Hasta el siete de abril la Sala de exposiciones de la Delegación de la Xunta de Galicia en Ponteveda acoge la obra de la artista Dolores Gálvez. Un trabajo que se plantea, a diferencia de otras muestras de la creadora, desde diferentes técnicas que van de la pintura a la fotografía, pasando por la mezcla de ambas en unas piezas llenas de sugerencias. Una obra volcada con la naturaleza como catarsis para la creación, pero también como anclaje para provocar una serie de sensaciones basadas en el movimiento, la fugacidad y lo transitorio de naturaleza y arte.
‘Suecia, natureza de ouro’ es el título que la artista ha situado en esta vuelta de su obra a Pontevedra. El haber conocido aquellos paisajes de la Europa septentrional, latitudes donde la naturaleza ofrece una carta de responsabilidad para todos los ciudadanos de aquel país, ha dejado huella en su alma, no sólo personal sino artística. Es por ello que Dolores Gálvez ha sabido adaptar su forma de entender la pintura a la plasmación de una serie de circunstancias que le permiten seguir evolucionando en sus planteamientos pictóricos.
Planteamientos que se han ido afianzando con una pintura de sensaciones, capaz de plantear desde unos territorios puramente abstractos la plasmación de un momento que debe ser definido como fugaz. Son sus vientos o sus vuelos, pequeños fragmentos, que llenan de alma a esta muestra, que tiene en esa dimensión cinética de su arte el aliento que es capaz de despertar a una figura clásica. Su serie ‘Aura’, también desconocida en su producción, integra mediante una técnica mixta esa sensación de movimiento con un elemento que ha permanecido estático, no solo en su concepción estatuaria, sino como firme reflejo de que el tiempo no le afecta. A partir de este encuentro da la sensación que dicha pieza pudiese ser transportada hacia otro lugar, hacia una dimensión impensable solo unos momentos antes.
Este carácter de experimentación en Dolores Gálvez, a quien conocíamos por su pintura y sus grabados, se aproxima a la fotografía mediante una serie de paisajes tomados en blanco y negro y que transmiten al mismo tiempo la crudeza de la climatología de Suecia, como la belleza que ese medio natural es capaz de provocar no solo en el espectador, sino también en la propia creadora maravillada por estas nuevas sensaciones.
Con todo ello es con lo que Dolores Gálvez muestra su ‘naturaleza de oro’, el eslabón dorado de un medio con el que pocas veces somos agradecidos pero al que los artistas siempre tienen en la recámara como agradecido elemento inspirador o refugio al que acudir en caso de duda. Motivos para volar, para desplegar unas alas que permitan al artista seguir conjugando su actividad creativa. De todas maneras, y pese a lo que pueden ser o convertirse en caminos para explorar nuevas posibilidades, son sus grandes pinturas donde Dólores Gálvez vuelve a dar lo mejor de sí. Explosiones de color, simbólicas superficies por donde se conducen esas agitaciones que parecen ‘peinar la luz’, someter a lo lumínico, el otro gran vector de su pintura, bajo esa pretensión de componer el movimiento en una superficie plana.
El resultado, a la vista está, plantea una especie de atadura visual sobre lo que es la pintura, un lazo que engloba a todo un vacío que se convierte en volcán por la intensidad cromática, analizada y hasta medida por ese vaivén que se produce a su alrededor. Un sismógrafo capaz de registrar sensaciones, que al fin y al cabo es lo que busca la artista, provocar sensaciones en el espectador, en aquel que se sitúe ante la obra de Dolóres Gálvez. Una obra que no cesa de mostrar nuevas posibilidades, senderos por los que acceder para seguir haciendo de esa acción, la de crear, el alma de una vida. Una vida que un día la acercó hasta Suecia para ver cómo la nieve es el mejor adjetivo posible para la naturaleza, para entender así que desde un territorio tan puro, la naturaleza es de oro.
Publicado en Diario de Pontevedra 25/03/2012
Fotografías David Freire
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