Y la seguirá tocando una y otra vez, en una especie de orquestación rítmica que hace crecer a sus compañeros tanto como decrecer a sus rivales. Messi no se entendería sin Xavi, Iniesta tampoco, por mucho que le duela a José Ramón de la Morena y hasta el Barcelona tendría muy difícil mantener ese listón de éxitos tan elevado sin la manija del seis azulgrana. Su puesto es la clave del Barcelona de los últimos veinte años, lo siento Xaime pero tengo que volver a Cruyff, él se inventó dentro de su sistema a este medio centro de toque y visión de juego y creó, como Tim Burton en su fábrica de chocolate, una cadena de montaje para seriar el molde que ya inmortalizara en la figura de Pep Guardiola. Por aproximación fueron poco a poco surgiendo nombres como los de Iván de la Peña , Andrés Iniesta o Thiago Alcántara, variaciones en sucesivas generaciones del modelo inicial y que se erigen como continuadores de esa saga-sustento del juego culé. Y así es como la plantilla blaugrana se ha ido salpicando de estos ‘locos bajitos’ como les llamaría Serrat, y que en verdad no dejan de ‘joder con la pelota’ mareando a todo aquel que se les ponga por delante.
El balón de oro se lo ha llevado Messi, con los mismos merecimientos y virtudes que Xavi Hernández o Andrés Iniesta. Cada uno de ellos no se entendería sin los otros dos, y todos se han mostrado de manera ejemplar, alabando tanto a vencedores como a vencidos, conocedores de que ninguno sería lo que es sin el concurso de sus compañeros, y por extensión de un bloque que ha hecho de sus valores argumentario en el triunfo. Con los fastos ya superados y la permanente matraca periodística en torno al galardón francés, Xavi volverá a tocarla una y otra, como el pianista de Casablanca en un revival que eterniza una forma de jugar al fútbol amparada en la estética del gusto y que además, para pasmo de muchos, permite la consecución de triunfos. Éxitos aliñados con la sensación de que a través de estos jugadores el Barcelona ha hecho de su cantera un auténtico edén futbolístico, una área experimental que ha deparado al Barcelona sus mejores logros deportivos, pero sobre todo una sensación de calma en el club impensable hace pocos años. Y ello porque al banquillo también ha llegado una persona amamantada en Can Barça, el que fue el arquetipo de este esquema de jugador nunca debió pensar en que su segunda parte le superaría. Es de nuevo la representación entre dos jugadores de sus dos Barcelonas, el capitaneado en el campo por Pep Guardiola con Cruyff en el banquillo que presentaba la versión 1.0 del Dream Team, donde sólo se pensaba en el ataque como mejor arma defensiva, a base de brutales porcentajes de control del balón, pero que no estaban a salvo de que un equipo les cosiese al contraataque-basta ver la final de Copa de Europa perdida ante el Milán-, y al que llegamos ahora, con Xavi y Pep Guardiola que podría definirse como el Dream Team 4.0, tras las versiones de Van Gaal y Frank Rijkaard, donde a ese argumentario ofensivo se le ha unido una efectiva capacitación defensiva pero donde sobre todo es el ritmo de Xavi el que decide todo lo que pasa en el campo, y también fuera de él, hasta el punto de que un extraordinario jugador argentino ha ganado el balón de oro gracias a esa melodía con la que sale a danzar en cada encuentro. Mientras ésta suene, el Barcelona seguirá ganando, aunque los balones dorados no sean para el director de orquesta.
Publicado en Diario de Pontevedra 13/01/2011
Y la seguirá tocando una y otra vez, en una especie de orquestación rítmica que hace crecer a sus compañeros tanto como decrecer a sus rivales.
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