sábado, 3 de agosto de 2013

Alamares

«Tiene usted razón maestro de maestros. En las fintas y engaños de que está hecho el toreo, en ese juego de sombras chinas, de pases y desplantes, una verdad desnuda y central irrumpe con una fuerza cegadora: la gran paradoja de la condición humana, en la que la vida es inseparable de la muerte, en la que nada da más fuego, intensidad y pasión a la vida que la cercanía de la extinción, sobre todo cuando el espíritu humano, desafiándola, construye esa otra vida hecha de gracia, formas, elegancia, ritmo y belleza que es la del arte, vida imperecedera e impalpable, vida que nos hace presentir la quimera de la eternidad.” 
 
Con estas palabras abrocha el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, su ‘Monólogo del toro’, incluido en el recién editado ‘Diálogos con Navegante’. Libro en el que torero, José Tomás, y toro, en boca del escritor peruano, explican su complicidad para subsistir. Ambos, torero y toro, se necesitan mutuamente en una relación capaz de sugerir y provocar textos tan hermosos como el que sirve de preámbulo a este comentario que da la bienvenida a los toros a nuestra ciudad. A esta Pontevedra que tiene en su ruedo un orgulloso estandarte que ilumina agosto y expande la luz de esta ciudad a través de la bocana de la ría hacia el exterior. Pasaporte de una ciudad convertida en referente en Galicia de este arte, y en España, por la inusual complicidad del aficionado con la fiesta. 
Mirar hacia atrás en nuestra historia taurina supone recuperar tardes de gloria y de efervescencia en una ciudad que no vuelve a tener durante todo el año un motivo de reunión ciudadano-festiva de esta magnitud, y con una repercusión económica difícilmente equiparable a otra actividad durante el curso. Pero la historia de la plaza es la historia de los que por allí pasaron y actuaron, de los grandes nombres de la tauromaquia en los tiempos de los canotiers, de aquel Rafael Alberti realizando el paseíllo de naranja en la cuadrilla deIgnacio Sánchez Mejías, del rabo cobrado por el mechón blanco de Antoñete, de la expectación ante El Cordobés y Palomo Linares en un efecto renovado por los Hermanos Lozano con las corridas de los ‘mediáticos’, de los sonados indultos de los últimos años, de las estampas curiosas como la de ese ‘tendido de los sastres’ que ilustra este comentario, espectadores de ‘guitarra’ les llaman a este tipo de asistentes que, de manera inconsciente en lo referido a su seguridad, asistían a los festejos cuando la obra lo permitía, del colorido de las peñas (las de la plaza, las otras no son peñas), de las historias personales que cada uno de nosotros tenemos en relación a esa fiesta, en definitiva, de la diversión y disfrute de un pueblo reunido en torno a uno de sus hechos diferenciales. 
Así es como en un párrafo encerramos más de un siglo de historia, tiempo detenido entre palabras, como si lo embozáramos bajo el capote de Morante de la Puebla, allí donde el tiempo se congela para detener la historia. El torero más torero de los toreros, el que no duda en colocar una silla en el redondel para articular un guiño con ese pasado ante el que muchos renuncian pero en el que se encuentra la virtud inquebrantable del toreo. El más singular de los coletas, el gesto taurino eterno, alamares de tronío y el que ojalá ofrezca hoy alguno de esos destellos para ingresar en el libro de oro de una plaza que nació madera y ahora es piedra, sal y velas aireadas por el viento de la Moureira.
Ese mismo aire que llevó a la Santa María a cruzar el Atlántico, es el aire que se cuela entre las ventanas enladrilladas de esa plaza que tantas veces ha visitado Enrique Ponce, capaz, con sus pases, de meter en el canasto a cualquier oponente, y por último, un Sebastián Castella de toreo quieto y hondo, estatuarios y pases por la espalda que el pasado año le llevaron a desorejar a sus cuatro rivales en dos tardes de gloria. Un cartel espectacular, digno de las mejores plazas, porque la nuestra lo es, dicen que de segunda, pero dentro de ella todo es de primera o así lo vemos los que disfrutamos de la fiesta, de esa lucha que el Nobel monologuiza como brillante defensa de un arte que entremezcla imaginación y bravura por dos seres que se necesitan para ser lo que son, para perpetuar esa lucha eterna que llega hasta hoy, hasta nosotros y hasta aquí. ¡Qué suenen los timbales! ¡Empieza la Feria!

Publicado en Diario de Pontevedra 3/07/2013
Fotografía. Espectadores de 'guitarra' en la plaza de toros de Pontevedra en 1980. Camilo Gómez.

2 comentarios:

  1. Me da igual quien lo diga o cómo lo diga o los porqués de su decir. Los toros no pasan de ser: amaneramiento, sangre, moscas y mierda.

    ResponderEliminar
  2. FreedomPop is the first 100% FREE mobile communications provider.

    Voice, text & data plans always start at £0.00/month (100% FREE CALLS).

    ResponderEliminar