[Ramonismo 161]
'Paradero desconocido’ es un medido poemario que habla de un hombre y su tiempo, de un hombre ante lo vivido y perdido
NO ha debido ser fácil componer este conjunto de poemas que gestionan algo tan complejo como es hablar de uno mismo y de todo aquello que el paso del tiempo sedimenta en cuerpo y alma, y que llegado un momento determinado es necesario expulsar al exterior como un volcán tras alcanzar su magma la temperatura necesaria para salpicarnos a los demás, para hacernos cómplices de una vida que es también la vida de todos nosotros al compartir época, geografía y el voluble factor humano.
No han sido tiempos fáciles para ninguno de nosotros. Una pandemia, una agitación social y política que está poniendo patas arriba muchos de nuestros argumentos cívicos para configurar una sociedad lo más justa y avanzada posible, y el darnos cuenta de que vivimos en un país tan maravilloso como complicado para articular una respetuosa convivencia. A ese plano general Benjamín Prado le suma un primerísimo plano con la muerte de quien tantos lloramos y todavía no entendemos el porqué, si es que la muerte puede responder a esa pregunta, como fue el fallecimiento de su íntima amiga Almudena Grandes.
Demasiados raspones para salir indemne de este tiempo, demasiadas embestidas para no sufrir una voltereta que le obliga a recomponer la figura y a enfrentarse de manera directa a todo eso que perturba a un Benjamín Prado que ha tardado mucho, entre peripecias vitales y la escritura de novelas, recitales y conciertos, recomendaciones literarias y comentarios televisivos, en armar este hatillo de poemas con el que quizás cerrar un tiempo vital y abrir otro. Un poemario que se inaugura con una confidencia, una de tantas como se contienen en estas páginas, y que no es más que el contrato que supone todo libro entre su autor y el lector que llega a él: «Lo que voy a decirte, que quede entre tú y yo...». Este paréntesis de confianza transcurre a lo largo de todo el libro, sabiendo que en ese interior encontramos un acto confesional, una arriesgada escalada hacia una cumbre desde la que divisar lo sucedido, y detectar las columnas de humo de ciertos acontecimientos para después bajar hasta ellos y aproximar una mano temblorosa para comprobar la temperatura de esa ceniza que para siempre marcará nuestro territorio.
Dividido en tres grandes bloques, sólo el primero de ellos, ‘Estado de alarma’, compuesto por diez enormes poemas ya justificaría sobradamente la lectura de este libro. Diez estaciones de paso (Almudena siempre al rescate), en las que Benjamín Prado refleja el paso del tiempo, las desilusiones de una vida, llena de pérdidas cercanas, de derrotas colectivas, de una vida que se va y que no sabíamos que iba a pasar, el desconcierto ante ciertas actitudes humanas y esas cabezas que embisten más que piensan en una España cada vez más repleta de cuervos negros a la espera de cobrarse venganza. El segundo apartado del libro supone una suerte de refugio, ‘En la vida real’, tiene en una nueva pareja un anclaje de esperanza tras la zozobra que es toda pérdida del amor. Lo que supone convivir, la ruptura, las opiniones contrarias y el sentir la piel de otra persona como la confirmación de que estar aquí significa no estar en paradero desconocido.
Se cierra el libro con una última parte, ‘Taller literario’, en la que, tal y como iniciamos todo este itinerario, Benjamín Prado se mueve en esa relación que cada libro plantea entre su escritor y su lector, desmitificando muchas de las componentes de la escritura y de lo literario, donde incluso nos habla de cómo hay que educar a los poemas, tantas veces nacidos de la rebeldía, para que cuiden de él, como él mismo hace con sus hijos, en previsión de un futuro que no es más que un presente que, al fin y al cabo, es de lo que nos habla siempre todo buen libro.
Nos encontramos así un recorrido absolutamente emocionante en el que poco se deja atrás este madrileño que intenta esquivar los espejismos de nuestra existencia, afirmándose en su propio tiempo, fijándose en un sitio para observar, con una desazón que no le conocimos hasta este momento, como de la baraja no siempre salen las mejores cartas con las que llevarse las diferentes bazas de una vida que, como un cóctel imprevisible, mezcla alegrías con tristezas, siendo, a medida que pasan los años y se suceden las pérdidas, más las segundas que las primeras.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 24/06/2023
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