Escarapela de torería. Natural mecido al viento por la hondura eterna. Su mechón blanco era la cicatriz grabada en la frente por el irrepetible toreo realizado con aquel toro ensabanado de Osborne un día de San Isidro de 1966 en el salón de su propia casa, en Las Ventas del Espíritu Santo en las que se crió, y en donde recogía colillas para vendérselas a quienes menos tenían. Colillas como las que fue dejando el matador en un reguero de muerte, pero también de vida. "Se fuma como se torea, muy hilado", decía a quienes le recriminaban su abuso del tabaco. El 'jodío fumeque' fue forjando su voz, arrugándola como su propia alma, para sentenciar con cada frase lo que veía en el albero en su labor como comentarista. Pocas palabras, pero precisas, medidas hasta el extremo, como lo fueron sus pases, pero lo que fueron, lo fueron de verdad. Porque su toreo era sincero, como lo fue su figura coronada por un mechón blanco.
Publicado en Diario de Pontevedra 24/10/2011
Fotografía: Curro Romero tras torear en la plaza de Toros de Pontevedra en 1999. Archivo D.P:
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