martes, 19 de xullo de 2022

Motas de polvo

 

[Ramonismo 119]

El segundo libro de poemas de Rosa Berbel se configura como una expedición a la oscuridad haciendo del lenguaje luz



SOBRECOGE enfrentarse a estos poemas escritos por Rosa Berbel (Estepa, Sevilla, 1997), por cómo alguien tan joven es capaz de adentrarse de manera tan decidida por ámbitos tan complejos como los aquí expuestos, conformando una expedición hacia el interior de la oscuridad, una observación allí donde semeja que el abismo nos somete.

Un espacio donde descubrir nuevos planetas, nuevos territorios que expliquen más que lo que somos, el lugar que ocupamos en función de los acontecimientos que nos rodean. Y ahí la poeta escruta esos «planetas fantasma» que son los que titulan el libro aludiendo a esos hipotéticos planetas cuya existencia está probada desde el ámbito científico, pero que todavía no han podido ser observados.

«Hablamos de la luz,/de esas motas de polvo que el sol hace visibles,/como nuevos planetas». Este es el arranque del poema ‘Posibilidad de la luz’ que nos encontramos dentro de ‘Los planetas fantasma’ (Tusquets), y esa luz de la que hablamos no deja de ser la poesía de Rosa Berbel. Luz y lenguaje confluyen en esa exploración desde el poema hacia una realidad observada por esta mujer en la identificación de identidades e incertezas. Ámbitos de la duda que Rosa Berbel rastrea desde una manera de mirar que es la que define una «educación de la mirada», como ella misma la denomina, en la señalización de esos paisajes por los que atravesamos a lo largo de nuestras vidas.

«El paisaje ha cambiado/y lo llevo por dentro», escribe en el inicio de otro poema que plantea esa radical conexión entre el interior y el exterior. Entre la persona y todo aquello que la rodea y cómo ambos territorios confluyen entre sí. Experiencias, relaciones personales, ambientes... generan esa especie de sistemas solares en los que seguir en ese rastreo de lo que no vemos, de lo que intuimos y que de una u otra manera estamos seguros que existe. Cada poema de Rosa Berbel nos sitúa ante esas experiencias que surgen de un viaje, un recuerdo de la infancia, una sensación propiciada por el clima, la estancia en una vivienda, en definitiva, una serie de mecanismos que accionan en la poeta esa posibilidad de cerciorarse que tanto el tiempo como el espacio tienen sus dobleces, ángulos imperceptibles que la poesía es quién de iluminar, estableciendo la posibilidad de que pongamos nuestro foco sobre ellos como la revelación de los denominados «fantasmas del realismo».

Y así, llegando al final del libro, nos encontramos con uno de esos poemas valle en los que te refugias ante los poemas finales. ‘La conquista del paisaje’ es parte esencial en esta travesía, un territorio para tomar aire tras lo vivido, al tiempo que para coger fuerzas ante esa cúspide que nos espera en las páginas siguientes. Cruzamos toda esta naturaleza poética a la búsqueda de una belleza necesaria en todo momento, reclamada a lo largo de todo el libro como una guía permanente, como la luz inmarcesible que señala más que un camino, una esperanza.

Para todo ello, para lo visto y para lo que veremos, la otra necesidad inexcusable que se nos plantea a lo largo del poemario es la de nombrar, la de motivar el lenguaje como la otra forma de activar la luz. «Estaba el mundo a oscuras y nosotras/tuvimos que nombrarlo», nos advierte Rosa Berbel en el comienzo de otro importante poema: ‘Vuelo de brujas’. La mujer, su cuerpo, el amor, el sacrificio, aquí se exaltan como fundamento concreto de este poema, desde el cual sus huellas también se pueden seguir a lo largo de un libro lleno de compromisos con la identidad femenina, definiendo esa mirada como un firme anclaje con lo real, con lo táctil y lo sentido, aquello que endurece la piel en cualquier proceso de crecimiento que, al fin y al cabo, también envuelve los poemas de Rosa Berbel, convertidos en una manera de escrutar esas motas de polvo que la luz revela en la oscuridad, como sucede con muchos de nosotros, estableciendo una posibilidad que surge de lo imprevisto.

La poeta sevillana reafirma así aquel primer libro ‘Las niñas siempre dicen la verdad’ (Hiperión, 2018), acaparador de diferentes premios poéticos, pero sobre todo la presentación en sociedad de una poeta que sigue creciendo en sus ambiciones y posibilidades, y también en las emociones que suscita en el lector.

 

 

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 2/07/2022

Ningún comentario:

Publicar un comentario