Pequeñas historias,
relatos surgidos de apuntes entre rodajes, notas tomadas en viajes,
instantes de inspiración literaria entre paréntesis
cinematográficos. Sabíamos de las bondades cinematográficas de
Fernando León de Aranoa (‘Familia’, ‘Barrio’, ‘Los lunes
al sol’, ‘Princesas’ y ‘Amador’), pero ahora descubrimos
gracias a este libro sus habilidades narrativas.
‘Aquí yacen
dragones’ es como una joya facetada con sus pequeñas caras
refulgiendo hacia el exterior. Brillos en forma de relatos, algunos
de apenas unas palabras, pero en los que se condensa un inmenso
ingenio y una sorpresiva habilidad narrativa. Juegos con las palabras
y los significados, divertimentos que nos atrapan por la facilidad de
su autor para engarzar palabras e imágenes como si estuviese en la
sala de montaje de una de sus películas.
A partir de los
diferentes títulos de los relatos Fernando León de Aranoa va
dejando un rosario de sensaciones colgadas en el aire. Con
independencia de su tamaño, la lectura de cada uno de ellos obliga a
su término a un repaso mental de lo leído, a desandar tus propios
pasos para recrear de nuevo lo que se nos cuenta, indagando en la
conexión de las palabras, en las lúdicas interpretaciones de
aquello que a diario vemos en nuestras vidas. Un recomendable respiro
que sirve de separación entre uno y otro, así como una toma de
conciencia de la carga de profundidad que se encierra en muchos de
ellos, pese a su aparente inicial aspecto de inocencia.
Situaciones, actitudes,
sentimientos, anécdotas, objetos, amores, risas, recuerdos... todo
ello da sentido a nuestra existencia y de todo ello se nutre el
cineasta como personaje pegado a la realidad, algo que también
caracteriza su cine, y perfecto conocedor de que en las cosas más
pequeñas, en aquello que nos puede parecer más nimio, se pueden
encontrar las historias más hermosas y complejas. Una realidad que
se ficciona en un juego de espejos para colocarnos a nosotros mismos
ante las caras de esa realidad.
Caras muchas veces
repletas de miedo, el miedo, el gran arma de represión de la
historia y también de la vida. Ante el miedo Fernando León de
Aranoa propone la ficción, la imaginación y la palabra como
distracciones para esos dragones que al final de los mapas marcaban
los territorio ignotos, aquellos lugares a los que se vedaba el
acceso al ser humano a través del monstruo, es decir, a través del
terror, y al que se fía la consistencia de este proyecto que llega a
buen puerto, tanto que uno a su término ya piensa en las notas que
estará tomando el ya escritor para obsequiarnos con más relatos,
hacia qué puntos estará mirando para que su imaginación vuelva a
volar y acabe posándose ante nosotros. Y es que acabamos con ganas
de seguir leyendo y eso, hoy en día, es una bendición.
Y para que eso se dé
tenemos el agua bendita del lenguaje, que es lo que más sorprende al
enfrentarse a lo que se presenta como la “primera gran incursión
en la ficción literaria” del cineasta. Estamos ante un lenguaje
vivaz y lleno de retruécanos, extremadamente cuidado y que muestra
un amplio conocimiento del léxico y de los giros, variaciones y
diferentes significados que este puede mostrar en según qué
tratamiento. ‘Aquí yacen dragones’ es una muy recomendable
lectura para dejarse llevar por relatos amables en su lectura, pero
no se confíen, ya que bajo esa piel de cordero hay todo un retrato
de nuestro entorno, de ese paisaje donde nos movemos, en el que como
bien sabemos, no todo es agradable y apacible. En ese punto germinal,
en ese límite entre lo oscuro y lo claro, es donde emerge el brillo
de Fernando León de Aranoa que, como un orfebre, talla en forma de
joya.
Publicado en Revista. Diario de Pontevedra 2/06/2013
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