venres, 10 de maio de 2013

Acero y plastilina



NUNCA RENEGÓ de aquel cine de paños menores y suecas que empequeñecían al españolito del fin del franquismo, como tampoco lo hizo hace unos meses en la ceremonia de los Goya otro de nuestros grandes actores, José Sacristán. Conscientes ambos de lo que significó aquel cine de subsistencia para ellos y el público, y también como aprendizaje del oficio. Un aprendizaje que eclosionó, como con tantas cosas en este país, con el caudillo bajo tierra. «Landa es acero y plastilina» comenzaba José Luis Garci una Tercera en ABC allá por los noventa. Y Garci lo conocía bien, películas y martinis a partes iguales cimentaron una colaboración excelsa de nuestro cine, que luego decayó como decae todo en la vida. Pero Garci, entre las virtudes que tantos le niegan, dejará una para la historia del cine y es descubrir a Landa como un crack. Aquella pistola en los huevos que Landa le puso a un quinqui en ‘El crack’ (1981) se la ponía a todo un cine que se descubría a si mismo a través de nuevos caminos y nuevos géneros. Pero Landa, antes de sentarse a cortar ese filete tranquilamente, acero puro, ya estaba veinte años antes en ‘Atraco a las tres’ (1962) y en ‘El verdugo’ (1963), y eso es mucho estar.
Con ‘El crack’ el cine descubrió a un actor que, tras la segunda parte de ese título, firmaría su gran papel, el de Paco en ‘Los santos inocentes’ (1985), todo un Premio de interpretación en Cannes. Berlanga lo llamó para ‘La vaquilla’ (1985) y rodó la media hora más desternillante del cine español, no hay más que pensar en las idas y venidas de aquel militar entre las trincheras guerracivilescas para esbozar una sonrisa ante ese ser de plastilina. Y es que el recuerdo de Landa será siempre ese, el de una eterna sonrisa, el del Fendetestas de ‘El bosque animado’ (1987) o el Bartolomé de ‘La marrana’ (1992), ambos títulos con José Luis Cuerda, y ambos merecedores de sendos Goyas. Volvemos a Garci y sus conversaciones sobre cine y boxeo, entre martinis y partidas de mus. El director madrileño le dedicó a través de su revista Nickel Odeon un número especial que vinculaba a la comedia y al actor, ingredientes del gran cocktail de nuestro cine, al que solo faltaba el regusto final de la aceituna y así se fueron sucediendo en cascada títulos como ‘Canción de cuna’ (1994), ‘Historia de un beso’ (2002), ‘Tío Vivo c. 1950’ (2004) y ‘Luz de domingo’ (2007) todas con el Landa más portentoso, como diría Garci. Con el Landa eterno. Nuestro Landa.


Publicado en Diario de Pontevedra 10/05/2013

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