martes, 27 de novembro de 2012

La hija de la guerra


Cualquier guerra deja víctimas. Muchas de ellas son anónimas. Masas de personas aniquiladas que nunca pasarán a la historia más que como parte de una fría y siniestra estadística. Otras sí que tienen nombre, y también apellidos. Una de estas últimas fue Ana Mladic la hija de uno de los generales de la Guerra de los Balcanes, Ratko Mladic, quien, con tan solo veintitrés años decide acabar con su vida pegándose un tiro en la cabeza con la pistola preferida de su padre. La escritora Clara Usón reparó hace algún tiempo en la historia de esa mujer y lo que al principio no debía de pasar de un relato quizás íntimo y lleno de preguntas sobre esa mujer, acabó siendo ‘La hija del Este’, una gran novela que radiografía, no solo una vida y lo que conforma su entorno más inmediato, sino que también busca reflejar los acontecimientos que, en la década del siglo XX, se convirtieron en una vergonzosa herida para la lustrosa Europa, incapaz, como ahora mismo, de buscar soluciones a sus problemas.
Leyendo ‘La hija del Este’ el lector se hace una composición de lugar de aquellos lúgubres acontecimientos que quizás la prensa, cargada de maniqueísmos, verdades a medidas o simplificaciones, no ha sabido ofrecer a la sociedad. Clara Usón bucea a fondo en las distancias étnicas entre croatas, serbios y bosnios, sus diferencias religiosas, sus heridas históricas, su incapacidad por convivir y las decisiones dramáticas, en la mayor parte de los casos, de unos dirigentes mesiánicos que no dudaron en arrastrar a su pueblo a una guerra que solo buscaba aniquilar al vecino, al mismo tiempo que pasar ellos a una historia que lentamente les va situando en su lugar, lo que no es más que la galería de los horrores de este continente.
Dentro de ese paisaje que, de manera nada farragosa, va exponiendo la autora, es el perfil humano de Ana Mladic el que acaba imponiéndose, el que nos permite ir respirando, en ocasiones, por lo que significa una mujer que lucha por la vida dentro de ese clima de muerte. Veintitrés años fueron suficientes para intentar vivir, para convertirse en un ser popular, querido y admirado que, en el silencio de una noche, dijo basta, condenando a su padre, al que idolatraba, pero del que debido a diferentes situaciones fue conociendo su verdadera cara, a un futuro de odio y frustración que culminó en la espiral de violencia que tuvo su punto máximo en la matanza de Srebrenica en la que doce mil hombres bosnios fueron ejecutados. Entre todos esos disparos en el interior de Ratko Mladic retumbaba aquella detonación que acabó con la vida de su hija. Su hijo, como el la llamaba en un rasgo de aceptación de su primogénita como su favorito, como ese ser en el que su crueldad se calmaba al llegar a su hogar. Un instante de paz dentro de la deriva a la que sus acciones condenaban a todo un país y una región.
Su cuarta edición viene a confirmar las expectativas sobre una autora que ya lograra el Premio Biblioteca Breve de Novela en 2009, convocado por la Editorial Seix Barral, con la obra ‘Corazón de Napalm’. Esa misma editorial es la que publica este libro en el que la desgracia de un ser humano condenado por su apellido nos arrastra de manera frenética por uno de los capítulos más negros de la indolente Europa. Una manera de conocernos a nosotros mismos a través de un sonrojante episodio convertido, gracias a la pericia de la autora, en un fresco de una época en la que un siglo remataba y lo hacía repitiendo errores pasados, con unos personajes capaces de manipular a todo un pueblo a partir de la alusión a su identidad nacional y la exacerbación de esos sentimientos, y ahí, el apellido Mladic tuvo mucho que decir, para desgracia de una joven y de todo un país.


Publicado en Diario de Pontevedra 25/11/2012 y El Progreso 24/11/2012

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