[Ramonismo 153]
'Solo humo’ ofrece, de nuevo, un Juan José Millás que disuelve las tenues fronteras entre lo real y la imaginación
La página de un libro es, sin duda, una de las puertas de acceso más firmes hacia el universo de la imaginación. Un umbral al que Juan José Millás gusta llevarnos una y otra vez a través de sus columnas, libros o comentarios radiofónicos, en los que no pocas veces, y de manera siempre inspiradora para quienes estamos al otro lado, difumina nuestra realidad a través de las posibilidades que la cotidianidad nos puede permitir, siendo, en numerosas ocasiones, algo completamente inesperado.
En esta oportunidad será con su última novela, ‘Solo humo’ (Alfaguara), desde la que el autor propone una profunda reflexión sobre cómo la literatura y un libro, en este caso un conjunto de cuentos de los Hermanos Grimm, puede abrir esas puertas cara territorios imprevisibles, en los que la fantasía se enfrenta a una realidad que queda fuera de esas páginas y que a lo largo de esta novela Juan José Millás no deja de contraponer. Para ello nos cuenta la historia de Carlos, un joven que, tras conocer la muerte de su padre, y después de hacerse cargo del piso de éste, descubre como el último libro que su padre estaba leyendo cuando falleció le permite abrir todo un itinerario de descubrimientos que se desdoblan en esas dos geografías. Una, la planteada por ese piso, con una singular relación con su vecina, y todo lo que se encierra en él, y que pocos como Juan José Millás saben describir a través de presencias, ausencias, sensaciones u objetos; y otra, la del interior de esos relatos en los que las páginas que contienen todo ese universo dirigido a los más pequeños se va a convertir en una manera de transformar y entender, de manera muy diferente, lo que sucede en la vida real.
Se va a mover, por lo tanto, el autor entre lo qué es imaginario y lo qué es real, estableciendo una permanente tensión en la que el protagonista va a intentar solucionar varias preguntas que surgen tras el fallecimiento de ese padre que se había mostrado ajeno a su hijo. A partir de esas dudas se activa una acción en la que te ves inmerso como lector para acompañar a Carlos en ese esclarecer dudas y hacerlo siempre, con un pie en cada una de esas dos mitades del libro por la que va transitando siempre la narración y que Juan José Millás maneja de manera magistral, hasta el punto de confundirnos a nosotros mismos sobre en qué lado nos encontramos mientras leemos.
Un proceso de lectura que al tiempo que nos cuenta una historia también nos deja toda una serie de propuestas sobre el acto de leer como responsabilidad, los cuentos como representaciones de la vida, incluso con su buena dosis de atrocidades, pese a estar enfocados al mundo infantil, y cómo los libros nos permiten conocer aquello que hay en las personas y que desconocemos.
Finalmente el relato, a medida que pasan las páginas, se va convirtiendo también en unos de esos textos que la literatura ha creado para los estados de crecimiento del ser humano. Como si un cuento de los hermanos Grimm se fuese adaptando a un cuento de Juan José Millás. Todo en su interior va madurando hasta el desenlace final, y todo, a través de ir incorporando diferentes capas a la narración, convirtiéndose en algo mucho más complejo de lo que podíamos pensar a priori. Tal y como acontece con esos relatos infantiles que, deteniéndose en ellos, esconden en su interior toda una serie de espacios profundos y recónditos, propios del alma humana, pero que la literatura es quién de escarbar poner ante nosotros aunque se endulcen más que como un engaño como una trampa para caer en ellos.
Como trampas también son aquellas en las que nos va haciendo caer el escritor valenciano para atraparnos en su mundo, en ese lado de la realidad que tantas veces bajo la ducha dudamos de donde se encuentra o del mismo modo a cuando nos planteamos preguntas y dudas que van contra el desarrollo normal de unas vidas que pueden cambiar su destino de manera sustancial en apenas unos segundos, marcados por un mundo lleno de casualidades y coincidencias que tienen mucho más que ver con nosotros de lo que pensamos.
Un libro sobre una mesilla de noche se puede convertir en todo un catalizador desde el que asomarnos a esos dos lados de nuestras vidas que unas personas mezclan de una u otra manera, con mayor o menor atención y concediéndole más o menos importancia a la realidad o a la fantasía, pero lo que es indudable es que quien atraviesa ese pórtico ya es incapaz de echarse atrás y necesita forjar ese equilibrio que hombres y mujeres ha ido armando desde los primeros tiempos, cuando una sombra se perfilaba en el interior de una cueva ante la eterna perplejidad del ser humano.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 29/04/2023
Ningún comentario:
Publicar un comentario