Su vida fue mucho más que palabras. Personalidad central de la cultura española quiso unir mediante versos lo que el ser humano había destrozado. Aquella lucha entre hermanos y amigos marcó a fuego y letra su vida, y así, recorriendo la exposición instalada en la Fundación Gonzalo Torrente Ballester en Compostela sobre Luis Rosales, saltamos por las estrofas de la vida de un enorme poeta y con el que la historia no fue en absoluto justa. Hablar de Luis Rosales suele llevarnos muchas veces, demasiadas, a hablar de Lorca, su amigo y quien se refugió en su casa granadina de una muerte que le acechaba. De la vivienda de los Rosales se llevaron a Federico para no volver, su ausencia se convirtió en un fantasma que iba recorriendo su vida a costa de dañar sus bondades poéticas. Aquel ‘naranjo recién florido’, que conoció antes de la guerra Pablo Neruda, era ya ‘grave poeta’. Lejos quedaban los años felices de la Residencia de Estudiantes, todo había saltado por los aires y de aquellas cenizas surgió una Casa Encendida que continúa alumbrándonos hoy con su fuerza desgarradora. Allí, donde ‘la palabra del alma es la memoria’, se reflejaron los huesos de una España irreconocible, y todavía más para quienes tanto habían confiado en ella. Visitar esta muestra supone darse de bruces con esa realidad, pero sobre todo, con el contenido del corazón de un poeta, de un hombre.
Publicado en Diario de Pontevedra 5/02/2001
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