mércores, 2 de novembro de 2011

Cuando la noche es dolor

La reedición de ‘La noche feroz’ explica en gran parte el gérmen de la escritura de Ricardo Menéndez Salmón
Es una de las trayectorias más respaldadas dentro del proceso literario de renovación de caras y nombres. Ese éxito es el que lleva a Seix Barral a recuperar una de sus primeras novelas, abrumadoramente intensa y llena de claves futuras.

Sucede con las primeras novelas, que suelen ser las que se leen cuando uno ya ha conocido diferentes obras de su autor. El mercado o la crítica, y en gran medida los gustos del público, son los que afianzan al escritor que posteriormente debe consolidar su obra, siendo aquellas primeras obras, las que a menudo considera el autor como sus obras más queridas, las que son leídas cuando ya se conoce bastante de la trayectoria de dicho creador. El último libro de Ricardo Menéndez Salmón, publicado el pasado año, ‘La luz es más antigua que el amor’, se ha convertido en su último éxito, coronando lo leído en la que se ha dado en llamar ‘Trilogía del mal’. Tres pequeños libros donde se da vueltas a esa innata capacidad del hombre para ejercer la maldad. Con ‘La ofensa’, ‘Derrumbe’ y ‘El corrector’, Ricardo Ménendez Salmón dejaba bien a las claras su inequívoco compromiso con la literatura manifestado a través de un prosa directa, cortante, sin medias tintas, que entraba como un cuchillo en la mantequilla de la historia a narrar.
Años después de todo ello y cuando se le conoce ya como una de los llamados a protagonizar laureados nuevos tiempos en nuestras letras, y al que se le ha colgado ese horrendo cartel de ‘firme promesa’ de nuestra literatura, la editorial Seix Barral publica uno de sus primeros trabajos, ‘La noche feroz’, que en el año 2006 recibió el premio de novela Casino de Mieres, en el año de su primera edición. Ahora, y dentro de la colección de Biblioteca Breve, este relato cruel y dramático, que bucea en el hombre y sus circunstancias con la Guerra Civil de fondo en un pequeño pueblo de las montañas de Asturias, evidencia donde se encuentra el gérmen de muchos de los territorios recurrentes en su literatura.
La noche como escenario para que el mal se mueva a sus anchas, personajes heridos que arrastran las cadenas de un pasado sin redención posible. Una persecución, el hombre en su origen, el animal cazador que solo busca saciar su primitivo instinto depredador. Y todo ello en una noche de miedos donde el mal, y solo el mal, justifica los actos de unos y otros. A partir de ahí el escritor nos hace asistir a esa cacería, a esa persecución en la que parece llevar grabados en los nudillos aquel odio y amor del reverendo Harry Powell en ‘La noche del cazador’, y nos hará subir a su lenguaje encabritado, a una narración tensa y angustiosa donde cada palabra sirve para ir incidiendo en ese horror, en la recreación de una atmósfera que sólo puede ser entendida desde esa dialéctica. Un sentido trágico de la existencia que conecta con la madre de todas las literaturas, la tragedia griega, pero también con la prospección psicológica empleada magistralmente por Dostoievski en sus personajes. Todo, dentro de ese manto oscuro, lleva a la exploración del ser humano y a la relación con sus semejantes. “En los pueblos pequeños el infierno es siempre grande”, así comienza uno de los capítulos de una novela inteligentemente estructurada. “Nada deja tanta huella como el aprendizaje del horror”. Frases que emergen como sentencias de esa noche en la que se enmarca esta novela llena de atrevimiento y arrojo, como corresponde a un texto iniciático. Tiempo habrá de torcerse. Pero el tiempo y los libros no han hecho más que refrendar el trabajo de este autor asturiano de poderosa narrativa y que ha singularizado su papel dentro de la literatura. Mientras esperamos nuevas publicaciones  de su autoría caemos en este pozo de la posguerra, como tantos que se horadaron a lo largo de nuestra geografía, así que dejémonos devorar por “la noche -fría, solemne, puro terciopelo- se traga a los hambrientos en un santiamén”. Pues que así sea.

Publicado en Diario de Pontevedra 30/10/2011

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