, que contó con el asesoramiento de Juan Ocampo como veterinario y Carlos Ares en el apartado artístico.
Se guardó un minuto de silencio en recuerdo de las víctimas del accidente de tren de Santiago de Compostela.

Publicado en Diario de Pontevedra 4/08/2013

luns, 5 de agosto de 2013

Morante coloca en órbita a Pontevedra con su toreo

 
Al pasar las nueve de la noche los medios taurinos digitales comenzaban a emitir señales de humo de la taurinamente ignota Galicia. Pequeños avisos que hablaban de sonidos de tambores de guerra. El paso de los minutos y la búsqueda, siempre compleja y misteriosa, de las palabras, empezaba a convocar un rosario de frases del estilo ‘Morante, la faena de la temporada en Pontevedra’ (Mundotoro), ‘Morante encandiló con su toreo’ (Burladero), ‘Morante lo borda en Pontevedra’ (Aplausos). El humo se convirtió en ondas sísmicas que comenzaban a poner en estado de alerta al orbe taurino, que ya no dejó de mirar hacia el finisterrae y la plaza de toros de Pontevedra transformada en escenario de la aparición morantista. La cueva del milagro de Fátima a la que se acercaron no pocas personas ante la anunciada presencia del del la Puebla. Alto y flaco, el crítico de ABC Andrés Amorós; Javier Hurtado entrevistando para Tendido Cero o Vicente Zabala de la Serna, versión 2.0 del inolvidable Joaquín Vidal y quien mejor cuenta y escribe de lo que sucede en los alberos de España. Aquí estaban los tres, como los niños de Fátima esperando que hubiese milagro. Como Santo Tomás, los buenos periodistas estaban en el lugar de los hechos para ver todo lo que había que ver este año en el mundo de los toros, mientras José Tomás deshoja su jardín de margaritas.

Y fue aquí, en Pontevedra. Desde Pontevedra para el mundo y las horas pasaron, la noche se estrelló y las rotativas comenzaron a vomitar lo que hasta ellas iba llegando. Así, España entera se avivó con titulares del tipo: ‘Morante es un reloj de arena’ (El Mundo), ‘Morante enloquece a Pontevedra’ (ABC), ‘Morante enamora Pontevedra’ (La Razón). Y bajo el señuelo de la letra grande toda una retahíla de bondades sobre faena y sobre ciudad, sobre ambiente y sobre caracteres de unas gentes que hacen de esta fiesta algo suyo y que desde hace un tiempo comienza a ser alabada más allá de O Padornelo. Que los mejores comentaristas taurinos de este país viajen a donde España se asoma al Atlántico es un orgullo para todos, que se cante así a la desembocadura del Lérez una bendición y un reclamo turístico sin igual (ahora que todo se mide en bondades turísticas). Eso lo han conseguido los toros y Pontevedra, y el sábado la inspiración de un genio del toreo. Se llama Morante y nació en la Puebla del Río, y un día se cantará que aquí, en la plaza de A Moureira toreó para el mundo, convirtiendo en sentimiento lo que luego fue clamor. Lo que se escribió para honra de Pontevedra aunque lo importante no es lo escrito, sino lo vivido.
 
Publicado en Diario de Pontevedra 5/08/2013





sábado, 3 de agosto de 2013

Alamares

«Tiene usted razón maestro de maestros. En las fintas y engaños de que está hecho el toreo, en ese juego de sombras chinas, de pases y desplantes, una verdad desnuda y central irrumpe con una fuerza cegadora: la gran paradoja de la condición humana, en la que la vida es inseparable de la muerte, en la que nada da más fuego, intensidad y pasión a la vida que la cercanía de la extinción, sobre todo cuando el espíritu humano, desafiándola, construye esa otra vida hecha de gracia, formas, elegancia, ritmo y belleza que es la del arte, vida imperecedera e impalpable, vida que nos hace presentir la quimera de la eternidad.” 
 
