Siempre es difícil calibrar una ausencia. Pensar cómo habrían sido las cosas si el destino no hubiese colocado sobre el tablero de la vida a esa calavera cruzada por dos tibias. Quizás dedicar tiempo a esa valoración no sea más que un engaño a uno mismo, una especie de expiación íntima sobre nuestro azaroso papel en este mundo. Pero si hay algo que merece la pena en él es precisamente el contacto humano, el relacionarte con personas que, de una u otra manera, dejan sobre ti una huella. Rita Martín Sánchez ha dejado una de esas huellas en quienes, en mayor o menor medida, hemos tenido algún vínculo con el Departamento de Historia del Cine de la Universidad de Santiago de Compostela. Hasta allí no fueron pocas las veces que como estudiantes nos desplazamos a buscar respuestas a tantas preguntas, o que como investigadores buscamos consejos y aclaraciones sobre nuestras oscuridades dentro del celuloide y que como doctorandos repetíamos esas visitas buscando progresar en nuestros proyectos. Siempre, tras esa puerta que separaba los pasillos universitarios del académico cielo cinematográfico, se encontraba ella, sentada frente a una pantalla por la que cada vez que te aproximabas, ya fuera con permiso o asomando el rabillo del ojo, uno se encontraba con los más diversos temas sobre la investigación cinematográfica: las mujeres en el cine de Woody Allen, la exhibición cinematográfica en salas de diferentes comarcas gallegas, el cine y la emigración, El bosque animado de José Luis Cuerda, o la producción cinematográfica en los años cuarenta en España son algunos de esos capítulos de estudio que recorrieron aquella pantalla.
Su presencia era la que animaba aquellas tensas esperas ante el profesor de turno, una charla sobre el último estreno que habíamos visto o un discurso apocalíptico sobre el devenir de la Universidad eran algunos de los temas recurrentes que tranquilizaban a quienes llegábamos a enfrentarnos a cuestiones que podían definir nuestro futuro. Aquella joven delgada, con el pelo corte y con un aire a Jean Seberg en ‘Al final de la escapada’, no pensaba demasiado en ese futuro, sino en convertir el presente en todo un recorrido vital donde el cine era el mejor sinónimo de lo que es la vida. A él se entregó en cuerpo y alma y el fruto de esa entrega sale ahora a la luz a partir de la iniciativa que compañeros de ese seminario como los profesores Ángel Luis Hueso Montón, José María Folgar de la Calle , Xosé Nogueira e Isabel Sempere han llevado a cabo con la compilación de varios de esos escritos reunidos en un espléndido trabajo sobre diferentes vertientes del cine y la investigación. Dos terrenos que muchas veces no son muy seguidos por el público, pero en el que se encuentran las claves necesarias para entender una actividad que trasciende de su componente espectacular para servir de radiografía de un tiempo y una sociedad. Rita Martín sabía perfectamente de esa importancia y a la luz de lo aquí escrito disponemos de varios trabajos muy necesarios de cara a mayores empresas. Sus estudios sobre El bosque animado o las ‘Miradas cinematográficas sobre la emigración gallega’, la creación de la Televisión de Galicia, la Guerra Civil española en el cine gallego o un tema que le apasionaba, como era el de la mujer en el cine a través de ‘Cine en femenino: las mujeres de Icíar Bollaín’, nos ofrecen un manual que a todos aquellos a los que el cine les interese encontrarán en él numerosas respuestas. Mientras, los que conocimos a la autora, los que disfrutamos de su sonrisa y hasta de su carácter, la recordaremos siempre tras esa puerta y ante un ordenador del que salieron investigaciones y aportaciones como las recogidas en este libro, ‘Papeles de cine’.
Publicado en Diario de Pontevedra 11/11/2012
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