[Ramonismo 145]
Claudia Piñeiro construye una excelente novela engarzando dos líneas, la del suspende con la del compromiso feminista
Cómo serían nuestras vidas si pudiésemos elegir la velocidad del tiempo en que se desarrollan nuestras acciones, teniendo así la posibilidad de calibrar de mejor manera esos actos que dependen de un momento tan determinado como crítico en cuanto a sus posibles consecuencias en nuestro futuro.
La escritora argentina Claudia Piñeiro nos enseña en esta magnífica novela, que te mantiene pegado a sus páginas de principio a fin, una gran cantidad de cuestiones. Por un lado, desde su temática policial, de suspense o como parte de ese género negro del que es una consumada representante, y que aquí lleva, si cabe, a un estado superior, por cómo pasado, presente, personajes y acciones se van enhebrando para mantener esa permanente emoción y el deseo de conocer hacia donde desembocará el relato. Y más allá de ese género literario ‘El tiempo de las moscas’ (Alfaguara) se expande hacia otros territorios, ampliando el interés del lector que, además de la historia principal, ve cómo a partir de ese relato se pueden poner en discusión muchos de los ingredientes de esta sociedad que nos toca vivir. Ese engarce permite que Claudia Piñeiro nos presente diferentes cuestiones que nuestro tiempo actual, demasiadas veces con una velocidad que no permite analizar, de la manera reflexiva que esas cuestiones requieren, nuevas realidades que se dan en ella. Y así es como la escritora pone el foco en diferentes capítulos que emergen como un gran coro griego del fondo de la historia de su protagonista Inés. ¿Les suena, verdad?, sí, la Inés de aquella inolvidable novela, ‘Tuya’, que en 2005 abrió las puertas del género de manera definitiva a Claudia Piñeiro, y que ahora convierte a aquella mujer que asesinó a la amante de su marido en una exconvicta que, tras quince años en prisión, explora la vida en libertad de una manera muy diferente, planteándose cuestiones como la maternidad, el placer, el lenguaje inclusivo, la presencia femenina en nuevos ámbitos y el complejo debate de los cuerpos trans y el feminismo. En definitiva, Claudia Piñeiro propone un texto muy rico en matices y posibilidades que ensancha ese universo del thriller, atendiendo a diferentes problemáticas sociales que además tienen mucho que ver con el hilo argumental de la novela, y esa es su gran virtud, saber enganchar esos elementos actuales con un texto literario.
Y además aprendemos mucho de moscas, de esos insectos tan infravalorados por nuestra sociedad y que Claudia Piñeiro trae a cuento de manera inteligente por todo lo que aporta al conjunto del libro, por ese oficio de Inés como fumigadora profesional (pero que no extermina moscas) y a partir del cual se desencadena la acción de misterio de la novela, a la que le debemos sumar el otro gran personaje del relato, Manca, amistad hecha dentro de la cárcel y que ahora compone un férreo vínculo, quizás el único que todavía la mantiene en pie tras ese tiempo de encierro, sin relación con su hija y nietos, y en permanente tensión con su propio cuerpo. Ella será la que le haga ilusionarse y luchar, incluso contra el sistema nacional de salud argentino, al que no deja en muy buen lugar por los tiempos de espera ante graves diagnósticos y la derivación de enfermos de la sanidad pública a la privada (¿esto también les suena, verdad? Pues aquí lo dejo).
Como vemos Claudia Piñeiro es quien de armar en ‘El tiempo de las moscas’ mucho más que una novela de suspense, capaz incluso de jugar con ese tiempo más lento en el se mueven las moscas y que les permite reaccionar antes a ciertos peligros. Inés, junto a Manca, también procura sortear esas dinámicas con que la sociedad muchas, demasiadas veces, intenta aplastarnos de un manotazo y lo hacen a través de su carácter, de su rebeldía y coraje, y de una suerte de instinto que, en base a lo mucho vivido en esa cárcel a la que llegaron tras lo acontecido en otra novela, permite no solo subsistir sino, incluso, solucionar algunas cuestiones del pasado que nunca se sabe del todo cuando se pueden solucionar o cómo encontrar esa solución. Más aún cuándo es la relación entre madres e hijos la que se pone en cuestión, la que certifica como debe ser ese vínculo y si es el que la sociedad nos ha impuesto como una obligación permanente. Si ese amor debe ser inalterable y cómo esa decisión de asumir la maternidad condiciona un sinfín de situaciones en la vida de la mujer, no solo laboral, sino de relaciones, de ocio y aficiones y ello con la política como gran encubridora, disponiendo la mujer de su voto para mudar ciertas cuestiones asumidas de una manera incondicional.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra, 25/02/2023
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