venres, 24 de maio de 2013

In-conexiones con la realidad

Durante el mes de mayo la Galería Sargadelos de Pontevedra nos permite conocer la obra de Carmen Suárez. Allí nos podremos enfrentar a un conjunto de figuras que permanecen aparentemente ajenas al mundo que las rodea, separadas de él por un vacío en el que no parecen sentirse del todo incómodas. Sus presencias nos hablan del mundo interior de su creadora, de la inconexión que muchas veces por las diferentes circunstancias que nos asaltan en la vida, nos vemos en la obligación de padecer. Pero también una mirada hacia nosotros mismos.


Pasados unos minutos entre estas figuras de tamaño casi real uno se vuelve cómplice de ellas. Se pregunta qué hacen en esas superficies neutras sin referencias espaciales, totalmente abandonadas a su suerte, ajenas a la realidad de nuestro mundo. Y quizás ahí esté la clave que se esconde tras la reflexión artística de Carmen Suárez, en ella parece escrutar la posición del ser humano en una sociedad que no siempre es muy agradable para con el hombre, en gran medida por nuestros propios hechos, a partir de los cuales este hábitat se convierte cada vez en más irracional. Por ello uno piensa en si estas personas no están disfrutando más de sí mismas en sus diferentes posiciones introspectivas que en el caso de estar acompañadas de otras personas o referencias sociales.
Bajo el esclarecedor título de ‘In-conexiones’ la autora nos conduce a ese mundo individualizado en que cada vez más se está convirtiendo nuestra sociedad. Un páramo de incomunicaciones al que nos vemos abocados. Estamos pero no estamos, es nuestra presencia física la que nos sostiene mientras nuestra mente se encuentra bien lejos de nuestro cuerpo. Esas figuras, perfectamente nítidas recortadas sobre ese telón blanco, hacen que nos centremos en su presencia, ellas son el paisaje sobre el que trabaja Carmen Suárez, ese que modela para abrirse hacia nosotros como una mirada hacia el interior del ser humano y como no, hacia el interior de nosotros mismos.
Este ejercicio de intimismo sorprende por la economía de medios, por la capacidad de la creadora para aproximarnos a esas realidades individuales que se van desplegando por toda la sala como si de las páginas de un libro desperdigadas por el viento se tratase. Una a una van cayendo para conocer a los protagonistas y unas historias que nosotros mismo podemos evocar a partir de esas miradas ausentes, de las espaldas que se enfrentan entre sí, de los pensamientos que en cada uno de ellos se adivinan, de los desvelos en los que se ven envueltos o de esas poses reflexivas en las que muchas de ellas se ven caracterizadas.

Todo este intimismo no deja de evidenciar la sensibilidad de la autora por definir estas situaciones, por convertir el arte en una especie de terapia contra los designios de la vida, tan cruel en ocasiones. Muchas más de las que nos creemos y ella, por desgracia lo sabe bien. Esta valentía por mirar a nuestro mundo a través de lo artístico es el que confiere la rotundidad, tanto a las formas como al fondo. Es la manifestación explícita de que el ser humano hace de ese acto de rebeldía con el entorno un ejercicio de afirmación personal, un portazo en un mundo de inquietantes blancos repletos de frivolidades que no son necesarias ni tan siquiera representar, tal y como están de presentes en nuestro día a día, en ese divagar en el que no sabemos muy bien cómo actuar. Convirtámonos en ese fragmento que falta en la obra, en el sustituto de esa neutralidad asfixiante y de la que mal que nos pese somos parte.

Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 19/05/2013
Fotografía Ángel Rodríguez

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