Hasta allí fueron llevados, como recompensa eterna, los mejores generales de César para disfrutar de las tierras perfumadas por aires de lavanda y mecidas por la brisa del mar de la Costa Azul. Un cruce de caminos con la historia y algunos de los mejores paisajes de la Galia. En ese cruce, se eleva el más bello mojón, el único templo romano conservado tal y como fue creado, La Maisón Carrée. A pocos metros, el otro gran tesoro clásico de la capital del Gard, el anfiteatro sobre cuya arena todavía parecen resonar las espadas de aquellos que luchaban por sobrevivir en un cruel espectáculo para mayor gloria de Roma. Piedras desvencijadas convertidas en reducto taurino, la gran sede de esa Francia aficionada a la fiesta que nos da sopas con hondas a los inventores de ese circo. Mañana, entre esas piedras y sobre esa arena, dejará su rastro otro mito cada vez más clásico, más épico, más José Tomás. Los alamares de su traje se volverán fulgor a media mañana para converger en la danza de arte y sangre desde la que el Mediterráneo honra a sus súbditos, al tiempo que los rayos procedentes del sol graban sobre el cuerpo del aficionado el recuerdo del día en que vieron a José Tomás medirse a seis toros en una jornada entre la leyenda y la historia de un universo llamado Nimes, en el que el pasado todavía es hoy, y donde el futuro recordará este hoy.
Publicado en Diario de Pontevedra 15/09/2012
Ningún comentario:
Publicar un comentario