[Ramonismo 170]
'Mirafiori’ completa una trilogía literaria sobre el descubrimiento de la vida y la experimentación amorosa
SABE Manuel Jabois que la vida empieza a tomar velocidad con la primera caricia a una piel distinta, con esa mano que se agarra a otra, primero desde la timidez y la agitación y después con la seguridad de haber llegado a tierra firme. Cuando el yo se convierte en un nosotros.
‘Malaherba’,
‘Miss Marte’, y ahora ‘Mirafiori’, todas ellas editadas por
Alfaguara, configuran un tríptico que hace del descubrimiento de la
vida una revelación no siempre fácil de asumir y mucho menos de
escribir, por todo lo que tiene de mirar hacia uno mismo, de una
escritura llena de experiencias y sensaciones vividas que,
convertidas en literatura, y con el paso del tiempo como reactivo
obligado, adquiere esa configuración de balcón en invierno al que
asomarse para entender en lo que uno se ha convertido.
Manuel
Jabois nos conduce por sus novelas de una u otra manera por ese
territorio del comienzo, donde amistades y amores nos jalonan como
presencias que nos acompañarán eternamente, bien de manera física
o casi como fantasmas capaces de aparecer de la manera más
imprevisible. Patios de colegio, veranos, calles de una ciudad...
escenarios de lo cotidiano que se convierten en auténticos
laboratorios de vida, experimentos desde los que evolucionar hacia la
existencia adulta en un tránsito lleno de imprevisibles
consecuencias, de obstáculos que superar, pero también de gozosos
descubrimientos que forman parte del proceso humano de crecimiento.
La
literatura de Manuel Jabois convierte ese laboratorio en la manera en
que cada uno de nosotros llegamos a esas situaciones que nos revelan
la vida, otorgándole su sentido real, ese que pertenece a nuestra
intimidad, al capítulo de las relaciones que surgen a lo largo de
esa experimentación vital. Hermosos y malditos nuestra juventud nos
hace percibir la realidad de una manera muy diferente a cómo la
entenderemos años después, pero ese tiempo queda en nosotros como
los anillos en el interior del tronco de un árbol. Señalando
momentos, dejando constancia de un tiempo en el que fuimos, pero del
que todavía somos parte.
Así
es como ‘Mirafiori’ cuenta una historia de amor, casi nada, la de
Valentina Barreiro, ‘Valen’ y un hombre con la línea del
fracaso bien marcada en su mano. Un destino al que se verá abocado
con el paso de los años, ese tiempo que aquí nos lleva a saber de
esa historia cuando ésta ya ha finalizado, cuando se ha convertido
en una larga sombra que los acompaña a ambos a lo largo de sus vidas
y ante un encuentro que agita el pasado y sirve para activar viejos,
o no tan viejos, fantasmas. Y es que ‘Mirafiori’, en este
tríptico literario, sirve para que ese amor no esté tan vinculado a
un momento concreto, a la adolescencia o a la incipiente madurez,
como sucedió respectivamente en las dos primeras novelas, y sí
ahora a cuando este ya no supone más que una derrota. Una bandera
blanca que agitar. Esa derrota es la que motiva un relato que
arrastra numerosas cadenas como una pesada carga de las que unos se
liberan antes que otros.
Otro libro cuyo título comienza por M, como esa montaña rusa que es la vida, de picos altos y bajos, de emociones que Manuel Jabois expresa como siempre, o mejor que nunca, con frases redondas, con pellizcos a nuestra piel para que nos sobresaltemos en esa atmósfera que se logra crear entre recuerdos, entre miradas a una Pontevedra de los años noventa donde sus calles, sus institutos, sus discotecas y sus comercios vuelven a reconocer al autor que nunca se olvida de su origen, de donde nace todo y sin el que poco o nada se puede explicar de lo vendría después. Sucede lo mismo con su Portonovo y con un mar que devuelve muertos, poniéndonos en un estado de alerta permanente a lo largo de toda la lectura, al ser capaz de vincular esa historia tan vital con una serie de espectros que surgen de los relatos escuchados, de muchos redactados en las páginas de prensa, pero sobre todo, aquellos que nos rodean todos los días, aunque no seamos quien de explicarlos de manera razonable.
Tampoco el amor atiende a demasiadas razones y así es como Manuel Jabois despliega un riquísimo recorrido emocional de lo real y lo imaginario, de lo físico y lo etéreo, de impulsos y retrocesos, en definitiva, de cómo dos personas, desde sus yos individuales gestionan ese nosotros que brota en un momento determinado de nuestras vidas como una torrentera capaz de arrastrarlo todo y a la que sólo el tiempo y la evolución de sus protagonistas pueden concederle un sentido, real, o no.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra, 30/09/2023
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