domingo, 20 de decembro de 2020

Vilas eterno


[Ramonismo 49]

Una estancia romana agita en Manuel Vilas una exuberante poesía capaz de registrar la belleza e intuir el drama



SI ALGO ES CAPAZ de lograr una ciudad como Roma es la posibilidad de conceder la eternidad a todo aquel que comparte su visión, su tacto, su magnificencia y una mezcla de herrumbre y dignidad histórica que invade sus calles y plazas. Si eso lo logra con el turista atento, con el que intenta entender esa urbe y buscar complicidades ajenas a las masificaciones de los tiempos anteriores a la peste, cuanto más lo hará con un poeta, y con uno de raza, de los que no necesitan subir a la montaña para tañer una lira en busca de inspiración, sino que a esta la convoca en nuestros días ordinarios, ante una lámpara de una mesilla de noche de hotel, observando una plaza llena de turistas, disfrutando de un café, en una óptica a la que es preciso acudir a ajustar la visión ante una nueva perspectiva. Porque ahí, precisamente ahí, es donde un poeta como Manuel Vilas hunde su pluma, en un tintero lleno de imágenes cotidianas, de escenas en las que constantemente se mide el yo con la ciudad, su historia y la belleza. Ese es el diapasón que va generando cada uno de estos poemas que retumban en el interior del lector, más aún si quien los lee ha visitado esos espacios romanos reverdeciendo viejos laureles de esa eternidad gozada entre foros y templos barrocos.

Cada poema de este ‘Roma’, editado por Visor, se convierte en un tiempo contenido, en una detección de la finitud del poeta, del hombre, frente a esas piedras y mármoles por las que tantos han pasado sus manos y agitado sus corazones.

Esa conexión con lo real, con los latidos de las vías romanas, es lo que da lugar a lo que Juan José Millás califica como «poesía-documental», un sumatorio de posibilidades que asaltan al visitante en la ciudad, donde sabores, olores, visiones, roces y sonidos componen un poético itinerario de los sentidos que Manuel Vilas, desde su estancia justificada por una Beca Valle-Inclán en la Academia Española de Roma, convierte en palabras que traducen ese universo de sensaciones que como pocas otras ciudades del mundo concede Roma como un regalo sagrado. Por ella, desde ella, a partir de ella, Manuel Vilas se hace también eterno desde los diferentes capítulos del poemario que balizan todo ese tránsito, desde su llegada hasta su marcha bajo las largas sombras de una maldición en forma de virus, también con infidelidades motivadas por bellezas redentoras, como las de Florencia o el sur de Italia. Esa eternidad será también la que defina otra presencia permanente en el libro, la de la finitud del poeta, la persona que entiende que ha cruzado el Rubicón de una edad que inteligentemente le obliga a medirse con ese universo atemporal en el que pasa las horas, tan concretas, tan determinadas, tan de un instante, frente a ese inmenso devenir de los siglos materializado en una geografía urbana entre lo apoteósico y lo abrumador frente a nuestra caducidad, frente a nuestra minúscula presencia, porque así se configuró esta ciudad, desde la exaltación del poder, tanto el humano de los Césares, como el divino de la Iglesia.

El poemario viene a resituar a Manuel Vilas en el itinerario de la poesía tras sus éxitos novelísticos de los últimos años, siempre prendidos de una íntima poética, de sus libros ‘Ordesa’, el libro del año en España en 2018 y cuyas traducciones a otros idiomas no cesan; y ‘Alegría’, finalista del Premio Planeta 2019 y adhiere este ‘Roma’ a su ‘Poesía completa (1980-2015)’ también editada por Visor y con la que nos acompañó en Pontevedra en la última edición de PontePoética reivindicando esa mirada sincera a lo real, a lo tangible de la convivencia diaria que siempre impregna su obra, tanto la poética como la narrativa, si es que se puede diferenciar una de otra.

Ahora es el turno de la Vía Venetto, de Fellini, de la Estación Termini, de fuentes, esculturas y luces, pero también el de una maldición que nos asola y que comenzó a recorrer las calles romanas como una plaga bíblica, despojándolas de vida y ciñéndonos a una situación que la poesía, como nosotros mismos, intenta desentrañar desde el desconcierto.



Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 19/12/2020

Ningún comentario:

Publicar un comentario