Con estas palabras abrocha el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, su ‘Monólogo del toro’, incluido en el recién editado ‘Diálogos con Navegante’. Libro en el que torero, José Tomás, y toro, en boca del escritor peruano, explican su complicidad para subsistir. Ambos, torero y toro, se necesitan mutuamente en una relación capaz de sugerir y provocar textos tan hermosos como el que sirve de preámbulo a este comentario que da la bienvenida a los toros a nuestra ciudad. A esta Pontevedra que tiene en su ruedo un orgulloso estandarte que ilumina agosto y expande la luz de esta ciudad a través de la bocana de la ría hacia el exterior. Pasaporte de una ciudad convertida en referente en Galicia de este arte, y en España, por la inusual complicidad del aficionado con la fiesta. 
Mirar hacia atrás en nuestra historia taurina supone recuperar tardes de gloria y de efervescencia en una ciudad que no vuelve a tener durante todo el año un motivo de reunión ciudadano-festiva de esta magnitud, y con una repercusión económica difícilmente equiparable a otra actividad durante el curso. Pero la historia de la plaza es la historia de los que por allí pasaron y actuaron, de los grandes nombres de la tauromaquia en los tiempos de los canotiers, de aquel Rafael Alberti realizando el paseíllo de naranja en la cuadrilla deIgnacio Sánchez Mejías, del rabo cobrado por el mechón blanco de Antoñete, de la expectación ante El Cordobés y Palomo Linares en un efecto renovado por los Hermanos Lozano con las corridas de los ‘mediáticos’, de los sonados indultos de los últimos años, de las estampas curiosas como la de ese ‘tendido de los sastres’ que ilustra este comentario, espectadores de ‘guitarra’ les llaman a este tipo de asistentes que, de manera inconsciente en lo referido a su seguridad, asistían a los festejos cuando la obra lo permitía, del colorido de las peñas (las de la plaza, las otras no son peñas), de las historias personales que cada uno de nosotros tenemos en relación a esa fiesta, en definitiva, de la diversión y disfrute de un pueblo reunido en torno a uno de sus hechos diferenciales. 
Así es como en un párrafo encerramos más de un siglo de historia, tiempo detenido entre palabras, como si lo embozáramos bajo el capote de Morante de la Puebla, allí donde el tiempo se congela para detener la historia. El torero más torero de los toreros, el que no duda en colocar una silla en el redondel para articular un guiño con ese pasado ante el que muchos renuncian pero en el que se encuentra la virtud inquebrantable del toreo. El más singular de los coletas, el gesto taurino eterno, alamares de tronío y el que ojalá ofrezca hoy alguno de esos destellos para ingresar en el libro de oro de una plaza que nació madera y ahora es piedra, sal y velas aireadas por el viento de la Moureira.
Ese mismo aire que llevó a la Santa María a cruzar el Atlántico, es el aire que se cuela entre las ventanas enladrilladas de esa plaza que tantas veces ha visitado Enrique Ponce, capaz, con sus pases, de meter en el canasto a cualquier oponente, y por último, un Sebastián Castella de toreo quieto y hondo, estatuarios y pases por la espalda que el pasado año le llevaron a desorejar a sus cuatro rivales en dos tardes de gloria. Un cartel espectacular, digno de las mejores plazas, porque la nuestra lo es, dicen que de segunda, pero dentro de ella todo es de primera o así lo vemos los que disfrutamos de la fiesta, de esa lucha que el Nobel monologuiza como brillante defensa de un arte que entremezcla imaginación y bravura por dos seres que se necesitan para ser lo que son, para perpetuar esa lucha eterna que llega hasta hoy, hasta nosotros y hasta aquí. ¡Qué suenen los timbales! ¡Empieza la Feria!

Publicado en Diario de Pontevedra 3/07/2013
Fotografía. Espectadores de 'guitarra' en la plaza de toros de Pontevedra en 1980. Camilo Gómez.