[Ramonismo 146]
Montevideo’ vuelve a mostrar el magisterio de Vila-Matas para crear una asombrosa ficción desde lo literario
Hay libros en los que tras unas pocas líneas de su lectura ya se entiende que estamos ante algo especial. Libros que, a partir de la propuesta de su autor, son capaces de sorprenderte con sus planteamientos y propósitos, siendo esa sorpresa todavía mayor cuando llegas a su final y te das cuenta de que ese escritor ha conseguido superar una prueba que para él ha debido ser complejísima. Es cierto que en esta ocasión hablamos de Enrique Vila-Matas, y que varios de sus libros ya habían conseguido ese mérito que, sin embargo, aquí, por el tema que trata y por lo próximo que está a la realidad del autor, y lo que supone lo literario para él, a uno se le antoja que esa empresa ha tenido que ser todavía mayor en cuanto a riesgo y dificultad.
‘Montevideo’, editada por Seix Barral, es ese libro en el que la boca del lector no para de abrirse ante lo que se va encontrando, ante cómo su autor hila toda una serie de lecturas, de espacios y de geografías que magistralmente une Enrique Vila-Matas para generar un maravilloso artificio literario sobre diferentes experiencias del mundo de la escritura, y de la lectura, como no, ya que si algo destacaría de este libro es el enorme agradecimiento a lo que supone el hecho de leer y cómo eso condiciona nuestras vidas, seas o no seas escritor.
Así es como nos
encontramos a un escritor en un momento de incertezas, de dudas sobre
los diferentes caminos que siempre se le plantean a un autor. Para
intentar neutralizarlas o, cuando menos domesticarlas, Enrique
Vila-Matas se deja llevar por esa ambigüedad que surge de lo real,
diferentes vivencias y experiencias; y de la ficción, esto es, de lo
que supone la lectura de ciertos relatos, muy determinados, pero en
cuyo interior también se detecta esa dualidad que tan bien le sienta
a la escritura.
Y tan bien le sienta que será lo que active a
Enrique Vila-Matas para crear este ‘Montevideo’ que nos lleva a
la capital uruguaya a la búsqueda de captar las sensaciones que
surgen de un cuarto de hotel en el que Julio Cortázar estuvo
instalado y en el que el autor barcelonés intenta catalizar aquello
que motivó el relato de Cortázar ‘La puerta condenada’, y todo
ello, quizás, para encontrar un lugar propio. Ese cuarto particular
desde el que encontrar un estilo o una identidad. La habitación
propia de Virginia Woolf que aquí es una más de las numerosas
menciones literarias que hace Vila-Matas de inteligentísima manera
para vincularlas a su propio camino literario. De esta manera es como
emergen Melville, Kafka, Pavese, Auden, Tabucchi, Gracq o Elizabeth
Hardwick, por citar tan solo algunos, y dejando un rastro compartido
de amor por los libros al tiempo que logra en el lector (por lo menos
en el que esto suscribe) echarse a cada uno de ellos para seguir
descubriendo sus innegables valores y emociones.
Pero así como autores, y determinados espacios en hoteles en los que se instalaron escritores, se van sucediendo, también lo hacen diferentes ciudades: París, Cascais, Reikiavik o St. Gallen, enlazándose todos estos diferentes umbrales literarios hilados de una manera casi mágica, fruto de una destreza en la escritura que muy pocos poseen y que, tras lo visto, mejor dicho, lo leído, nos deja muy tranquilos a sus devotos por certificar que si en algún instante esas dudas pudieron crear alguna zona de sombra, ‘Montevideo’ las espanta de un plumazo ante la magnitud de lo logrado.
Este híbrido novelístico-ensayístico, no deja en ningún momento de motivar al lector para que siga avanzando, para desentrañar, no solo el argumentario de la novela, sino alimentando sus conocimientos sobre todos esos mundos literarios que de manera vertiginosa atraviesa Enrique Vila-Matas en el alumbramiento del suyo propio. No falta el humor, como novela inteligente, y los encuentros con los pobladores de ese Hotel Cervantes de Montevideo llenan esas páginas de sonrisas al tiempo que descubrimientos por los que supuso esa habitación en la literatura, como tantas otras habitaciones en las que todo escritor, indefectiblemente si con alguien se encuentra es consigo mismo, con sus traumas e ilusiones, con sus deseos y peligros, una habitación que semeja engullir a quien desea desde ella escribir una historia, ordenar su mundo, que al fin y al cabo es ordenar el mundo, y en el que el mayor misterio para lograrlo es del escoger la llave adecuada que permita abrir la puerta correcta, tal y como hace Enrique Vila-Matas.
Publicado en Revista de Diario de Pontevedra 4/03/2023
Precioso comentario
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